domingo, 25 de febrero de 2007

Qué culpa tiene el tomate



Los aficionados a la teoría de la conspiración suelen interpretar cualquier nimiedad como un signo inequívoco de que sus locas afirmaciones son ciertas. Para ellos el hombre nunca llegó a la Luna y todo fue un montaje norteamericano. Es inútil decirles que los astronautas dejaron allá un espejo, y que si le apuntas con un láser te va a rebotar y vas a recibir el reflejo, y hasta vas a poder calcular la distancia. Seguramente esa es otra conspiración.

Los norteamericanos y los rusos no solamente tienen pruebas de la existencia de vida extraterrestre, además colaboran con los hombrecitos verdes que les conceden graciosamente el acceso a su avanzada tecnología a cambio de gobernar el planeta, llevarse algún recurso natural o abducir de vez en cuando a un humano para meterle sondas por diversos orificios y dejarlo más tarde en un descampado.

Los Illuminatti, los Templarios, el Priorato de Sión (tan de moda desde El Código da Vinci), los Masones, los Judíos, la CIA, la KGB, los Rosacruces, la Comisión Trilateral, los Hare Krishna, los socios del Club Unione e Benevolenza, agregue usted su conspirador favorito.

Curiosamente el objetivo de casi todas estas conspiraciones es dominar el mundo. Claro, habiendo tantos tipos aspirando al mismo cargo, resulta lógico que hasta ahora nadie haya ganado. (O tal vez sí, ya ganaron, debería consultarle a algún conspirador).

Todo esta viene a cuento porque hace algunos días escuché casualmente un fragmento de conversación entre un caballero y una dama, ambos de edad madura.

La frase que llegó a mis oídos se almacenó inmediatamente en algún rincón oscuro de mi cerebro, como ocurre con casi todo desde que mi cerebro está repleto de lugares oscuros y telarañas.

Solamente hoy la recordé y me llenó de inquietud. Para un creyente en la teoría de la conspiración esta frase debe tener un significado sumamante relevante. Tal vez sea la pieza faltante de un rompecabezas intelectual de asombrosa complejidad, la piedra de toque de todo un andamiaje secreto y brutal, la clave del plan maestro de una inteligencia despiadada, el secreto detrás del secreto que oculta un acertijo envuelto en un enigma.

No soy experto en conspiraciones. Apenas si descubrí aquello de los noruegos, de lo que prefiero no hablar en este momento.

Pero si hay por aquí un investigador avezado, un incansable descifrador de significados, seguramente le hará un gran servicio a la humanidad siguiendo la pista que le doy. (Le pido a este buscador de verdades que por favor no me mencione en sus notas. Ya bastantes problemas tengo).

La frase que escuché decía:

"Están haciendo con el tomate lo que ya hicieron con la lechuga"


Buenas noches.

lunes, 19 de febrero de 2007

Grandes Olvidados (II) : El Gran Circo Grand. Capítulo 4


Continuamos con la odisea de los hermanos Grandichenko. Veníamos así:

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3

Y seguimos así:

El empresario circense Carlos Bartolini no tenía pensado exhibir a los Grandichenko esa noche. Pero un desafortunado accidente de la écuyer (que había sido mordida por un payaso) le dejó una parte del espectáculo completamente vacante. Nervioso, le dijo a los dos empleados : Traigan a los rusos.

A todo esto, los hermanos todavía no habían hecho ningún intento de comunicación con el resto de los trabajadores del circo. Se limitaban a permanecer en su jaula, ya que no les habían asignado otro alojamiento, con una expresión triste y melancólica, que prácticamente no varió cuando les pusieron sendas cuerdas alrededor del cuello y los arrastraron hasta la pista.

El maestro de ceremonias improvisó una presentación. Habló de países lejanos, de nieves, de expediciones peligrosas, de feroces criaturas mitad hombres, mitad osos. Cuando por el rabillo del ojo vió que los desdichados patateros venían a la rastra culminó con un entusiasmo exagerado: ¡Las abominables criaturas de las estepaaaas!.

