sábado, 29 de mayo de 2004

Cuál es su gracia?

Lo escuché por primera vez hace mucho tiempo. Una mujer le preguntaba a un tipo: "¿Cuál es su gracia?"
Desgraciadamente no pude escuchar la respuesta, y ese fue el origen de un equívoco que duró años.
Por aquella época yo tenía la tendencia a analizar las cosas que no entendía de una forma más o menos lineal (igual que ahora). De tal modo que "cuál es su gracia" perfectamente podía significar "de qué forma es usted gracioso", y entonces la respuesta a esa pregunta debía ser algo así como "Imito sonidos de animales", "bailo flamenco arriba de las mesas", "cuento chistes de viejas" o cualquier descripción de habilidades destinadas a hacer sonreír al público ocasional.

Así las cosas, me vi obligado a revisar mis propias habilidades de entretenedor para poder estar preparado en caso de que alguien me hiciera esa pregunta a quemarropa. Imaginaba que esa era un cuestion que debía contestarse rápida e ingeniosamente so pena de convertirse en un muerto civil, una persona indeseable e impropia de concurrir a una cena en el Jockey Club o en la Embajada de Bélgica. No es que en esos tiempos yo fuera un comensal habitual de tales lugares (ni en esa ni en ninguna otra época), pero nunca se sabe.

Soñaba que me estaban presentando al Embajador Plenipotenciario del Reino de Monrovia, un señor canoso con enormes bigotes tipo manubrio que vestía de frac y tenía medallas hasta en las orejas, y este me hacía la temida pregunta, y yo me quedaba mudo...todos los concurrentes a la fiesta/cena/recepción me miraban al unísono, y entonces me daba cuenta de que tenía la bragueta abierta. Una pesadilla, vea.
(Se preguntarán por qué mi pesadilla era tan elegante, bueno, es que cuando duermo yo no voy al País de los sueños, soy republicano solamente mientras estoy despierto y tengo un Principado de los sueños donde soy monárquico hasta la médula).

Ahora bien, yo no soy el clásico simpaticón que anima cumpleaños y reuniones familiares. Cuando llego a una fiesta aburrida la gente no empieza a sonreir de solo verme, los que se estaban por ir no cambian de idea y nadie se disfraza y se pone a bailar como en las propagandas de vino. No se contar chistes, no hago malabares, no hago imitaciones ni canto en falsete. Debía entonces encontrar una respuesta a la dichosa pregunta que no me pusiera en posición de tener que hacer una inmediata demostración de las destrezas a las que me postulaba.

Un día entre los días, igual que Arquímedes, encontré lo que estaba buscando mientras me bañaba. Claro que no salí desnudo a la calle gritando "eureka", más que nada porque bajar tres pisos por el ascensor le da a uno oportunidad de reflexionar y el entusiasmo se enfría al igual que las partes nobles expuestas a la brisa nocturna (es que yo me baño a la noche). Ahora que lo pienso "Corro desnudo por las calles gritando Eureka" no es una mala respuesta, pero no fue eso lo que se me ocurrió.

Solo me restaba esperar la ocasión de hacer uso de mi ingenio, y probablemente pasar a la Historia.

Como suele suceder, la ocasión no solamente no se presentó, sino que además el tiempo me reveló que mi genial respuesta parecía totalmente inoperante. En efecto, me enteré de que cuando una persona pregunta "¿Cuál es su gracia?" espera que se le diga el nombre.
Sin embargo, esta forma de averiguar como se llama uno me parece tan afectada, tan propia de personas que quieren demostrar una finesse que no tienen ni por asomo, tan característica de gentes capaces de comer un chorizo con los dedos mientras levantan el meñique, tan cargada de tilinguería y de mal gusto, tan de advendizos, que en realidad merece una respuesta incendiaria.

De manera que sigo esperando mi oportunidad.

Trabajo duro con la esperanza de hacer fortuna y convertirme en un miembro respetado de la comunidad, codearme con los poderosos y ser un invitado obligado en ágapes y banquetes. Eventualmente sabré despertar el interés de alguna mujer de la nobleza (probablemente tenga que apuntar la artillería hacia alguna heredera no muy agraciada, pero no me importa, tengo una misión que cumplir). Deberá ser una familia de la aristocracia española la que habrá de acogerme en su seno (cualquiera de ellos) porque sospecho que la famosa pregunta es patrimonio exclusivo de hispanoparlantes. Odiaría que mi momento de gloria se vea arruinado por una traducción defectuosa.
Claro que esto no será fácil. Sobre todo porque además esta familia debe poseer un miembro plebeyo y afectado que sea capaz de hacerme LA pregunta. Mi expectativas se verán colmadas si este advenedizo es justamente mi futuro suegro, un playboy medio gastado que tuvo la fortuna de engancharse con la Condesa luego de esta que quedara viuda. Qué bueno si además es argentino.

