jueves, 27 de agosto de 2009

Consejos para malvados (segunda parte)

Continuando con el tema del artículo anterior.


3.-Descentralice.

Otra vieja tradición malvada que se ha revelado como un obstáculo para la consecución de los fines propuestos es la existencia de una Sede Central Malvada, que actúa como oficina corporativa, laboratorio, central de comunicaciones, taller y escondite. También llamada simplemente "guarida", esta locación suele estar equipada con toda clase de medidas de seguridad, incluyendo centenares de guardias uniformados, patrullas motorizadas, detectores de intrusos y alarmas sofisticadas, y sin embargo son rutinariamente infiltradas por un bueno solitario o a lo sumo acompañado de una buena pechugona. Y eso no es todo, son establecimientos tremendamente volátiles. En efecto, basta con que uno de los múltiples balazos que se originan en la cacería del bueno vaya a parar en una de las consolas de control que al parecer están por todas partes, para que toda la electrónica empiece a chisporrotear y explotar, terminando invariablemente en el colapso de todo el edificio/cueva/montaña tenebrosa/volcán extinguido. (Esto sucedía en los 60's, ahora lo más probable es que una vez localizado, el escondite sea limpiamente reducido a átomos por un misilazo lanzado desde cientos de kilómetros, sin que ningún bueno deba penetrar escudo defensivo alguno).
Es hora de cambiar esta anticuada visión. Distribuya su operación entre varias oficinas diseminadas por toda la ciudad (recuerde que habíamos quedado en que usted sería, al menos al principio, un malvado municipal).
Alquile las propiedades, no las compre. No tenga despacho fijo en ninguna de ellas. Alterne entre ellas, y también quédese algunos días a la semana a trabajar desde su casa. Sí, es cierto, a todos nos pasa que si queremos trabajar en casa nos distraemos con Internet y esas cosas, pero algo puede adelantar. Y además su mujer no se quejará tanto de que no lo ve nunca.
No le haga caso a los malvados más conservadores, que no conciben un malvado sin guarida. Recuerde, usted está en busca de resultados, deje que los demás pierdan el tiempo (y el dinero) ocupándose de las apariencias. 
Y hablando de apariencias, esto nos lleva al próximo punto.


4.-No se disfrace.
Probablemente éste sea el consejo que más resistencia genere entre la comunidad de malvados. Sabemos que está muy arraigada esta costumbre de usar un uniforme de diseño exclusivo, algo que resulta inequívocamente identificatorio para un villano que se precie de tal. Comprendemos lo que se siente, la multitud lo ve venir y ya desde lejos lo señala: "¡Ahí viene el Profesor Caos"!. Es irresistible. Además, muchos buenos lucen atuendo personalizados, ¿por qué los malvados deberían vestirse como personas comunes?
Bien, nada de esto es necesario para llevar a cabo un Malvado Plan. Es, incluso, contraproducente. Un disfraz refleja una inseguridad oculta. A menos personalidad, más personaje. Deje a los buenos que anden por ahí con los calzoncillos encima de los pantalones, que son ellos los que tiene que lidiar con todas los inconvenientes de llevar una doble vida. Usted vístase decentemente, elegantemente sería mejor aún. Compre trajes de marca, si acaso desea alguna nota distintiva, use corbatas de colores fuertes, pero no ceda, repetimos, no ceda a la fácil tentación de los cascos, las capas y las máscaras. Un malvado moderno tiene que poder moverse con sigilo, interactuar con la población civil, perderse a veces entre la multitud, lo cual es muy difícil de hacer si anda vestido como Magneto, El Dr. Doom o El Acertijo. Que habrán sido bastante famosos, pero vamos, qué poco sentido del ridículo.
Continuaremos con más consejos para malvados en la próxima entrega.

Buenas noches

sábado, 22 de agosto de 2009

Consejos para malvados (primera parte)


Señor Malvado: ¿Está cansado de que sus planes para conquistar el mundo fracasen miserablemente? ¿Detesta cuando el agente secreto de turno se escapa de sus ingeniosísimas trampas? ¿Ya no recuerda la última vez que un gobierno cedió a sus chantajes?
Deje de angustiarse. Olvide para siempre de esas noches de insomnio preguntándose si tal vez había equivocado su vocación y en vez de malvado usted debería ser coreógrafo o perito mercantil: Los Sin-logismos de Bugman, siempre atento a las necesidades de cualquiera que pueda favorecerlo en caso de que se de vuelta la tortilla, le acerca estos sencillos consejos que evitarán de una vez por todas que ganen los buenos. Aunque cada vez sea más difícil entender quiénes son los buenos. En todo caso, si sigue estos consejos es probable que usted gane. A menos que sea bueno. Entonces no sé qué hace leyendo esto. ¿No ve que empieza diciendo:  "Señor Malvado"? Usted además de bueno es medio tarambana, ¿verdad?. No me explico cómo es que gente como usted es la que siempre gana.



