martes, 30 de junio de 2009

Guía espiritual





Ravanagraduba Adlabajaddavidha Bothuparthavanda Sai Bugman, trigésimonovena encarnación de Hurinabalifondenga Indivaguanda Brhapacurtalafada se materializó espontáneamente en 1966, en la ciudad de Gahaneviganda, a orillas del río Thuppanadippuzha. Acertaron a pasar por allí Pathanapethimupingada Maharabalandabunda Blothisimenavana Barhama y Alsenivapandamunvida Meheladinovandiganda Puthra, quienes lo adoptaron y lo trataron como a uno más de sus dieciséis hijos. Sai Bugman, a pesar de su origen divino, nunca renegó de sus padres terrenales, y aún en la actualidad es conocido en muchos lugares como "el hijo de Puthra".
Comenzó su peregrinación a la tierna edad de 34 años, cuando su padre le dijo amorosamente: "pedazo de parásito, o empiezas a trabajar o te vas de esta casa, yo no mantengo vagos". (Lo dijo en sánscrito, que suena un poco más amoroso).
Fue así que Sai Bugman emprendió su largo camino, que lo llevó a conocer las profundidades más abyectas y las alturas más luminosas, mientras duró su trabajo como ascensorista en el Consolidated Indian Bank de Nueva Delhi.
Pero Sai Bugman sentía que algo nuevo estaba creciendo dentro suyo. Crecía y crecía. Hasta que se la extirparon, era un tenia saginata (lombriz solitaria) de 9 metros de longitud.
En el hospital, Sai Bugman descubrió el sendero de la meditación, la instrospección y el regocijo espiritual al recibir por accidente una dosis masiva de sedantes. Pero citemos sus propias palabras sobre la reveladora experiencia: "Fué un flash, loco. Parecía que los dedos eran como morcillas crudas, y que me salían plumas de las rodillas" (Lo dijo en sánscrito, que suena un poco más espiritual).

Sai Bugman no ha cesado de predicar desde ese momento, llevando su mensaje de paz, amor, espiritualidad, alegría, esperanza, entendimiento, unión, regocijo, amistad, pureza, y felicidad a todos los rincones de la Tierra. También organiza reuniones de tupperware.

Hermanos, recibamos la sabiduría de Sai Bugman recordando algunas de sus frases :

-Vosotros que lleváis la pesada carga de las posesiones terrenales, aliviaos en mí. Hablad con mi abogado.
-Observad las leyes de tu país, pagad vuestros impuestos, o mejor invertid todo en nuestros Fondos de Inversión Sai Bugman exentos y deducibles de ganancias.
-El camino desde Brahmaputra es duro, pero os aseguro que al final todos gozaremos en Puttaparthi.
-Las riquezas materiales no perduran, en cambio las opciones negociables con certificados transferibles apalancadas sobre hipotecas garantizadas rinden más del diez por ciento en dólares.
-Acudid a mí, y os confortaré, atacadme y os comprenderé, demandadme y os las verás con mi estudio de abogados.

Buenas noches.

PD: La fotografía que ilustra este artículo es obra de Mariano, en realidad todo lo escrito no es más que una excusa para publicarla, cada vez que la veo me agarra un ataque de risa. Gracias, Mariano.

viernes, 26 de junio de 2009

Tetris



Intento mantener el escritorio de mi oficina razonablemente ordenado. Lejos estoy, sin embargo, del trastorno obsesivo compulsivo, no desespero ante un objeto que no respeta perpendicularidades o paralelismos. Tampoco lo tengo completamente despejado, es una superficie grande y las cosas tienden a depositarse sobre las superficies grandes.
Puede notarse, a grandes rasgos, una cierta división en zonas. Está la zona de papeles, la de útiles de oficina, la de CDs y DVDs, la de trabajo donde está el monitor, el teclado y el mouse, la de teléfonos y la de objetos de transición, que está allí en virtud de que no les encuentro otro lugar y no molestan. Los cajones son otro asunto completamente diferente, allí hay una variedad insospechada de elementos que ocupan todo el espacio disponible y se han mezclado de una forma tal que constituyen una especie de sopa primordial, homogénea e indiferenciable. Casi nunca abro los cajones de mi escritorio.
Por debajo y por el costado del mueble discurren metros de cables de electricidad, teléfono y datos. Se produce allí un fenómeno de abundancia, donde hacía falta un cable de cincuenta centímetros hay uno de dos metros, donde faltaba un decímetro para llegar al conector correspondiente se florea un prolongador de treinta. Como resultado si se observa la zona de cables se tiene la impresión de estar asistiendo a una orgía de culebras de diversas clases y calibres.
En resumen, mantengo sobre mi escritorio (al menos sobre la parte visible, la superficie de trabajo) una somera organización carente de fundamentalismos. No lucho a brazo partido contra la entropía, más bien mantengo un conflicto de baja intensidad con alguna que otra escaramuza esporádica. Por ejemplo ayer tiré a la basura unos diez presupuestos de hacía dos años, ese tipo de cosas.
Menos los jueves.
Los jueves viene la señora que hace la limpieza de la oficina. Esta mujer necesita que las áreas sobre las cuales opera estén completamente libres. Utiliza una técnica consistente en apilar objetos. Pero lo que se dice apilar. Con una destreza sorprendente se las arregla para acomodar todo lo que encuentra en un espacio minúsculo, haciendo una especie de torre compacta donde ningún espacio es desaprovechado. Es como un Tetris del mundo físico, como una ardilla acumulando nueces. Desgraciadamente, no ejecuta la acción inversa. Ella apila, no desapila.
Luego de que pasa por mi oficina observo la curiosa disposición que deja su accionar, y siempre tengo la impresión de que un gigante tomó el edificio, lo puso de costado y lo volvió a su verticalidad originaria. Todo, pero todo, está contra un rincón. Teléfonos, monitor, teclado, papeles, bolígrafos, sillas, cajas, relojes y cables. Me toca a mí volver a colocar los objetos dentro de las zonas cuyos límites han quedado desdibujados por la operación maníaca de su apilación compulsiva.
Por una razón u otra, nunca encuentro el momento para hablarle con amabilidad y explicarle que si bien no tengo quejas de la limpieza, me resulta un tanto molesto desarmar su curiosas formaciones, y que a veces estoy toda la tarde buscando el papel que me hace falta. Por favor, debo pedirle, no me deje todo apilado.
Ayer tuve que asistir a una reunión fuera de la oficina mientras la constructora de torres estaba trabajando. Cuando regresé, ya se había ido. Y mis cosas estaban nuevamente todas apiladas, pero en forma diferente, como con fervor, con saña, como si se hubiera ejecutado un ritual. Incluso las culebras orgiásticas, que nunca se levantaban del piso, se habían unido al ziggurath que se erguía orgulloso en el rincón. Para esto la mujer había desconectado minuciosamente todos y cada uno de los cables, sin reparar en lo que estaba funcionado y lo que no.

