Los vampiros también lloran (II)

Tweet

Como veníamos diciendo, ya es tiempo de que comencemos a fijarnos en una de las minorías más despreciadas en la historia de la humanidad.

La integración de los vampiros a la sociedad creará interesantes oportunidades de negocios, justo ahora que el mundo está entrando en una crisis de la hostia, si me permiten utilizar lenguaje propio de la econometría. 

Por una parte los vampiros son incansables y de hábitos nocturnos, lo que los hace candidatos ideales para desempeñar todas esas tareas que hoy realizan personas que trabajan en el turno de la noche y se quedan dormidas o se quejan de que nunca ven a sus familias. Buenos, algunos no se quejan, pero la mayoría sí. Vigilantes, escritores, conductores de programas de radio, programadores informáticos, encargados de estaciones de servicio, conductores de trenes subterráneos, técnicos de servicio, operarios de fábricas, hay un sinnúmero de actividades que se hacen por las noches a las que los colmilludos podrían dedicarse con una eficiencia y un disposición envidiables. Es posible que algunos ya lo estén haciendo.

El hecho de que las horas diurnas sean más que las nocturnas en buena parte del planeta puede disparar una que otra protesta de los bebedores de sangre, tal vez surjan planteos del tipo : "No hago más que dormir, alimentarme y trabajar", pero vamos, es lo que hacemos casi todos nosotros de lunes a viernes. Si no quiere trabajar, señor vampiro, entonces más le vale haber heredado una fortuna de sus parientes rumanos, en esta sociedad no mantenemos vagos, a menos que sean políticos. 

Los vampiros además no se enferman ni necesitan jubilación, viven a plena capacidad hasta que se mueren por algún desgraciado accidente, como ser atravesados por una estaca de madera o caerse en una piscina llena de agua bendita o salir al mediodía de un día soleado a la puerta de calle a buscar el diario. Pero como se les descontarían de todas maneras las cargas sociales de sus salarios, esto contribuiría a mejorar las posibilidades de jubilarse de todos los demás, que sí nos ponemos viejos y enfermos.

Seguramente los vampiros exigirían trabajar en ambientes libres de imágenes religiosas, especialmente crucifijos(*) , pero eso no parece un problema difícil de resolver. Lo mismo con el ajo, alcanzaría con que no trabajaran en restaurantes italianos.

Otro aspecto a considerar son las viviendas para vampiros. Un vampiro no necesita casi nada para vivir, apenas un ataúd donde depositar sus cuerpos durante el día. Una unidad habitacional vampiresca ni siquiera requiere ventanas o instalaciones sanitarias (no existen testimonios de haber visto un vampiro haciendo sus necesidades o dándose una ducha o afeitándose), lo cual las haría muy económicas de construir y mantener. De hecho, por lo que sabemos les encantan los lugares húmedos y oscuros, así que podrían ser subterráneas. De paso nos ahorramos las quejas de la gente porque "el Complejo Bela Lugosi 1 es un engendro sin ventanas, una monstruosidad gris y sin atractivo". Sí, hay gente así.

Un prejuicio muy difundido hacia los vamiros es que cuando comen se convierten en unos seres mostruosos y desagradables. Es cierto, pero muchos de nosotros también lo hacemos. Sí, lo digo por usted, que habla con la boca llena exhibiendo ante el auditorio toda la repugancia de su bolo alimenticio y se está tirando encima la salsa de los ravioles. Y para coronar eructa como un trueno. De todas maneras, si no le gusta como cena un vampiro, no lo invite a comer y listo.

Existe sin embargo un riesgo a considerar en todo este asunto. 

Superado el estigma social de ser un no muerto que bebe sangre, solucionado el problema de la vivienda, teniendo trabajo y comida, la vida (eufemísticamente hablando) de un vampiro comienza a presentarse como una alternativa por demás atractiva. Juventud eterna sin enfermedades, la nada despreciable capacidad de volar y convertirse en murciélado, lobo o niebla, el proverbial atractivo y la promiscuidad de las vampiresas, el legendario charme y seducción de los ejemplares masculinos, la conocida disposición de organizar unas fiestas de lo más salvajes, y todo al precio de unos mordiscones en el cogote. Vaya, hasta a mí me están dando ganas de hacerme mascar la yugular por una dientuda.

Es posible, entonces, que si esta idea de socializar a los vampiros se convierte en realidad, a la larga casi todos acabemos siendo émulos de Nosferatu. O de Drácula, que era más elegante. Entonces los humanos serán minoría y se refugiarán durante las noches, y sufrirán el estigma de ser comedores de carne y vegetales. 

Lo único que espero es que llegado ese día, algún vampiro escriba un artículo como este. Quién sabe, hasta podría ser yo mismo.

Buenas noches.

(*)Aunque es sabido que no a todos les resulta mortal la parafernalia católica, se conoce el caso de algunos vampiros agnósticos a los cuales la vista de la cruz sólo les produce un ligero dolor de cabeza, o unos estornudos.