domingo, 29 de julio de 2007

Por fin nos vemos las caras, su Majestad

Esta mañana mis captores fueron más allá de todo límite. Hasta para el trato a prisioneros hay ciertas normas, caramba. Me despertaron a las diez y media (sí, así como lo leen) y me dijeron que tenía que estar listo en una hora porque el Rey Harald V de Noruega vendría a visitarme. Será muy Rey el fulano, pero esas no son horas de despertar a un hombre.
Como si esto fuera poco, me dieron para vestirme un frac de Ted Lapidus, sabiendo que yo solamente uso Armani. Casi me niego y me quedo con la bata de seda que uso habitualmente. Pero debo decir que a veces mi voluntad flaquea, y dejé que el valet me pusiera esas ropas ordinarias, no sin hacerlo esperar en la puerta del baño un poco más de lo acostumbrado. A las once y media estaba listo para recibir al soberano, que según me dijeron me estaba esperando hacía un buen rato.

Rodeado de chambelanes, guardias reales, ayudantes de cámara, edecanes y funcionarios varios, el Rey entró a la sala de reuniones de mi celda con una sonrisa un tanto turbada. Hay que confesar que el tipo estaba elegantísimo, categoría de la cabeza a los pies. Claro, vestido así, hasta yo parecería un jefazo. En seguida dió instrucciones a sus acompañantes para que se retiraran, cosa que hicieron con reticencia (en un momento el hombre perdió la paciencia y gritó una orden en noruego : "¡Rajensen, gilastren"!). Luego nos sentamos en sendos sillones franceses del siglo XVIII (un mobiliario por demás frugal) y me preguntó cómo me encontraba, en un sorprendente español con acento castizo.


-Bien. A pesar de sus esfuerzos- contesté con ironía-.

Harald V se revolvía en su asiento. Parecía incómodo. Miró al techo, suspiró, y comenzó a hablar:

-En primer lugar quiero pedirle disculpas por esta lamentable confusión. No era nuestra, perdón, no era mi intención traerlo aquí contra su voluntad.

Lo interrumpí. Le relaté los acontecimientos desde la súbita interrupción de mi servicio de Internet de banda ancha hasta el último de los maltratos a los que me habían sometido, incluyendo el hecho de que esa mañana no había tenido tiempo de desayunar. Le recité la Convención de Ginebra de cabo a rabo, sin dejarme amilanar por el hecho de no haberla leído nunca, y le exigí una explicación completa, eficaz, definitiva, satisfactoria y coherente, además de informarle que una media docena de mis lectores estaban cerrando el cerco sobre mi lugar de cautiverio, y que si no me liberaba por la buenas, entonces iba a ser por las malas.

Se quedó un poco anonadado, no tanto por lo que dije sino porque en su calidad de Rey no estaba acostumbrado a que alguien lo interrumpiera. Resistiendo el impulso de gritarle a sus garde du corps que me tranquilizaran en forma expeditiva, dejó que terminara mi berrinche y luego dijo:

-Señor Bugman, como le decía antes de que usted estallara, esto no ha sido más que un lamentable error. Como usted seguramente lo sabrá, soy un lector asiduo de su blog. Me divierto mucho cada vez que menciona a mi país y elucubra esas disparatadas teorías sobre nuestra supuesta superioridad tecnológica. Por supuesto que lo tomo como lo que es, una gigantesca broma, ¿verdad?.

Me quedé callado.

-¿VERDAD? Insistió el monarca.

-Supongamos que es verdad, -dije-, pero eso no explica por qué...

Ahora fue él el desconsiderado que me interrumpió.

-Bueno, el otro día estaba leyendo el blog, y se me ocurrió comentarle en voz alta al Jefe del Servicio Secreto Noruego, que justo estaba por ahí : "Jor, jor, cómo me gustaría conocer a este caballero".
El Jefe me preguntó "¿A quién se refiere, su Majestad?". Y yo le mostré el blog y le dije, "A Bugman, cómo me gustaría conocer a Bugman".

El Rey Harald hizo una pausa. Yo me quedé en silencio. Creo que estaba esperando que yo lo animara a continuar, que dijera algo como "¿Y entonces?". Pero no lo hice. Al rato, un poco desilusionado, siguió solito:

-Usted sabe que el noruego es un idioma muy eficiente. Utilizamos pocas palabras, todo se basa en el tono y la inflexión.

Otra vez se quedó esperando, y yo nada.

-Ehhh..bueno...-siguió-. Resulta que la frase "Como me gustaría conocer a Bugman" y la frase "Mediante el ardid de hacerse pasar por técnicos de reparaciones de una empresa proveedora de Internet por banda ancha y tomando la precaución de comprobar que efectivamente existe una falla en el servicio, irrumpan con una unidad de comandos en el domicilio de Bugman, aprésenlo y tráiganlo ante mí independientemente de sus deseos" suenan casi exactamente igual en mi idioma.

