Wenceslao Giamperio era conocido en la comunidad literaria de Coronel Arson, donde nació y vivió toda su vida, como el escritor precoz. Este apelativo no se debía al hecho de que Wenceslao hubiera iniciado su carrera de novelista a corta edad. De hecho, comenzó a escribir a los 59 años.
El problema de Giamperio, que por lo demás tenía un estilo de escritura bastante correcto y hasta podría decirse agradable de leer, era que no podía dominar su ansiedad.
Sus novelas comenzaban de manera clásica, con la introducción de los personajes, con la adecuada descripción de las circunstancias y la preparación del conflicto. Solía, Giamperio, hacer gala de sus conocimientos de Historia y Geografía en la minuciosa reconstrucción de los climas físicos y políticos que afectaban a los personajes de sus historias. (1)
La marcada atención a los detalles que las novelas de Giamperio presentan en la introducción, invariablemente deja paso a una narración más generalista en el nudo de la obra. Pero esto, que tal vez pudiera interpretarse como un deseo de dotar de dinamismo a la historia, de acelerar el ritmo para llegar a un desenlace inesperado con el lector segregando adrenalina como para paralizar el corazón de un dinosaurio, no es más que la antesala de un desenlace prematuro, brutal, inexplicable e injustificado.
En efecto, Giamperio solía terminar sus novelas con un capítulo que contenía una sola frase, y algunas veces, una sola palabra. No era la astuta maniobra de un autor genial y enigmático, no era tampoco la síntesis de un artista arriesgado. Era que a Giamperio le era imposible esperar para terminar una novela en forma adecuada.
Llegaba a un punto en el que no soportaba más, no tenía la paciencia para elaborar un final, y terminaba de cualquier manera.
Tal vez la mejor forma de entender el estilo de Giamperio sea reproducir algunos pasajes de su novela policial El Hombre que Comía Porotos:
El sonoro gorjear de los tucanes en la campiña de Leics(2) puso de buen humor al Inspector Quaterman mientras recorría el corto sendero marcado por lajas a la entrada de la casa de Lady Hurrington. Quaterman tenía buenas razones para estar feliz. Su notable desempeño le había valido un ascenso el año pasado, y con los ingresos extra había ahorrado lo suficiente como para comprar una pequeña propiedad a orillas del mar , de dos plantas y altillo,con catorce ventanas de vidrio repartido, tejado a dos aguas de pizarra, tres cuartos, dos baños y un amplio recibidor, completando con una cocina lo suficientemente amplia como para poner una mesa y hasta ocho sillas, siempre y cuando no fueran todas sillas con apoyabrazos, en cuyo caso habría que limitarse a seis. Le faltaba un poco de pintura y tal vez unos arreglos en el techo, pero le había sacado un buen precio al vendedor, que tenía 67 años y comerciaba con pieles de búfalo (3)y baterías para relojes. La casita estaba a menos de una milla de distancia de donde se encontraba ahora (4)...
Este pasaje corresponde al Capítulo 1, nótese la cantidad de detalles que en realidad no son importantes para la trama que habrá de desarrollarse más tarde.
La pelea fue desigual pero ganó el bueno, que salió corriendo y llegó a tiempo a donde quería ir.
Capítulo 6, es evidente la ausencia de detalles, incluso de aquellos necesarios para entender lo que está sucediendo.
Al final el asesino fue Farshaw.
El Capítulo 9 de la novela tiene esa única oración. Cuesta encontrar una justificación a tan abrupto final (el capítulo 8 termina con el Inspector Quaterman haciendo algo no especificado en su casita de la playa), pero lo más llamativo es que Farshaw no es un personaje de la novela y no es mencionado en ninguno de los capítulos anteriores (5)
Giamperio publicó once novelas, gastando todos sus ahorros en el proceso. No se sabe quién compró el único ejemplar que la librería del pueblo vendió en toda su historia, lo cual es curioso porque Coronel Arson es una localidad de ciento cuarenta y cinco habitantes.
Sería un final adecuado para este artículo comenzar el relato de una interesante anécdota de este curioso autor para luego interrumpirla antes de su conclusión diciendo simplemente.
Buenas noches.
(1) En rigor, hacía gala de la escasez de sus conocimientos, toda vez que sus suposiciones eran casi siempre escandalosamente erróneas. Por ejemplo, El Látigo Silencioso, una novela cuya acción se desarrollaba en la Rusia medieval incluía un pasaje donde el protagonista se quejaba de los norteamericanos, y otro donde un grupo de aventureros se iba a Cuba a caballo.
(2) Este es un ejemplo de lo citado más arriba: difícilmente existan tucanes en Leics, un condado de Inglaterra. Además, los tucanes no gorjean.
(3) La ausencia de búfalos en las campiñas británicas es un hecho conocido hasta por el más obtuso de los estudiantes primarios.
(4) Leics es un condado que queda en el medio de Inglaterra. No tiene costa. Cómo se puede ser tan bruto para ubicar una casita a orillas del mar en el condado de Leics. Por lo menos antes de escribir se hubiera buscado un mapa. No cuesta tanto.
(5) Y en ninguna otra novela de Giamperio. Parecería ser que el viejo borracho (sí, Giamperio bebía como un cosaco, y frecuentemente se lo veía orinando la estatua del Coronel Arson en la plaza del pueblo) tomó el nombre de una novela de Robert Jordan.