miércoles, 25 de agosto de 2004

Todo bajo control (remoto)

Se acuerdan cuando los televisores no tenían control remoto,
sino una especie de ruedita que giraba de a pasos con un sonoro
"TAC,TAC!" cada vez que se cambiaba el canal?. El selector de
canales estaba obviamente adosado al aparato de TV, de manera
que uno debía levantarse del sillón para cambiar.
El zapping era prácticamente desconocido, uno elegía un programa
y lo soportaba estoicamente, publicidad incluída.
Ahora todo tiene control remoto. Y se ha vuelto más complicado.

Para que se den una idea para ver una película en TV yo tengo que
utilizar su correspondiente remoto, más el de la videocassetera o
del DVD si es que la tengo en ese formato, más el del equipo de música
porque lo conecté a la TV para tener mejor sonido. Es decir que tengo
que controlar tres o cuatro controles con sus buenos 20 botones cada
uno, un total de 80 funciones diferentes.
Hay botones que todavía no tengo claro para qué sirven. Tiene nombres
extraños: FETCH, SCAN, PROMPT, SDS. Me asustan un poco, tengo
miedo de presionar uno de esos y borrar el saldo de mi cuenta bancaria.
Algunos controles no se llevan bien con otros. Cuando quiero subir el
volumen de la TV, se abre la bandeja del DVD, con lo cual la película
se interrumpe en su mejor momento. O en cualquier momento.
Les podré decir si era el mejor el día que pueda ver la película completa.
Uno de los remotos, el de la videocassetera es "universal". Se supone
que reemplaza a los demás. Teóricamente si lo pongo enfrente del de
la TV, se va a "aprender" sus funciones, y entonces yo podría utilizar
uno solo. Pero al parecer tiene problemas de aprendizaje, porque cuando
trato de cambiar de canales con el remoto "universal" el volumen del
equipo de musica se dispara al máximo, y les aseguro que escuchar
a Florencia de la V cantando "Me Dicen la Gata" a 900 decibeles es casi
tan perturbador como un electroshock. No es que me hayan aplicado
mucho el electroshock, pero debe ser algo parecido. Si hay algún lunático
entre mis lectores le solicito me confirme o refute la teoría.
Por otra parte el alcance de estos adminículos se va reduciendo poco
a poco a medida que se agotan sus correspondientes baterías. Pero en
vez de reemplazarlas, lo que solemos hacer todos es apretar más fuerte
los botones. Esto es tan lógico como pretender que una planta crezca
rápido regándola enérgicamente.
Me preocupa que cuando veo TV o escucho musica me la paso
disparando rayos infrarrojos para todas partes. Si a eso le sumamos el
horno de microondas, el teléfono celular, el teléfono inalámbrico,
los rayos catódicos del monitor de la PC y del propio televisor, las ondas
hertzianas y algún eructo con olor a ajo, no me explico cómo es
que no somos todos mutantes.
A lo mejor lo somos.
Como ya he dicho en varias oportunidades, mi objetivo en la vida
es evolucionar hasta convertirme en energía pura y dominar el
Universo desde una dimensión paralela. Tal vez todas estas radiaciones
estén acelerando el proceso, eso explicaría mi perdida de cabello,
signo inequívoco de que me estoy volviendo más aerodinámico.

Buenas noches.

