viernes, 27 de marzo de 2009

Sociales



Como ya es tradicional en esta época del año, parte con destino a Las Vegas, Nevada, el moderadamente célebre blogger Bugman.

Desde la escalerilla del avión, declaró: "Espero que los inciviles lectores no aprovechen  para organizar saraos, orgías, pachangas y banquetes , promover el caos y poner en peligro las bases mismas de la civilización occidental mientras estoy ausente". (Ausente de aquí, porque allá estará presente. Claro que aquí es también relativo, porque si usted está allá, para usted allá sera aquí, y entonces dirá, "pero si Bugman, que normalmente está allá, ahora está aquí". Bueno, allá usted. Salude a Bugman si lo ve. Dígale que aquí estaremos).

lunes, 23 de marzo de 2009

A ver si nos entendemos, caramba

En los años que llevo haciendo esto he recibido muchísimas muestras de afecto de los lectores, tanto públicas como privadas. También he recibido críticas, y uno que otro insulto, pero en proporciones minúsculas.
Me encuentro bajo la impresión de que la amplia mayoría de quienes me hacen el favor de perder algunos ratos leyendo lo que escribo entienden de qué va la cosa, y me resulta especialmente refrescante el ánimo juguetón y el ingenio que despliegan en sus comentarios.
Sin embargo de vez en cuando hay quien comete el inexplicable error de tomarme en serio, y se indigna. Naturalmente no me refiero a quienes conforman el egregio grupo de fieles seguidores, sino al lector ocasional que aterriza aquí desde quién sabe qué alturas y sin siquiera detenerse a recoger el paracaídas se erige en abanderado del buenismo y la corrección política para asignarme toda clase de horribles defectos y negarme las pequeñas virtudes que hasta ese momento yo había poseído sin molestar a nadie.
Hoy recibí cinco mensajes de correo electrónico que en distintos tonos y con lenguajes e intenciones que abarcan desde la dulzura más superficial hasta el rencor más venenoso me invitan a reflexionar (en el mejor de los casos) sobre la violencia familiar, las mujeres golpeadas y la mar en coche, todo a raíz del artículo anterior. (Que curiosamente no habla de mujeres golpeadas). Incluso se me acusa de ser un potencial golpeador. 
Entiendo perfectamente (como me han manifestado algunos comentaristas habituales) que la historia de Marita no sea del agrado de todos, que el tipo de humor negro que intento desplegar allí pueda resultar algo incómodo para la sensibilidad de algunas personas. Y está muy bien, no busco ni merezco el aplauso incondicinal y constante.
Pero me pregunto que clase de locura nos ha afectado, qué virus se ha metido en nuestros cerebros, qué error hemos cometido para que la estupidez y la superficialidad nos domine de tal manera que tengamos que pasteurizar todo lo que decimos y escribimos, para que el eufemismo sea el lenguaje universal, para que no podamos ejercer aunque sea una minúscula porción de inteligencia porque entonces, como hongos después de la lluvia surgen por todos lados los adalides del pensamiento mediano y estéril pidiendo la hoguera para el hereje que ha osado inclumplir los mandamientos no escritos de su religión de lobotomizados.
Me resulta particularmente triste que haya gente que crea que con solo llamar "persona con capacidades especiales" a quien sufre de alguna discapacidad mejora en algo su calidad de vida. Es estúpido, es de una estulticia casi perversa agarrarse de un artículo evidentemente  satírico para recitarle al autor todo el catecismo de la bondad impostada, del consenso blando y el sermón amorfo.

No soy ningún provocador, no  me divierto escandalizando a la gente, no me regodeo en la superstición inversa a la que denuncio. 

