jueves, 24 de marzo de 2011

Sociales


Como todos los años, el ampliamente desconocido blogger Bugman parte en viaje de negocios hacia Las Vegas, haciendo en esta oportunidad una breve parada en Miami para hacer más negocios todavía.
Desde la escalerilla del avión, declaró: "Aquellos que me envidian porque viajo deberían saber lo extenuante que es un viaje de negocios. Que cenar con este cliente, que almorzar con el otro, que asistir a un espectáculo con el de más allá, que participar de una orgía con el de acullá. Es un trabajo duro, pero acepto lo que me ha tocado sin quejarme". Dicho esto, se bajó de la escalerilla porque en realidad no era la del avión sino la del pintor que estaba haciendo mantenimiento al techo de la sala de embarque.

Buenas noches.

domingo, 13 de marzo de 2011

Hombre de pocas luces

Para llevar a un hombre moderno a la desesperación y la locura, no hace falta aplicar sofisticadas técnicas de guerra psicológica. Alcanza con cortarle el suministro eléctrico.


Viernes, 20:30. Llego a casa. No hay ni una luz encendida, pero el auto de mi mujer está en el garage. Eso no es normal, mi mujer cree que la luz está para encenderla. Algo sucede. Algo malísimo, seguramente. Cautelosamente ingreso a mi domicilio por la puerta trasera. No enciendo la luz para no llamar la atención de un posible delincuente. Se escucha una voz femenina. Alguien se acerca. Me quedo inmóvil y agazapado para tener la ventaja del factor sorpresa.

Viernes, 20:35. El grito rasga la oscuridad como un cuchillo oxidado. Tengo que cubrirme la cabeza con los brazos para detener la lluvia de golpes que me dispensa mi mujer, a la que he sorprendido y asustado involuntariamente con mi táctica de guerrero sigiloso. Espero a que se calme mientras escucho una serie de improperios que harían ruborizar a un cosaco.

Viernes, 20:45. Rápidamente me pongo al tanto de la situación. Se cortó la luz. No me di cuenta porque la casa del vecino está iluminada a pleno, debe ser ese asunto de las fases, a mí siempre me toca la fase desfasada.

Viernes, 20:50. Acabo de recordar que en casa tenemos ese invento infernal que es la bomba hidroneumática. Esto significa que no hay tanque de reserva de agua. No es que si el corte dura muchas horas me quedo sin agua, es que me quedo sin agua desde el primer segundo. Reflexiono desde el baño si conviene tirar la cadena y perder la última carga del inodoro, o acumular el producto de varias visitas para optimizar recursos. Cuando salgo del excusado, enseguida entra mi mujer, me imputa cierta afinidad porcina y procede a descargar el depósito, sin darme tiempo a explicar nada.

Viernes, 21:00. Seguimos sin luz. Pedimos empanadas. Comemos en la galería, porque adentro de la casa hay unos 38 grados. Afuera, además, aprovechamos la luz secundaria que proviene de vecinos más afortunados. Me hago experto en reconocer repulgues al tacto.

Viernes, 21:20. Seguimos sin luz. Los mosquitos vienen a cenar y no trajeron nada. Soporto valerosamente las pequeñas transfusiones a las que me veo sometido hasta que bostezo y como efecto colateral ingiero un ejemplar bastante robusto (y ligeramente salado) de díptero hematófago. Tosiendo y protestando, me meto en la casa.
Antes de dormir voy a ver un poco de tele...ah, no.,claro. Bueno, me voy aponer al día con el mail...no, por supuesto que no. Mejor me voy a bañar y...no. Nada, me voy a dormir.

Viernes, 21:45. Seguimos sin luz. Nos vamos a acostar sin bañarnos aunque al  menos nos lavamos los dientes con agua mineral. La habitación parece un baño sauna, pero sin señoritas suecas en toalla.

Viernes, 22:00. Seguimos sin luz. Los mosquitos no quieren dormir, nosotros sí. Este conflicto de intereses se prolonga por varias horas. El "scratch-scratch" de las rascaduras se mezcla con el "plaf" de las cachetadas autoinflingidas. Mejor enciendo el aire acondic...ah, claro.