Reconozco ese patrón de comportamiento. He visto muchas películas. La señora que limpia mi oficina los jueves es una psicópata. Tengo miedo de despedirla y que algún día me espere a la salida, me sorprenda y me ataque con un cuchillo de carnicero. Y después de propinarme trescientas doce puñaladas corte mi cadáver en pedacitos. Y ponga los pedacitos en una bolsa, y vaya a mi oficina.

Y me apile.



Buenas noches.


martes, 23 de junio de 2009

Rotomola, cómo mola, cómo mola.

Hoy recibí un mensaje de correo electrónico (no, yo no digo e-mail, ¿y qué? hay gente que no dice "rojo", y nadie los critica) de parte de una famosa compañía que fabrica (entre otras cosas) teléfonos celulares, invitándome a ser parte de una fabulosa comunidad de artistas, fotógrafos, músicos y bloggers.
Por razones que se verán más adelante llamaremos a la compañía con un nombre ficticio (llamémosla Gargiulo. No, mejor no. Hay lectores chuscos que van a empezar a hacer rimas. Sí, a usted me refiero. Llamémosla Rotomola. Jeje, soy un pícaro).
Rotomola me invita a formar parte esa selecta comunidad para que sea uno de los primeros en probar sus nuevos modelos de teléfonos celulares de última generación, el Rotomola X345 y el Rotomola VIRU i99Q.
La propuesta es que ellos me dan alguno de estos dos superteléfonos llenos de firindulis durante un mes, yo lo pruebo y voy dejando mis impresiones en este blog. No me dijeron cuántos artículos sobre el aparatejo tengo que escribir, pero el sentido común indica que ellos esperan que de mi teclado salga algo más que un "Rotomola me dió un telefonito lleno de cosas para que lo probara. Hasta ahora anda bastante bien. Buenas noches."
Esta es una práctica bastante extendida en otros países, algunas empresas les envían sus productos a bloggers influyentes en su mercado para que los prueben y escriban alguna reseña favorable. No tengo nada que objetar, salvo que yo no soy un blogger influyente en ningún mercado. Pero eso es problema de ellos.
El detalle es que las empresas les regalan el producto a los bloggers que hacen la reseña, y es lo menos que pueden hacer, porque en definitiva no se trata de otra cosa que de publicidad.
Pero Rotomola de Argentina no es como otras empresas, ellos pretenden que yo pruebe el aparato durante treinta días, aburra a mis lectores con descripciones y loas tecnológicas, y después de eso, me someta a la decisión de un jurado "compuesto por varios famosos de la música, la televisión, la moda y la fotografía" que van a elegir entre todos los gaznápiros que se la pasaron un mes cantando la "Oda al Rotomola, que cómo mola, que cómo mola"(*) a diez que sí, van a recibir el teléfono que probaron como premio. ¿El resto? A devolverlo, vamos, vamos, rapidito que no tenemos todo el día. Y seguro que si durante la prueba le hicimos algo al cacharrito, nos obligan a pagarlo. (Eso no lo aclaran, pero yo lo digo porque ya me hicieron enojar).
A ver si los entiendo, señores de Rotomola. Ustedes pretenden que yo pruebe uno de sus productos, que influya de alguna manera entre mis lectores para que ustedes ganen dinero, en otras palabras, que trabaje para ustedes durante un mes y a cambio me ofecen...¿qué? ¿La posibilidad de recibir una compensación, dependiendo del criterio de unos tipos que ni conozco?
Uy, déjenme pensarlo, pero suena bien, ¿eh? No sé, por qué no le agregan algo más a la oferta, qué se yo, cóbrenme por el uso del producto, llámenme cada seis minutos para preguntarme si estoy escribiendo algo sobre el dichoso telefonito, háganme lavar el automóvil del señor Rotomola todos los sábados. Ahí sí que me decido.
La verdad es que estuve a punto de aceptar la propuesta, solamente para jugar con esta gente escribiendo artículos retocidamente ambiguos que les hicieran pensar mucho para decidir si estaba a favor o en contra, pero al ratito nomás perdí la fe. No creo que los de Rotomola apreciaran la ironía, y ustedes, amables lectores, no tienen por qué pagar con su hastío mis pequeñas venganzas.

