viernes, 20 de octubre de 2006

Automáticamente satisfecho

Entre otras muchas cosas, soy un tecnófilo. Me encantan todos los aparatos electrónicos, mientras más llenos de prestaciones superfluas, mejor. No considero a las máquinas como autómatas fríos y sin alma, como suelen decir las gentes que prenden sahumerios y tienen muebles de caña.
Nunca le echo a ningún dispositivo la culpa de mi propia torpeza, y si su operación es absurdamente complicada le asigno la responsabilidad a su inepto diseñador humano.
Cuando al realizar una transacción de cualquier tipo puedo elegir entre un empleado humano y su contrapartida electromecánica, siempre me inclino por esta última. No, no soy lo que los norteamericanos llaman "a people person".

La comunidad bancaria fue una de las primeras que abrazó los beneficios de la informática. Era obvio que las computadoras iban a ser una bendición para unos tipos que se ganan la vida haciendo sumas, restas multiplicaciones y divisiones, pero ellos fueron pioneros en llevar la automatización a donde más me gusta: la atención al cliente.

El hecho de que la mayoría de ustedes hayan reconocido la foto que acompaña este artículo como la pantalla de un cajero automático (porque la reconocieron,¿ no? díganme que sí, si no este párrafo no tendría sentido. ¿Sí?. Bueno) es una indicación del éxito que esta aplicación de la tecnología ha tenido entre la gente en general.

Ya hasta las abuelitas se animan a aporrear las teclas y sacar unos billetitos de sus cuentas o pagar una factura, aunque lo hagan con gran parsimonia y reflexionando a cada paso como si de desarmar un artefacto nuclear se tratase.

El ejemplo se ha extendido a otras industrias, ya es posible comprar una entrada de cine y cargar combustible sin tener que interactuar con un tipo aburrido que comente errores y que secretamente nos odia porque nos hace responsables del hecho de que su trabajo sea una porquería.

Estoy impaciente por ver que esta tendencia se acentúe. Todavía tengo que tratar con mozos groseros que equivocan el pedido, traen la comida fría, meten los dedos en la sopa y esperan propina. Aún no puedo librarme de los vendedores de ropa que invariablemente nos dicen que el traje nos queda perfecto, por más que la imagen que nos devuelve el espejo del probador grite "soy una bolsa de papas con ojos" a los cuatro vientos. Sigo dependiendo de empleados que lo ignoran todo sobre el artículo que nos están demostrando toda vez que éste es apenas más sofisticado que un ladrillo.

Déjenme darles un ejemplo de lo que sería para mí una compra perfecta de, pongamos por caso, una camisa.
Al entrar a la tienda, el único humano a la vista exceptuando los ocasionales compradores sería un guardia de seguridad, al que ni siquiera le pido que sea amable, me conformo con que sea limpito. Me metería en una cabina parecida a los actuales probadores, que sería en realidad un scanner de cuerpo completo (eso ya existe desde hace varios años, ya les contaré) que en segundos tomaría una imagen digital de mi persona. En caso de ser yo un cliente habitual del negocio, el sistema compararía mi imagen tridimensional actual con la última almacenada para ver si hay cambios significativos (podría haber engordado, o adelgazado, o haberme decidido de una vez por todas a volver al gimnasio y estar hecho un Hulk en versión no mentolada).
Luego una de las paredes de la cabina se convertiría en una pantalla donde se vería mi cuerpo digital y yo podría manipularlo vistiéndolo con las prendas del catálogo de la tienda hasta encontrar la más satisfactoria. Al ser la imagen en tres dimensiones podría ver como me queda la camisa por adelante, por atrás y por los costados, afuera y adentro del pantalón, abierta, cerrada, con corbata, atada con un nudo en la cintura como un cantante caribeño y todas las combinaciones que se les ocurran. Bueno, que se le hayan ocurrido al tipo que programó el sistema. Pagaría con mi tarjeta de crédito (igual que en un cajero automático), tomaría el recibo correspondiente y me iría a retirar la camisa en una cinta transportadora como la que nos trae el equipaje en los aeropuertos. El recibo estaría codificado para que junto con un sensor en el producto me permitieran salir de la tienda sin disparar unas alarmas, preparadas para evitar que los pillos que nunca faltan pagaran por un par de medias y se llevaran un sobretodo italiano.
¿No les gustó? ¿Prefieren seguir desvistiéndose en cubículos apenas protegidos por un cortina que en cualquier momento otro cliente puede abrir de par en par exponiendo ante todos nuestra estampa en paños menores? Tal vez les encante que un vendedor les grite cada cinco minutos ¿Y? ¿COMO TE QUEDO? , o por el contrario los abandone con una prenda que no es del talle correcto y ustedes se vean obligados a susurrar desnudos "pst...pst...eh...señor...me trae otro talle..." hasta que el caballero se digne a pasar cerca.