He visto la escena miles de veces en mi mente. Me bajo del asiento trasero de un Mercedes enorme y le tiendo el brazo a mi prometida, que es un poco rechoncha, un poco dientuda, un poco bizca, y está un poco nerviosa porque finalmente conoceré a sus padres. En lo alto de las escalinatas que llevan a la puerta principal de una mansión del siglo dieciocho, nos esperan la Condesa, digna y elegantísima y el playboy que luce ropa de montar y una sonrisa medio estúpida. Subimos la escalinata, y mi novia saluda a la Condesa con un abrazo y un beso, y le dedica un "Hola" medio frío a su padrastro (será un desastre la chica, pero no le gustan los cazafortunas).

Yo por mi parte beso la mano a la Condesa, que acepta el gesto con la naturalidad propia de su alcurnia y saludo al advenedizo que me palmea la espalda en forma sumamente impropia.
Un mayordomo aparece para tomar nuestros abrigos y nos encaminamos hacia las espaciosas estancias internas de la mansión. Yo estoy expectante, y observo cuidadosamente la arquitectura, carraspeando de vez en cuando para probar la acústica.

"Deben estar cansados, por qué no van a refrescarse un poco y nos vemos a la hora de cenar?" está diciendo mi futura suegra, y yo siento que la oportunidad de mi vida está por escaparse. ¡El mayordomo ya está señalando hacia donde deben estar nuestras habitaciones! ¡Dale, ordinario, preguntame! ¡Preguntame!

Y entonces sucede.

El plebeyo se me acerca y un poco avergonzado sonríe y dice en voz baja "Disculpame, che, pero me olvidé. ¿Cuál es tu gracia?". Yo temo que no se haya escuchado bien y le pido que me repita la pregunta, (rogando que no cambie de opinión y me pida simplemente mi nombre) al mismo tiempo que me alejo unos pasos para obligarlo a levantar la voz. Parece dudar, lo piensa un poco, ¿me preguntará? ¿Sospechará algo y preferirá interrogar a su esposa cuando estén solos?

Me pregunta.

Y se escucha clarito, el playboy gastado dice: "¡Que cuál es tu gracia!"

Dejo que los ecos de esa voz algo rasposa se difundan entre los tapices y las armaduras, intencionalmente me demoro en la respuesta. Paladeo el momento, me lo merezco, he trabajado media vida para estar ahí, ahora.

Y en el instante justo en que percibo que la tensión es perfecta, que si espero un segundo más la expectativa habrá de dar paso a la impaciencia, que he creado cuidadosa y premeditadamente uno de esos climas en que cualquier cosa que uno diga será recordada, entonces le sonrío a la que ya no será mi esposa, inclino la cabeza a manera de despedida a la Condesa que me mira con curiosidad y algo de inquietud,tomo aire y proyectando la voz como aprendí en mis clases de teatro, un poco más allá de donde está parado quien ya no será mi suegro, contesto triunfalmente:

"¡ME TIRO PEDITOS EN LA BAÑERA!"


Buenas noches.

jueves, 27 de mayo de 2004

Una de monstruos

Cuando yo era niño, en canal 11 de TV (hoy Telefé) los sábados pasaban tres o cuatro películas seguidas . Eran los famosos "Sábados de Súper Acción", que nos tenían medio idiotizados frente a la pantalla blanco y negro (que en realidad formaba las imágenes con diversos tonos de azul grisáceo) durante toda la tarde.

Las películas solían formar todas las veces un "combo" más o menos parecido : Una de vaqueros o de guerra, (que en Semana Santa era reemplazada por una de romanos)una cómica con Jerry Lewis y Dean Martin, alguna otra de relleno, y la que más me gustaba que era o de marcianos o de monstruos.

Invariablemente, la de monstruos era japonesa, se ve que los orientales no creen en los platos voladores.

Claro que eran malísimas, los monstruos gigantescos eran tipos adentro de trajes grotescos ( repita "trajes grotescos" varias veces, hasta que se le trabe la lengua) que no tenían la más mínima expresión facial a no ser por un leve movimiento de los ojos y a los cuales hasta podía adivinarsele el cierre relámpago en la espalda. Los actores (aunque supongo que ningún japonés serio debe haber confesado su participación en estas películas, digo, no me lo imagino diciendole a una mina que trataba de levantarse : "Sí, preciosa, yo era la polilla gigante que echaba fuego por la nariz en "El terror de la lana virgen", mientras alza la ceja derecha y juguetea con los hielos de su vaso),caminaban por un escenario que representaba alguna ciudad en miniatura y la hacía pomada entre pisotones, fuegos, o extraños vapores explosivos que les salían de las fauces y que daban la impresión de que el bichejo se había comido un matafuegos. Proferían unos chillidos que seguramente provenían del disco "3 chillidos monstruosos para su película", porque no recuerdo haber escuchado mayor variedad que esa.

