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Cuentan que Pirro de Epiro, el mejor estratega de su tiempo, después de una sangrienta victoria sobre Roma y tras contabilizar sus pérdidas ,al ser felicitado por la victoria dijo: "Otra victoria como ésta y estamos perdidos".
Hoy tuve mi audiencia de conciliación con Motorola en las oficinas de Defensa al Consumidor.
Ayer un abogado de esta empresa me llamó para ofrecerme un arreglo: ellos me dabn un teléfono celular nuevo del mismo modelo que el problemático aparato que venía sufriendo durante estos meses, y todos contentos. Al principio me negué, aduciendo que ya no confiaba en la calidad de ese modelo, y que quería un modelo superior. El abogado, siguiendo la máxima "Si la ley te da la razón, apóyate en la ley", me dijo que ellos no estaban obligados a hacer eso, y que yo solamente tenía el derecho de exigir el reemplazo por un celular de "idénticas características". Siguiendo la misma máxima, que en otro párrafo dice "Si la ley y los hechos no te dan la razón, grita como loco" protesté como enajenado, pero no hubo caso. Ante la perspectiva de ir a juicio, y perder tiempo, dinero y tal vez el caso, acepté con la condición de que si el nuevo celular presentaba cualquier falla me lo cambiarían por uno mejor, sin cargo.
Así las cosas, me fui a la audiencia donde una asistente del citado leguleyo me llevó (toda sonrisas) un reluciente telefonito exactamente igual al anterior. También se hizo presente un abogado de la empresa Telecom Personal, cosa rara porque yo a ellos no los acusé de nada, pero ya que estaba le saqué unos mensajes de texto gratis.
Me fui razonablemente satisfecho, pero después me puse a pensar:
Entre las horas que perdí llevando mi fallido celular a reparar, quejándome por teléfono, redactando denuncias, concurriendo a la audiencia, esperando que el abogadito de Defensa del Consumidor (dicho esto sin el menor ánimo peyorativo, es que era casi un niño) redactara el acuerdo, y tareas varias relacionadas, debo haber invertido unas 25 horas. Mis ingresos por hora, suponiendo que yo trabajara 8 horas diarias multiplicados por la suma de tiempo invertido en todo el asunto arroja un resultado que es ligeramente superior al precio que pagué (bueno, que pagó la persona que me lo regaló) por el dichoso celular. Por lo tanto, podría haber comprado otro teléfono y disfrutar el innegable placer de comportarme como un loco durante la audiencia, durante la cual podría haber colocado delicadamente el aparato sobre la mesa, y luego con toda parsimonia sacarme un zapato y proceder a reducir a añicos el engendro electrónico a zapatazo limpio, y una vez concluída la demolición con mi mejor sonrisa habría declarado "La audiencia ha terminado". El que crea que esto no vale la pena, no conoce la dicha de ver la cara de asombro y miedo de los testigos. En una oportunidad, harto de los errores administrativos de un Banco en relación con una tarjeta de crédito, corté plástico en diez pedazos mediante el uso de un cortaplumas del ejército suizo mientras todo un gerente me miraba atónito alargando tímidamente el brazo hacia el teléfono, supongo que para llamar al guardia de seguridad. Sí. Lo disfruté. Mucho.
De todas formas, obtuve con mucho esfuerzo algo que me correspondía. No es poco. Y a todos los que alguna vez pensaron en acudir a Defensa del Consumidor, si creen tener razón les recomiendo que lo hagan.
A no ser, claro, que hagan cuentas a tiempo y decidan que París bien vale una misa, y que partir en dos con una motosierra el automóvil que no les quieren arreglar adelante del mismísimo señor Ford sería algo digno de contar. En tal caso, por favor avísenme. Les prometo que voy a estar allí ,aplaudiendo.
Buenas noches.
miércoles, 21 de septiembre de 2005
martes, 13 de septiembre de 2005
Bugman contra las corporaciones
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Si hay algo que tengo decidido para mi futuro, es que cuando esté jubilado y no tenga gran cosa que hacer durante todo el día me voy a convertir en un viejo francamente molesto. Pero el blanco de mis afanes perturbadores no será la gente común (para los que tengo reservada una actitud entre desagradable y amenazadora) sino las empresas.
Ah...en los momentos en que la actividad diaria me agota, cuando fantaseo con largar todo, la imagen de un viejito escribiendo cartas (o e-mails, que el hecho de ser viejo no me va a hacer alvidarme de la tecnología) a las grandes corporaciones exponiendo toda clase de quejas, denunciando la mala calidad de sus productos y servicios, desenmascarando sus burdos engaños y convirtíendose en la piedra en el zapato de todos y cada uno de los ejecutivos encargados de Relaciones Públicas me da una razón para no desmayar y proseguir en mis esfuerzos.