1.-Revise sus metas.
Sabemos que queda muy bien en los círculos malvados decir que la meta de uno es conquistar el mundo, entendemos que es como una especie de tradición, pero es hora de que comience a analizar las cosas un poco más fríamente. Para empezar, hay mucha competencia. Todos andan detrás de lo mismo. El mercado ya está saturado, lo que menos necesita el mundo es otro malvado intentando su conquista.
Por otra parte, conquistar el mundo es una meta difusa. ¿Cómo sabría que todo, pero todo el mundo está a sus pies? Siempre habrá algún rebelde, algún malvado rival, algún despistado, alguna organización en las sombras que realmente mueva los hilos y le importe un bledo quién diga ser el mandamás planetario.
Además, el mundo es terriblemente complicado. Supongamos que lo conquistara , ¿sabe la cantidad de esfuerzo y dedicación que debería invertir nada más que en administrarlo? Estaría saliendo de la oficina a cualquier hora todos los días, trabajando los fines de semana, nada de vacaciones. Su mujer y sus hijos quejándose todo el tiempo,  ¿Para eso quiere conquistar el mundo? ¿Para tener la vida de un empleado de clase media?
Propóngase un objetivo más concreto, por ejemplo, una ciudad. Sí, es posible que en las convenciones de malvados alguien intente burlarse de usted por ser un villano de alcance municipal, pero usted sí habrá logrado algo, no como sus colegas que sueñan con el mundo y no pueden evitar que el gato les orine el sofá. Y se puede hacer una respetable carrera como malvado metropolitano, ahí tiene a El Pingüino, El Acertijo, El Capitán Frío, El Guasón, todos famosísismos enemigos públicos que sin embargo jamás salieron de Ciudad Gótica.
En resumen, deje que los demás se disputen el mundo, usted dedíquese a conseguir resultados.


2.-Haga planes simples.

Sabemos que otra costumbre del gremio es exigir que el logro de los objetivos se realice a través de una serie de pasos previamente planeados con gran inteligencia. Es lo que llaman El Malvado Plan.
Estamos completamente a favor de la planificación, de la estrategia y de la previsión, pero no encontramos ninguna razón para que El Malvado Plan deba ser siempre increíblemente tortuoso, complicado y caro.
¿Es realmente necesario secuestrar a la hermosa hija del brillante científico para obligarlo a construír un rayo de la muerte con el que desintegrará un monumento nacional como muestra de lo que puede hacer si los gobiernos de la Tierra no aceptan sus demandas? ¿Hace falta entrenar a trescientas mil nutrias con cinturones de explosivos para que se desplacen por el sistema de desagües y se ubiquen estratégicamente por toda la ciudad listas para inmolarse cuando usted apriete un botón rojo en un control remoto con una antena retráctil?
¿Es imprescindible gastar  millones en equipos de telecomunicaciones para intervenir las transmisiones de televisión de todo el mundo con el único objeto de que usted salga en vivo anunciando su Malvado Plan?
¿Que pasó con los métodos probadamente eficaces utilizados por organizaciones exitosas, como la Cosa Nostra? ¿Qué pasó con el soborno, la amenaza y el asesinato?
En vez de secuestrar a la hija del científico, ofrézcale muchísimo dinero. Si no acepta, amenácelo, y por último, mátelo. Ya va a ver que el próximo no se va a poner tan remilgado. En lugar de interferir todos los canales de televisión, cómpreles el espacio. Y olvídese de rayos de la muerte, nutrias explosivas y cosas estrafalarias. Es hora de volver a las fuentes. Soborne, amenace, corrompa, engañe, mienta, traicione.
En resumen, hágase político.


Continuaremos con más consejos para malvados en la próxima entrega.

Buenas noches

martes, 18 de agosto de 2009

Globalización

-En enero de 1994 estuve en Londres en un local que se llamaba Madrid y estaba decorado con motivos peruanos y ecuatorianos, bailando salsa con una japonesa criada en Francia.