Protesté. No podía ser. Claro que para mí podía sonar igual, pero yo no era noruego. Cualquier descendiente de vikingos notaría la diferencia en el tono, la inflexión o lo que fuere.

-Normalmente sí...-Harald V arrastraba las palabras, miraba la punta de sus zapatos, se estaba poniendo todo colorado. Me pareció que estaba a punto de confesar algo terrible.

-Normalmente sí, -continuó-pero yo...caramba, cómo me cuesta decir esto...yo...

-¿Qué, qué QUE?-dije casi gritando y olvidando todo protocolo que de todas maneras nunca había recordado.

-Yo estaba hablando con la boca llena. Estaba comiendo un kaffebrød. Es imperdonable. Lo sé. Le pido disculpas.

No supe qué decir. Aparentemente se estaba disculpando más por haber faltado a una norma de urbanidad que por haberme secuestrado. En el fondo, sonaba coherente. Yo ya sabía que los noruegos están majaretas.

El Rey empezó a levantarse de su asiento, mientra decía que le hubiera gustado conocerme en otras circunstancias, y que me enviarían a mi casa de inmediato y "buscarían una forma de compensar cualquier molestia que yo hubiera podido sufrir".

Me agarré de esta última frase como un náufrago a una madera flotante.
Le dije:

-Estoy dispuesto a disculpar y olvidar todo este incidente con una condición.

El Rey me miró asombrado, porque también era novedoso para él que le impusieran condiciones. Pero me dejó hablar, aunque más no fuera por curiosidad.

-Quiero que admita públicamente que los noruegos son una raza tecnológicamente avanzada, que dirigen el mundo desde las sombras y que los OVNIS no son más que sus propias naves de transporte.

Me miró seriamente. Por un momento pensé que esta vez sí iba a llamar a los guardias. Pero de pronto, sonrió. Y después, lanzó una carcajada.

-¡Jor, jor, jor jor!¡Ese es el Bugman que queremos!¡Jor, jor, jor! ¡Por favor, siga escribiendo! ¡Jor, jor, jor!- El sonido de su risa se mezclaba con el tintineo de las múltiples condecoraciones que le colgaban del pecho.

Y después salió a la terraza de mi celda, se subió a la baranda, me miró, y guiñándome un ojo, salió volando.

Lo último que recuerdo fue una especie de tumulto, entraron unas personas con uniformes todos apurados, atropellándose. Uno de ellos estaba descalzo, y tenía los pies raros. Su rostro me pareció familiar. ¿Rodríguez?. Creo que me desmayé.

Abrí los ojos en mi casa. Todo parece igual que cuando me fui. De hecho todo está exactamente igual. Casi se diría que nunca me fui. Empiezo a pensar que todo el incidente fue un sueño inducido por haber cenado guiso de lentejas con chorizo colorado. Por las dudas voy a tirar a la basura las sobras.
Pero al abrir la heladera, algo no está bien.

¿Cuándo compré yo cuarenta kilos de bacalao noruego?

Buenas noches.

jueves, 26 de julio de 2007

El síndrome de Oslo

Tengo un amigo que trabajó un tiempo en un local que hace fotocopias cerca de la Facultad de Psicología, lo cual lo califica para entender la mente humana como pocos. Me contó una vez que además de existir el llamado "síndrome de Estocolmo" (que es cuando alguien que es mantenido como rehén comienza a desarrollar lazos afectivos con sus captores) existe otra situación menos frecuente, y es que los secuestradores empiezan a cansarse de los prisioneros. Debe ser una casualidad, porque mi amigo llamó a esta manifestación el "síndrome de Oslo".

Esta vieja conversación vino a mi mente hoy porque vengo notando un ligero pero perceptible cambio de actitud en mis celadores.

En efecto, anoche una de las jovencitas masajistas llegó 10 minutos tarde, y hasta me dio la impresión que resoplaba mientras hacía su tarea, como si estuviera fastidiada o algo así. La otra se dejó su cepillo de dientes en el baño, y cuando se lo hice notar me contestó que no importaba, que total tendrían que venir otra vez. No me resulta fácil interpretar las inflexiones del español hablado con ese acento tan fuerte que tienen los noruegos, pero juraría que lo decía con un dejo de resignación.

Durante el almuerzo, cuando le comenté al camarero que las endivias no estaban suficientemente tiernas, juraría que miró al cielo antes de llevárselas.
Ya no me interrogan tan seguido, y de hecho hace un par de horas tuve que salir al pasillo a reclamar a grito pelado la presencia de alguien que viniera de una vez a prepararme el baño.