Señor Rotomola, o mejor dicho empleado de tercera categoría de Rotomola al que le encargaron seleccionar a los bloggers que habrán de formar parte de la fabulosa comunidad, me siento halagado, en serio. Me encanta que usted crea que soy influyente, que puedo hacer que la gente piense que sus teléfonos celulares son estupendos. Oiga, no se ofenda, tal vez lo sean. Pero, ¿sabe qué? si yo voy a hacer un esfuerzo por usted, espero una compensación real, tangible y permanente. Porque usted no es un amigo que me está pidiendo un favor, usted es un vivillo que busca publicidad gratuita. No tengo dudas de que va a encontrar gente mejor dispuesta que yo a trabajar gratis. Vea, hay de todo, si en la naturaleza humana no estuviera siempre latente el impulso de hacer cosas estúpidas en pos de conseguir recompensas improbables, no existirían las loterías, ni el matrimonio, ni las elecciones.

Pero yo, cuando trabajo, cobro.


Buenas noches.




(*) "Cómo mola" es una expresión que se usa en España para decir que algo es estupendo, que está muy bien.

viernes, 19 de junio de 2009

Identidad (reprise).


Esta historia fue publicada originalmente en este blog el 2 de febrero de 2007.Hace unos días la volví a leer y, contrariamente a lo que me suele pasar con casi todo lo que he escrito, me pareció que no estaba tan mal. Considerando que el público de este blog se renueva casi totalmente cada seis meses (con honrosas excepciones, claro), es muy probable que muchos de ustedes no la hayan leído nunca.Podría simplemente poner un enlace al artículo original, pero les voy a ahorrar el viaje, y además así puedo comparar las reacciones que provoca el relato sobre las nuevas generaciones de comentaristas.
Ojalá la disfruten.


Yo solía ser el que ustedes conocen como Z. Soy consciente de lo extraordinaria que puede resultar esta afirmación. Después de todo Z es un famosísimo multimillonario, excéntrico y filántropo que suele aparecer en la portada de la Times Magazine como "hombre del año" con rutinaria frecuencia, el modelo a seguir por cualquiera que sueñe con hacer fortuna. Sí, me refiero al mismo Z que rechazó el premio Nobel en cinco oportunidades y en tres diferentes disciplinas. El mismo al que recurre el Banco Mundial cuando hay problemas. El deportista extremo, el ciudadano del mundo.
Z me robó la identidad hace muchos años, una vez que perdí todos mis documentos. Yo no sospeché nada, de hecho me causaba gracia que un tipo con mi nombre se estuviera haciendo famoso. Cuando lo ví por primera vez en la televisión me impresionó un poco el parecido físico, pero el asunto me seguía resultando divertido, tal vez curioso, pero nada más.
Solamente una vez cuando fui a votar me lo impidieron diciendo que yo ya había sufragado, y lo adjudiqué a la burocracia; protesté tibiamente porque en realidad no me interesaba la política.
Pero tiempo después, leyendo un reportaje muy extenso que le hicieron a Z en la revista Fortune, me quedé de una pieza cuando descubrí que todos los detalles de su pasado antes de la fama y la fortuna me resultaban familiares. ¡Era mi vida la que estaba contando! De manera que mi identidad había sido usurpada nada menos que por Z. No sabía si sentirme halagado o ultrajado.
Por un momento pensé en recurrir a la vía legal, pero ¿cómo ganarle un juicio a un tipo que se codea con los miembros de la Suprema Corte y además puede contratar a los mejores abogados del mundo?
Le escribí una carta. No sabía muy bien que quería obtener, así que le pedí dinero. Diez millones de dólares, y no sólo le permitiría utilizar mi identidad robada sin protestar, sino que además yo adoptaría una nueva y jamás mencionaría el trato. Diez millones es una cantidad minúscula para Z y para mí era una fortuna inimaginable, así que todos ganábamos.
Envié la carta a la isla del Pacífico donde vive Z desde que la compró. Diez días después un mensajero uniformado me entregó dos sobres con instruciones precisas de leer su contenido en orden. El primer sobre contenia la respuesta:

"Estimado Z:

Hace años que esperaba su carta. Su acusación de que yo le robé la identidad es una verdad a medias. Es cierto que tomé su nombre y su historia el día en que por puro azar encontré su identificación en el piso de una estación de trenes. Le aseguro que hasta el día de hoy no se por qué lo hice.
Así como usted ha seguido mis actividades a través de la prensa yo vigilé las suyas cuidadosamente, primero en persona y luego por medio de un equipo de detectives.
Conozco con precisión milimétrica cada detalle de su vida desde su nacimiento hasta el instante en el que usted está leyendo estas líneas.
Esto lo hice por dos razones: la primera, que si usted en algún punto hubiera empezado a destacarse de alguna forma, yo le hubiera devuelto su identidad y me hubiera refugiado en el anonimato. Es evidente que no ha adivinado la segunda.
Verá, yo tomé su nombre y su pasado, (un material bastante modesto si me permite) y construí todo lo que usted conoce, que apenas es la superficie de lo que realmente logré. Y lo hice recogiendo sus desechos, metafóricamente hablando. ¿Sabe cómo comencé mi fortuna? Aceptando ese trabajo que usted rechazó en 1984, porque según usted "no estaba a su altura". ¿Es posible que no haya reconocido en mi bellísima esposa a aquella novia que usted despreció porque estaba un poco gordita?.
Estuve todos estos años detrás suyo, tomando todos los caminos que usted decidió no seguir. Mi vida y todo lo que poseo son el resultado de haber aprovechado las oportunidades que usted no supo reconocer. Cada vez que usted dijo "no" yo dije "sí". Fui a todos los lugares que usted evitó. Cultivé la amistad de todas las personas que usted encontró poco interesantes. Lo que soy y lo que poseo es en cierta forma la suma de sus potencialidades desperdiciadas.

¿Puede en justicia reclamar usted mi vida como suya?

Es cierto que de todas maneras le debo algo.

No le daré el dinero que reclama porque usted no es un indigente, ni tiene enormes deudas. Además estoy seguro que sucumbiría a la tentación de abandonarse, de cesar todo esfuerzo y vivir de la renta que esa cantidad pudiera proporcionarle. Recuerde que lo conozco tal vez más de lo que usted mismo se conoce.
Sin embargo le daré algo mejor : una segunda oportunidad. En el sobre número dos encontrará todos los detalles de la identidad que yo tenía antes de Z. No la he utilizado desde entonces. Se la entrego. Adóptela, empiece otra vez, abandone ese Z gris y melancólico que es ahora.
Y si consigue algo grandioso con esa identidad, si pinta en el lienzo en blanco que le entrego una obra de arte digna de ser admirada, entonces le prometo que yo la completaré poniéndole un magnífico marco. Le aseguro que seré indeciblemente generoso.
No intente comunicarse conmigo otra vez. No hará falta que me participe de sus logros, yo los conoceré al instante. Espero sinceramente que me brinde la oportunidad de premiarlo.

Hasta entonces,

Z"


Pero qué tupé el de este tipo. No sólo reconocía que me había usurpado la identidad sino que me lo refregaba por la cara. Con decirme que no me iba a dar la plata y que me dejara de molestar hubiera alcanzado. Promesas. Para promesas estaba yo. Pero sentí curiosidad.
El segundo sobre era grueso y de papel manila. Lo abrí con cierta ansiedad. Contenía un dossier muy completo, con todos los detalles relevantes de cierta identidad. Me fijé en el encabezado. En grandes letras doradas, decia :

BUGMAN

Buenas noches.

miércoles, 17 de junio de 2009

Instrucciones para leer este artículo

Este artículo debe ser leído de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Ejecute esas operaciones en forma secuencial y no simultánea, de manera de evitar un movimiento diagonal desde el extremo superior izquierdo hasta el inferior derecho del artículo, acción que puede resultar en la omisión de palabras y la consiguiente pérdida de comprensión.

Tenga en cuenta que cuando en estas instrucciones nos referimos a movimiento lo hacemos en el contexto del movimiento ocular, es decir el desplazamiento del punto focal de sus ojos, y no a un traslado físico de los mismos, ya sea en forma conjunta o separada del resto del cuerpo. La posesión de un ojo artificial removible no resulta relevante en este caso ni consituye un excepción a la presente aclaración, debido a las limitaciones características de este tipo de prótesis para proporcionar cualquier tipo de imagen capaz de ser interpretada por el cerebro humano.

El movimiento ocular secuencial al que se refieren estas instrucciones debe ser implementado de la siguiente manera: con la vista fija en la primera (es decir, la que se encuentra más arriba del artículo) agrupación de palabras alineadas de forma horizontal (a la que en adelante nos referiremos indistintamente como línea o renglón), identifique la que aparece primero a la izquierda. No olvide ejecutar esta operación dentro de los límites visuales del artículo, evitando llevar el punto focal de sus ojos fuera de la pantalla del monitor (en caso de estar leyendo este artículo en una computadora) o del borde del papel (si es que usted ha realizado un impresión en papel del artículo y está leyendo esa copia impresa) hasta encontrar una palabra cualquiera que circunstancialmente se encuentre alineada horizontalmente con el primer renglón del artículo, por ejemplo perteneciente a una nota pegada en la pared recordándole que mañana debe pagar la cuenta del gas. Para evitar esto, es conveniente detenerse apenas aparezca en el punto focal ocular cualquier elemento que no tenga las características generales de una palabra. Una buena práctica es identificar si el elemento en cuestión está formado por letras.