Dimitri y Feodor estaban cegados bajo la luz de los reflectores, inmóviles, temblando de miedo y de frío. Eran dos figuras patéticas y grotescas con la mirada clavada en el suelo. El público permaneció en silencio unos minutos, pero nada sucedía, y la impaciencia ganó las tribunas. Empezaron a silbar y abuchear, y todo parecía indicar que la nueva atracción del Gran Circo Bartolini haría su debut y despedida en el mismo acto.

Y entonces sucedió.

Al director de la orquesta la aparición de los hermanos lo había tomado por sorpresa. No tenía nada preparado para la ocasión, pero pensó rápidamente e indicó a los músicos que habrían de interpretar una melodía rusa. Afortunadamente conocían una.

Con lenta cadencia, las notas de Katiusha empezaron a tapar los silbidos del público, y los Grandichenko levantaron sus cabezas y sus ojos se iluminaron. Por encima de la algarabía una poderosa voz de barítono comenzó a entonar:

Rascvetáli jábloni i grúsi,
Popylí tumány nad rekój.

Dimitri cantaba, y lo hacía con orgullo, erguido, desafiante.

Vyxodíla ná bereg Katjúsa,
Na vysókij béreg na krugój.

Feodor comenzó a bailar, y la orquesta aceleraba, y Feodor saltaba y el público, que al principio había festejado con groseras risotadas la sorpresiva interpretación, comenzó a enmudecer. La burla se convirtió en curiosidad, y esta en admiración.
Con lágrimas en los ojos, Dimitri terminó la última estrofa del estribillo, y Feodor lanzo un grito de cosaco que quedó reberverando en la carpa silenciosa.

El aplauso tardó en llegar. Pero cuando comenzó, cayó como olas, como cascadas, como una fuerza de la naturaleza. Los hermanos lloraban y sonreían, como si hubieran sido rescatados de un naufragio. Bartolini no salía de su asombro. "Aquí hay algo", pensó, y ordenó que se llevaran a los hermanos antes de que el entusiasmo se disipara.

Los Grandichenko que fueron llevados de vuelta a su jaula poco tenían que ver con las criaturas lastimosas de hacía unos momentos. Ahora caminaban enhiestos, mirando a los ojos a todos los que se cruzaban en su camino, con una renacida dignidad y una notable altivez. Dimitri le decía algo a Feodor, que asentía vigorosamente y sonreía.
Y es que los desdichados pensaban que, siendo prisioneros de guerra, habían estado a punto de ser fusilados por un pelotón que ellos no pudieron ver debido a las brillantes luces, y que en virtud de su valentía al cantar y danzar frente a su inminente ejecución, habían sido perdonados.

Mientras tanto, entre el público, un caballero de figura distinguida permanecía en reflexivo silencio. Se enjugó las lágrimas, y agradeció para sus adentros haber podido escuchar aquella canción bellamente interpretada por un auténtico ruso. Esa misma que su madre le cantaba en los fríos atardeceres de
Krasnodar. Se preguntó quiénes serían esos dos compatriotas tan malamente vestidos. Tendría que averiguarlo.


(Continuará...)


Buenas noches




jueves, 15 de febrero de 2007

Pequeño homenaje a todos los que de una u otra manera

Amanezco con el cuerpo adolorido, la boca pastosa y una jaqueca de campeonato. A través de la niebla espesa del exceso culinario de la noche anterior, trato de recordar qué había pasado. No lo logro del todo. En el refrigerador, apenas una jarra de agua con un limón partido al medio. Decido desayunar en el Roxy. Me dedico a observar a los parroquianos, mezcla de oficinistas y sospechosos habituales: el que pasó la noche fuera de casa y junta coraje para enfrentar a la esposa, el que revisa mentalemente los detalles de un negocio turbio.

Llego tarde al trabajo. La recepcionista me saluda con una inclinación de cabeza, produciendo toda clase de sonidos al sacudir las numerosas piezas de su recargada bijou, y luego sigue aporreando frenéticamente el teclado de su computadora. Me pregunto que escribirá. ¿Su diario íntimo? "Diarios de una Chumina", se debería llamar. Si será guarra.

