martes, 4 de enero de 2005

Felices Fiestas? Y bueh...

Ya que han pasado las fiestas, permitanme decirles lo que opino de ellas:


Vamos a ponerlo claro desde el principio. No me gustan las fiestas de fin de año. No se apodera de mí el famoso "espíritu navideño", tan mentado en cuanto engendro hollywoodense se estrene o repita en estos días, en donde los malísimos se vuelven buenos o son castigados y los buenos obtienen su recompensa.
No encontrarán en mi casa u oficina árboles ,lucecitas parpadeantes, guirnaldas, campanitas, Papanueles, pesebres, cintas rojas, muérdagos, angelitos o adornos de algún tipo que refiera a la Navidad.

Tampoco participo de la superstición general que indica que las gentes deben encontrarse antes de que termine el año. Vamos, estuvimos esquivando a un montón de individuos durante 11 meses y medio, qué hace que en los últimos 15 días cambiemos de opinión y nos den una ganas locas de reunirnos con ellos? En mi caso, nada, no me dan ganas. Y a las personas que sí nos agradan las seguiremos viendo el próximo año, de manera que no hace falta cargar con reuniones forzadas unos días que de por sí suelen venir complicados.
No me parece tan extraordinario el cambio de dígito en la fecha, siendo que viene ocurriendo desde hace milenios por más que los profetas del Apocalipsis en pantuflas anticiparan el fin cada 100, 1000 o cualquier número de años que se les ocurra.

Verán, si su vida es miserable el 31 de diciembre, lo seguirá siendo el 1 de enero.
En realidad el 1 de enero (y el 25 de diciembre) la vida es un tanto miserable para todo el mundo. Es que esos días no hay nada, pero nada para hacer. No son como un feriado cualquiera, no se puede leer el diario en la cama comiendo medialunas y llenándose el ombligo de miguitas, porque no hay ni diarios ni panaderías abiertas. Salir a la calle en medio del calor sofocante (porque siempre hace un calor sofocante) nos hace acordar a los protagonistas de esas películas de "ultimo-sobreviviente-en-la Tierra". Las calles desiertas y sucias, los comercios cerrados, la pesadez y el sopor hijos de los excesos culinarios de la noche anterior, todo se combina en una masa caliente pegajosa y pesada que nos aplasta. Si no se tiene la precaución de aprovisionarse adecuadamente en los días previos, y no se cuenta con las sobras de la noche anterior porque uno no fue el anfitrión de la tertulia, podemos sumar a todo lo anterior la convicción de que en cualquier momento nos comemos la mascota (nuestra o de algún vecino) acompañada de una ensalada de potus.

Tan deprimentes son los días posteriores a las festividades como insoportables los previos.
Está el asunto de la logística: Dónde y con quiénes pasamos la Nochebuena o víspera de Año Nuevo? La tía Eulogia no quiere poner la casa porque está podrida de que los parientes le dejen todo hecho un chiquero y caigan con las manos vacías o con un paquete de garrapiñadas poniendo cara de magnánimos, el otro vive en un monomabiente, el de más allá se va de vacaciones el 20 (y es el más vivo de todos), qué hacemos con el primo Andrés que siempre se emborracha y hace papelones pero no lo vamos a dejar solo justo ahora que se divorció, si va la yegua de Martita yo ni aparezco y Carlitos se vovió a casar y no se qué decirle a la ex que siempre la invitamos. Si por casualidad estos asuntos se resuelven mediante negociaciones que dejarían exhausto al Secretario General de la ONU, todavía queda el problema del transporte. Que si vas en auto pasame a buscar, que no puedo conseguir un maldito remise y cómo me vuelvo y a mí no me gusta manejar esas noches porque está lleno de borrachos y no me mires así yo apenas me mojo los labios para brindar y si ese año me descompuse fue porque el champagne era muy ordinario.