¿Será acaso un cambio de táctica, una complicada maniobra para doblegar mi espíritu?

Por otra parte, creo que los nórdicoss empiezan a sentir la presión de los reclamos de mis amables lectores, que incluso se ofrecen en masa para acompañarme en mis penurias. Me dijeron que no iban a traer a nadie más, que no había suficientes jovencitas para todos y que si las empezábamos a compartir después era todo un relajo. Que no abusara.

No me engañan. Tienen miedo.

Hoy me anunciaron que el Rey Harald V en persona va a venir a verme. Confieso que estoy un poco nervioso, he estado con presidentes, pero nunca con un Soberano Real. Lo que más se acerca es haber visto a Carlitos, el Rey de la Hamburguesa y el Panqueque de Villa Gessell trabajando en la cocina de su restaurante.

Pero no importa cuan ansioso me ponga su inminente visita, voy a cantarle cuatro verdades al jefe vikingo. Ya me va a escuchar.

Caramba, ya viene siendo hora de que vengan las chicas. ¿Es que ya nada funciona bien en esta cárcel de segunda?

Buenas noches.

martes, 24 de julio de 2007

Desde algún lugar de Noruega

Me permitieron escribir para decirles que me encuentro bien. Me están tratando con toda amabilidad y no estoy retenido en contra de mi voluntad... (muy bien, ya se fueron. Seguramente lo que sigue del mensaje será censurado y ustedes nunca lleguen a leerlo, pero vale la pena intentarlo).

Estoy en algún lugar de Noruega, porque desde la ventana puedo ver fiordos. Claro que podría ser otro país escandinavo, pero me inclino a pensar que ni Suecia ni Finlandia tienen nada en contra mío.

Me encuentro en una especie de complejo penitenciario de avanzada, al que por esas cuestiones irónicas del lenguaje aquí llaman "Hotel". Debajo del nombre vi seis estrellas, cuyo significado se me antoja macabro (¿tal vez la cantidad de prisioneros ejecutados esta semana?).

Mi celda debe tener unos 250 metros cuadrados, y posee instalaciones realmente espartanas. Apenas si cuenta con una suite con cama king-size, un salón de recepción, un escritorio, una sala de entretenimientos con pantalla de plasma de 50 pulgadas, un pequeño gimnasio con sala de masajes, un bar, un jacuzzi, una piscina con aguas termales, un comedor privado, un guardarropas, una biblioteca, dos baños, y una terraza con vista a los fiordos. Como verán, lo estrictamente necesario para sobrevivir.

Constantemente un esbirro entra a la celda y me interroga sin piedad:
¿Desea beber algo?
¿Tiene suficientes toallas?
¿Le gustaría otra almohada?
¿A qué hora desea cenar?
¿Vino tinto o blanco?
¿Le preparo el baño?
¿Cómo puedo hacer más agradable su estadía?
¿Cómo quiere su bistec?

Yo resisto valerosamente los interrogatorios, pero ellos no escatiman en métodos para quebrar mi voluntad.

Una terrible práctica a la que me someten diariamente es la siguiente: Vienen dos jovencitas pulposas y me desvisten completamente. Luego me llevan al gimnasio y me hacen acostar en una camilla. Allí me untan el cuerpo con un aceite tibio, y se dedican a frotarme con sus manos durante horas, hasta que siento que mis extremidades no responden y cuelgan como trapos viejos. A cada rato me dicen que me relaje, que estoy muy tenso. Cuando terminan, me tienen que cargar hasta la cama, tan demoledora es esta técnica. Normalmente caigo en un sueño profundo, y despierto bajo las sábanas con las dos jovencitas desnudas y abrazadas a mi pecho. No se cuánto tiempo más podré resistir antes de pedir clemencia.

Le pregunté al esbirro que me interroga cuándo podría irme, y me dijo muy sorprendido que yo era libre de marcharme en cuanto lo dispusiera, aunque eso los pondría muy tristes. Comprendí perfectamente, si trato de escapar me meten un tiro por la espalda y termino flotando entre los fiordos.

Curiosamente, cuando les dije que quería escribir en mi blog se pusieron contentos. De hecho me alentaron a hacerlo. Pero cuando les pregunté quién era el que había estado haciéndose pasar por mí (no se si se dieron cuenta, pero no fui yo el que estuve escribiendo y contestando comentarios recientemente), se miraron los zapatos, como avergonzados.

He visto que algunos de ustedes están organizando una especie de rescate. Me siento agradecido y emocionado, pero les recomiendo que abandonen sus planes. Estos tipos son realmente despiadados. Sin ir más lejos, hace cinco minutos les pedí un té Earl Gray y todavía no me lo trajeron. Cuánta crueldad.