Sábado, 01:00. Segimos sin luz. Continúa la lucha. Seguimos perdiendo.

Sábado, 02:00. Seguimos sin luz.Los mosquitos están tan llenos de nuestra sangre que ya no vuelan. Trotan. Me levanto para ir al baño y refrescarme un poco con la du...ah, claro.

Sábado , 04:00. Seguimos sin luz. Medio cocido en mi propio jugo. Los mosquitos ya no vuelan ni trotan. Patinan sobre mi calva resbalosa.

Sábado, 07:00. Seguimos sin luz. Es inútil simular que dormimos. Nos levantamos y nos vestimos con la misma ropa de ayer. Por aquí y por allá se ven mosquitos durmiendo la mona.

Sábado, 07:30. Seguimos sin luz. Mi mujer empieza a llamar a la compañía eléctrica. Le contesta un serie de máquinas. No hay humanos trabajando en la compañía de luz. 

Sábado, 07:35. Seguimos sin luz. Voy a leer los diarios por Intern...ah, no, claro. 

Sábado, 08:00. Seguimos sin luz. Mi mujer se va a visitar a un familiar. Yo prefiero quedarme para hacer unos trabajos que tengo atrasados. Enciendo la notebook y descubro que la batería está al 30%. Me apuro a revisar unos datos inconsistentes de una...maldición. Tal vez deba aprovechar para leer un poco.

Sábado, 09:00. Seguimos sin luz. Por primera vez en varias horas, estoy casi contento, disfrutando de la lectura en mi e-reader bajo la sombra de la galería. Los pájaros cantan, no hace tanto calor. 

Sábado, 09:30. Seguimos sin luz. Suena el celular. Un cliente tiene un problema que podría solucionarle con cinco minutos de conexión remota. En vez de eso, tengo que darle indicaciones paso a paso para que solucione su problema él mismo. En tiempo y frustración, la operación resulta equivalente a darle instrucciones en alemán a un campesino norcoreano para que desarme el carburador de un automóvil Fiat. Si  el campesino norcoreano fuera sordo. Y el automóvil estuviera incrustado en granito basáltico.

Sábado, 10:45. Seguimos sin luz. La operación Fiat-norcorea continúa, pero el celular comienza a hacer simpáticos ruiditos recordándome que funciona a batería y está a punto de agotarse. Corro hasta el automóvil y conecto el aparato al cargador de auto. Todo mientras sigo dirigiendo al campesino. En el garage no hay buena señal, se escucha todo entrecortado. No importa, igual el campesino es sordo.

Sábado, 11:10. Seguimos sin luz. Terminó la llamada. Pero la batería del  celular apenas si ha empezado a cargarse. No puedo desconectarlo del cargador y no debo alejarme mucho porque no lo escucharía si sonara. Decido traerme el e-reader al auto y seguir leyendo ahí.

Sábado. 11:45. Seguimos sin luz. Un poco menos cómodo que antes, pero disfrutando de la lectura. Tampoco está tan mal. De vez en cuando envío un mensaje de texto a la compañía de luz, y me contestan con otro mensaje que dice más o menos "Estamos en eso, no sabemos cuándo lo vamos a arreglar, pero estamos en eso".

Sábado, 13:00. Seguimos sin luz. Me despierto sobresaltado. Me quedé dormido en el auto. Tengo hambre. el teléfono muestra un 60% de carga, debería bastar por unas horas. Voy a la cocina, abro la heladera que gotea y emite aromas bastante potentes. Agarro dos empanadas de ayer y me sirvo un vaso de Coca Light tibia. Mientras masco mi frugal almuerzo, me consuelo pensando que al menos no tuve que cazar lo que estoy comiendo.

Sábado, 14:00. Seguimos sin luz. Estoy sentado en la galería leyendo. El cielo se está poniendo un poco negro. Se levanta un poco el viento. La batería del e-reader se agota. Suspiro.

Sábado, 14:30. Seguimos sin luz. Estoy sentado en la galería mirando la nada. Llueve.

Sábado, 15:00. Seguimos sin luz. Estoy sentado en la galería mirando la nada. Llueve.

Sábado, 15:30. Seguimos sin luz. Estoy sentado en la galería mirando la nada. Llueve. Hay una gotera. 