Jack, el jefe, me encara por haber llegado (otra vez) fuera de horario. "Es que el subte viene lleno", le contesto , y lo dejo protestando.

Me siento en mi cubículo y me dispongo a clasificar los 200 mensajes que tengo pendientes. Por suerte casi todo es spam, y las numerosas ofertas de agrandar mi pene, conseguir un título de posgrado sin estudiar e invertir en Korochi Industrias van a parar a la ciber-nada en pocos minutos. Odio el spam, pero al mismo tiempo es una cosas de esas que no puedo creer que lo hayan inventado. Indudablemente, el mundo está loco.

Cerca del mediodía desde la ventana se ve el cielo que parece pintado con tinta china. Van a caer sapos y culebras. Pasa Gabriela y le señalo el espectáculo haciendo un gesto abarcativo "The sky..for you", le digo, y Gaby sonríe y el cielo parece menos oscuro. De todas maneras, me parece que no voy a salir a almorzar.

Ya son las 4 y no hice nada útil desde que llegué. No me gusta perder el día, así que decido ir a a molestar a alguien. Escucho una discusión, y allí me dirijo, mientras me digo a mí mismo :"aburrimiento, adiós""¡Galón son cuatro litros!" grita uno, y ahí me ve llegar "Mirá que justo ahí viene Bugman, que sabe, decile, Bugman, decile cuántos litros es un galón". Lo pienso un momento y le digo: "Tres litros y medio". "¡Pero si ayer me dijiste cuatro!" "Ayer no pensaba lo mismo", contesto, y me voy. Me encanta desconcertarlos.

Sigo recorriendo la oficina, y al pasar le robo una magdalena a la recepcionista que está distraída resolviendo un crucigrama. Me mira y me pregunta "¿Cómo se llama la mariposa de la tormentas?". Esa me la sé, es Papilio Tempestae, (de alguna manera me las arreglo para tener en la cabeza una enorme cantidad de conocimiento curioso pero inútil) pero le digo que ni idea. Que se estruje la pensadera, caramba.

Sale el jefe y me grita "Bugman, la campaña para Mac Pay, ¿en qué anda eso?" "En marcha, mañana le muestro", contesto y miento. No tengo la más mínima idea de qué hacer con eso. Ultimamente se me ocurren menos ideas para publicidad que formas de hacerme el nudo de la corbata. Esta especie de bloqueo ya lleva días y días. Lo peor es que ni uso corbata. Es la decadencia del ingenio, tarde o temprano nos agarra y no nos suelta.Voy a ver si pienso algo, espero que me visite la musa. Bueno, mañana me someteré a la jodida crítica de Jack.

Virginia pasa diciendo que vió una película que se llama Memoirs of a Lencha, y que la dejó pensando. Yo creo que no tiene nada que pensar, pero bueno, allá ella.

Viendo que la observación y seguimiento de mis compañeros de oficina no puede proporcionarme más entretenimiento, me siento en mi escritorio y pongo cara de estar pensando en algo importante para que nadie me moleste, pero no lo logro . Se me acerca Rodríguez, analista aficionado de todo lo que se le ocurra y me mira. Trato de ignorarlo poniendo más cara de pensador, pero es tenaz. Al final hago contacto visual y me preparo para recibir un par de lecciones no solicitadas sobre cualquier tema. Pero tengo suerte, el tipo duda, se queda en blanco, balbucea "¿Qué te iba a decir?". Y al final se va. Una pequeña victoria.

A las 6 me voy. Llueve a cántaros, y yo no llevo paraguas, las personas que llevan paraguas me parecen detestables. Llego a casa empapado, pero no me importa. ¿Caramba, dónde dejé las llaves? Las encuentro en el bolsillo interior del saco después de haberlas buscado debajo de cada piedra durante diez minutos. Y todo bajo la lluvia.

