Tal vez para el observador ocasional el golf pueda parecer un juego de lo más aburrido, donde unas personas ridículamente equipadas le pegan con unos palos que parecen especialmente mal diseñados para la tarea a unas pelotitas con el aparente propósito de meterlas en unos agujeros que están en unos parque enormes con un césped antinaturalmente cuidado. Para el jugador en cambio...es igual, salvo por lo de aburrido.
Seguramente muchos de ustedes ya habrán dejado de leer. Bueno, aprovecho para decirles que son feos y tienen tierrita debajo de las uñas. Para el resto, déjenme decirles que antes de practicarlo el golf me parecía un deporte de lo más tonto, propio de viejos, gorditos,y pelados .
Pero el tiempo pasó y reunidas dos de las tres condiciones me decidí a ver de qué se trataba el dichoso jueguito, y la verdad es que me gustó. No me he convertido todavía en un fanático sin remedio, pero confieso que si un fin de semana llueve o tengo algo que hacer que me impida andar por el campo dándole a la pelotita, me molesta bastante.
¿Pero qué tiene de atractivo eso de meter la pelotita en el agujerito? Es difícil de explicar a un espectador no aficionado. Tal vez el hecho de que durante una vuelta de golf, el tener que concentrarse en el juego hace que uno se olvide completamente de todo lo demás. Ya sea que se trate de una vuelta corta de 9 hoyos, o una completa de 18, pueden ser 2 o 4 horas de completa evasión, donde el mundo es un parque arbolado en el que la gente es respetuosa y amable, la cortesía es norma y la cordialidad es el lenguaje común. Y es que en el golf hay cientos de reglas escritas, pero también formas tácitas que nos remiten a unos tiempos en donde la gente no se atropellaba ni estaba al acecho para sacar ventaja.
Claro que hay inadaptados. Claro que hay tipos que se pirran en el protocolo y molestan a los demás, no ceden el paso cuando corresponde, y hacen menos disfrutable la experiencia. Pero allí estarán el marshall o el capitán de la cancha, persuadiendo al desubicado para que cambie su actitud o proceda a retirarse.
En el golf, si se juega como corresponde, uno no puede hacer nada para perjudicar a su oponente. En realidad se juega contra el trazado de la cancha y si se quiere contra las propias limitaciones. Es por eso que ante un tiro especialmente bien ejecutado, los ocasionales rivales felicitarán al jugador, y ante una ignominiosa "papa", simplemente ignorarán el gazapo o impartirán un consejo totalmente desprovisto de sorna (me parece que levantaste la cabeza en el momento del impacto, por eso le pegaste arriba). Se considera de horrible mal gusto burlarse del principiante, porque la misma dificultad de la técnica hace que hasta al más experimentado se le escape un golpe en falso de vez en cuando.
Se dirá que no hay pasión, no hay gritos y barras de simpatizantes alborotando con cánticos en los torneos de golf. Esto es tan cierto que cuando un profesional va a pegarle, hay asistentes que levantan carteles que dicen "silencio" y "quietos" para indicarle al público que no debe hacer nada que distraiga al jugador concentrado en su próximo swing. ¿Aburrido?. Cuestión de opiniones. A mí me aburre el fútbol, si vamos al caso.
De todas formas, comprendo el prejuicio que contra el golf tienen muchas personas. No hay manera de entender qué demonios tiene este deporte para enganchar tanto a los aficionados que hasta les mienten a sus esposas para escaparse a las canchas, a menos que se pruebe. Incluso así puede que no les guste.
Pero les aseguro que un atardecer de primavera en la cancha con un par de buenos amigos jugándose unas cervezas al final de la vuelta es un placer finísimo, sosegado, sin histerias ni prisas, que se disfruta con alegría pero sin desbordes, con el sosiego que necesita un buen libro o un vino delicado.
Ojalá lo hubiera descubierto mucho antes.
Buenas noches