Las valerosas fuerzas armadas del Japón intentaban en vano combatir a estos mutantes con unos tanques que parecían de juguete (creo que en verdad eran de juguete, por qué los reyes magos nunca me trajeron un tanque japonés antimonstruo?) y disparaban algo que a los animalejos estos ni les resecaba el cutis, pero les resultaba muy molesto, de manera que pisaban o hacía explotar con alguna de sus emanaciones a los tanquecitos. A veces también les mandaban avioncitos que tiraban bombitas o cohetitos y ahí nomas el mostrenco los bajaba a zarpazo limpio.
Todo esto los bichos lo hacían en cámara un poco más lenta que lo normal,probablemente para acentuar su supuesta gigantez. ( Esto de que lo enorme se mueve lentamente se ha convertido en una convención del género, pero es completamente falso. Piénsenlo, si así fuera, jamás nadie hubiera podido matar un solo mosquito).

Lo mejor era cuando aparecía un segundo monstruo que tenía alguna cuenta sin saldar con el primero, y se armaba una especie de "Titanes en el ring" entre las bestezuelas, solo que más divertido. Eso sí,nunca mataban a nadie que se viera (salvo tal vez a los pilotitos de los avioncitos y a los tripulantitos de los tanquecitos), porque las ciudades que machacaban estos muchachos en sus retozos parecían absolutamente desprovistas de transeúntes, vehículos o civiles de ninguna clase. Un detalle extraño es que los edificios que reducían a escombros tampoco tenían vidrios.
Aparentemente los ponjas construían ese tipo de ciudades en las que no vivía nadie con el único propósito de servir de monstruoso lugar de esparcimiento, y así evitar que las creaturas se ensañaran con Tokyo, Kyoto, Nagasaki o Hyroshima (no me acuerdo del nombre de más ciudades japonesas, sepan disculpar).

Eventualmente un científico descubría el punto débil del engendro salido del mar o de algún volcán en donde había estado dormido por millones de años hasta que les tiraron una bomba atómica cerca y se despertó de la siestita con ganas de hacer pis y romper ciudades, y lograban matarlo o por lo menos hacerlo correr hasta su escondite (con lo cual quedaba todo listo para "El regreso de...").

Repito, eran unas películas espantosas, con actores de cuarta y argumentos infantiles, pero hace algún tiempo tuve la oportunidad de volver a ver una de ellas, y me pareció maravillosa.
Y es que los japoneses de verdad quieren a sus monstruos. En algún momento de la trama, siempre hay alguien que nos explica que el bicho no es malo, sino que está confundido porque está fuera de su hábitat, y que lo único que hace es defenderse. A pesar de las limitaciones de los disfraces de sus criaturas, el director siempre se esfuerza en mostrarnos que cuando al fin lo están derrotando, el animalito está sufriendo (a veces hasta lloran). Uno no puede dejar de sentir simpatía por los monstruos, por más edificios y tanques que se hayan cargado en la película.
Una evidencia concluyente de este cariño nipón por sus bestias es que todas, pero absolutamente todas, tienen nombre. Y no un nombre genérico pseudocientífico (es un "horriblisaurio supináptero"), sino nombres propios. Todos recordamos a Godzilla, pero no es el único. Una somera investigación por Internet me trajo a Gamera, Gigan, Mothra (que creo que era la polilla gigante), Battra, Ghidorah, Rodan. Tenían
hasta canciones, miren lo que encontré :

" Mosura, ya! Mosura,
Dongan kasakuyan,
indo muu.
Rusuto uiraadoa,
Hanba hanbamuyan,
Randa banunradan,
Tonjukanraa,
Kasaku yaanmu! "

Algunos de ellos, como Godzilla antes de que lo agarraran los yankies, hasta se volvieron buenos y pelearon contra los monstruos malos.

Vaya pues mi homenaje para aquellos directores y actores japoneses, indudablemente ingenuos, decididamente malos, pero fundamentalmente honestos, que supieron entretenerme tantas tardes de sábado. Y mi más respetuosa reverencia a los pobres tipos que se enfundaban en los supongo incomodísimos trajes para encarnar esos monstruos inverosímiles que destruían ciudades de cartón y a pesar de todo, se hacían querer.

Buenas noches.

lunes, 24 de mayo de 2004

Huelga de consumidores, pero en serio!