jueves, 12 de agosto de 2004

Dejad que los muñecotes vengan a mí­

Hace algún tiempo fui invitado al cumpleaños de la hija de un amigo. La parvulilla festejaba sus 3 añitos, e imagino que su interés en que yo participara de sus festejos sería cercano a la nulidad, sobre todo teniendo en cuenta que la citada criatura desconocí a mi existencia prolijamente. Sin embargo es común que los padres del cumpleañero inviten a sus amigos a la fiestita, que suele tener una conformación como la siguiente:
-Un grupito de niñitos levemente conocidos del homenajeado, en su mayorí­a hijos de amigos o compañeros de trabajo de los padres, que se mueven de aquí para allá a la manera de las partículas subatómicas, profiriendo chillidos, llorando o paralizándose de terror.
-Una animadora que con diversos grados de entusiasmo intenta coordinar las actividades del grupito anterior, sabiendo que cualquier intento de actividad grupal será anulado por la idiosincracia propia de los niños de tres años, que poco entienden de cooperación, trabajo en equipo, "coaching" o "team playing". La animadora, según el presupuesto de los padres contratantes, puede desplegar ciertas destrezas, como cantar, bailar, hacer rondas o amenazar a los pequeñines más díscolos con el Cuco o con un fusil AK47 de fabricación soviética.
-Un generalmente nutrido grupo de adultos, en su mayoría padres que se sienten groseramente aliviados de dejar a su prole a cargo de otro por un tiempo, y aprovechan para comer sandwichitos y trasegar vinos hasta que revientan o por lo menos consideran que el regalito que trajeron está amortizado en exceso.
-Un padre y una madre que se preguntan todo el tiempo para qué gastaron tanta plata en alquilar el salón, la animadora, el servicio de lunch, los globos y el cotillón, si al final la nena se entretuvo toda la tarde masticando la caja de cartón en donde venían los sombreritos.
Yo no tengo recuerdos de fiestas de cumpleaños que me hayan mis padres a tan corta edad, pero imagino que para un niño en esa posición la cosa debería presentarse como una confusa actividad que separa a la gente en grupos según su tamaño: los grandes se sientan y comen, los chicos son obligados a atender a una mujer que tiene todos los síntomas de haberse atiborrado de alucinógenos. Por alguna razón aparecen por todas partes paquetes con diversos objetos que le son mostrados y luego desaparecen en manos de sus padres, que sonríen todo el tiempo y saludan a los grandes que están sentados comiendo. De pronto todos cantan una extraña melodía y el niño es obligado a apagar un pequeño incendio con la sola ayuda de sus pulmones, mientras mucha gente lo observa, pero nadie ayuda. Los restos del incendio son luego repartidos y la gente se los come. Rápidamente el desorden se agudiza, los niños buscan a sus padres, los padres los alzan en brazos y se van, no sin importunar con un beso o un pellizco a nuestro desconcertado protagonista, que no entiende por qué todo el mundo insiste en tocarlo y hablarle con una sonrisa maniática en una especie de media lengua incomprensible. Al final, los padres del niño, sin ninguna razón aparente, lo alzan  y se lo llevan a casa. En el trayecto, los padres pelean y el niño desde el asiento trasero del coche lo único que desea es llegar a casa, ver los dibujitos en la tele y que lo dejen un poco en paz.
En esta fiestita en particular, además de la animadora de rigor, hubo un elemento de aparición opcional que despertó en mí un impulso primitivo: un muñecote.
Los muñecotes son esas personas que se disfrazan de personajes infantiles; la "elite" de esta categoría podrí a ser el Mickey Mouse de Disney World. Pero no hace falta ir a Orlando para ver muñecotes, podemos encontrarlos en variados ambientes: en programas de televisión, en ferias, en la calle repartiendo volantes, en el "tren de la alegría" (donde generalmente los personajes están pasados de moda, tienen los disfraces sucios y apolillados y parecen estar diciendo: "por favor, máteme ahora, tenga compasión") o en los semáforos haciendo el papel de empanada gigante.
Los muñecotes hacen surgir en mí un deseo incontenible: cuando veo uno quiero demolerlo a puñetazos. No es que tenga nada en contra de ellos, es solo que me dan ganas de pegarles. Mientras más mullido y rollizo el personaje, mucho mejor. El Hombre Araña o la Pantera Rosa no sirven, es muy parecido a pegarle a un tipo cualquiera, pero Picachu, Winnie the Pooh, los Teletubbies, el muñeco de Michelin, ahhhh...esos son irresistibles. Como dije, sin odio, sin rencor, solo proceder a propinar trompada tras trompada, preferiblemente en la panzota blanda y suave.
Hay sin embargo un muñecote al que sí le pegaría con odio: Barney. Para los que tienen la fortuna de no conocerlo, es una especie de dinosaurio (y pongo aquí especie como aproximación, no como clasificación zoológica) de color púrpura, rasgos mongoloides y una sonrisa de lobotomizado. Profiere una risita irritante y estupida "jjojjojooijoo" a cada comentario que hace en un tono insanamente festivo. Semejante engendro proviene de la televisión de EEUU, y por desgracia, es popular entre los niños de todo el mundo. Ah, cómo lo detesto, a su lado los Teletubbies me parecen gentes que podría invitar a comer a casa.
Sucede que en la fiestita a la que hací a referencia al principio de este artí­culo, el muñecote en cuestión era precisamente Barney, el dinosaurio estupidizante. Lo estuve vigilando con mirada torva toda la tarde, haciendo planes para atacarlo en un rincón lo suficientemente apartado, lejos de la mirada de los pequeñuelos (ellos lo adoran, no se por qué). Pero evidentemente el mostrenco tiene entrenamiento especial para evitar golpizas, porque no se apartó de sus guardaespaldas infantiles ni un momento. Estuve a punto de aprovecharme de los aprietos económicos por los que necesariamente debe estar pasando alguien que accede a disfrazarse de Barney para una fiesta infantil (me resulta inconcebible que alguien haga eso por gusto) y ofecerle unos pesos por dejarse fajar, pero no tuve oportunidad de acercarme lo suficiente, y además calculo que con el disfraz puesto cualquier comunicación se debe hacer poco menos que a los gritos, y yo preferí a que la cosa se manuviera dentro de ciertos parámetros de discreción. Debo aclarar en este punto que este deseo que me ataca cada vez que veo un muñecote nunca ha sido satisfecho, pese a todo mantengo ciertos límites en mi relación con el resto de la humanidad, y me contengo. Ahhhhhh...pero algún día....
Cuando salí del salón donde se había celebrado el cumpleaños, miré atrás por última vez y alcancé a divisar al muñecote en el momento en que la persona en su interior había decidido que ya era hora de terminar con su ingrata tarea. Lenta y trabajosamente se sacó la cabeza púrpura, y vi que la cabeza humana por debajo de ella pertenecía a una rubia espectacular, que sacudía la larga cabellera en cámara lenta como en una propaganda de champú. "Ah, Caramba", me dije.
Y me fui.
Buenas noches.

lunes, 2 de agosto de 2004

RE: Ustedes no se divierten porque no tienen imaginación, caramba.

Miren lo que se puede hacer en una tarde lluviosa.



1) Tómese una frase célebre, por ejemplo:



“Una mujer hermosa es la gloria de los ojos, el infierno del alma y el purgatorio del bolsillo”



2) Consúltese un diccionario. Para este ejemplo yo he utilizado el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, pero puede agarrar cualquiera, no le hace.

3) Seleccione los sustantivos y adjetivos de la frase.

4) Busque en el diccionario la palabra situada once lugares antes u once lugares después de cada uno de los sustantivos y adjetivos seleccionados. Si la palabra no es un adjetivo o un sustantivo, tome la siguiente o la anterior.

5) Reemplace en la frase original los sustantivos y adjetivos por los encontrados en el diccionario, cambiando los artículos para que concuerden.



Resultado:



“Una mula hermética es la glicólisis de los ojerosos, la inflación de la aljofifa y el puré del bolivariano”



No es divertidísimo?



Buenas noches

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