-Unos años después estuve trabajando en Winchester (Hampshire, UK) ayudando a un programador ruso a arreglar unos problemas de software que teníamos con la sucursal brasilera de una compañía australiana, por sugerencia del director de la oficina mexicana de la empresa británica para la que yo trabajaba en ese momento.


miércoles, 12 de agosto de 2009

Tortugas en la Luna



Tengo borrosos recuerdos de haber visto en la pantalla de la televisión al astronauta Neil Armstrong descendiendo del Eagle, pisando el suelo lunar y pronunciando su famosa frase: "Collins, al arco"(*). Lo borroso de los recuerdos puede deberse a que yo era un infante de tres años, o a que la recepción de la tele era malísima (en esa época no había cable). Como fuera, lo ví. Y en ese momento algún periodista hizo un comentario, que me quedó grabado a fuego.


Lo que dijo el periodista fue que el peso del equipo que los astronautas transportaban en sus trajes espaciales era de...mucho (mis recuerdos son borrosos también desde el punto de vista del audio), y que si se caían al piso ya no se podrían levantar.

Absténganse los amables lectores de realizar conjeturas acerca de lo que realmente dijo el comentarista y lo que comprendió el pequeño retoño que era en 1969 quien escribe, ya que no es relevante para la historia.

Bueno, muy bien, hagan conjeturas.

¿Ya está? ¿Podemos continuar? Gracias.

La visión de un astronauta caído de espaldas sobre el desierto lunar moviendo brazos y piernas como una tortuga apoyada en su caparazón, y tan indefenso y condenado como el quelonio me llenó de inquietud. Vamos, yo tenía tres años, mis habilidades locomotrices no estaban desarrolladas en todo su potencial, tropezar y caer al piso era para mí una experiencia indivisible del hecho de trasladarme por mis propios medios.
Los niños carecen de empatía. En realidad no lo sé, lo estoy inventando. Lo que quiero decir es que la idea de que a un astronauta no le pasara lo mismo que a mí al caminar me resultaba del todo extraña.
Por lo tanto ir a la Luna era peligrosísimo, y no porque el viaje mismo fuera extremadamente complejo y su éxito dependiera de tropocientos (**) factores tecnológicos y humanos que tenían que funcionar todos juntos como un reloj suizo.
El problema era que si uno se tropezaba en la Luna, y se caía al piso, no se levantaba nunca más.

Los niños no cambian de idea ni desarrollan nuevas teorías a menos que la experiencia les indique en varias oportunidades y de manera clara y contundente que estaban equivocados. No, esto tampoco podría asegurarlo, sigo inventando. En todo caso lo que sí puedo afirmar es que yo a los tres años era un cabezadura.

Y a los cinco años, también. Y cinco años tenía yo en 1971, cuando el Apolo 15, la antepenúltima misión tripulada a la Luna, llegó a su destino y sus integrantes menos uno (al que le tocó ir al arco, como a Collins) retozaron sobre la superficie polvorienta y hasta se dieron una vueltita en el cochecito que habían llevado.
Entre los afortunados que pudieron pisar el suelo lunar aquella vez estuvo un muchacho llamado David Scott, a la sazón el comandante de la misión.

Y Scott fue uno de los astronautas que estuvo más cerca de la muerte de todos los que fueron a la Luna, mucho más que los de "Houston, tenemos un problema". Porque miren lo que le pasó:



Y no se quedó ahí pataleando como una tortuga, se levantó solito.
Cualquiera hubiera pensado que, después de todo, era posible que los astronautas no estuvieran expuestos a un peligro mortal si se tropezaban allá arriba. Cualquier menos yo, porque lo primero que pensé al ver estas imágenes fue: "Claro, se salvó porque no cayó de espaldas".

Los amables lectores podrían perdonar a un niño de cinco años bastante testarudo y con escasa información acerca de la gravedad lunar y sus consecuencias sobre el peso de un astronauta de la NASA con todo y su equipo.



Lo curioso es que las imágenes de Scott dándose de bruces, las vi por primera vez... hace un par de días.







Buenas noches.




(*)Sí, dijo eso. Lo de "un pequeño paso...blablabla" lo inventaron después.
(**) La cifra es aproximada.




martes, 11 de agosto de 2009

Prueba de vida

Estoy vivo, si a esto se le puede llamar vida. Un poco engarampintangulado con el trabajo. Trataré de escribir algo esta noche. O no, quién sabe. ¡Viva el Sistema Métrico Decimal!
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