Hoy quise saber por qué me hacen todo esto. Me contestaron "Oh, usted se lo merece, señor".

Tengo que dejarlos. Acaban de entrar a la habitación las dos señoritas a las que me refería anteriormente. Una trae una botella en la mano, y la otra tres copas. Oh, Dios, parece que es champagne. Me espera otra velada espantosa.

Buenas noches.









domingo, 22 de julio de 2007

Falsa alarma

Antes que nada agradezco las muestras de solidaridad que algunos de los amables lectores manifestaron en los comentarios del artículo anterior, y disculpo a los que salieron como rata por tirante, que no son tiempos estos para andar haciendo el héroe.

Luego de perder mi conexión de banda ancha a Internet y recibir aquel llamado misterioso que avisaba que el desperfecto había sido detectado y que me enviarían un técnico, decidí tomar mis precauciones y confirmar con mi proveedor si efectivamente ellos habían hecho la llamada. Me tranquilicé sobremanera cuando comprobé que la llamada era legítima, incluso para más seguridad me dijeron que cuando llegase el técnico los volviera a llamar para verificar su identidad. Así que aquí estoy, esperando a que...un momento, suena el timbre.

Qué raro, llegaron pero en vez de un técnico me mandaron cuatro. Está bien que hace frío, ¿pero no es un poco exagerado cubrirse toda la cara con pasamontañas?

Acabo de llamar al proveedor. No entiendo, me dicen que yo llamé hace media hora para cancelar la visita. Los tipos vienen subiendo. ¡Mierda! ¿Justo ahora se corta la luz? Menos mal que me queda batería en la notebook...¿qué es eso?¿Me acaban de tirar una lata por la ventana?¿Le sale humo, o me parece? ¡Cof-cof! Estoy un poco mareado...¡Dejen de golpear, ya les abro! ¡Oigan, qué es eso de entrar derribando la puerta! Les voy a cobrar...¡No puede ser! ¿Rodríguez? Está descalzo...pero qué pies tan raros...parece como si fuera un palmípedo...¡cof-cof! ¡Oh, Dios...es una...!
......
......
......

¡Broma!¡Jor-jor-jor! ¡A Bugman-nosotros les gusta mucha hacer bromas para entretener amables lectoros! ¡Jor-jor-jor-jor!
¡No hay conspiración de Armada con Noruega, que Bugman-yo nunca trabajó en secreto proyecto, ni conocemos a Capitán Rodríguez que nunca existe!

¡Jor-jor-jor-jor! Mucho divertición que amables lectoros se creyeron historia graciosa inventada por Bugman-nosotros.

Noruegos es pacífico pueblo avanzado que vive en paz en hermoso país que su nuestro Rey Harald V que es bondadoso y amado líder. Noruega tiene bellos paisajes que ustedes lectoros de Bugman-nosotros nunca deben visitar, porque noruegos no molestan pero no gustan de molestarse con gente que hace mucho preguntas indiscretas o cuenta cosos que nunca son de verdad.
¡Jor-jor-jor! ¡Lamentamos nosotros-Bugman haber engañado amables lectoros pero solo es broma gracioso!

Ahora debo nosotros-Bugman dejar lectoros porque voy a cenar mi lutefisk, que mucho gusta a gente de país y es normal que todos cenemos este comida sabrosa.

God natt, digo-decimos nosotros-Bugman buenas noches.

Tekst oversatt av Norsk Oversetteren 3.5 beta. Versjon uregistrert.

viernes, 20 de julio de 2007

Les dije, les dije...

Gracias a Emeefe y en mayor medida a la Ponja, ahora si ustedes buscan con Google "trabajo secreto en la Armada", aparezco entre las primeras posiciones. Ya sabía yo que esto de contarles mis secretos no podía resultar en nada bueno.
Acto seguido mi conexión a Internet de banda ancha dejó de funcionar. Está bien,puede ser una casualidad. Pero sospechosamente, antes de llamar al Servicio Técnico recibí una llamada de ellos. Vamos, desde cuándo los proveedores de Internet cuidan tanto a sus clientes que monitorean constantemente sus conexiones y cuando ven que algo anda mal los llaman para avisarles que les van a enviar un técnico para solucionar el inconveniente?. El hecho de que yo empiece a manifestar todos los síntomas de la paranoia no significa que no me estén vigilando.

Por si acaso, aprovecho para despedirme de todos ustedes, fue un placer haberlos tenido como amables lectores. (Si no doy señales de vida en las próximas semanas, les sugiero a los más combativos organizar demostraciones frente a la embajada noruega).

Ahora me voy a conectar vía dial-up (sí, eso del teléfono y el modem que hace ruiditos) y voy a subir este post.