Pero si cuando apenas me desvío un milímetro de la senda de la chanza elegante y el humor de embajada me saltan al cuello los guardianes de la corrección, entonces estamos perdidos, y nos espera un mundo donde las personas seguirán siendo malvadas, miserables y deshonestas pero eso sí,  se expresarán únicamente con palabras bonitas. Sí, perderemos el humor, la ironía y el ingenio, pero qué importa, si a cambio obtenemos que nadie más se sienta ofendido, nunca.
Pido disculpas a los que acuden aquí en busca de un rato amable, de un módico entretenimiento, pero tenía que decir esto, hoy me insuflaron demasiado.

Pis y caca, el enmascarado no se entrega.


Buenas noches.


 

domingo, 22 de marzo de 2009

Ayer te ví, Marita

Justo cuando pensaba que tu ausencia no me dolía más, Marita. Justo cuando todas las heridas habían sanado (menos esa de la mano, que no deja de supurar, el médico dice que nunca vio nada igual, yo ya estoy un poco asustado, la verdad). Justo cuando el fantasma de tu recuerdo se había vuelto un poco más amable y se contentaba con pegarme dos o tres sopapos en lugar de molerme a palos como antes.

Justo ayer, Marita, te ví.

Estabas como siempre, rotunda, potente, pujante. Y empujante también, a juzgar por el viejito del bastón canadiense que salió eyectado cuando se cruzó en tu camino. Sí, era tu inconfundible figura la que avanzaba abriendo una brecha entre la multitud que circulaba en la estación de trenes. No pude verte la cara, pero ese bamboleo de hombros, esa cadencia un poco paquidérmica al caminar y la estela de daños que dejabas al pasar eran inconfundibles. 

Avancé como pude entre las gentes ansiosas que intentaban abordar el último tren del día.  Yo no tengo tu habilidad para desplazarme, y fui quedando cada vez más rezagado. Sonreí cuando subiste por la escalerilla y convenciste a los dos adolescentes que bloqueaban la puerta de que descendieran de la formación un poco confundidos y con un  par de piezas dentarias faltantes. 

Sonreí porque ahora puedo, porque el odontólogo ya terminó de ponerme todos los implantes. 
¿Sabes, Marita? Durante un tiempo pensé que arreglarme los dientes que tu amor un poco rudo había desalojado de mi boca era algo como una traición, como borrarse un tatuaje, como quemar las cartas, o romper las fotografías. Al final la razón se impone, Marita, y uno se convence de que los gestos románticos son inútiles, sobre todo cuando los restos de comida se amontonan en espacios interdentales inusualmente amplios y el mal aliento hace bizquear a la gente que se nos acerca.

Pero ayer te ví, y te grité, y no me escuchaste, y el tren se fue, y yo me quedé en el andén viéndote partir acompañando de dos jovencitos que escupían sangre y hablaban de tu madre.

Y pensé que sí, te había traicionado, había tratado de tapar tu recuerdo con prótesis dentales de porcelana y que no era digno de tu memoria y que me merecía este abandono, si no era capaz de llevar con dignidad las huellas de nuestra vida juntos.

Así que le dije a uno de los jovencitos algo sobre comerse alguna cosa, y al otro le dediqué un comentario que complementaba el anterior sobre entregar algo y los dos se pararon frente a mí, se miraron y después no me acuerdo de nada más.

Pero hoy al mirarme al espejo y ver (además de un ojo morado, unas marcas como de dientes en el brazo y una oreja que se dobla en un ángulo que no parece correcto) que mi ayer anodina y artificial sonrisa estaba ahora decorada con un negro agujero de ausencia justo donde el último implante debía haber estado, me sentí nuevamente en paz conmigo mismo. Triste, desesperado, asfixiado, patético, confundido, solo, deprimido, abandonado, enfermo y sin ganas de vivir, claro, pero en paz.

Porque no traicioné tu recuerdo Marita. 

Mañana, o cuando pueda caminar sin que el dolor me provoque náuseas, voy a ir a la estación y me voy a quedar a esperarte, Marita. Todo el día, toda la semana, todo el mes si es necesario. Qué tonto fui al pensar que podría olvidarte.


Buenas noches.