Sábado, 16:00. Seguimos sin luz. Estoy sentado en la galería mirando la nada. Llueve. Mejor me voy a dormir la siesta.

Sábado, 17:00. Seguimos sin luz. me levanto de la siesta. Qué aburrido estoy. Me pongo a jugar con el teléfono. 

Sábado, 17:30. Seguimos sin luz. Otro llamado, otro problema que sería fácil de resolver vía conexión remota, otro campesino, pero ahora australiano y en vez de desarmar el carburador de un Fiat el asunto parece más la operación a corazón abierto de un avestruz. Que estuviera en otro edificio. En Bucaramanga.

Sábado, 18:30. Seguimos sin luz. Terminó la operación, el avestruz se salvó pero probablemente nunca vuelva a poner huevos.La batería del teléfono empieza a pedir que la alimente otra vez. 

Sábado, 19:00. Seguimos sin luz. Sentado en el auto, cargando el celular . Enciendo la radio, cómo no me di cuenta antes. ¿Qué me había dicho el mecánico de la batería...? 

Sábado, 19:30. Seguimos sin luz. Se me está haciendo largo el día. Pongo en marcha el auto, por las dudas. Mientras escucho la radio y juego al sudoku en el telefonito. Si se me llega a acabar el combustible, y luego la batería del auto, y después la del teléfono, ya tengo decidido lo que voy a hacer. Me voy a sentar en el piso a esperar que llegue la muerte.

Sábado, 20:00. ¡Volvió la luz! Se escuchan todos los ruiditos de los dispositivos electrónicos volviendo a la vida, el contestador automático del teléfono que reclama ser programado nuevamente, el dulce ronroneo de la bomba hidroneumática, el gorgoteo del agua por las cañerías. Todo renace, la civilización se despliega en todo su esplendor, el confort aparece, el humor mejora.

Sábado, 20:30. Puf, no hay nada en la tele.


Buenas noches.

jueves, 3 de marzo de 2011

Teléfonos celulares son los de ahora




Como venía diciendo, me compré un teléfono celular de esos nuevos y llenos de cosas.






Y caramba, cómo me ha cambiado la vida. Mis días de dueño de un teléfono móvil apenas funcional se me antojan lejanos y borrosos, y soportables únicamente por el hecho de no haber conocido de qué me estaba perdiendo.

Ah, porque me perdía de mucho, en verdad. Es increíble que hasta hace poco yo pudiera discurrir por inciertos caminos sin la asistencia de un GPS (Global Positioning System) con su voz femenina, españolísima y sensual diciéndome "a...los...trezientosh...metrosh jire a la derecha". Y yo siempre le hago caso, aunque a la derecha haya un pozo del tamaño de Australia, un piquete de matarifes o Godzilla bailando la tarantela. Porque vamos, no hay manera de que se equivoque, está hablando con satélites, ¿se dan cuenta? ¡con satélites!. 

Y el GPS es apenas uno de los múltiples firindulis que tengo en el teléfono, casi que está mal llamarlo teléfono, viene a ser como el cortaplumas suizo de los teléfonos. Tengo Internet, e-mail, ¡Twitter! Ahora puedo estar, digamos, en la terminal de ómnibus de Kapurthala, y  twittear :"Estoy en la terminal de ómnibus de Kapurthala". ¿No es maravilloso, además de imprescindible?

También tengo calculadora, agenda, cámara de fotos y video, una brújula (¡Una brújula!), linterna, todos elementos indispensables en caso de que uno se pierda en la terminal de ómnibus de Kapurthala, y tenga que tomar un taxi, decirle al taxista para dónde queda el sudeste, calcular el cambio para pagar la tarifa, buscar una monedita que se cayó debajo del asiento con ayuda de la linterna, anotar el gasto en la agenda, sacarse una foto y mandar un tweet diciendo "Tomando un taxi en la terminal de ómnibus de  Kapurthala".
Es cierto que para hacer algunas de esas cosas es necesario estar en una zona donde haya cobertura satelital, y también de celular. También es verdad que los minutos de red de datos necesarios para mandar una fotografía desde  Kapurthala deben costar unos siete mil dólares, pero el asunto no es que uno vaya a hacerlo, es que podría hacerlo. Claro, en caso de tener bien cargada la batería del teléfono, porque estos aparatos nuevos consumen mucha batería. Pero mucha. Hay que tener un cargador en la casa, otro en la oficina y otro en el auto. En realidad, no son  tan móviles, estos teléfonos.