Es importante recordar que se debe empezar desde el primer renglón, que es el que se encuentra en lo más alto del artículo, siempre respetando las limitaciones visuales ya expuestas. Notará que la primera línea del artículo se encuentra escrita en una tipografía diferente a la del resto del mismo y es más corta, esta es una característica de diseño y no tiene ningún efecto negativo sobre la lectura. Esta línea especial se denomina título, y no requiere ningún tratamiento especial para su lectura. Continúe leyendo las palabras de izquierda a derecha, hasta que note que llega al límite visual derecho del artículo (utilice para identificar este límite la misma técnica que utilizó para identificar la primera palabra de la izquierda). Llegado a este punto, descienda su foco visual hasta encontrar la siguiente línea, y repita el procedimiento (identificación de primera palabra de la izquierda, recorrido de izquierda a derecha hasta la última palabra).

Una vez que haya dominado esta secuencia de operaciones, repítala hasta terminar de leer este artículo. Podrá identificar el fin del artículo porque ya no aparecerán más palabras alineadas en forma horizontal. Si embargo, en algunas configuraciones especiales, si usted continúa con el movimiento ocular descendente es posible que se encuentre con más palabras. Dependerá de su criterio el decidir si esas palabras continúan formando parte de este artículo, sin embargo, hay algunas sencillas estrategias que le ayudarán a tomar el camino adecuado. Para empezar, reconozca si la tipografía en la que están escritas las palabras es la misma de la de la última línea leída. Si es diferente, es muy probable que se trate del título de otro artículo. Otra evidencia de que el artículo ya terminó y usted está leyendo otra cosa es que las palabras ya no estén en la pantalla de la computadora o en un papel sino en el borde del escritorio, en su abdomen, en el techo o en el piso, dependiendo del ambiente en donde usted esté situado al leer este artículo. Como regla general, si las palabras están escritas fuera del plano de este artículo, no pertenecen a él. Para identificar el plano puede utilizar el efecto tridimensional que le proporciona la visión binocular, o si solamente tiene un ojo y no posee percepción de la profundidad, puede utilizar el tacto.

Cabe aclarar que este artículo, al estar escrito en español, debe leerse preferentemente en ese idioma, en caso contrario el autor no se responsabiliza por errores de sintaxis, palabras carentes de significado y pérdida de comprensión. Asimismo algunas de las convenciones de lectura que hemos expuesto en estas intrucciones para leer este artículo no son aplicables en otros idiomas en los cuales se lee, por ejemplo de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba, salteando las palabras impares o haciendo danzas rituales y sacrificios de animales.

Una vez terminada de leer la última palabra de la derecha de la última línea de este artículo, usted habrá leído este artículo.

Por favor, no intente leer este artículo sin haber leído antes estas intrucciones para leer este artículo.



martes, 16 de junio de 2009

XLIII

Hoy no voy a escribir nada porque es mi cumpleaños.
Bueno, ya escribí esto, pero nada más.

Buenas noches.

jueves, 11 de junio de 2009

Grandes Olvidados (IV) : El extraño caso de William Forward

William Forward se despertó esa mañana en su casa de Turlock, California, y se dispuso a leer las ediciones digitales de sus periódicos favoritos, pero no lo logró. Fastidiado, encendió su teléfono celular dispuesto a comenzar su día laboral, pero el aparato se negó a responder. De camino a su trabajo se detuvo un momento en la oficina local de su compañía telefónica para hacer el reclamo correspondiente, pero nadie pareció entender de qué estaba hablando. La indignación de William fue en aumento cuando los empleados comenzaron a mirarlo con sorna, y a cuchichear entre sonrisitas. Terminó montando un escándalo de proporciones que incluyó una voladura de dientes en la persona de Alfred Marshall, supervisor de atención al cliente de la Bell Company. No hubo más remedio que llamar a la policía, que se lo llevó esposado.

Era el 15 de mayo de 1957.


El Equipo de Investigaciones de LSB tuvo acceso a las transcripciones del juicio que Alfred Marshall le hizo a William Forward por la compulsiva extracción de dos piezas dentales durante la refriega.
El informe del psiquiatra forense fue determinante para el veredicto. He aquí algunos párrafos escogidos.
"...William Forward no deja de referirse a objetos y servicios inexistentes. Insiste en que una pequeña cajita de madera que lleva todo el tiempo encima y que tiene dibujados algunos números, la palabra "NOKIA" y un rectángulo encima es un dispositivo llamado teléfono celular..."
"...durante la visita que Su Señoría ordenó al domicilio de William Forward este perito encontró una pieza de cartón de unos cuarenta por veinte centímetros, con letras y números dibujados en una disposición que recuerda a las de las máquinas de escribir, a la que se encontraba pegada un cable cuyo otro extremo estaba a su vez adosado a un televisor. William Forward tocó con sus dedos en repetidas ocasiones esta pieza de papel mirando al mismo tiempo la pantalla del televisor, que se encontraba apagado, y repetía a cada rato "¿Lo ve? ¡Nada! ¡No puedo entrar a Internet, mandar un e-mail, nada!..."
"...El paciente llama "PC" a esa combinación de televisión y pedazo de cartón..."
"...El paciente sufre de un agudo delirio paranoide que le dicta que hay una gran conspiración para hacerlo pasar por incapaz y lunático. Acusa a su socio, su familia y hasta la Ciudad de Turlock de formar parte de esta conspiración..."
"...El paciente parece ubicado en tiempo y espacio, es capaz de reconocer personas de su entorno, está al tanto de las noticias locales y nacionales (aunque se queja de haber tenido que leerlas en diarios de papel, en lugar de en las ediciones digitales que prefiere consultar)..."
"...Este perito aconseja que el Sr. Forward sea recluído en una Institución Mental y sea sometido a tratamiento psiquiátrico..."