Buenas noches.

domingo, 15 de julio de 2007

¿Qué hacías en la Armada, papá?

Si los estimados lectores se sorprendieron aquella vez que les conté de mi incursión en el arte teatral, tal vez también les guste saber que en una época fui contratado por la Armada de mi país para trabajar en el área de Investigación y Desarrollo.
¿Pero qué es lo que yo hacía exactamente?
Resulta que no puedo contárselos sin que me metan a la cárcel, o algo peor.

Tengo un amigo un poco mayor que yo que es Licenciado en Física. Por aquellos años, él dirigía un laboratorio de la Armada dedicado a la investigación.
Como yo estaba buscando trabajo y se había abierto una vacante, me invitó a trabajar con su equipo de profesionales y técnicos.
Acepté encantado, tener de jefe a un amigo siempre es ventajoso y además todo el asunto de Investigación y Desarrollo me parecía de lo más interesante.
Para ingresar a ese puesto, tenía que completar previamente unos trámites en el Comando en Jefe de la Armada. Y allí me dirigí un día, muy tempranito como les gusta a los militares.

Entrar al edificio no fue gran cosa, llené un papelito donde decía a qué iba, dejé un documento y me dieron una credencial que tenía que exhibir colgada del saco, más o menos como en cualquier empresa moderna. En la recepción me dijeron algo así como "Vaya al cuarto piso, oficina 35 y pregunte por el Capitán Rodríguez" (los nombres y algunos detalles en este relato han sido alterados para proteger a los involucrados).

Subí entonces al cuarto piso, y busqué la oficina 35, que pensé que tendría un cartelito como "Oficina de Personal", o "Recursos Humanos". Pero no. La puerta de la oficina 35 rezaba "Servicio de Contrainteligencia Naval". Un poco tímidamente, pensando que los de la entrada me habían mandado a cualquier lado, golpeé y de adentro me contestaron "Adelante". Pasé y pregunté, medio como disculpándome, por el Capitán Rodríguez esperando que me mandaran a otra parte con el ceño fruncido. Para mi sorpresa, el único ocupante de la oficina era el mismísimo Rodríguez, que estaba completamente enterado de quién era yo y para qué iba. De hecho, estaba mejor informado que yo, que no tenía muy claro en qué consistía el trámite que iba a hacer.

Rodríguez era un oficial llamativamente amable, y me explicó que para incorporarme a la Armada como Investigador Científico tenía que llenar unos formularios que tenían que ser analizados por su Departamento, que como yo ya había adivinado, era Contrainteligencia.

Ante mi cara inexpresiva y mi completa mudez, el amable Rodríguez continuó explicándome las responsabilidades de su área, que en pocas palabras consistía en evitar que lo chicos malos descubieran qué era lo que hacíamos en los laboratorios.

Yo estaba entre divertido e incrédulo, pero me cuidé de demostrarlo ante un tipo que estaba entrenado para sospechar de todos, así que le dije que me diera el dichoso formulario para completarlo y terminar con el asunto.

Rodríguez me dijo que me lo llevara y lo trajera en un par de días, porque no era muy probable que yo llevara conmigo toda la información para hacerlo ahí mismo, y acto seguido me entregó algo que parecía un libro. Lo revisé someramente, y era una serie de unas 200 preguntas o más, que debían contestarse con datos sobre mí, mis antepasados hasta varias generaciones, mis amistades, mis relaciones, mis actividades e intereses. Creo que hasta el día de hoy no existe en lugar alguno otro documento que tenga tanta información sobre mi persona, toda junta.

Así fue que me llevé el grueso cuestionario y luego de intensas pesquisas familiares donde incluso me enteré de cosas que no sabía, pude volver a ver al amable Capitán que me citó para el otro día a fin de terminar el proceso.

Aparentemente los de Contrainteligencia no encontraron mancha alguna en mi expediente, porque al día siguiente Rodríguez me dijo con una sonrisa que no había problema, que yo era "propia tropa", lo que en la jerga militar quiere decir que yo era digno de confianza.
Entonces el Capitán me alcanzó un contrato que yo debía firmar, que en una de sus cláusulas decía algo parecido a que bajo la ley nosecuántos de Secreto Militar, yo no estaba autorizado a revelar detalle alguno de mis actividades a personas ajenas a la Armada, so pena de ser declarado traidor y ser sometido a juicio sumario y afrentar penas de cárcel y hasta fusilamiento (de verdad).

Me quedé de una pieza.

Pregunté si podía decirle a mis padres lo que estaba haciendo, y Rodríguez me dijo que mejor no. A mis amigos tampoco. ¿A mi novia?. El Capitán pareció preocupado y me preguntó si tenía novia y por qué no lo había mencionado en el cuestionario. "No, no tengo ahora, pero qué se yo, a lo mejor en unas semanas...", empecé a balbucear, y Rodríguez terminó con mis dudas de raíz, diciéndome "Mire, no le diga a nadie, para evitarse problemas".