Un rato después ya estoy seco y sentado en mi sillón favorito, que no tiene más remedio que serlo en virtud de ser el único que poseo. ¿Le di de comer al pececito esta mañana? No me acuerdo. Le pregunto pero él como todo pececito tropical decente, no habla. Le doy de comer de todas maneras, si revienta él se la buscó. A veces me parece que me mira como censurándome. A veces creo que si le preguntara "¿Qué estás mirando?", el me respondería "Nada. Estoy viendo otra vida desperdiciada".


Buenas noches.

viernes, 9 de febrero de 2007

Bugman manor


Informo a los estimados lectores y comentaristas que tal vez el vertiginoso ritmo de publicación al que los tenía mal acostumbrados se vea afectado en estos días por la siguiente razón:

Me veo enfrascado en la búsqueda de un lugar más amplio para vivir, donde tenga lugar para mi colección de incunables, mi bodega de vinos añejos, mi pinacoteca, mis pájaros exóticos y mis 17500 pares de zapatos italianos.

En otras palabras, me encuentro ocupado en la consecución del sueño de todo pequeño burgués: una casa en los suburbios, con jardín, parrilla y piscina. O por lo menos la arquitectura básica, que el resto se puede agregar después.

Ya les contaré.


Buenas noches.

viernes, 2 de febrero de 2007

Identidad



Entre los numerosos comentarios que recibió el
reportaje a la srta. Nyx estaba uno de la Ponja donde se quejaba de que alguien le había usurpado la identidad. Jaime en su excelente blog también se refiere al tema, todo lo cual me lleva a hacerles, mis estimados lectores, la siguiente confesión: A mí me sustrajeron la identidad en tres oportunidades.
La primera vez yo tenía 8 años, y me la devolvieron a los pocos días con las rodillas mugrientas y las manos pegajosas de caramelo. Seguramente el ladrón fue otro niño travieso, y el caso no pasó a mayores. La tercera vez fue hace un par de meses pero casi no fue un robo, se trató mas bien de un préstamo informal y fue perpetrada Gustav y Emeefe durante el período del concurso "Bugman por una Semana". También me la devolvieron, un tanto alcoholizada y oliendo a lupanar, pero en buen estado general.


La segunda vez fue una historia completamente diferente.


Yo solía ser el que ustedes conocen como Z. Soy conciente de lo extraordinaria que puede resultar esta afirmación. Después de todo Z es un famosísimo multimillonario, excéntrico y filántropo que suele aparecer en la portada de la Times Magazine como "hombre del año" con rutinaria frecuencia, el modelo a seguir por cualquiera que sueñe con hacer fortuna. Sí, me refiero al mismo Z que rehazó el premio Nobel en cinco oportunidades y en tres diferentes disciplinas . El mismo al que recurre el Banco Mundial cuando hay problemas. El deportista extremo, el ciudadano del mundo.

Z me robó la identidad hace muchos años, una vez que perdí todos mis documentos. Yo no sospeché nada, de hecho me causaba gracia que un tipo con mi nombre se estuviera haciendo famoso. Cuando lo ví por primera vez en la televisión me impresionó un poco el parecido físico, pero el asunto me seguía resultando divertido, tal vez curioso, pero nada más.
Solamente una vez cuando fui a votar me lo impidieron diciendo que yo ya había sufragado, y lo adjudiqué a la burocracia; protesté tibiamente porque en realidad no me interesaba la política.
Pero tiempo después, leyendo un reportaje muy extenso que le hicieron a Z en la revista Fortune, me quedé de una pieza cuando descubrí que todos los detalles de su pasado antes de la fama y la fortuna me resultaban familiares. ¡Era mi vida la que estaba contando! De manera que mi identidad había sido usurpada nada menos que por Z. No sabía si sentirme halagado o ultrajado.
Por un momento pensé en recurrir a la vía legal, pero ¿cómo ganarle un juicio a un tipo que se codea con los miembros de la Suprema Corte y además puede contratar a los mejores abogados del mundo?