El juicio llamado "Alfred Marshall contra William Forward, por agresión, lesiones y ejercicio ilegal de la odontología" terminó con la absolución del acusado debido a su supuesto estado mental. El Juez decidió hacer caso a los consejos del psiquiatra forense, y William Forward fue internado en el Hospital Psiquiátrico de Turlock, donde fue sometido a un tratamiento intensivo consistente en su mayor parte de sesiones de electroshock. Y en su menor parte, de más sesiones de electroshock. Los dueños de la compañía eléctrica de Turlock solían decir que Forward era su mejor cliente y le mandaban tarjetas de Navidad todos los años.
Con el tiempo y los voltios, Forward dejó de hablar de cosas inexistentes.
Abandonado por su familia y sus amigos, fue dado de alta el 30 de octubre de 1969. Ese mismo día, Leonard Kleinrock, desde el Departamento de Ciencias Computacionales de la Universidad de California en Los Ángeles envió el primer mensaje de correo electrónico a Douglas Engelbart, del Instituto de Investigación de la Universidad de Stanford, a 568 kilómetros de distancia en lo que se considera el nacimiento oficial de la Internet. (*)
¿Fue William Forward un viajero temporal? Los informes nunca mencionan esa posibilidad, Forward hablaba de teléfonos celulares, Internet y e-mail convencido de que esas cosas existían en la época en la que él se encontraba. Más allá de ciertas generalidades, ("Internet conecta a todas las PCs del mundo", "el teléfono celular sirve para hablar por teléfono en cualquier parte menos en los túneles", "me gusta el pollo frito con arroz") Forward nunca fue capaz de describir detalladamente el funcionamiento de los aparatos a los que se refería.
Nada se sabe de William Forward desde que abandonó el hospital psiquiátrico. Un recorte del periódico Turlock Times del 4 de febrero de 1970 da cuenta de un incidente ocurrido en la tienda de artículos fotográficos Michelson & Son, cuando un cliente enojado y de mirada extraña golpeó a un empleado que le explicaba que ellos no vendían nada que se llamara "una cámara digital". El empleado no levantó cargos, y nadie volvió a ver al temperamental cliente.

Buenas noches



(*) Sí, de verdad.

lunes, 8 de junio de 2009

Sí, es mi culpa



Estimado lector, ¿se siente frustrado porque algo le está saliendo mal? ¿Su vida no es lo que esperaba?
Tal vez deba analizar minuciosamente cuáles han sido las decisiones que ha tomado, qué es lo que lo ha llevado a ese lugar en donde preferiría no estar. De esa manera también podría descubrir la manera de mejorar su situación, resolver el problema que lo tiene angustiado, liberarse de las cosas que le impiden avanzar y dedicarse a... bueno, basta. Ni yo me lo creo. Vamos, todo eso es mucho trabajo. Si tuviéramos ganas de trabajar mucho y estar pensando todo el tiempo en lo que nos conviene probablemente no estaríamos donde estamos. Lo que queremos son soluciones fáciles, rápidas, y que no exijan demasiado compromiso. Si no fuera así, no se venderían tanto esas cosas con electrodos que dicen que hacen gimnasia por nosotros mientras vemos la tele.
Pero además, horror de horrores, ese análisis implica que somos responsables de algo de lo que nos pasa. No, señores, no. Así no se puede.
La forma más fácil de quejarse y no hacerse cargo es echarle la culpa a otro. Pero ¡ay! son tantos los potenciales culpables de nuestras desgracias que la cosa termina dispersándose, la cuota de culpabilidad que le toca a cada uno de los malvados resulta tan diluída que al final nadie tiene la culpa de nada. Que el gobierno, que el jefe, que la empresa, que la economía, que los Illuminati, que las grandes corporaciones, que los noruegos.
Hay que agarrar a UN culpable y encajarle todas nuestras miserias.

Los Sin-logismos de Bugman, conciente de su resposabilidad social, ofrece entonces como servicio la inmolación de su autor en la hoguera de las resposabilidades múltiples para acallar esas molestas vocecillas que resuenan dentro de las cabezas de sus estimados lectores y que indicarían que su situación actual es producto en alguna medida de sus acciones u omisiones.

En otras palabras, ¡Échele la culpa a Bugman!

¿No le gusta su trabajo? Perdón, perdón, debe ser culpa mía.
¿Su mujer lo tiene harto? Perdón, perdón, debe ser culpa mía.
¿No sabe a quién votar en las próximas elecciones? Perdón, perdón debe ser culpa mía.
¿No le alcanza la plata? Perdón, perdón, debe ser culpa mía.
¿Hace frío? Perdón, perdón, debe ser culpa mía.
¿Este blog es una porquería? Perdón, perdón, debe...¡Oiga! ¡Todavía que le doy un servicio!

Vamos, estimado lector, descárguese conmigo. La culpa es mía, mía y nada más que mía. Y si no tiene nada de qué quejarse, también es mi culpa.

Este es un servicio de bien público.

Buenas noches. (También es mi culpa que se haga de noche, claro que sí).


miércoles, 3 de junio de 2009

No me van a callar

He sufrido un atentado, destinado claramente a amedrentarme, a hacer que me guarde ciertas verdades, a detener mis investigaciones. Evidentemente estoy molestando a alguien.



