Continuamos con la odisea de los hermanos Grandichenko. Veníamos así:
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Y seguimos así:
El empresario circense Carlos Bartolini no tenía pensado exhibir a los Grandichenko esa noche. Pero un desafortunado accidente de la écuyer (que había sido mordida por un payaso) le dejó una parte del espectáculo completamente vacante. Nervioso, le dijo a los dos empleados : Traigan a los rusos.
A todo esto, los hermanos todavía no habían hecho ningún intento de comunicación con el resto de los trabajadores del circo. Se limitaban a permanecer en su jaula, ya que no les habían asignado otro alojamiento, con una expresión triste y melancólica, que prácticamente no varió cuando les pusieron sendas cuerdas alrededor del cuello y los arrastraron hasta la pista.
El maestro de ceremonias improvisó una presentación. Habló de países lejanos, de nieves, de expediciones peligrosas, de feroces criaturas mitad hombres, mitad osos. Cuando por el rabillo del ojo vió que los desdichados patateros venían a la rastra culminó con un entusiasmo exagerado: ¡Las abominables criaturas de las estepaaaas!.
Dimitri y Feodor estaban cegados bajo la luz de los reflectores, inmóviles, temblando de miedo y de frío. Eran dos figuras patéticas y grotescas con la mirada clavada en el suelo. El público permaneció en silencio unos minutos, pero nada sucedía, y la impaciencia ganó las tribunas. Empezaron a silbar y abuchear, y todo parecía indicar que la nueva atracción del Gran Circo Bartolini haría su debut y despedida en el mismo acto.
Y entonces sucedió.
Al director de la orquesta la aparición de los hermanos lo había tomado por sorpresa. No tenía nada preparado para la ocasión, pero pensó rápidamente e indicó a los músicos que habrían de interpretar una melodía rusa. Afortunadamente conocían una.
Con lenta cadencia, las notas de Katiusha empezaron a tapar los silbidos del público, y los Grandichenko levantaron sus cabezas y sus ojos se iluminaron. Por encima de la algarabía una poderosa voz de barítono comenzó a entonar:
Rascvetáli jábloni i grúsi,
Popylí tumány nad rekój.
Dimitri cantaba, y lo hacía con orgullo, erguido, desafiante.
Vyxodíla ná bereg Katjúsa,
Na vysókij béreg na krugój.
Feodor comenzó a bailar, y la orquesta aceleraba, y Feodor saltaba y el público, que al principio había festejado con groseras risotadas la sorpresiva interpretación, comenzó a enmudecer. La burla se convirtió en curiosidad, y esta en admiración.
Con lágrimas en los ojos, Dimitri terminó la última estrofa del estribillo, y Feodor lanzo un grito de cosaco que quedó reberverando en la carpa silenciosa.
El aplauso tardó en llegar. Pero cuando comenzó, cayó como olas, como cascadas, como una fuerza de la naturaleza. Los hermanos lloraban y sonreían, como si hubieran sido rescatados de un naufragio. Bartolini no salía de su asombro. "Aquí hay algo", pensó, y ordenó que se llevaran a los hermanos antes de que el entusiasmo se disipara.
Los Grandichenko que fueron llevados de vuelta a su jaula poco tenían que ver con las criaturas lastimosas de hacía unos momentos. Ahora caminaban enhiestos, mirando a los ojos a todos los que se cruzaban en su camino, con una renacida dignidad y una notable altivez. Dimitri le decía algo a Feodor, que asentía vigorosamente y sonreía.
Y es que los desdichados pensaban que, siendo prisioneros de guerra, habían estado a punto de ser fusilados por un pelotón que ellos no pudieron ver debido a las brillantes luces, y que en virtud de su valentía al cantar y danzar frente a su inminente ejecución, habían sido perdonados.
Mientras tanto, entre el público, un caballero de figura distinguida permanecía en reflexivo silencio. Se enjugó las lágrimas, y agradeció para sus adentros haber podido escuchar aquella canción bellamente interpretada por un auténtico ruso. Esa misma que su madre le cantaba en los fríos atardeceres de Krasnodar. Se preguntó quiénes serían esos dos compatriotas tan malamente vestidos. Tendría que averiguarlo.
(Continuará...)
Buenas noches
A todo esto, los hermanos todavía no habían hecho ningún intento de comunicación con el resto de los trabajadores del circo. Se limitaban a permanecer en su jaula, ya que no les habían asignado otro alojamiento, con una expresión triste y melancólica, que prácticamente no varió cuando les pusieron sendas cuerdas alrededor del cuello y los arrastraron hasta la pista.
El maestro de ceremonias improvisó una presentación. Habló de países lejanos, de nieves, de expediciones peligrosas, de feroces criaturas mitad hombres, mitad osos. Cuando por el rabillo del ojo vió que los desdichados patateros venían a la rastra culminó con un entusiasmo exagerado: ¡Las abominables criaturas de las estepaaaas!.