Seguramente alguna vez recibieron un e-mail proponiendo castigar a alguna empresa no comprando sus productos por un día. "El 2 de febrero nadie use su teléfono celular". "El 4 de marzo no carguen nafta". "El 7 de agosto no mastiquen chicle".
La llamada "huelga de consumidores" suele postularse como un medio idóneo para hacer que las compañías desistan de tal o cual actitud, que casi siempre es aumentar sus precios. En forma un tanto difusa en los mismos mensajes se suele hacer referencia a alguna oportunidad en que esta estrategia dio resultado ("en Guinea Ecuatorial, la población se puso de acuerdo y durante todo un día no hicieron caca, y los fabricantes de papel higiénico tuvieron que dar marcha atrás con sus planes de acortar el rollo").
Permítanme ser escéptico.
No niego que el procedimiento tiene su mérito, y que está dirigido a la parte más sensible de cualquier empresa comercial (las ventas) pero vamos, que con un día no hacemos nada...hay que mantener la huelga semanas, meses, años hasta que los degenerados capitalistas explotadores entiendan! Formemos brigadas para detectar a los rompehuelgas y expongámolos al escarnio popular!
No aumentarán! No pasarán! No facturarán!

Por supuesto que tendremos que hacer sacrificios, que cualquiera pasa un día sin comer carne pero semanas? meses? Ahí se diferencian los tilingos de los revolucionarios!

Por mi parte, yo estoy librando mis propias batallas:

-Hace 37 años que no compro langosta ni centolla, y así seguiré hasta que bajen los precios!
-No compraré un Porsche 925 Turbo hasta que lo pueda hacer con dos sueldos y tal vez medio aguinaldo!
-No comeré coliflor hervido hasta que deje de ser repugnante!
-No me operaré de hemorroides hasta que me salgan!
-No iré a esquiar a Saint Moritz hasta que aprenda a esquiar y tenga plata suficiente para ir!
-No me haré un transplante capilar hasta que me juren que lo de Ruckauf fue un accidente!
-No compraré trajes de Armani hasta que cuesten menos que mi auto!(probablemente sea lo primero que haga después de comprar el Porsche)
-No compraré un televisor de 35 pulgadas de pantalla de plasma hasta que pueda pagar el cable!
-No me enfermaré de nada hasta que no bajen los remedios!


Se que no estoy solo. He pasado varias veces enfrente del concesionario de Porsche y no había nadie comprando autos, y pude ver el pánico agazapado tras las caras de los vendedores atrincherados en su cordialidad profesional. Y ayer pasé por la pescadería y conté las langostas, y había tres.
Mañana voy a ver cuántas quedan.

Bunas noches

lunes, 17 de mayo de 2004

Supermercadeces

Teóricamente, a lo largo de los años, las actividades que uno realiza en forma periódica deben volverse más fáciles de hacer gracias a la práctica que se adquiere. Sin embargo, he notado que yo me vuelvo más torpe con el tiempo. En algunos casos puedo culpar al hecho de que algunas cosas en realidad se han vuelto más complicadas (como ver televisión, pero eso será motivo de otra monografía).

En lo que respecta a hacer las compras en supermercados, hay toda una serie de factores que conspiran para convertirme en un completo inútil. Si bien nunca fui ni siquiera medianamente eficiente en este aspecto, mi desempeño empeora en forma constante y la tendencia sigue firme.

Yo gasto más, compro menos, empleo más tiempo y sufro en general la experiencia de comprar en supermercados en mayor grado que la mayoría de las personas que veo empujando sus carritos entre las góndolas, entre los cuales hay algunos que necesitan etiquetas para identificar sus diferentes orificios excretores.

Por empezar, nunca he llegado al grado de sofisticación necesaria para planificar una compra mensual. Yo voy al supermercado cuando noto que mi heladera se diferencia de mi biblioteca sólo por el hecho de que en su interior hay menos libros, está más fresquito, y huele un poco peor.
Incluso los menos dotados suelen evitar llegar a ese punto, en gran parte porque sus progenies empiezan a protestar cuando a la hora de cenar se les sirve un puñado de pan rallado, dos cubitos de hielo y un sobre de mayonesa de "Pumper Nic" que estuvo escondido debajo del estante de los huevos desde 1977. Al no contar con ese tipo de alarmas, los solteros urbanos como quien escribe solemos sobrepasar el punto de reaprovisionamiento por varios días, durante los cuales mezclamos el pan rallado, los cubitos y la mayonesa, los metemos en el microondas y nos lo comemos (bueno, estoy exagerando, los cubitos pueden ser reemplazados por un chorrito de agua).

Gente con la cual lo único que tengo en común es una temperatura corporal superior a los 30 grados centígrados prepara entonces un documento que según tengo entendido llaman "lista" o "lista de compras", según el nivel de educación formal alcanzado. Al parecer estos individuos, de acuerdo con pautas de consumo establecidas mediante la observación, puede pronosticar con cierto grado de exactitud qué mercancías y en
qué cantidades debe adquirir para asegurar la subsistencia de su clan durante un período de tiempo predeterminado (un mes).

No tengo idea de cómo lo logran.