PD: Más sobre Marita, aquí.

viernes, 20 de marzo de 2009

Este es un artículo de relleno

Resulta que escribí anoche un artículo temporal que perseguía un fin determinado que no viene al caso. Cumplida su función, lo borré.

Pero todos los feeds lo registraron, y ahora en todas partes hay una referencia a un título que es "Medidas Desesperadas", que suena la mar de interesante (y no lo era, para nada, les juro que no) y cuando la gente viene a buscar ese artículo no lo encuentra y me hace una denuncia en Lealtad Comercial o directamente manda a sus primos estibadores a golpearme. Bueno, algunos nada más preguntan qué pasó.

Así que la única función de este artículo es aparecer en la blogósfera como el último, sepultando el cadáver del anterior como se merece.

Esto es todo, gracias por su comprensión, que tengan un buen día.

martes, 17 de marzo de 2009

¡Todos moriremos!

La revelación que estoy a punto de hacer puede provocar pánico, locura, deseperación y halitosis. No he dormido los últimos quince o veinte minutos reflexionando sobre la conveniencia de callar y hacer como si nada sucediera. A veces, es verdad, la ignorancia es una bendición.

Pero tampoco me gusta tratar al público como pequeñuelos a los que hay que proteger de las cosas, a los que hay que mentirles para que sigan viviendo felices en su pequeño mundo de fantasía a salvo de una realidad que en algunos casos es incómoda y en otros, como éste, decididamente espeluznate.

Mi compromiso con la Verdad (en realidad no sé si llamarlo "compromiso", es más bien una relación madura en la que nos perdonamos o fingimos no conocer nuestras pequeñas infidelidades) me impide permanecer en silencio. De hecho, ahora estoy escribiendo en voz alta.


Las revelaciones impactantes se pueden hacer de dos maneras: una es directamente, en forma rápida y sin demoras, y la otra es manteniendo el suspense hasta el final, logrando un efecto dramático que sin embargo hay que....
¡Arrrgghhh , no aguanto la ansiedad!, la revelación es:

El intento de hacer cosas puede ser mortal.

El silencio que adivino se ha instalado entre los amables lectores debe ser producto de la sorpresa y de un incipiente horror. Sus sentidos han quedado aturdidos, se sienten arrastrados hacia un abismo de confusión y tratan de aferrarse desesperadamente a las pocas certezas que les quedan como un náufrago a una silla Luis XV del comedor de primera clase del  Lusitania. O a lo mejor ya se aburrieron y se fueron sin darme oportunidad de fundamentar mi afirmación. No sería la primera vez.

Puede que los lectores que aún están leyendo (es que eso hacen los lectores,  seamos serios, caramba) estén pensando que acabo de revelar algo que no necesita ser revelado, que es obvio que intentar algunas cosas puede ser peligroso y sí, puede causar la muerte. Pero el hecho es que yo no me refiero a ese tipo de cosas, no estamos hablando aquí de luchar contra osos pardos armados con una cuchara de postre, escalar el Everest en paños menores o tirarse por las cataratas del Iguazú adentro de una heladera. 

Me refiero a intentar prácticamente cualquier cosa.

Hay múltiples pruebas que apoyan este extraordinario descubrimiento, todas provenientes de una, tal vez la única, fuente inobjetable del conocimiento universal: la Internet.

Por ejemplo, intentar el aprendizaje de los rudimentos del  ajedrez, tomar sol, vectorizar, (qué, ¿usted no vectoriza, de vez en cuando? vamos, no tiene nada de malo, hombre), instalar Skype, decorar la casa en Navidad, recordar cumpleaños, migrar a Wordpress, elegir bolsa para la cámara digital, interpretar a Pink Floyd, y un sinnúmero de actividades que sospecho abarcan todas las posibilidades del quehacer humano, implican riesgo de vida.