Está el asunto de los regalos : A quién le regalamos y a quién no, cuánto gastamos, qué compramos? Una regla podría ser restringir los destinatarios de obsequios a aquellas personas que se encuentren físicamente presentes en la Nochebuena en el mismo lugar que nosotros y a los que nos una un parentesco de al menos segundo grado o un afecto de primer orden. Claro que de esta manera se puede terminar en bancarrota si es que se tiene una de esas familias que procrean como conejos. Una estrategia en esos casos puede ser hacer regalos baratos así nos alcanza para todos, pero dónde demonios encuentra uno el tiempo para buscar algo de buen gusto para cada una de las personas de un grupo de 15 que cubre todo el espectro de edades, sexos, intereses y manías que se pueda imaginar, con la restricción de que no se puede gastar más de 5 pesos en cada regalo?. Dan ganas de hacerlos pasar a todos en fila e ir dándoles los 5 pesos para que se compren lo que quieran, caramba. Se podría excuir del conjunto a aquellos que vienen ignorando olímpicamente el verbo "regalar" unido a nuestro nombre desde 1975, pero resulta demasiado violento. Por supuesto que yo siempre espero a último momento para comprar regalos, así que tengo que pasar por la experiencia de ser apretujado, frotado, empujado, pisoteado, estirado, sofocado, maltratado, manoseado y golpeado por una masa informe y orgánica que se desespera por comprar un par de medias. No puedo describir lo desagradable que me resulta esto. Yo prefiero lidiar con la humanidad en porciones manejables, de no más de tres individuos.

Los únicos que la pasan bien en Navidad son los niños. Reciben un montón de regalos y no tienen que corresponderlos, no tienen que participar de ninguna manera de las operaciones de transporte y organización, y en general está ajenos de todos los trastornos colaterales. Me parece bien que se les diga que un señor gordo de barba blanca que vive en el Polo norte los estuvo vigilando durante todo el año tomando cuidadosa nota de todas su acciones y clasificándolas en "buenas" y "malas" (los niños no son partidarios del relativismo), y con esas anotaciones realiza un minucioso balance que si resulta positivo tendrá como premio un regalo que se ha tenido la precaución de solicitar por correo, y que todos los niños buenos reciben este regalo la misma noche entregado personalmente por el señor de barba blanca que para la ocasión utiliza un trineo volador y allana nuestras moradas sin orden judicial.
Sí, señor, está bien que los niños crean en Papá Noel.
Que para hacerse cínicos, tienen toda la vida.

Buenas Noches

9 comentarios:

La Dueña dijo...

Me enorgullece ser la primera que opine y sobre todo en coincidir en prácticamente todo con ud.
Asi que prefiero dejarle un saludo en este post, que en el original desde donde vengo, porque esta es un joyita.
Solo le digo, que le sea leve y que pueda escaparse de la tortura de las fiestas.
Besos!

pd:eso de las fiestas de fin de año para reunirse con gente que no ve hace años, me parece brillante!

Bugman dijo...

Dueña, mire hasta donde me hizo venir...
Bueno, ya pasé la Navidad y sobreviví. Ahora a esquivar indeseables esta semana, soportar el Año Nuevo...y estamos salvados!

(Como aquí no nos ve nadie, le mando un beso, felicidades).

Claude dijo...

¡Ajá, lo pesqué traicionándose a sí mismo!

Bugman dijo...

Recórcholis.

Little Butterfly dijo...

Odio las fiestas, me deprimen de sobremanera...

Me siento mejor despues de haberlo leido.. queria que lo supiera.

Además.. seguidas las fiestas, viene mi cumpleaños.

creo que si existe Dios, no he de gustarle.

Bugman dijo...

Little Butterfly, qué alegría haberla ayudado. Por lo que he visto su cumpleaños de este año no lo pasó tan mal.

Little Butterfly dijo...

no se crea, se fingir muy bien ;)

Bugman dijo...

Little Butterfly, contrariamente a lo que piensan muchos salames las que fingen debe ser reivindicadas. Nos mantienen intacta la autoestima.

Little Butterfly dijo...

Gracias por hacerme sentir útil y funcional a esta vida.

Un saludo respetuoso para Ud, rey de los blogs.

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