Creo adivinar que estas buenas gentes en vez de abrir sus heladeras, agarrar cualquier cosa que no esté pegada a los estantes y llamarla "cena", mezcla diversos ingredientes y mediante la aplicación de energía externa en forma de calor logra lo que se llama "comida". A este proceso se lo denomina "cocinar". Lo se porque lo vi en la tele. Además deben hacer alguna clase de previsión en base a las proporciones de ingredientes que cada comida necesita, de manera de no tener almacenados 200 kilos de sal pero ningún tomate.

Debe ser algo instintivo.

Las pocas veces que intenté hacer algo parecido tuve un índice de fracasos que linda con lo asombroso. Después de planificar las compras con ayuda de programas informáticos que me proporcionaron recetas, estadísticas y modelos probabilísticos, hice una compra importante en el supermercado siguiendo escrupulosamente una lista impecablemente impresa en una impresora láser y supuse que tenía resuelto ese aspecto de mi vida por, al menos, un mes.

Al cabo de una semana me había comido lo más rico, algunas de las cosas menos apetecibles habían expirado y despedían olores de lo más desconcertantes, y el resto de la compra permanecía donde la había dejado, y allí está desde entonces. Tampoco había hecho el más eficiente uso de lo consumido, de otra manera no me explico por qué el queso rallado tenía unos hongos como para un documental del Discovery Channel, pero no me quedaba ni arroz ni fideos. Finalmente, sospecho que mis recetas tenían algo raro, esta es la única razón que encuentro para la presencia de un frasco de "extracto de carne" que está en mi alacena desde 1999.

Decidí que en algún punto de la evolución yo me había desviado, y ese instinto planificador alimenticio con que cuenta el humano promedio no se me había incorporado genéticamente. La Naturaleza suele compensar a los mutantes como yo con algún otro don. Esta habilidad compensatoria aún no se ha manifestado en mí, pero sigo esperando. Quién sabe, a lo mejor soy inmune a la picadura de la mosca Tse-Tse, lo cual me haría sumamante popular como recolector de excrementos en la sabana africana.

Habiendo abandonado todo intento de planificación estratégica alimentaria, suelo ir al supermercado cuando no me queda más remedio, como expliqué antes. Cierto es que a veces utilizo el delivery, que es el invento más maravilloso después del horno de microondas, pero tampoco se puede vivir solamente de pizza, empanadas y comida de restaurante. Bueno, sí se puede, pero cuando se acaba el jabón o la espuma de afeitar no se puede reemplazar con una milanesa napolitana con puré. La milanesa no es muy adecuada para el baño (aunque deja la piel bastante humectada, debo decir) y el puré tiende a empastar las cuchillas de las afeitadoras.
(Dejo a los amables lectores la duda de si esto me lo estoy imaginando o realmente hice la prueba).

Así las cosas voy al supermercado sin la famosa lista y con una actitud levemente beligerante. Tengo en mente dos o tres productos cuya falta me advirtió sobre la necesidad de hacer compras y una vaga idea de que necesito algo más. Luego voy entre las góndolas sin ningún rumbo definido, con la esperanza de que la vista de algún artículo dispare quién sabe qué mecanismo inconciente y me haga acordar qué demonios debo adquirir. Pero como tengo el instinto comprador atrofiado, al final termino comprando más o menos lo mismo, más alguna cosa nueva "para probar", alguna otra porque me tenté y tres o cuatro que me vendió alguna promotora pulposa .No puedo resistirme a una promotora, si está buena. Les compro cualquier cosa. Tengo en mi casa 25 litros de detergente porque una de estas hijas de Belcebú me dijo que yo era "lindo" y me dió un beso.Ojalá ningún encargado de marketing de ninguna empresa que usa promotoras esté leyendo esto, porque sería mi ruina.

Esta operación que describí en un solo párrafo está plagada de obstáculos que comienzan con la elección del carrito de compras. Por alguna razón siempre elijo uno que tiene una rueda defectuosa y que no gira con la misma fluidez que las demás, obligándome a compensar el defecto empujando con más fuerza hacia un lado. Me pregunto por qué los fabrican con cuatro ruedas, si una nunca sirve. Debe haber un gigantesco negocio detrás de todo esto, pero todavía no alcanzo a descubrirlo.

El tránsito de carritos dentro de un supermercado es análogo al tránsito automotor dentro de la ciudad en donde ese supermercado se encuentra (tuve la ocasión de ir a supermercados en Inglaterra, y la gente tiene tendencia a circular por la izquierda, y está muy atenta a no molestar a los demás con sus movimientos,lo mismo que en las calles con sus automóviles). Considerando cómo maneja la gente por las calles de Buenos Aires, no es de extrañar que la circulación de carritos de supermercado sea también un caos. La gente se para en pasillos estrechos ocupando todo el espacio disponible, abandona sus vehículos en lugares estratégicos, se apropia de los carritos vacíos cuyo usuario recién comienza la compra y lo deja donde no moleste mientras examina una góndola (adivinen a quién le pasó esto varias veces), atropella con furia los obstáculos que se presentan a su desplazamiento sin importar si el obstáculo es un ser vivo, algo calvo y bastante despistado para hacer compras, y hace en general cosas que resultarían en muertes violentas si no fuera que un carrito de supermercado se desplaza con más lentitud y pesa unas ciento veinte veces menos que un automóvil (este último cálculo se basa en el hecho de que no tengo ganas de revisar la cifra exacta).