Le pregunté si esa cláusula tenía excepciones. No, no las tenía. Ni siquiera un Juez podía obligarme a describir mi trabajo. Solamente un Decreto del Presidente me podía liberar del secreto. Y estaba (estoy) obligado a cumplir ese inciso del contrato por el resto de mi vida.

Ya siendo yo un flamante miembro del personal científico de la Armada, mi amigo y jefe lo primero que hizo fue darme las llaves del laboratorio debido a que los jefes solían llegar tarde y no quería que yo tuviera que vagar por los pasillos esperándolos.

Así que en mi segundo día llegúe temprano a mi lugar de trabajo (cuya ubicación me impiden revelar), abrí con mis llaves y mientras esperaba a que llegaran los demás empecé a preparar café (esperen, no estoy seguro de que pueda decirles eso, por favor hagan de cuenta que no se los dije por favor, no quiero tener que tomar medidas drásticas en vuestra contra) y como estaba aburrido tomé una carpeta que tenía un enorme rótulo que decía "SECRETO" y me puse a hojearla.

El destino quiso que a través de la puerta abierta del laboratorio en ese preciso momento se asomara el mismísimo Capitán Rodríguez, que se me quedó mirando como quien ve a una cebra tocando el violín. Yo le dije "Buenos días, Capitán", porque mis padres me enseñaron que hay que saludar siempre a cualquiera que veamos asomado a la puerta de un laboratorio secreto de la Armada si es que nosotros estamos adentro revisando materiales clasificados (si, mis padres me impartieron una educación sumamente específica y detallada).
Rodríguez murmuró un saludo y me preguntó qué estaba haciendo ahí.
"Es que trabajo aquí", respondí.
"¿Y cómo entró al laboratorio?", quiso saber el oficial de Contrainteligencia Naval.
"Tengo la llave", dije sonriendo.
Rodríguez se limitó a decir "Ah". Y se fue.
Nunca más lo volvi a ver.

Mi contrato con la Armada terminó unos meses después y debido a restricciones de presupuesto nunca fue renovado.

Este breve paso por el fascinante mundo de la investigación científica de las fuerzas armadas figura escuetamente en mi currículum vitae, y en numerosas entevistas de trabajo he disfrutado hasta lo indecible viendo la cara del entrevistador cuando yo le comunicaba que no podía revelarle los detalles de mi trabajo. "Lo siento, eso es secreto militar".

Y confieso que en más de una oportunidad mencioné el tema para hacerme el misterioso ante las damas.

Me pregunto qué diría el amable Rodríguez si lo supiera.

Buenas noches.

(Aclaración: la fotografía que acompaña este artículo es de carácter ilustrativo y no tiene nada que ver con mis actividades pasadas. Y si tuviera, no se los diría.)

martes, 10 de julio de 2007

S


Severiano Sánchez es sospechoso de sustracción de sábanas de la sedería de Susana Solórzano.

Su Señoría, el severo Suárez Santillán, ha sopesado sesudamente los sucesos del saqueo sin sentir simpatía por Sánchez, que se somete a su sapiencia sin siquiera suspirar.

Sobre el susodicho Sánchez sobran las sospechas. Las sábanas no se secuestran, no sabe su Señoría si Sánchez las seccionó o las suprimió.

Susana Solórzano señala a Sánchez. Sostiene que sin socios ni secuaces, Sánchez se situó sobre la sección de saldos de la sedería y sin sonrojarse simplemente sustrajo las sábanas.
De seda.

Su Señoría no suele sentenciar con sustento en sospechas.
-¿Sánchez, y las sábanas?
Sánchez ni suspira, no sabe, o simula no saber.
La sesión se sucede soporífera, sin sorpresas.
-¡Las sábanas, Sanchez!
Sánchez sonríe en silencio, sin sudar siquiera.

Su Señoría sufre la situación, soliviantado. Sólo con sospechas no se sostiene la sentencia.
La suerte de Sánchez no será ser sentenciado a seis semanas de sombra, lo sabe su Señoría, lo sabe Sánchez y lo sospecha Susana Solórzano.

Sánchez es sobreseído.

Se suspende la sesión. Salen Señorías, secretarios, Susana Solórzano y Sánchez, solitario y sereno.

Sale Sánchez con su sorprendente saco de seda.

"Salames", susurra Sánchez, secreto sastre . Y sonríe.

jueves, 5 de julio de 2007

D.O.L.A.P.E. Propuesta 2


El año pasado lanzamos el D.O.L.A.P.E. (Demócratas Organizados Liberales Alopécicos Populares Eclécticos ).

