En estos días aciagos en que a todo el mundo se le da por hacer balances, también existe otra superstición: los "propósitos de Año Nuevo".
Yo no se de donde salió esta costumbre de proponerse metas a cumplir en el año que todavía no empieza, sospecho que del mismo lugar de donde salen todas las cosas entre cursis y molestas : las películas o series norteamericanas.
No tengo opinión formada acerca de si es bueno o malo señalarse metas (me refiero aquí a la vida en general, no al trabajo donde no sólo nos ponen metas sino que además si no las cumplimos nos pasan cosas poco agradables).
Esos tipos que planifican su vida como si de un proyecto de organización industrial se tratase, estableciendo hitos con definición completa de acción, atributo y horizonte de tiempo me ponen un poco nervioso. La gente cambia. O debería.
Un pariente menor de esas metas de vida son los propósitos de fin de año. Se supone que uno promete hacer tal o cuales cosas durante el año que sigue. Por lo general las cosas que uno tiene la intención de hacer son buenas, en el sentido en que no dañan a nadie. Y por lo general son difíciles de cumplir, que si no no sería necesaria toda la liturgia del propósito.
Basado en el hecho de que no se cuál es el porcentaje exacto, me animo a adivinar que el 75 % de los propósitos de fin de año no se cumplen. Esto trae frustración, baja de la autoestima, aumento de la presión sanguínea, consumo de psicofármacos, consultas a los psicoanalistas y tendencias a elegir la profesión de escribano público.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué no se cumplen los propósitos? Muy sencillo: metas inalcanzables.
Casi todo el mundo quiere pasar por un ser noble, sacrificado, con una templanza a toda prueba y un fuerza de voluntad indoblegable, cuando la verdad es que somos perezosos, egoístas y débiles.
Es por eso que para evitar frustraciones y culpas, yo propongo que si han de hacerse los dichosos propósitos, se apunte bajo. Establézcance metas mediocres al alcance de cualquier pelafustán, que puedan ser logradas con mínimo esfuerzo, casi en forma automática, rozando lo inevitable.
Esto dará por resultado una multitud de gentes haciendo balances maravillosos, observando lo mucho que han logrado, que han mejorado, que han avanzado. Serán tal vez los mismos pelandrunes del año pasado, pero en casi ningún caso serán peores.
Pongamos algunos ejemplos de metas alcanzables, de propósitos fáciles de cumplir:
-Usted tiene algún hábito inconveniente. (Fumar, beber en exceso, drogarse, espiar a los vecinos, no bañarse, masticar ajo, etc). En vez de proponerse abandonarlo y fracasar miserablemente, elija otro hábito para no tener. El propósito será algo así:
"El año que viene no comenzaré a revisar la basura de gente famosa"
-En lugar de proponerse ir al gimnasio tres veces por semana y cumplirlo a medias durante tres días, propóngase encariñarse con su barriga.
-No se ponga como meta terminar ninguna cosa. Propóngase disfrutar del hecho de hacerla. Si quiere ser más extremista, propóngase abandonar todo lo que no haya terminado el año anterior.
¿Se entiende por donde va la cosa?
De esta manera, estimado lector, usted llegará al fin del próximo año satisfecho por haber realizado todo lo que se ha propuesto.
¿Que las metas mediocres no nos hacen mejores personas, que donde está la búsqueda de la excelencia, el deseo de superarnos, la voluntad de trascender?
Desde mi punto de vista, la gente no hace más que empeorar año tras año. Y eso que se plantean objetivos de lo más elevados. Si con propósitos blandos la gente no mejora, pero tampoco empeora, hay una ganancia evidente. Y no, querer que la gente solamente no sea peor no es una meta mediocre en sí misma. Con lo tentador que es abandonarse a la entropía.
Buenas noches.
Yo no se de donde salió esta costumbre de proponerse metas a cumplir en el año que todavía no empieza, sospecho que del mismo lugar de donde salen todas las cosas entre cursis y molestas : las películas o series norteamericanas.
No tengo opinión formada acerca de si es bueno o malo señalarse metas (me refiero aquí a la vida en general, no al trabajo donde no sólo nos ponen metas sino que además si no las cumplimos nos pasan cosas poco agradables).
Esos tipos que planifican su vida como si de un proyecto de organización industrial se tratase, estableciendo hitos con definición completa de acción, atributo y horizonte de tiempo me ponen un poco nervioso. La gente cambia. O debería.
Un pariente menor de esas metas de vida son los propósitos de fin de año. Se supone que uno promete hacer tal o cuales cosas durante el año que sigue. Por lo general las cosas que uno tiene la intención de hacer son buenas, en el sentido en que no dañan a nadie. Y por lo general son difíciles de cumplir, que si no no sería necesaria toda la liturgia del propósito.
Basado en el hecho de que no se cuál es el porcentaje exacto, me animo a adivinar que el 75 % de los propósitos de fin de año no se cumplen. Esto trae frustración, baja de la autoestima, aumento de la presión sanguínea, consumo de psicofármacos, consultas a los psicoanalistas y tendencias a elegir la profesión de escribano público.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué no se cumplen los propósitos? Muy sencillo: metas inalcanzables.
Casi todo el mundo quiere pasar por un ser noble, sacrificado, con una templanza a toda prueba y un fuerza de voluntad indoblegable, cuando la verdad es que somos perezosos, egoístas y débiles.
Es por eso que para evitar frustraciones y culpas, yo propongo que si han de hacerse los dichosos propósitos, se apunte bajo. Establézcance metas mediocres al alcance de cualquier pelafustán, que puedan ser logradas con mínimo esfuerzo, casi en forma automática, rozando lo inevitable.
Esto dará por resultado una multitud de gentes haciendo balances maravillosos, observando lo mucho que han logrado, que han mejorado, que han avanzado. Serán tal vez los mismos pelandrunes del año pasado, pero en casi ningún caso serán peores.
Pongamos algunos ejemplos de metas alcanzables, de propósitos fáciles de cumplir:
-Usted tiene algún hábito inconveniente. (Fumar, beber en exceso, drogarse, espiar a los vecinos, no bañarse, masticar ajo, etc). En vez de proponerse abandonarlo y fracasar miserablemente, elija otro hábito para no tener. El propósito será algo así:
"El año que viene no comenzaré a revisar la basura de gente famosa"
-En lugar de proponerse ir al gimnasio tres veces por semana y cumplirlo a medias durante tres días, propóngase encariñarse con su barriga.
-No se ponga como meta terminar ninguna cosa. Propóngase disfrutar del hecho de hacerla. Si quiere ser más extremista, propóngase abandonar todo lo que no haya terminado el año anterior.
¿Se entiende por donde va la cosa?
De esta manera, estimado lector, usted llegará al fin del próximo año satisfecho por haber realizado todo lo que se ha propuesto.
¿Que las metas mediocres no nos hacen mejores personas, que donde está la búsqueda de la excelencia, el deseo de superarnos, la voluntad de trascender?
Desde mi punto de vista, la gente no hace más que empeorar año tras año. Y eso que se plantean objetivos de lo más elevados. Si con propósitos blandos la gente no mejora, pero tampoco empeora, hay una ganancia evidente. Y no, querer que la gente solamente no sea peor no es una meta mediocre en sí misma. Con lo tentador que es abandonarse a la entropía.
Buenas noches.