Con la Ecología me pasa lo mismo que con ciertas mujeres. Al parecer lo tienen todo: son bellas, inteligentes, simpáticas, elegantes, dulces y seductoras, pero no logro enamorarme de ellas.
Cuando leo que el somorgujo manchado de Zanzíbar está a punto de extinguirse porque los nativos lo cazan a escupidas, se que debería indignarme, preocuparme, protestar, encadenarme a algo, disfrazarme de algo, tirarle pintura roja a alguien. Y no, no me sucede. A lo sumo siento, si es que estoy de excepcional buen humor, alguna curiosidad por saber cómo es el dichoso somorgujo. Puede que también me llegue alguna pequeñísima oleada de pena, equivalente a la que se siente cuando se ve un pajarito muerto tirado en la vereda.
No mucho más.
Tal vez sea porque si nunca en mi vida he visto de cerca al somorgujo manchado el hecho de no verlo en el futuro no representará un gran cambio. Y tampoco es que yo me gane la vida entrenando somorgujos para hacer tareas domésticas, o venda plumeros de somorgujo, o los críe como mascotas.
La desaparición de una especie que apenas conozco me causa el mismo efecto que la muerte de un pariente lejano al que no he visto en 35 años.
Entiendo que no debe ser bueno que haya cada vez menos animalitos, entiendo que algo terrible debe haber en que ya no existan Dodos. Lo entiendo, pero no me emociona.
Trato de racionalizar mi escaso entusiasmo por el conservacionismo aceptando que para que una especie prospere a menudo otra debe desaparecer, y si hablamos de especies mi preferida sigue siendo el homo sapiens. Prácticamente todos mis amigos, familares y novias pertenecen a esa especie, o al menos ejercen una simulación bastante convincente.
Entonces sí me preocupa que la gente tire ácido sulfúrico a las cloacas, o utilice un vehículo que lanza por el caño de escape los humos del Averno con Belcebú incluido. Eso me mata a mí, caramba. (Probablemente al somorgujo manchado de Zanzíbar también, pero menos que las escupidas de los nativos).
Por otra parte no conozco conservacionistas razonables. Al parecer es una posición que debe ser defendida con vehemencia. Hay que insultar a la vieja que usa tapado de piel (aunque haya sido confeccionado con animales específicamente criados para ese fin), hay que calzarse el traje de oso panda y salir en la tele.
Me disculpo de antemano, pero si me encontrara perdido en Zanzíbar a punto de morir de inanición y de repente se me cruzara el último ejemplar hembra del somorgujo manchado, no lo pensaría dos veces. Lo derribaría de un certero escupitajo y me lo almorzaría. Y no me daría ni un poquito así de culpa. Ni un poquito así, vea.
Buenas noches.
PD: Si algún activista ecológico desea organizar una marcha en mi repudio, le ruego que me lo haga saber con la debida antelación. En el barrio acaban de cambiar de empresa de seguridad y los nuevos son medio quisquillosos.