Se me dirá que el hombre ha alcanzado grandes logros, que el conocimiento crece, que las innovaciones nos maravillan casi todos los días y eso demuestra que tan mortal no debe ser tratar de hacer cosas. Está muy bien. Pero eso es porque no siempre la gente que intenta algo se muere, y además, algunos no hacen solamente el intento sino que alcanzan el objetivo. Por ejemplo, Einstein formuló su Teoría de la Relatividad y no se murió, e incluso es probable que haya hecho muchos intentos antes de llegar a E=mc2, pero después intentó con la Teoría del Campo Unificado ¿y qué pasó? Ahí está don Albert, viendo cómo crecen los árboles pero del lado de la raíz. Les podría dar muchos ejemplos más, pero no quiero.

La única forma razonable de no correr riesgos será entonces no intentar nada más. Quedarse quieto, olvidarse de probar cosas nuevas, de emprender proyectos cuyo resultado no esté garantizado o de embarcarse en aventuras de cualquier índole. 
Porque siempre se puede elegir una vida corta y gloriosa como Aquiles, pero vamos, perderla  intentado afeitarse los huevos (*)es una forma muy poco elegante de dar la hurras. 

Bien, ya lo saben. Mañana tengo una reunión donde deberé evaluar la factibilidad de un proyecto, y decidir si vale la pena hacer el intento de completarlo en el tiempo disponible o si lo más recomendable es desecharlo. Y ya me duele la cabeza.


Buenas noches


(*) Este link no es apto para menores, personas muy impresionables y todas esas cosas. Yo avisé, después no me vengan con que Jorgito de 6 años se metió ahí y anda haciendo preguntas. Somos grandes. Y Jorgito debe tener más horas de navegación porno que usted y yo juntos. Lo que ya es decir algo.



ACTUALIZACIÓN (18/03/2009): Mariano,  de Es lo que hay y El Ojo Blindado nos dió un premio que se llama "Olha que blog manheiro!". Queremos creer que significa algo bueno, de manera que masajeamos vigorosamente nuestros huecos plopíteos, nos sentamos en posición de loto, respiramos profundamente y juntando las palmas de las manos bajamos la cabeza en respetuosa reverencia repitiendo en un susurro el mantra: Gracias, no somos dignos, no somos dignos.
Y aunque esta vez no nos conminan a seguir la cadena, de todas formas nos negamos. Así somos.


sábado, 14 de marzo de 2009

El tiempo se acaba.

Llegada la medianoche del día 14 de marzo de 2009, en Argentina (en rigor, en Buenos Aires y algunas otras provincias) habrá que atrasar los relojes una hora, y entonces la hora cero del domingo 15 de marzo pasará a ser la hora 23 del sábado 14.
No entiendo cómo es que la gente aún no ha salido a la calle en paños menores, presa de la desesperación y el pánico.

La catástrofe que se avecina es de proporciones, es definitiva y nadie parece notarlo.
Mi intención es alarmarlos, naturalmente.

Sucede que según las noticias, las 0:00 hay que  atrasar los relojes, ¿verdad?. Entonces volveremos a situarnos a las 23:00 del día anterior, ¿verdad?. No parece haber ningún problema, vamos, cambiamos la hora y listo, a seguir con lo nuestro.

Por supuesto que no.

Porque si lo que hay que hacer a las 0:00 es cambiar la hora, y el cambio es en sentido inverso al que dicta la naturaleza, entonces en sesenta minutos tendremos otra vez la hora cero. ¿Y qué hay que hacer a la hora cero? ¡Pues cambiar la hora, señores!

Hoy es día en el que el tiempo se acaba. Quedaremos atrapados entre la hora 23 del sábado 14 de marzo de 2009 y la hora 0 del domingo 15 de marzo de 2009. 

Nada de lo que pensábamos hacer en el futuro podrá hacerse, porque el futuro nunca llegará. Nuestras vidas serán lo que hagamos en esos sesenta minutos, para siempre. 

