miércoles, 30 de noviembre de 2005

Muñeca brava


Hace aproximadamente dos meses, jugando al básquet con mis sobrinos hice una desafortunada maniobra destinada a repeler el ataque de uno de ellos sobre mi aro, que si hubiera dado resultado me hubiera obligado a dar muchas explicaciones a su madre (mi hermana). Por suerte para el muchacho el único lesionado en el proceso fue este que escribe, quien cayó con la elegancia de un hipopótamo ebrio sobre su muñeca izquierda.
Como premio a mis entusiasmos mal dirigidos me quedó una hinchazón y un dolor insobornables, que como cualquier persona normal decidí ignorar confiando en la capacidad autoregenerativa del cuerpo humano. A los 15 días las clásicas aplicaciones de hielo y el uso de una muñequera de aspecto modernoso no habían mitigado los síntomas, y en una reunión que por esos días tuve con antiguos compañeros de la secundaria uno de ellos, todo un médico traumatólogo de la Armada apenas me vio dijo: "yeso". Es que a los traumatólogos les encanta momificar parcialmente a la gente.
Con estos antecedentes me decidí por fin a ver a un médico (no a mi ex-compañero, que si por él fuera yo ya estaría averiguando cuánto cuenta un sarcófago con poco uso).
El facultativo no pareció muy impresionado con mi historia deportiva, mi heróico intento por cortar el avance del equipo rival , la artera forma en que me eludió mi sobrino y la terrible caída desde 4 metros luego de tres vueltas mortales hacia atrás (bueno, exageré un poco, es un tanto humillante decir : "me tropecé con mi propio pie mientras corría con la prestancia de un astronauta sometido a la gravedad de Júpiter"). Más bien me dedicó unos segundos, me hizo sacar una radiografía, la miró un poco y me dijo "No hay nada roto, póngase hielo 3 veces por día y tómese estos antiinflamatorios, si le sigue doliendo vuelva. El próximo!".
Me sentí un poco maricón por andar quejándome de un dolorcito y seguí el tratamiento al pie de la letra. O más o menos, que no es fácil trabajar en la oficina tecleando en la computadora con un hielo en la muñeca.
Se me deshinchó, pero me siguió doliendo. Volví, y me atendió otro médico, me sacó la correspondiente radiografía y me dió otro tratamiento con tufillo a pseudociencia: ahora debía meter la muñeca durante 15 minutos en agua caliente con sal, e inmediatamente en agua helada.
Lo hice un par de veces cuando estaba en casa, imagínense que no voy a estar en una reunión con clientes explicando ríspidos conceptos técnicos mientras meto alternativamente mi mano en sendas palanganas con agua (reaccionando frente al cambio de temperaturas con sonoros "huy,uy, ahhhhhhhh!"). Probablemente me faltó fe en el ritual, estas cosas son como la homeopatía o la kinesiología, si uno no cree que se está curando no pasa nada. El dolor ahora se había concentrado en uno zona específica y se presentaba ante movimientos precisos, con lo cual un médico calificado ya tenía unos síntomas muy acotados para dar el diagnóstico.
Así las cosas me fui a ver a un especialista en manos, al que por supuesto tuve que esperar una semana para que me diera un turno, el día que su secretaria decidió a la hora que se le cantó (que es el horario al que atienden estos señores).
Munido de las radiografías anteriores fui a la consulta y el galeno me retorció la muñeca lesionada de todas las formas posibles hasta hacerme ver las estrellas y al demonio en calzoncillos. Me pregunto si semejantes ensayos no me terminaron de fastidiar el asunto.
Luego de satisfacer sus tendencias sádicas (le duele? no? y ahora?) el doctor, más consustanciado con las técnicas modernas me mandó a hacer una resonancia nuclear magnética "lo antes posible". Lo antes posible fue 15 días después, que el instituto donde me la mandó a hacer tiene mucho trabajo, no se por qué no me compro un aparato de esos y me forro. Como será que atienden las 24 horas, me dieron turno para un jueves a la 1:20 de la mañana.
Todavía no me hice el estudio, luego del cual tendré que esperar toda otra semana para que el especialista me vuelva a ver, y seguro que lo primero que hace es increparme por haber tardado tanto. Ya lo veo, meneando la cabeza y diciendo que si hubiera ido una semana antes el tratamiento hubiera sido una tontería pero ahora hay que operar y el post operatorio es horrible y me van a enyesar hasta el cuello por 6 meses, y a lo mejor no se me cura nunca más y que mejor vaya regalando mis palos de golf y aprenda a escribir con la derecha.
Por mí que me pongan un garfio, o mejor aún, un muñón con un conector multipropósito, de manera que yo pueda adosar a la extremidad la herramienta adecuada para la ocasión: un cuchillo, una lapicera, un destornillador, una afeitadora, unas palancas para presionar "Alt-Ctrl-Del", un cepillo de dientes. Si al muñon le ponemos una fuente de poder y unas baterías, me podría enchufar toda clase de cosas eléctricas, como una linterna, el teléfono celular, la agenda electrónica, un taladro, una aspiradora, bueno, las posibilidades son infinitas.
Pero no, seguro que me enyesa por 4 meses y me paso el verano rascándome el antebrazo con una aguja de tejer mietras trato de no desmayarme por los hedores que una miríada de bacterias y pequeñas alimañas despiden mientras digieren plácidamente mi epidermis cubierta por la escayola que estos admiradores de Tutankamón tanto aman.
Continuará, aunque sea con una sola mano.