Dimitri y Feodor estaban cegados bajo la luz de los reflectores, inmóviles, temblando de miedo y de frío. Eran dos figuras patéticas y grotescas con la mirada clavada en el suelo. El público permaneció en silencio unos minutos, pero nada sucedía, y la impaciencia ganó las tribunas. Empezaron a silbar y abuchear, y todo parecía indicar que la nueva atracción del Gran Circo Bartolini haría su debut y despedida en el mismo acto.
Y entonces sucedió.
Al director de la orquesta la aparición de los hermanos lo había tomado por sorpresa. No tenía nada preparado para la ocasión, pero pensó rápidamente e indicó a los músicos que habrían de interpretar una melodía rusa. Afortunadamente conocían una.
Con lenta cadencia, las notas de Katiusha empezaron a tapar los silbidos del público, y los Grandichenko levantaron sus cabezas y sus ojos se iluminaron. Por encima de la algarabía una poderosa voz de barítono comenzó a entonar:
Rascvetáli jábloni i grúsi,
Popylí tumány nad rekój.
Dimitri cantaba, y lo hacía con orgullo, erguido, desafiante.
Vyxodíla ná bereg Katjúsa,
Na vysókij béreg na krugój.
Feodor comenzó a bailar, y la orquesta aceleraba, y Feodor saltaba y el público, que al principio había festejado con groseras risotadas la sorpresiva interpretación, comenzó a enmudecer. La burla se convirtió en curiosidad, y esta en admiración.
Con lágrimas en los ojos, Dimitri terminó la última estrofa del estribillo, y Feodor lanzo un grito de cosaco que quedó reberverando en la carpa silenciosa.
El aplauso tardó en llegar. Pero cuando comenzó, cayó como olas, como cascadas, como una fuerza de la naturaleza. Los hermanos lloraban y sonreían, como si hubieran sido rescatados de un naufragio. Bartolini no salía de su asombro. "Aquí hay algo", pensó, y ordenó que se llevaran a los hermanos antes de que el entusiasmo se disipara.
Los Grandichenko que fueron llevados de vuelta a su jaula poco tenían que ver con las criaturas lastimosas de hacía unos momentos. Ahora caminaban enhiestos, mirando a los ojos a todos los que se cruzaban en su camino, con una renacida dignidad y una notable altivez. Dimitri le decía algo a Feodor, que asentía vigorosamente y sonreía.
Y es que los desdichados pensaban que, siendo prisioneros de guerra, habían estado a punto de ser fusilados por un pelotón que ellos no pudieron ver debido a las brillantes luces, y que en virtud de su valentía al cantar y danzar frente a su inminente ejecución, habían sido perdonados.
Mientras tanto, entre el público, un caballero de figura distinguida permanecía en reflexivo silencio. Se enjugó las lágrimas, y agradeció para sus adentros haber podido escuchar aquella canción bellamente interpretada por un auténtico ruso. Esa misma que su madre le cantaba en los fríos atardeceres de Krasnodar. Se preguntó quiénes serían esos dos compatriotas tan malamente vestidos. Tendría que averiguarlo.
(Continuará...)
Buenas noches
7 comentarios:
CASI LLORO!!
LO DIGO DE VERDAD!!!...FUE MUY EMOTIVO...
QUIEN SERA ESE HOMBRE?
PODRIAN TENER LA MISMA SANGRE??
TE DEJO BESOS, ESPERARE LA CONTINUACION..
:)
Ahh... como esperé este momento...
Conocer como sigue la historia y confirmar si mi vecino es descendiente de los protagonistas... todavia no saqué nada en claro.
Roxy (porque a mí no me engaña, usted es Roxy), no se me ponga tan emotiva, que si por ahí me canso y decido hacer que los hermanos se mueran atragantados con un hueso de pollo ¿quién la consuela?
Pola, yo tampoco saqué nada en claro, mire que voy escribiendo así al voleo, por las dudas, cómo se llama su vecino?
Me leí todos los capítulos juntos.
Esto es mejor que ver Gran Hermano!
Una pregunta: como que va escribiendo al voleo ?
Entonces podemos votar eligiendo el final que queremos para la historia ????
Yo voto porque Bartolini termine como payaso en el circo de los Grandichenko. Justicia!
Buenísimo, Bugman!
Ah, si es por elegir... yo elijo lo mismo que Emeefe, un tiro para el lado de la justicia!
Nyx
Emeefe, Srta. Nyx, no se adelanten a los acontecimientos. De todas maneras, la Justicia siempre triunfa (en los cuentos) así que quién sabe.
Y gracias por leer mis vergonzosos intentos de escribir una historia.
si Bugman, soy Roxy!! ja ja ja ja
pero me dicen Tutti en mi casa de pekena... :)
Te dejo besos!!!
Que no se atraganten por favorrrrrrrr!!!
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