Le escribí una carta. No sabía muy bien que quería obtener, así que le pedí dinero. Diez millones de dólares, y no sólo le permitiría utilizar mi identidad robada sin protestar, sino que además yo adoptaría una nueva y jamás mencionaría el trato. Diez millones es una cantidad minúscula para Z y para mí era una fortuna inimaginable, así que todos ganábamos.
Envié la carta a la isla del Pacífico donde vive Z desde que la compró.
Diez días después un mensajero uniformado me entregó dos sobres con instruciones precisas de leer su contenido en orden. El sobre uno contenia la respuesta:

"Estimado Z:

Hace años que esperaba su carta.
Su acusación de que yo le robé la identidad es una verdad a medias. Es cierto que tomé su nombre y su historia el día en que por puro azar encontré su identificación en el piso de una estación de trenes. Le aseguro que hasta el día de hoy no se por qué lo hice. Así como usted ha seguido mis actividades a través de la prensa yo vigilé las suyas cuidadosamente, primero en persona y luego por medio de un equipo de detectives.
Conozco con precisión milimétrica cada detalle de su vida desde su nacimiento hasta el instante en el que usted está leyendo estas líneas .

Lo hice por dos razones: la primera, que si usted en algún punto hubiera empezado a destacarse de alguna forma, yo le hubiera devuelto su identidad y me hubiera refugiado en el anonimato. Es evidente que no ha adivinado la segunda.
Verá, yo tomé su nombre y su pasado, (un material bastante modesto si me permite) y construí todo lo que usted conoce, que apenas es la superficie de lo que realmente logré. Y lo hice recogiendo sus desechos, metafóricamente hablando. ¿Sabe cómo comencé mi fortuna? Aceptando ese trabajo que usted rechazó en 1984, porque según usted "no estaba a su altura". ¿Es posible que no haya reconocido en mi bellísima esposa a aquella novia que usted despreció porque estaba un poco gordita?.

Estuve todos estos años detrás suyo, tomando todos los caminos que usted decidió no seguir. Mi vida y todo lo que poseo son el resultado de haber aprovechado las oportunidades que usted no supo reconocer. Cada vez que usted dijo "no" yo dije "sí". Fui a todos los lugares que usted evitó. Cultivé la amistad de todas las personas que usted encontró poco interesantes.
Lo que soy y lo que poseo es en cierta forma la suma de sus potencialidades.

¿Puede en justicia reclamar usted mi vida como suya?


Es cierto que de todas maneras le debo algo.

No le daré el dinero que reclama porque usted no es un indigente, ni tiene enormes deudas. Además estoy seguro que sucumbiría a la tentación de abandonarse, de cesar todo esfuerzo y vivir de la renta que esa cantidad pudiera proporcionarle. Recuerde que lo conozco tal vez más de lo que usted mismo se conoce.

Sin embargo le daré algo mejor : una segunda oportunidad. En el sobre número dos encontrará todos los detalles de la identidad que yo tenia antes de Z. No la he utilizado desde entonces. Se la entrego. Adóptela, empiece otra vez, abandone ese Z gris y melancólico que es ahora.
Y si consigue algo grandioso con esa identidad, si pinta en el lienzo en blanco que le entrego una obra de arte digna de ser admirada, entonces le prometo que yo la completaré poniéndole un magnífico marco. Le aseguro que seré indeciblemente generoso.
No intente comunicarse conmigo otra vez. No hará falta que me participe de sus logros, yo los conoceré al instante. Espero sinceramente que me brinde la oportunidad de premiarlo. Hasta entonces.

Z"

Pero qué tupé el de este tipo. No sólo reconocía que me había usurpado la identidad sino que me lo refregaba por la cara. Con decirme que no me iba a dar la plata y que me dejara de molestar hubiera alcanzado. Promesas. Para promesas estaba yo. Pero sentí curiosidad.
El sobre numero dos era grueso y de papel manila. Lo abrí con cierta ansiedad. Contenía un dossier muy completo, con todos los detalles relevantes de cierta identidad. Me fijé en el encabezado. En grandes letras doradas, decia :

BUGMAN




Buenas noches.


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