sábado, 16 de junio de 2012

domingo, 10 de junio de 2012

Recuerdos del fin del mundo (cuarta parte)





(Viene de la tercera parte)

Y esperamos.
Y seguimos esperando.
Y esperamos más.
Y cuando perdimos la paciencia, respiramos hondo, miramos hacia el techo, y esperamos todavía más.

Existen fracasos espectaculares, fracasos épicos, fracasos gloriosos e incluso fracasos heroicos.
El nuestro no fue nada de eso.
Sí, fracasamos, pero usted ya lo sabía.
Porque es evidente que si hubiéramos tenido éxito yo estaría demasiado ocupado haciendo lo que sea que los millonarios hacen como para escribir en este blog. Y no , no creo que los millonarios escriban en blogs. A los sumo contratan a tipos como yo para que escriban por ellos. Y no, tampoco me ofrecieron nada de eso.

Es cierto que si bien no tuvimos ni un poquito de éxito podríamos haber fracasado aún más. No vendimos ni una Centurion Card, es cierto, pero tampoco compramos ninguna. Nadie nos contrató una auditoría completa Y2K, pero tampoco subcontratamos a diez auditores a los que tuvimos que pagarles de todas formas. En resumen, perdimos algo de tiempo, algo de autoestima y una pizca de integridad, pero todo eso pudo recuperarse (1). 


EPÍLOGO.


En diciembre de 1999, mi socio y yo ya no éramos consultores independientes. Habíamos sido contratados por una empresa británica que se dedicaba, al desarrollo de software. El proyecto Y2k de esta empresa, con oficinas en varios países, consistía en parte en confiar en la robustez de sus productos, y en parte en esperar y ver qué pasaba.
El 31 de diciembre de ese año, aprovechando la diferencia de horarios, los colegas australianos fueron los primeros en tranquilizarnos señalando que en lo que concernía a nuestros productos no había nada inusual que informar. A las 12 de la noche brindamos con nuestras familias y ni siquiera pensamos en el efecto Y2K.


En todo el planeta fue más o menos igual. 


El primer fin del mundo basado en la ocurrencia de una falla tecnológica había sido evitado, ya sea mediante la laboriosa y sistemática aplicación de elaborados planes o a través de la técnica alternativa de cruzar los dedos y cerrar los ojos (2).


Muchas personas ganaron mucho dinero con el asunto. Yo no fui uno de ellos. Pero no importa, me alegro de que el mundo no se haya terminado precisamente por culpa de personas que se dedican a la informática, porque eso me hubiera dado muy mala reputación en el Infierno.


Y además, tendré mi revancha en el año 2038.

Buenas noches.






(1) En este preciso momento estoy recuperando parte de ese tiempo escribiendo muy rápido.

(2) Pero no es cierto que el efecto Y2k haya pasado desapercibido. El 1ro de enero del año 2000, una ancianita de Tauranga, Nueva Zelandia, quiso retirar 12 dólares neozeladeses de un cajero automático y no pudo hacerlo. La octogenaria mujer comenzó a azotar la máquina con su bastón hasta que llegó la policía y amablemente le indicó que los teléfonos públicos no entregan dinero.





domingo, 3 de junio de 2012

Recuerdos del fin del mundo (tercera parte)



(Viene de la segunda parte)

Con mi socio, nos dedicamos un par de días a evaluar la situación. Pronto, estuvimos de acuerdo en que las grandes empresas y bancos ya se estaban dedicando al problema,  probablemente desde antes de que se hiciera público. Además, no teníamos ni los conocimientos ni los recursos necesarios para encarar un proyecto de consultoría a gran escala (1).

Nuestros clientes, eran, en general, pequeñas empresas y profesionales independientes cuya cultura informática se limitaba a no introducir alimentos adentro del monitor pensando que era un horno de microondas (2). La percepción de estas buenas gentes acerca del problema del año 2000 era entre difusa e inexistente. En otras palabras, no tenían miedo, y esa antipática actitud hacía que se mostraran renuentes a darnos dinero a los consultores informáticos para salvarlos de un peligro inexplicable.

Como la falta de temor puede provenir tanto del conocimiento como de la ignorancia, decidimos combatir la segunda proporcionando el primero. O algo así.
Lo que hicimos fue una especie de boletín informativo que se distribuía vía correo electrónico, que contenía algunas nociones generales de informática, algunas noticias, algún artículo en tono jocoso, y, por supuesto, sutiles referencias al efecto Y2K . No empezamos gritando ¡USTED ESTÁ CONDENADO A PERDER TODAS SUS POSESIONES Y A SOBREVIVIR COMIENDO BICHOS DE LA CORTEZA DE ÁRBOLES PODRIDOS A MENOS QUE NOS PAGUE MUCHO DINERO AHORA MISMO! sino que, lentamente, comenzamos a introducir el tema. Lo que se dice, toda una operación de prensa.