Ah, pero uno sacrifica la ventaja de cargar las baterías una vez por semana a cambio de, sin ir más lejos, ¡poder jugar un sudoku! He sido sido completamente indiferente a la moda del sudoku, pero ahora ¡puedo ignorarlo en cualquier lugar y momento! 
Ahora en vez de mirar por la ventana para ver si llueve me fijo en mi superteléfono y veo un dibujito de una nube con gotitas y ya tengo toda la información que necesito. ¡Y sin mirar por la ventana!

Continuando con la lista de maravillas, tengo un lector de códigos de barras. O sea que apunto con la camarita del teléfono a una  etiqueta codificada y me muestra : "345FQ23-TT5690", y yo me encuentro al borde del orgasmo tecnológico. Vamos, ¿cuántas veces necesitamos saber lo que dice un código de barras? Constantemente, señores, constantemente.

También con la camarita puedo fotografiar una tarjeta de negocios, digamos la de Pedro Pérez, de Compañía Don Ernesto, teléfono 2341-3455 y un firinduli interpreta todos los datos y los guarda como contacto, evitándome la tediosa tarea de escribirlos en el tecladito de porquerí...digo, compacto, que trae el teléfono. Y tiene una precisión asombrosa, el contacto de Pedro Pérez queda almacenado como Pefro Pesstre, de la compañía Von En%felso, teléfono 234pl&3455. ¡Impresionante!.

Y los juegos...ah, los juegos...horas, horas de diversión me proporcionan los juegos, como ese de arrojar pajaritos con una honda a una serie de chanchitos que se refugian en estructuras de...bueno, es difícil de explicar, tendrían que verlo. Pero uno puede entretenerse por horas...siempre y cuando tenga un cargador a mano, por ese asuntito de la batería, claro.

Ah, qué placer encuentro en leer el diario on line en la pantalla de tres pulgadas, mientras tomo mi desayuno. Bueno, leo los títulos, porque el resto se pone un poco borroso, debe ser una estratregia de los diarios para que compremos la edición en papel. Claro que un dispositivo con una pantalla de tres pulgadas es necesariamente un poco más voluminoso que los arcaicos celulares de antaño (hace seis meses), pero tampoco es para tanto. Sí, también es un poco más pesado. Y es más delicado, de acuerdo. Y sí, la pantalla está frecuentemente en contacto con la oreja y con los dedos, así que está casi siempre pringosa y hay que limpiarla. Pero si les preocupa proteger al teléfono de golpes y rayaduras, le pueden poner una funda rígida como la que le puse yo, que lo hace parecer un robot industrial o algo que podría ser parte del equipo estándar de un marine en campaña. Bueno, sí ahora es aún más pesado y voluminoso, pero ¡puedo jugar sudoku!

Mi teléfono tiene el último sistema operativo, el que está de moda, el no va más en los sistemas operativos para telefonitos (Android), con lo cual tengo a mi disposición miles de aplicaciones y firindulis gratis. Planeo probarlos todos, desde el que instala un botón que al presionarlo hace ruidos de ventosidades hasta el que permite calcular el consumo de combustible (siempre y cuando uno ingrese cuántos kilómetros hizo y cuántos litros empleó en hacerlos).

Dejé para el final una sorpresa: ¡este artículo ha sido escrito íntegramente desde mi nuevo teléfono, con una aplicación de Blogger! ¿No es increíble? ¡Podría haberlo escrito desde la terminal de ómnibus de Kapurthala!
Es cierto que no lo publiqué directamente, lo dejé en borrador y después lo edité desde mi computadora de escritorio, porque los teclados del teléfono (el físico y el virtual de la pantallita táctil) son un poco problemáticos con los acentos, y el editor de la aplicación es algo simple y por ejemplo no puedo usar bastardilla, pero hubiera podido hacerlo. ¡Y jugar al sudoku! Si me quedaba suficiente carga de batería, claro.


Buenas noches

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