Hace unas semanas pusimos a consideración del público la Propuesta 1.

Continuando con nuestra campaña presentamos ahora la Propuesta 2.






Propuesta 2 del D.O.L.A.P.E.

Una de nuestras citas preferidas, atribuida algunas veces a Raymond E. Feist y otras a Nick Diamos es aquella que dice "Nunca atribuyas a la maldad lo que puede explicarse por la estupidez".
Otra cita de parecido tenor, cuyo autor en este momento se nos escapa reza: "Cuídate de los estúpidos antes que de los malvados, porque los malvados se toman su tiempo, pero los estúpidos no descansan jamás"

Defendemos apasionadamente el sagrado derecho de los individuos a comportarse estúpidamente en ocasiones, pero únicamente cuando sus estupideces no afectan a terceros.

Pensamos en cambio que el que comete tonterías en perjuicio de sus semejantes, debe ser pasible de algún tipo de sanción proporcional al daño causado. Muchas de las torpezas que puede ejercer un ciudadano están tipificadas como delitos por los códigos correspondientes, y sin embargo la gente que es atrapada y algunas veces castigada por estas conductas suele reincidir. Tampoco parece servir como ejemplo para el resto de las personas la punición de estas acciones, por el contrario, por cada estúpido condenado, aparecen diez más dando rienda suelta a su estulticia.

Es por eso que proponemos crear el impuestúpido o idiotax, que como su nombre indica, es un impuesto al estúpido.

Nos apresuramos en aclarar que el objeto de este gravamen no será aumentar la recaudación fiscal, sino desalentar la alarmante tendencia de la población a volverse cada vez más tonta. Por eso lo que se deba depositar en concepto de idiotax podrá ser descontado de otros impuestos (con ciertos límites que se explicarán más adelante).

El valor del impuesto será determinado por un coeficiente individual, el CIE (Coeficiente Individual de Estupidez), que servirá de base de cálculo para el gravamen.
Todos los ciudadanos comenzarán con un CIE determinado por su potencial para causar daño a sus congéneres mediante el ejercicio de su propia estupidez.
Así, un individuo privado cuyas ocupaciones no sean peligrosas para el público en general tendrá un CIE de 0.1, mientras que los funcionarios públicos partirán de un coeficiente de 0.2. Los conductores de programas de TV serán objeto de una supervisión especial, dada la tendencia estupidizante que poseen, y tendrán un CIE base de 0.3. Todas las profesiones serán categorizadas para asignarles un CIE mínimo.

No albergamos expectativas exageradas con respecto a la raza humana, nadie tendrá nunca un coeficiente nulo (en otras palabras, nadie está totalmente libre de estupidez).

El CIE se irá actualizando de acuerdo con la cantidad de estupideces registradas. Por ejemplo, conducir borracho será considerado una estupidez mayúscula, y modificará el coeficiente en al menos 0.3. Así, un funcionario público atrapado en el acto de conducir bajo los efectos del alcohol o las drogas sin antecedentes estúpidos subirá su CIE de 0.2 a 0.5, lo cual lo pondrá auntomáticamente en la categoría de ciudadano inviable o medio estúpido, y tendrá serias consecuencias, la primera de ellas la inhabilitación para ejercer cargos en el Estado.
Además quien tuviere CIE de 0.5 o superior perderá el beneficio de deducir el idiotax de otros impuestos, y tendrá que hacerlo efectivo.

Las personas tendrán que cuidarse de ejercer alegremente su majadería, ya que el CIE será tenido en cuenta en casi todos los aspectos de su vida: ningún empleador querrá contratar a alguien con CIE de, digamos 0.7. (Si le tiene sin cuidado el aspecto laboral porque su padre es rico, tenga en cuenta que cuando se generalice su uso el CIE será incluso un factor determinante en el momento de elegir pareja).
Asimismo las empresas podrán a su criterio premiar a los empleados que logren bajar su CIE.

Creemos de todas maneras que quienes hayan cometido estupideces aunque fueran de grueso calibre siempre pueden regenerarse. Es por eso que el CIE de cualquier ciudadano podrá disminuir mediante el simple hecho de no conducirse estúpidamente durante un período fiscal, a razón de 0.2 por período.

Los sujetos que alcancen un CIE de 1.0 o más serán declarados peligrosamente estúpidos, y se los confinará en donde no puedan poner en peligro su vida y las de los que los rodean. (Es posible que esta medida sea redundante, alguien capaz de cometer tantas estupideces muy probablemente ya esté encerrado en una cárcel o en un manicomio).