Ayer al caer el sol, me dirigía cansado pero feliz por haber desempeñado otro día de fecundas labores hacia la paz de mi hogar, conduciendo mi fiel automóvil (modelo 2002, 56 mil kilómetros reales, único dueño, todos los services, joya, nunca taxi, neumáticos nuevos, ¡impecable, oportunidad!) a la velocidad reglamentaria cuando una explosión me sustrajo violentamente de las profundas reflexiones que suelen acompañarme mientras conduzco.
Fue un ¡BOOOOM! seguido de un estruendoso ¡KATAFLAC-KATAFLAC-KATAFLAC-KATAFLAC!. Casi simultáneamente el vehículo comenzó a vibrar como una licuadora y se hizo difícil mantener el curso.
Mis años de entrenamiento para emergencias, unidos a mi proverbial sangre fría hicieron que reaccionara en forma lógica y razonable: me aferré al volante y comencé a gritar como enajenado: ¡ARRGHHHH! ¡VA A ESTALLAAAAR! ¡MORIRÉ HORRIBLEMENTE ABRASADO EN UNA BOLA DE FUEGO! ¡VAN A RECONOCER MI CADAVER POR LA DENTADURA Y TODO EL MUNDO SE VA A ENTERAR DE QUE TENGO UN DIENTE POSTIZOO! ¡MAYDAY! ¡MAYDAY!
Pero fue allí que mis conocimientos de Termodinámica empezaron a surgir espontáneamente, y recordé una de sus leyes : el fuego es calentito. Y nada de calor había en el habitáculo, muy por el contrario las exhalaciones que acompañaban a mis gritos se condensaban en el aire gélido (me salía humito por la boca como cuando hace frío, señores, tampoco es que escriba tan difícil).
Mientras tanto el ¡KATAFLAC-KATAFLAC-KATAFLAC-KATAFLAC! se había convertido en un ¡BLUMPBLUMPBLUMPBLUMP! un poco menos ruidoso. Entonces procedí a detener el automóvil en una calle lateral. No es que yo sea un maricastañas de esos que si el auto les hace un tiki-tiki lo llevan al mecánico, pero una cosa es un tiki-tiki y otra es un ¡BLUMPBLUMPBLUMPBLUMP! además de que venía precedido por el ¡BOOOOM! y el ¡KATAFLAC-KATAFLAC-KATAFLAC-KATAFLAC!.
Detenido que hube mi transporte, bajé del mismo (claro, no voy a bajar de otro, caramba) munido de una linterna que tengo la precaución de llevar siempre en la guantera justamente por si este tipo de eventualidades llegara a sucederme.
Inspeccioné minucosamente la parte de abajo del rodado, esperando encontrar un destrozo similar al que debe hacer un torpedo en un buque, un misil en una aeronave, un hipopótamo disgustado en una cristalería. Pero todo se veía normal, no había nada desprendido, roto o colgante.
Fue entonces que me percaté de que el neumático izquierdo trasero estaba completamente desinflado. Sentí un poco de alivio junto con la brisa helada que acariciaba mi testa reluciente. No era tan grave.
Me dispuse a reemplazar la rueda averiada por la de auxilio, y cuando la saqué la revisé atentamente, para ver si encontraba el elemento que tan violentamente la había herido de muerte.
Y allí fue cuando lo ví. Un trozo de metal pulido aparecía por una rasgadura de casi cinco centímetros en la banda lateral interna del neumático. Tiré de él con curiosidad, tenía que saber qué era.

No era un clavo. No era un tornillo. No era un proyectil balístico.
Era lo que ven la imagen.

Fotografía real del objeto extraído.

Sí señores, una llave para tuercas de 13 milímetros, de unos 14 centímetros de largo, estaba incrustada en mi neumático.

En el momento quedé tan soprendido que ninguna idea de cómo había llegado hasta ahí semejante objeto llegó a abrirse paso hasta mi conciencia. Pero luego, retomado el camino, empecé a atar cabos.
Veamos, cuando ustedes ven una llave de tuercas, ¿qué marca les viene a la mente? Vamos, es fácil. Pero, caramba, parece que ustedes nunca estuvieron en una ferretería. BAHCO(*), señores, BAHCO. Y ahora, si piensan en BAHCO, y en una ferretería, ¿no se les aparece una imagen?. Sí, sí, espero.
...
...
¿Nada? Bueno, tenemos un día de esos, parece. No me digan que no se acuerdan de los posters de BAHCO, con señoritas muy rubicundas con poca ropa, que invariablemente representaban...vikingas.
Voy a hacer una pausa para que asimilen la información, y para que los pocos de ustedes que no estén completamente perdidos tengan una epifanía.
Bien, ya está. Para el resto, ¿de dónde eran originarios los vikingos? Sí, hombre, sí, le costó pero llegó, ¿vió que con un esfuercito usted también puede?
En efecto, los vikingos provenían de Noruega. (Sí, también de Suecia, y de Finlandia, pero no tiene nada que ver).
Es evidente que este supuesto accidente no tuvo nada de accidental. Calculen ustedes las probabilidades de que una llave de tuercas les destroce un neumático mientras circulan tranquilamente por la calle. No, en serio, calcúlenlas ustedes, yo no se ni por dónde empezar. Como sea, deben ser ínfimas.
Ellos han querido dejarme un mensaje. Porque descubrí su secreto. Mejor dicho, uno de ellos. Sabía que me mantenían bajo estrecha vigilancia, han llegado alguna vez a secuestrarme (aunque luego se disculparon diciendo que había sido un lamentable malentendido), pero nunca se habían rebajado a una acción tan vil como la amenaza velada y la advertencia mafiosa.