Será entonces necesario trazar rápidamente una estrategia. Ya que estaremos condenados a repetir la misma hora de nuestras vidas en forma indefinida, hagamos que esa hora sea estupenda, que contenga los sesenta minutos más disfrutables que podamos conseguir. 

Todavía no se qué voy a hacer, pero tengo que pensar rápido. Me quedan poco menos de tres horas. 

Buenas noches, o mejor dicho: buena hora.




ACTUALIZACIÓN : Es la hora 23 27 del sábado 14 de marzo de 2009, por segunda vez. Y esta es la hora de la esperanza. Porque El Fantasma de Belgrano me hace notar que mi teoría no es original. ¿Y eso me pone contento? Claro que sí, porque quien escribió antes que yo que esta trampa cronológica habría de producirse, lo hizo el año pasado . 

Es decir, si esto sucedió hace un año, y hoy estamos aquí, entonces el tiempo continuó fluyendo. Y eso es lo que habrá de pasar dentro de un rato. La única irregularidad que habremos de notar es que hoy fue un día que a los efectos administrativos tuvo 25 horas, pero está bien porque hace meses tuvimos uno de 23 horas y...un momento.

¿Y no será que hoy es en realidad 15 de marzo de 2008? ¿Que nos detuvimos allí? ¿Que esta sensación de que el tiempo pasa es ilusoria? 

Veamos, el 15 de marzo de 2008 yo estaba en...Las Vegas, Nevada. Obviamente, no caí en el estrecho espacio-tiempo de los eternos 60 minutos, estaba fuera de alcance. 
Esto me permitió continuar con el tiempo normal. Mi mujer estaba conmigo, de manera que ella también escapó. Pero, todos los demás, ¿son en realidad todos los demás ?

¿Cómo se que todos, ustedes incluidos, no se quedaron atrapados en marzo de 2008, y fueron sustituídos por, digamos, unos noruegos?

Supongo que en apenas quince minutos tendré la respuesta.

Si todo está bien, si aquel blogger y yo nos equivocamos, entonces mañana leeré sus comentarios. Y si no, lo haré hoy mismo.


Buenas noches (ojalá).


ACTUALIZACIÓN 2 (15/03/2009): Es la hora 16 y 40 del domingo, así que parece que está todo bien, no hay problema, falsa alarma, circulen, caballeros, circulen, aquí no hay nada que ver, la situación está bajo control, mañana será otro día, y así sucesivamente. 
Igual yo me siento una hora más viejo.


miércoles, 11 de marzo de 2009

Pequeñas miserias de la blogosfera



-Adulterar el contador de visitas.
                                                        
-No filtrar las visitas propias para inflar el contador (cuando es más rápido y eficiente adulterarlo).

-Dejar comentarios anónimos en el propio blog.

-Dejar comentarios anónimos en otros blogs.

-Dejar comentarios anónimos.

-Plagiar.

-Creer que porque ponemos un enlace a otro blog el enlazado tiene la obligación de responder recíprocamente.

-No responder recíprocamente los enlaces a nuestro blog.

-Llenar el blog de publicidad cuando tenemos doce visitas por día. Y nueve son nuestras.

-Dejar comentarios provocativos para armar polémica (aunque hay que reconocer que es muy divertido, y hay gente que lo hace muy bien).

-Quejarse porque nadie comenta nuestros artículos, y cuando al fin tenemos un comentarista, ignorarlo.

-Mendigar visitas.

-Mendigar comentarios.

-Abrir tres docenas de blogs y no ocuparse de ninguno.

-Hacer listas como ésta.

Addendum (a pedido del público):

-Responder a todos los comentarios con comentarios individuales para elevar el número.





Buenas noches. 

viernes, 6 de marzo de 2009

Los divertidos defectos del razonamiento (I)


Los Sin-logismos de Bugman inaugura una nueva sección, destinada a esclarecer y a formar a los amables lectores en el antiguo y cada vez menos practicado deporte de reflexionar. Claro que no lo vamos a hacer en serio, porque el autor tiene su propio déficit de caramelos en el frasco. 