Buenas noches

martes, 22 de noviembre de 2005

Mirandome la nuca

Estaba caminando tranquilamente por la calle, silbando bajito una vieja tonada finlandesa (o tal vez danesa, nórdica en todo caso) cuando sucedió.

En dirección opuesta a la que yo llevaba, con paso ligero y cara de "en cualquier momento salgo en los diarios", apenas si notó mi estupor. Al acortarse la distancia que nos separaba y advertir, ahora sí, que me había quedado estático y mirándolo de hito en hito, me dedicó una mirada de aquellas que harían partir a un diamante por su propia voluntad. Y en ese momento hizo el gesto máximo. Levantó una sola ceja.
Solo entonces reaccioné y le dediqué una semisonrisa, levantando a su vez mi ceja. Y él correspondió de la misma manera.
No se detuvo, de manera que yo reinicié mi caminata, y los dos nos alejamos, ahora con la misma cara de "y eso qué demonios fue?"
Me volví a mirarlo mientras la distancia entre nosotros aumentaba, para disfrutar del raro privilegio de ver cómo es uno de espaldas sin necesidad de espejos.
Y es que, queridos lectores, por si hasta ahora no se dieron cuenta, me encontré con mi doppelganger. La misma calva, el mismo gesto de pocos amigos, la misma mirada de odio ante un idiota que lo observaba insistentemente. Vestido con una ropa que yo mismo podría tener. Apurado como yo mismo puedo estar. Probablemente en este momento esté escribiendo en su propio blog un relato de su encuentro, porque obviamente yo soy "su" doppelganger.

Así que señores, les prevengo. Somos al menos dos. Quién sabe si en otras ciudades, otras provincias, otros países no hay más.

Pero no creo que podamos nunca organizarnos para tomar el mundo, sojuzgar al resto de la raza humana y cambiarle el nombre a todas las personas que no sean nuestros dobles (propongo que todos los demás se llamen "coso" o "cosa") porque por desgracia, yo y por fuerza todos mis doppelgangers somos antisociales y de ninguna manera nos dirigiríamos la palabra. Mucho menos nos reuniríamos en grandes grupos. Con lo que odiamos las multitudes.

Buenas noches.

martes, 15 de noviembre de 2005

Guión para una película

La película empieza con un primerísimo primer plano de la cara del protagonista (que tiene que ser algún actor muy conocido, digamos Kevin Costner, Bruce Willis o Collin Farrel) , con un gesto enigmático, pero se nota que está sufriendo.

Luego vemos durante 167 minutos una historia de inmigrantes senegaleses en Alemania, su difícil adaptación al medio y su voluntad de progresar a pesar de las dificultades. Justo cuando el hijo mayor de la familia es encarcelado por alguna razón desconocida, aparece otra vez Kevin Costner (o Bruce Willis, o Collin Farrel) en primerísimo primer plano y con la misma cara de sufrimiento de la primera escena.
Se escucha un sonoro y largo flato.
La cara de Kevin Costner (o Bruce Willis, o Collin Farrel) se distiende con alivio, y una media sonrisa.

Fin.

lunes, 7 de noviembre de 2005

Selecta minoría

Según las estadísticas, pertenezco al 32 % de la población mundial de sexo masculino de entre 15 y 64 años.
También estoy incluido en el 10% de los habitantes del planeta que son zurdos.
Me cuento entre el 50% de hombres de más de 35 años que son parcial o totalmente calvos.
Además, las exiguas filas de los solteros de más de 36 años, (un magro 17%) pueden considerarme miembro.

Por lo tanto pertenezco a una minoría de hombres solteros de más de 36 años, zurdos y calvos, es decir un 0,272 % de la población mundial. Calculando a grosso modo un total de 6 mil millones de almas, mi grupo es de unos 16.320.000 personas, algo así como la totalidad de los habitantes de Chile.

Si incluimos en el cálculo al porcentaje de la población mundial que pierden el tiempo haciendo cálculos inútiles y erróneos en base a estadísticas desactualizadas, seguro que somos muchísimos menos. Digamos, como la población de Antigua y Barbuda.

Qué importancia tiene esto para usted?
Me tiene sin cuidado. Los zurdos solteros calvos no nos preocupamos por el resto de la humanidad
Buenas noches
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