Mientras esperábamos que en nuestros clientes se despertara la curiosidad, que diera paso al interés, para convertirse en preocupación y luego en alarma, estudiábamos las opciones de servicios que podíamos ofrecerles cuando vinieran a golpearnos la puerta dando alaridos y arrancándose el cabello a mechones.
Decidimos centrarnos en los equipos informáticos, es decir las computadoras y servidores, ya que no conocíamos a nadie que estuviera a nuestro alcance que usara software de los 70 que hubiera costado millones de dólares y valiera la pena modernizar. La idea era dar a entender que las computadoras fabricadas antes de 1997 estaban en peligro de fallar más allá de todo arreglo a la hora cero del 1 de enero de 2000, y nosotros podríamos salvarlas.

Una exhaustiva investigación de mercado (3) dio como resultado el hallazgo de dos maravillosos productos que salvarían el futuro de nuestros bienamados clientes al proteger sus valiosos equipos informáticos y el nuestro al proporcionarnos unas ganancias que nos permitirían retirarnos a los cuarenta e irnos a vivir a la Polinesia.

En primer lugar, encontramos el Millenium Bug Fix, un software que aseguraba que analizaba su computadora y luego de correr una serie de pruebas informaba si estaba en peligro de sufrir la muerte por Y2K-itis. El criterio en que se basaba este software para hacer la evaluación era desconocido, y la explicación que tenían en la página web era jerigonza técnica sin ningún significado real, pero las pantallas que se mostraban mientras corrían las pruebas eran sospechosamente parecidas a lo que el público en general está acostumbrado a ver en las películas: algo que está haciendo "cosas" y que muestra barras de progreso que se mueven. Y como broche de oro la presentación del producto tenía una versión en español que había sido traducida por algún sistema automático, resultando en que Millenium Bug Fix se convirtiera en Bicho Milenio Repara. Era estupendo, era irresistiblemente encantador.

El segundo pilar de nuestro futuro imperio económico era la Centurion Card, que no era la exclusiva tarjeta American Express de color negro (4), sino una placa con circuitos impresos, que se colocaba en las computadoras supuestamente para compensar la falla de reloj que habría de producirse en la fecha señalada. Los fabricantes de estas tarjetas también aportaban su granito de arena a la confusión general, diciendo que su artilugio corregía incluso el efecto Croucher-Elkin , (5) llamado de esa manera por los dos estudiantes de la universidad de Wichita del Norte (6) que lo habían descubierto, y que, según ellos ¡podía afectar también a las computadoras fabricadas después de 1997!  

La estrategia era brillante: primero, crear la preocupación por el efecto Y2K. Luego, ofrecer nuestros servicios de consultoría para relevar la situación particular de cada cliente y, gracias al Bicho Milenio Repara, hacer un diagnóstico. Si el Bicho Milenio Repara decía que la computadora estaba en riesgo, venderle la Centurion Card. Si el Bicho Milenio Repara no decía nada, entonces revelarles la existencia de aterrador efecto Croucher-Elkin (7) y de todas maneras venderle la tarjeta. 

Se preguntará usted por qué no ofrecíamos directamente la dichosa tarjeta, si por una razón u otra le íbamos a decir al cliente que tenía que comprarla. 
Es que usted no comprende cómo trabaja un consultor. El objetivo no es venderle una solución. El objetivo es cobrarle por el trabajo que le dará al consultor convencerlo a usted de que tiene que comprar la solución. Y después vendérsela.

Ya habíamos echado las redes. Era cuestión de tiempo, los clientes comenzarían preguntando tímidamente, luego con más insistencia y al final se convertirían en una marea incontenible de pedidos y dinero. Mucho dinero. 

Con un emocionado recuerdo hacia aquellos pioneros del desarrollo de aplicaciones bancarias que habían decidido heredarnos sus problemas y permitirnos hacernos ricos con nuestras soluciones, nos sentamos a esperar.

(Continuará)




(1) Aquello fue un exceso de escrúpulos. A lo largo de los años me he encontrado con muchísima gente que no tiene recursos ni conocimientos y sin embargo encara cualquier proyecto. Los resultados suelen ser entre desastrosos y mediocres, pero se las arreglan para cobrar buen dinero y evitar la cárcel.
(2) Y no es que no lo intentaran.
(3) Sí, escribimos "Y2K ,productos" en un buscador de Internet. Pero no era Google, por eso fue exhaustiva.
(4) Es a la inversa, para obtener esa tarjeta, primero hay que tener el imperio.
(5) No estoy muy seguro del nombre. Pero sonaba parecido. 
(6) Tampoco estoy seguro de que fuera esa Universidad. De los que estoy seguro es de que no era una de las más conocidas.
(7) Que no, que no estoy seguro.

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