No me importa. No me van a callar. No cejaré en mis esfuerzos por desenmascararlos, por decirle al mundo quiénes son realmente. Van a tener que hacer mucho más que esto.

¿Me oíste Harald?
¡No te tengo miedo!
¡Jeg er ikke redd!


Buenas noches


(*)Ya sé que BAHCO es una marca de herramientas suecas, no noruegas. Pero había posters de señoritas vikingas con herramientas BAHCO, y los vikingos eran noruegos. Sí, suecos y fineses también. Pero yo nunca dije nada de los fineses o los suecos. Aunque entre un finés y un sueco no hay tanta diferencia, son como los argentinos y los uruguayos. De todas maneras, entonces ¿qué tenían que encajarme los noruegos en la rueda para que yo entendiera que fueron ellos? ¿Un bacalao? ¿Un fiordo?Vamos, seamos serios, por favor.

lunes, 1 de junio de 2009

Futuros eran los de antes


Oiga, jovencito, no me va a comparar, futuros eran los de antes. No, no es un juego de palabras, se lo digo en serio. Era otra cosa.
Antes el futuro era algo maravilloso, iban a inventar cada cosa que nos iba a mejorar la vida, no podíamos esperar a que llegara el futuro. Que los autos voladores, que las ciudades abajo del mar, que los robots que iban a limpiar la casa, que las comidas en pastillitas. Sí, ahora tomo pastillitas, pero no son comida. Unas son para tomar antes de la comida, otras son para tomar después de la comida, pero ninguna es la comida. Y no es que a mí me guste eso de tomarse una pastillita en vez de comerse, qué se yo, un pollo al horno con papas, pero vea, el médico me prohíbe comer tantas cosas que si todos comieran pastillitas en lugar de pollos a lo mejor yo no extrañaría tanto las milanesas a la napolitana. Porque una cosa es no comerse una milanesa a la napolitana y otra es no tomarse una pastillita de milanesa a la napolitana, ¿sabe?. No, qué va a saber usted que seguro que come hamburguesas y esas porquerías.
Pero no estamos hablando de hamburguesas, joven, estamos hablando del futuro. Porque ahora resulta que no, que los autos voladores no porque el tránsito aéreo sería un lío, que las ciudades abajo del mar no porque saldrían carísimas, que los robots tampoco porque al final no es tan fácil hacer un robot que te limpie el inodoro.
¿Qué futuro tenemos ahora, me quiere decir? ¿Teléfonos celulares con más firundulis? ¿Autos con pantallitas que te dicen por dónde hay que ir a la casa de un cuñado? Y eso del lado bueno, porque ahora está de moda decir que en el futuro nos vamos a morir todos por alguna cosa de la contaminación o el clima o no se qué problemas porque resulta que no es tan bueno que la gente haga y fabrique cosas, porque la cosas por un lado son buenas pero por el otro rompen no se qué equilibrio y parece que era mejor no hacer nada y quedarse en casa limpiando los inodoros con acaroína.
¿Eh? ¿Qué cosa, la Internet? Uh, sí, gran invento, ojo, no es para despreciar, pero dígame si no me cambia la Internet por una vereda móvil que lo lleve a donde quiera sin tener que caminar. Que tampoco la quieren hacer, porque no se qué cosas de la ingeniería, y los costos y qué se yo. Yo sí se la cambio. Ahora mismo se la cambio. Tengo que ir al banco que queda como a diez cuadras, mire si no me gustaría quedarme acá parado y que el piso me llevara hasta allá solito. Y si el piso me lleva al banco, para qué quiero Internet. No, cómo que no tiene nada que ver, joven , lo que pasa es que usted piensa así, todo desordenado. La culpa es de Internet, ¿sabe?. Usted se la pasa ahí adentro que está todo desordenado y termina pensando así, todo hecho un lío.
Ah, y antes teníamos los viajes espaciales, joven. Sí, ya sé que eso sí llegó, pero no son lo que eran. Antes, cuando no existían , los viajes espaciales eran una aventura impresionante. Ahora que hay, ¿que son?. Un aburrimiento, joven, una cosa tan poco emocionante como el discurso de un escribano. Bueno, menos el escribano Salvatierra, que cuenta unos chistes muy graciosos. Y es más gracioso porque el tipo no se ríe. Porque vió que cuando el tipo se rié mientras cuenta el chiste es como que mucha fe no le tiene al chiste y espera que la gente se contagie de su risa. Pero Salvatierra no, te cuenta una cosa que te hace matar de la risa y se queda así con cara de escribano. Porque es escribano, ¿qué cara quiere que ponga?. ¿De dentista?. Vamos, joven un poco de seriedad, caramba.
Y sí, los escribanos eran otra cosa. ¿Eh, qué futuro?. Ah, el futuro...vea, antes , el futuro era otra cosa.



Buenas noches.


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