Luego está el asunto de los precios. Verán, si hay varias marcas de un mismo producto la idea es encontrar la mejor relación posible entre precio y calidad. Hace mucho tiempo cuando yo tenía unos ingresos tales que el rubro "alimentos, bebidas y productos de limpieza" tenía una incidencia mínima en mis finanzas, confieso que lo que hacía era comprar la marca más conocida (lo que después aprendí se denomina "marca líder") y a otra cosa. Eran buenas épocas, sí. Pero cuando mis entradas empezaron a mermar y me vi obligado a prestar más atención a mis salidas, entonces comencé a estudiar con más atención las estanterías. Algunos hábitos de consumo, como por ejemplo clasificar los quesos como "muy rico, rico, mediocre,ni loco" tuvieron que dar paso a una nueva clasificación : "están en pedo, carísimo, incomprable, caro, barato,asqueroso, me llevo éste". Sí, es verdad, cambié el Emmental por el Cuartirolo, el té Twinnings por el Taraguí, el jamón ibérico por algo siniestramente llamado "pernil de cerdo", la mostaza de Dijon por el sobre de Savora, y prácticamente me olvidé de lujos impensables como el lomo de atún, los camarones, el chocolate suizo y la salsa de frambuesas. Todavía no me vi obligado a transitar por el oscuro camino de las llamadas "segundas marcas", más que nada por falta de audacia, pero no descarto esa posibilidad.
Bien, el hecho es que empecé a fijarme en los precios a ver si me podía ahorrar unos pesos en la compra.
Pero los fabricantes evidentemente se dieron cuenta y se anticiparon a mis intenciones, porque empezaron a aplicar una estrategia perversa destinada a confundirme: cambiaron el tamaño de los envases. Por lo general yo nunca me acuerdo el precio exacto de nada, pero más o menos detecto que si una lata de tomates cuesta 2 pesos, es más barata que otra que cuesta 3. Pero si una contiene 127 gramos y la otra 201 mililitros, cómo se compara? Cómo se que la lata de 127 gramos y cuesta 2 pesos la semana pasada no costaba lo mismo pero contenía 134 gramos? Qué diferencia hay entre el puré de tomates y el extracto de tomates? Cuál es el peso especifico del tomate? Mientras me hago todas estas preguntas rascándome la calva, se me acerca una promotora impresionante y me vende un hectolitro de crema de enjuague.

De una manera u otra logro meter en mi carrito algunas mercaderías, y decido que ya es suficiente. Esta decisión no se basa en que ya tengo lo que necesitaba (recuerden que yo en realidad no estoy muy seguro de lo que necesito) sino en el hecho de que ya estoy harto y el hectolitro de crema de enjuague ya no me deja lugar para otra cosa.

Entonces me dirijo a la línea de cajas, y ahí empieza otra odisea.
Si ustedes suelen comprar en los llamado "hipermercados" se habrán fijado que no todas las cajas son iguales. Están todas especializadas en algún segmento determinado del público consumidor. Hay para embarazadas, para gente con menos de 15 artículos, para gente con más de 15 pero menos de 32, para enanos, para estrábicos, para gente que paga con Florines holandeses, para vegetarianos y para operados de la vesícula. Yo siempre tengo la esperanza de encontrar una que tenga un cartel que diga "gente que no sabe hacer las compras" y así disfrutar de la ventaja de tener una caja exclusiva o al menos identificar a mis compañeros de desgracia, pero parece que a pesar de que les debemos generar grandes ganancias en virtud de nuestra torpeza adquisitoria, los supermercadistas no nos tienen en tanta consideración. Así que me formo en una caja "genérica" donde desgraciadamente suele haber mucha gente.