El promedio de todos los CIE de todos los ciudadanos conformará el Coeficiente Nacional de Estupidez (CNE), que se convertirá en un indicador muy valioso. Será entonces un logro impresionante para cualquier Gobierno el poder anunciar que gracias a su administración el país "es un 12% menos estúpido que antes".

Sabemos que la implemetación del idiotax deberá enfrentar toda clase de resistencias (probablemente de parte de gente estúpida) pero estamos convencidos de que un país con menos estúpidos es definitivamente un país mejor.

Esta es apenas la segunda propuesta que el D.O.L.A.P.E. tiene para mejorar la vida de todos de una forma tan innovadora que usted se quedará perplejo preguntándose cómo fue que a nadie se le había ocurrido antes.
Recuerde, estamos pelados porque pensamos con muchísima fuerza. Pensamos en usted.

D.O.L.A.P.E.
Ni un pelo de zonzos.

Buenas noches.

domingo, 1 de julio de 2007

Jueguito

Hace unos días con unos amigos nos pusimos a recordar títulos de películas que contuvieran números (uno, dos, tres) u ordinales (primero, segundo tercero) a fin de hacer una lista para ver hasta donde podíamos llegar. Sí, así nos las gastamos nosotros, somos el alma de las fiestas.
Obtuvimos algo como esto:

Un plan simple.
Doña Flor y sus dos maridos.
Los tres mosqueteros.
Los cuatro fantásticos.
El quinto elemento.
Sexto sentido.
Los siete samurais.
Ocho y medio.
La novena puerta.
Los diez mandamientos.
Farenheit 9/11.
Los doce del patíbulo.
Trece guerreros.

Y ahí nos quedamos, no encontramos películas con 14 (con 15 y con 16, sí, pero la idea es que no queden huecos).
A ver si algún lector se anima a seguir la lista. Vale cualquier película, pero nada de inventos. Si es medio rara, hay que nombrar el año y la nacionalidad, por lo menos.

Buenas noches.

ACTUALIZACION: gracias a la colaboración desinteresada de los amables lectores, continuamos:

Paciente 14 (gracias Gabriela) o 11:14 (gracias Alice y Ponja)
15 minutos.
16 calles. (gracias Garfio)
Número 17 (gracias Garfio)
Tres solteros y un biberón, 18 años después. (más gracias Garfio)
Barrio 19. (otra vez Garfio, aunque esta la ponemos en suspenso, documentales hay muchos y preferimos películas comerciales).
20 centímetros. (y vamos Garfio, todavía)
21 gramos.
22 arcanos.
(película argentina)
Salmo
23. (gracias Oscar)
24 (película basada en la serie de TV, a estrenar en 2009)
La hora 25 0 25 watts. (gracias Gentleman)
F26: estamos en todas partes. (¿película mexicana?)
Zona de silencio: paralelo 27. (¿otra película de México?)
28 días.

Bueno, por ahora tenemos estas. ¡A ver si llegamos a 50!

ACTUALIZACION:

Track 29. (gracias Norberto) o 29 Palms (gracias Angie)
30 segundos para morir. (gracias Angie) 0 Cosas que hacer antes de los 30 (gracias Garfio)
Kilómetro 31 (gracias Garfio y Cacho , que me da cosa decirle "Dios")
Ruta 32 (México, 2006)
La pistola desnuda 33 1/2 , el insulto final. (gracias Garfio y Angie)
Milagro en la calle 34 (gracias Alice y Carpo)
35 millones de españoles (IMDB dice que existe y es una película española de 1975)
36 horas (gracias Carpo)
2:37 (Australia, 2006, otra vez IMDB)
Calibre 38 (gracias Carpo)
Los 39 escalones (gracias Blogbis y Carpo)
Virgen a los 40 (otra vez gracias Carpo)

Bueno, ya faltan diez, me puse a buscar en IMDB, ya no me importa nada.

41 el hombre perfecto. (comedia mexicana de 1982, con Jorge Mas y Marta Rangel ¿?)
Verano del 42. (gracias Alice)
La larga noche del 43. (Italia, 1960)
Calibre 44. (México, 1960)
Amor del calibre 45. (USA, 1994)
Código 46. (USA, 2003)
El tren de las 8:47. (España 1953)
48 horas (gracias Pitty)
Brigada 49 (USA, 2004, con John Travolta y Joaquin Phoenix)

Y finalmente...
Aunque en latinoamérica se llamó "Como si fuera la primera vez" en España tuvo un nombre que es la traducción literal del título original en inglés, que es "50 first dates", y ya me cansé de buscar y ya viene siendo hora de terminar con esto de manera que la doy por válida:

50 primeras citas.

Ya está. Finito. The end. Misión cumplida, gracias a todos por colaborar. Me voy silbando bajito y a paso de murga.
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