Toda la tecnología necesaria para hacer la tienda automática ya existe, ¿por qué nadie la lanza al mercado? Supongo que la razón es que los tecnófilos somos una pena como consumidores textiles. No nos volvemos locos por la moda, no nos gastamos el sueldo en zapatos ni conocemos otro lugar para comprar calzoncillos que no sea el supermercado (preferiblemente en paquetes de a tres). Por alguna razón las personas que compran mucha ropa no se pirran por la tecnología, y viceversa. Hágase la siguiente experiencia: tómese a un programador de computadoras y revísese su guardarropa. Les apuesto a que no van a encontrar mucho más que remeras (camisetas), zapatillas, jeans y alguna que otra cosa para ponerse encima de eso. Ahora a la inversa: escójase a un metrosexual que suele llevar encima el equivalente al producto bruto de un país mediano en prendas de vestir, y es poco probable que se encuentren en su casa tres computadoras en red, todas sin las cubiertas, una conexión a Internet de 55 muchohertz y kilogramos de electrónica de distintas épocas incluyendo dos o tres prototipos.

Sí, ya se que hay empleados amables, discretos y honestos que nos ayudan a elegir cuando estamos indecisos, que soportan que les hagamos desordenar estanterías enteras para mostrarnos todo, pero todo, todo, y al final nos quedemos con lo primero que vimos, que no nos mienten para encajarnos algo que no necesitamos y una larga lista de etcéteras.

Pero a mí me gustan las máquinas.

Buenas noches.

11 comentarios:

Norberto dijo...

Me parece bien este tipo de automatizacion, pero hay otro gran problema a la hora de comprar ropa, es que parece que siempre vamos una semana antes de que reciban lo que queremos.
Si algo no es de nuestra talla o no es el color que queríamos la respuesta siempre es: "Uy, ahora mismo no nos queda, pero la semana que viene vamos a recibirlo"
O empiezan a contactar a otras sucursales a ver si queda algo de lo que buscamos.
Bueno, no digo hablar de microtransporte de particulas, ni que se instalen tuberias subterraneas para mandar la ropa de un local a otro, pero quizas estaría bien, que se inventara algo que nos pudiera confeccionar las prendas en el acto, con nuestro previo diseño. Como si fuera un restaurante.
Que haya una carta de telas y colores, y que el cliente frente a una pc, diseñe tamaño y corte
"Marche una camisa de algodon a rayas blancas y verdes, talla 42"
No estaria mal, no?

Anónimo dijo...

Hola a todos,
Es increible como las máquinas nos cambian la vida; ¡Pero cuidado! Todos los futurologos (sobre todo los de Hollywood)nos dicen que va ha llegar el momento en que las máquinas se revelen y empiecen a actuar por su cuenta y en contra de sus opresores, es decir, nosostros. Por lo pronto yo no le confio mis calzoncillos a ninguna máquina desde que la lavadora me hizo la mala jugada de teñirlos de rosa.

Gustav dijo...

Recuerdo que una vez vi algo parecido a lo que usted dice en un capítulo de Max Headroom. Al protagonista, Edison Carter, se le había dado por adoptar un look al estilo de Don Johnson en División Miami, se probaba la ropa sin ponérsela frente a un espejo/pantalla como el que le gustaría que hubiera en los negocias actuales. Y la verdad que estaba muy bueno.
De hecho, yo también siempre digo que soy un tecnófilo (o tecnólatra, aún no me decido porque no se como suena peor, usted es la primera persona que le escucho usar ese termino) y también prefiero a las maquinas. Más de una vez he salido enojado de un negocio dándome cuenta que yo sabia mas que el vendedor y diciendo cosas como " malditos seres humanos, lerdos e ineficientes".
Y por supuesto, trato de hacer todas las operaciones por cajero. Tanto es así que he desarrollado una enorme velocidad. Si quiere algún día le juego una carrera a ver quién hace una extracción más rápido.

Anónimo dijo...

yo también he descubierto que odio las máquinas!

Lizzy dijo...

moderando comentarios

Bugman dijo...

Norberto: Lo que usted sugiere es fantástico, imagínese que de esa manera se confeccionaría solamente la ropa que se va a comprar, y todo eso. pero, ya me veo a tipos como yo quejándose de que el proceso tarda mucho, que queremos entrar y salir a los diez minutos con nuestra jodida camisa.

Bugman dijo...

Olaff, eso lo vimos en las oelpiculas, es verdad. Pero vea, se suponía que a esta altura del partido ya tendríamos autos voladores y veredas móviles y TV en 3 dimensiones y videotelefonitos y robots humanoides sirvientes y tantas cosas y nada, así que he perdido mi fe en Hollywood. Igual cuando las máquinas dominen al mundo, a los tecnófilos nos van a tratar bien. O eso espero.

Bugman dijo...

Estimado Gustav: ¿Max Headroom? Usted es un geek de nota (a mí también me gustaba esa serie). Le recomiendo "tecnófilo", la palabra "tecnócrata" suena a Ministro de Economía con poca sensibilidad social.
Pero me alegro de no estar solo. La gente suele mirarme con desconfianza y temor cuando me ven enfrentarme a un artefacto insanamente complejo y murmurar "pero qué belleza".

¿Usa usted las dos manos para operar los cajeros automáticos? Antes de competir, definamos las reglas.

Bugman dijo...

sky: La moderación de comentarios es una...XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
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ESTE COMENTARIO HA SIDO AUTOMATICAMENTE MODERADO POR MODERATOR 4.5. GRACIAS POR CONFIAR EN NUESTROS PRODUCTOS.

Chuminis dijo...

Yo ansío vivir en un mundo automatizado, sería tan feliz!

Bugman dijo...

Somos muchos, Chumina, somos muchos.
(bienvenida!)

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