La fauna que habita las colas en las cajas de los supermercados es variopinta, pero suelo encontrar con cierta regularidad los siguientes caracteres:
-El megacomprador apocalíptico: Supone que una gran catástrofe se cierne sobre la raza humana, porque se aprovisiona como para engordar durante el Armagedon, y empuja trabajosamente tres carritos repletísimos, con ayuda de su numerosa familia.
-La ticketera: En el trabajo le pagan parte del sueldo en "Ticket-morfi" y como le sobran a fin de mes compra cosas rarísimas, como patas de faisán a la pimienta, y paga con 457 tickets de 1,50. Mientras la cajera cuenta los tickets, pide documentos, vacunas y declaraciones juradas, uno envejece.
-El vivillo olvidadizo: tiene 10 artículos en el carrito, y mientras hace la cola sigue comprando cosas, contando con la involuntaria complicidad de alguien más, a quien le pide "que le cuide el lugar, que me olvidé algo, ya vuelvo".
-El desconfiado paranoide: insiste en que los precios publicados no coinciden con los que van apareciendo en la registradora, obligando a un cadete de paso cansino a hacer varios viajes comprobando valores. Envejecemos más.
-El idiota que agarró justo el producto que no tiene precio, o cuyo código no pueden leer los escáneres: Ese soy yo. Siempre me pasa. Y ahí va el cadete cansino a ver el precio, mientras yo protesto tímidamente y ofrezco dejar el artículo en cuestión, pero nunca me hacen caso y me gano el odio de los que vienen detrás mío. No me importa, yo también los odio.
También está el que paga con tarjeta y no le funciona, el que no le alcanza la plata y tiene que decidir qué deja, el que quiere comprar un repuesto de afeitadora que está en una estantería bajo llave y hay que llamar a la supervisora para que lo abra (por qué guardan los repuestos de afeitadora bajo llave? Sí, son caros, pero tanto? No sería mejor arriesgarse a tenerlos disponibles y que se robaran uno que otro, pero
al mismo tiempo vender más?).

Mientras espero que me toque mi turno, suelo examinar la "canasta del arrepentido". Es ese lugar donde los consumidores dejan lo que en una examen final les parece que sobra de su compra. Quién habrá abandonado las dos latas de atún? Por qué alquien decidió que no necesitaba ese jabón en polvo? Desde cuándo estará allí ese filet de merluza? Esas pilas serán nuevas?

Eventualmente, me atiende una cajera de rostro inescrutable, y a la hora de pagar compruebo una vez más que con un tercio del volumen gasté el doble que el megacomprador apocalíptico. Con mi compra ya embolsada salgo de allí rumiando maldiciones.

Embolsada, dije? A las cajeras les fascinan las bolsas. Les fascina darte muchas. Hay algo de generosidad en ello, pero más que nada un equivocado concepto de lo que resulta cómodo. Creo que piensan que cargar con 19 bolsas medio vacías es mejor que hacerlo con 5 llenas.Yo suelo redistribuir la compra en la menor cantidad de recipientes posible, tratando siempre de no superar la escasa resistencia que ofrecen (alguna vez se me rompió una en el ascensor, y un kilo de azúcar se desparramó por el piso. El pegote fue perenne, y de los millones de hormigas que acudieron a aprovechar la oferta, nos quedamos con una como sereno y otra como ascensorista). Considerando una combinación cantidad-resistencia bastante aceptable, digamos que puedo meter toda mi compra en unas seis bolsas. Tres en cada mano.

Ahora bien, una persona que acude en automóvil a hacer las compras, y consigue acomodarlas en seis bolsas, deberá:
1) Levantar las bolsas desde la cinta de la caja y meterlas en el carrito, a fin de transportarlas hasta el estacionamiento.
2) Levantarlas desde el carrito y meterlas en el baúl del auto.
3) Estacionar el auto a una cuadra de la casa mientras se larga a llover (siempre me pasa), levantar las bolsas desde el baúl, y dejarlas en el piso mietras cierra el auto.
4) Levantar las bolsas del piso y trotar hasta la puerta del edificio rogando que resistan.
5) Dejar las bolsas en el piso, buscar las malditas llaves, abrir la puerta.
6) Levantar las bolsas sosteniendo la puerta con el pie.
7) Dejar las bolsas en el piso y cerrar la puerta.
8) Levantar nuevamente las bolsas e ir hasta el ascensor.
9) Dejar las bolsas en el piso, llamar al ascensor.
10)Abrir la puerta de ascensor, levantar las bolsas.
11)Dejar las bolsas en el piso del ascensor, cerrar la puerta.
12)Maldecir porque el del 5to piso llamó al ascensor.
13)Llegar al piso correspondiente a su departamento, abrir la puerta del ascensor.
14)Levantar las bolsas, salir del ascensor.
15)Dejar las bolsas en el piso, cerrar la puerta del ascensor.
16)Caminar los 15 pasos que llevan hasta la puerta del departamento.
17)Dejar las bolsas en el piso, buscar las llaves del departamento, abrir la puerta.
18)Entrar al departamento, dejar las bolsas en el piso, cerrar la puerta.
19)Levantar las bolsas del piso (opcionalmente) y guardar los que se compró en los lugares correspondientes.

Si leer esta lista de operaciones es aburrido, imagínese lo que es hacerlas. Cuando lego a casa, he levantado las dichosas bolsas unas diez veces. Y en todas las ocasiones pasando los dedos de las manos a través de 12 asas retorcidas y rebeldes, cuidando de no dejar ninguna afuera para no correr el riesgo de vaciamiento productivo y posible destrucción de botellas.