A modo de entrenamiento, por ahora, me metí con Falabella y Motorola:
Hacia el mes de mayo de este año, mi novia me regaló un teléfono celular muy bonito, marca Motorola, modelo V180. Comparado con el que tenía antes (el venerable StarTac) , este representa un salto tecnológico de vértigo. Puedo enviar y recibir mensajes de texto, navegar por Internet, ponerle musiquitas diferentes según quién me llama, cargarle fotos, usarlo como despertador, reloj, agenda y calendario. Tiene pantalla color y un diseño elegante, y además las baterías duran unos cuantos días. Adicionalmente, a veces hasta puedo hacer y recibir llamadas telefónicas! Si bien he perdido un poco del aspecto excéntrico que me daba el hecho de tener un teléfono celular vetusto en una época en que todo el mundo cambia de aparato como de corbata, en verdad he ganado con el regalito.
Pero ¡Ay! ¡Qué poco dura la felicidad tecnológica! A las pocas semanas el flamante ingenio comenzó a presentar una falla (no los voy a aburrir con detalles, bastante aburridos deben estar para leer esto). Lo llevé al centro de reparaciones, y allí comenzó mi odisea. Hasta la fecha, este simpático aparatejo ha sido reparado un total de cinco veces, y todavía tiene problemas. Las chicas del "service" ya me saludan por mi nombre, y mi caso se comenta entre ellas. He pedido a Motorola que me cambie el adminículo varias veces, y nada. Me dicen que si no anda, lo lleve a reparar. Bueno, me cansé.
La semana pasada fui a Defensa del Consumidor y levanté una denuncia contra Falabella S.A. (que le vendió el telefonito a mi novia) y contra Motorola S.A. (que son responsables por la garantía). Me dieron audiencia el 21 de septiembre, y aprovechando que es el día de la primavera me voy a enfrentar contra los representantes de esas dos empresas y les voy a dejar el c**lo como una flor (disculpen el exhabrupto, pero también estoy practicando para convertirme en un viejo malhablado, que será capaz de sonrojar a un pirata a pura palabrota).
No pasarán!
Prometo tenerlos al tanto de mi cruzada por los consumidores.
Buenas Noches
Si hay algo que tengo decidido para mi futuro, es que cuando esté jubilado y no tenga gran cosa que hacer durante todo el día me voy a convertir en un viejo francamente molesto. Pero el blanco de mis afanes perturbadores no será la gente común (para los que tengo reservada una actitud entre desagradable y amenazadora) sino las empresas.
Ah...en los momentos en que la actividad diaria me agota, cuando fantaseo con largar todo, la imagen de un viejito escribiendo cartas (o e-mails, que el hecho de ser viejo no me va a hacer alvidarme de la tecnología) a las grandes corporaciones exponiendo toda clase de quejas, denunciando la mala calidad de sus productos y servicios, desenmascarando sus burdos engaños y convirtíendose en la piedra en el zapato de todos y cada uno de los ejecutivos encargados de Relaciones Públicas me da una razón para no desmayar y proseguir en mis esfuerzos.
A modo de entrenamiento, por ahora, me metí con Falabella y Motorola:
Hacia el mes de mayo de este año, mi novia me regaló un teléfono celular muy bonito, marca Motorola, modelo V180. Comparado con el que tenía antes (el venerable StarTac) , este representa un salto tecnológico de vértigo. Puedo enviar y recibir mensajes de texto, navegar por Internet, ponerle musiquitas diferentes según quién me llama, cargarle fotos, usarlo como despertador, reloj, agenda y calendario. Tiene pantalla color y un diseño elegante, y además las baterías duran unos cuantos días. Adicionalmente, a veces hasta puedo hacer y recibir llamadas telefónicas! Si bien he perdido un poco del aspecto excéntrico que me daba el hecho de tener un teléfono celular vetusto en una época en que todo el mundo cambia de aparato como de corbata, en verdad he ganado con el regalito.
Pero ¡Ay! ¡Qué poco dura la felicidad tecnológica! A las pocas semanas el flamante ingenio comenzó a presentar una falla (no los voy a aburrir con detalles, bastante aburridos deben estar para leer esto). Lo llevé al centro de reparaciones, y allí comenzó mi odisea. Hasta la fecha, este simpático aparatejo ha sido reparado un total de cinco veces, y todavía tiene problemas. Las chicas del "service" ya me saludan por mi nombre, y mi caso se comenta entre ellas. He pedido a Motorola que me cambie el adminículo varias veces, y nada. Me dicen que si no anda, lo lleve a reparar. Bueno, me cansé.
La semana pasada fui a Defensa del Consumidor y levanté una denuncia contra Falabella S.A. (que le vendió el telefonito a mi novia) y contra Motorola S.A. (que son responsables por la garantía). Me dieron audiencia el 21 de septiembre, y aprovechando que es el día de la primavera me voy a enfrentar contra los representantes de esas dos empresas y les voy a dejar el c**lo como una flor (disculpen el exhabrupto, pero también estoy practicando para convertirme en un viejo malhablado, que será capaz de sonrojar a un pirata a pura palabrota).
No pasarán!
Prometo tenerlos al tanto de mi cruzada por los consumidores.
Buenas Noches
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