Los lectores habituales de este blog me han visto (figuradamente, claro) mofarme, quejarme y despotricar en general contra papanatas, gaznápiros, salames, tontorrones, estúpidos, ineptos, bobalicones y tarados, sin perjuicio de reconocer que soy uno de ellos unas doce veces al día. Un poco menos los domingos porque duermo hasta tarde.
Pero lo que nunca he dicho hasta ahora es que gran parte del avance científico y tecnológico se debe a la existencia de individuos con aptitud por debajo del promedio, que una asombrosa cantidad de personas tienen trabajo gracias a los torpes y que un porcentaje apreciable de la producción mundial de bienes y servicios debe su existencia a los duros de entendederas. Intentaré fundamentar mis afirmaciones.
En primer lugar, los papanatas son los mejores sujetos de prueba de cualquier producto imaginable. Nadie mejor que un idiota expone una falla de diseño, una debilidad o un potencial peligro, porque ellos harán cosas que los diseñadores jamás hubieran pensado. Su falta de sentido común los libera de reflexiones y consideraciones limitantes.
Por otra parte, los papanatas suelen ser audaces. Cuando los laboratorios farmacéuticos necesitan probar nuevas drogas en humanos, ponen avisos en los diarios astutamente redactadoss para atraer papanatas cuyo mecanismo de cálculo de riesgo contra beneficio no esté especialmente desarrollado.
Si no hubiera papanatas los aparatos electrónicos vendrían sin manual de instrucciones. A lo sumo tendrían un dibujo señalando para qué sirve cada botón. La proliferación de gaznápiros obligó a las empresas a describir muy detalladamente todo, pero todo todo lo que se puede hacer con cada producto, de manera que hasta el pelandrún más empedernido lo pudiera comprender. Claro que fracasaron miserablemente. Nadie lee los manuales, y algunos son crípticos hasta para los ingenieros. Pero miles de redactores de manuales tienen trabajo, y eso no puede ser malo.
Los papanatas no se desmoralizan, no se hartan, no se rinden. Ante un mundo que se vuelve cada vez más complicado presentan un optimismo insobornable. Tal vez sea debido a que les cuesta identificar magnitudes: si algo les resulta incomprensible, multiplicar su complejidad por catorce no hará ninguna diferencia.
Los papanatas suelen ser crédulos. Eso los hace presas fáciles para toda clase de inescrupulosos. Esto es bueno para el resto de la humanidad. Si no fuera por ellos los pillos estarían tras nosotros y al no ser tan fáciles como víctimas probablemente dejarían de lado la técnica del engaño para recurrir al más inapelable balazo. En conclusión, si no hay más crímenes violentos se lo debemos a los papanatas que alimentan a parte de la población de malandrines y los mantienen estafando pacíficamente.
Lo único inquietante del asunto es que si algunos papanatas obtienen el poder tal vez algun día la humanidad vuelva a la edad de piedra en menos de lo que se piensa "¿Eh, para qué será este botón rojo?".
Eso pasa por no leer el manual de instrucciones.
Buenas noches.
Actualización 29/09/2008:
Octavio, de Noticias de Octavio, ha tenido la gentileza de darnos un premio, que procederemos a agradecer con el protocolo habitual. Bajamos la cabeza y repetimos en voz baja pero audible: No somos dignos, no somos dignos.