Por qué nadie inventó todavía un aparatejo que sirva para agarrar varias bolsas a la vez, de manera que uno solamente tenga de tomar dos manijas en vez de doce? Me imagino que sería algo así como las pinzas que se usan para transportar hielo, pero en escala reducida. A ver señores que venden porquerías por la tele, si se avivan de una vez. Yo les compraría ese adminículo. Si entre los lectores hay un capitalista, le ofrezco una sociedad para fabricarlos. (Y de paso podríamos producir otro invento que tengo en mente, el "cortapizza" que asegura 8 porciones perfectamente iguales, solucionando disputas familiares y hasta homicidios pasionales por un "quítame estas muzzarelas").

Algunos de ustedes deben estar preguntándose "Si tanto sufre ir al supermercado, por qué no va al autoservicio de los chinos, que seguro tiene uno cerca de su casa?". Bueno , es que los detesto, pero esa es otra historia.


Buenas noches.

domingo, 9 de mayo de 2004

Acá pasa algo raro

No les llama la atención la cantidad de personas que contestan encuestas por Internet marcando la opción "no se"?
No es raro que esa opción siquiera exista en las mencionadas encuestas?
Una cosa es que a uno lo asalte por la calle un encuestador y le espete a boca de jarro : "Qué opina sobre el incremento de la cuota litits en los casos civiles relacionados con la disputa patrimonial intransferible"? , a lo que uno responderá "Pero qué se yo!" , si es muy educado, y el encuestador marcará "no sabe/no contesta" en la planilla.
Pero es muy distinto el caso de una encuesta por Internet, y me refiero a esas que figuran en las ediciones on-line de los diarios. Ahí uno sabe de antemano la pregunta, tiene que hacer un esfuerzo conciente por participar, tiene las opciones a la vista....cómo diablos hay gente que marca la opción "no se"?
En la calle, esto sería equivalente a perseguir al encuestador durante dos cuadras gritando " A mí, pregunteme a miiiiiiiii!!!!!!" hasta alcanzarlo, y cuando el encuestador finalmente nos hiciera la pregunta contestáramos muy ufanos: "NO SE!". No es un mal método para molestar encuestadores, lo reconozco, pero, por Internet? Cuál es la gracia? Hay un grupo de personas empeñadas en desvirtuar los resultados ingresando "NO SE" en toda compulsa virtual que aparezca? Es un modo de expresar rebeldía? Son unos despistados?
NO HAY ALGO RARO EN TODO ESTO?
EHE?

sábado, 8 de mayo de 2004

Deducción

Una vez conocí a alguien por Internet cuyo "nickname" era "diadema". En un intercambio electronicoepistolar (eso quiere decir que nos mandamos e-mails) me dijo algo como: "Tengo 29 años, pero eso se deduce obviamente de mi nick".
Yo me exprimí la cabeza hasta que un juguito desagradable me empezó a salir por los oídos, tratando de ver cómo demonios podía encontrarse un 29 en "diadema", hasta que se me ocurrió esto (reproduzco literalmente la respuesta que le envié a "diadema"):
......
"Acabo de verificar algo que me tenía intrigado. Usted dijo que su edad sería fácilmente deducible por su nickname. Me había olvidado de su nick, así que pensé que era algo así como "XXXXXX29" que es un estilo muy utilizado en el ciberespacio. Pero no, fíjese usted, su nick es "diadema". Ahora bien, una de las posibilidades sería que "diadema" fuera un truncamiento de "día de más", y como el calendario Gregoriano intercala un día entre el 28 de febrero y el 1 de marzo cada cuatro años para compensar las 6 horas de menos que tiene el año solar (para completar exactamente 365 días), entonces el "día de más" sería el 29 de febrero. Y de allí uno deduciría que usted tiene 29 años. Si esta es la deducción correcta (y si no lo es reconózcame que está bastante bien), por qué dice que es "obvia para cualquiera"?
........

La verdad yo estaba orgulloso de mi impecable razonamiento y un tanto sorprendido de que para esta mujer una deducción tan intrincada resultara "obvia" .
A vuelta de correo (electrónico) supe cuál era el asunto: por una cuestión técnica imponderable, el nick de ella salía truncado en sus mensajes. Adivinen cuál era. Efectivamente: "diadema29".

Qué ganas de hacerle perder el tiempo a uno.

Bueno, pero qué demonios es esto?

Vamos a tratar de explicarlo.
Escribo cosas , y al leerlas a usted pueden resultarle graciosas, ingeniosas, inteligentes, provocativas y entretenidas, o puede no leerlas y hacer algo más productivo, como sentarse en silencio a escuchar cómo le crecen las uñas.
En cualquiera de los casos, aquí estaré, actualizando este sitio en intervalos completamente aleatorios.
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