La gente (dicho esto con el habitual significado de "todos menos yo") tiene la tendencia a usar la pensadera de formas que podríamos calificar, al menos, como curiosas. Razonar significa "Discurrir, ordenando ideas en la mente para llegar a una conclusión" según nos informa la RAE, autoridad generalmente inapelable en asuntos de definición. 

Como afortunadamente las seseras  de las personas funcionan de modos únicos e individuales, a veces es posible que dos individuos analicen determinada información o conjunto de hechos y arriben a conclusiones diferentes, todo esto sin transgredir las leyes de la buena y vieja lógica. 

Pero también están quienes pasan por encima de cualquier postulado como saltando a la comba y extraen corolarios asombrosos, o parten de planteos caprichosos, o sacan primero las conclusiones y luego intentan desandar el camino creando implicaciones asombrosas. Denominamos a este proceso mental estrafalario como Defecto del razonamiento. Mientras de ellos no dependa un decisión importante, resultan divertidos



Defecto uno : El Salto Cuántico (SC)
El SC sucede cuando el razonamiento se desvía de los canales por donde venía discurriendo apacible y previsiblemente para tomar un atajo inverosímil y llegar a una conclusión disparatada.
Quien salta cuánticamente viene de A, pasa por B, después por C y en lugar de llegar a D, o al menos a E o J, desembarca  alegremente en zapato.
No debemos confundir un SC con la intuición, que si bien representa un salto no nos hace aterrizar en terrenos que ni siquiera son terrenos. 
Pongamos algunos ejemplos.
Caso 1: 
-Ayer compré un postrecito de chocolate para comérmelo hoy en el desayuno.
-Esta mañana, cuando lo fui a buscar a la heladera, no estaba.
Conclusión: Unos enanos húngaros armados con destornilladores láser se introdujeron en mi casa desarmando primero la puerta principal y luego la de la heladera, se comieron mi postrecito y después volvieron a armar las puertas y se fueron, no sin antes manchar de chocolate los dedos y parte de la cara de uno de mis hijos.
Caso 2:
-Dejé el auto estacionado en la calle, debajo de un árbol.
-Cuando lo fui a buscar estaba todo salpicado con excrementos de aves.
Conclusión: Un vecino enojado porque dejé el auto estacionado frente a su casa entrenó a las aves para que defecaran sobre mi auto, con ayuda de unos enanos húngaros armados con destornilladores láser.
Caso 3: 
-Rumbo a la oficina subo al ascensor y conmigo sube un grupo de enanos.
-Todos llevan al cinto destornilladores láser, y hablan entre ellos en un idioma extraño.
Conclusión: Hoy voy a pedir ravioles para el almuerzo.
Cualquier individuo puede ser víctima de un SC, pero son frecuentes entre los políticos, los animadores de programas de televisión, los periodistas, los amantes de las teorías conspirativas, los niños, los maridos infieles, los empleados administrativos y los técnicos de computadoras.
Nos referiremos a otros divertidos defectos del razonamiento en el futuro.
Buenas noches.

miércoles, 4 de marzo de 2009

A todo color


De pequeño me enseñaron que los colores primarios (es decir, aquellos que no pueden obtenerse por mezcla de otros colores) eran tres : amarillo, rojo y azul. Para los puristas esta es la síntesis aditiva, y existe la sustractiva que tiene como colores primarios el rojo, el verde y el azul (De ahí las siglas RGB que resultan tan familiares a quienes utilizan programas de diseño o retoque fotográfico). Claro que también existe el sistema CMYK (cian, magenta, amarillo, negro), y el HSB (tono, saturación, brillo). 
Nada de eso importa en realidad, pero darle una pátina de conocimiento al acápite sirve para disimular la tontería que se escribe en el cuerpo principal del artículo.


Al principio los colores eran eso, colores. Se los podía nombrar a todos con una sola palabra. Azul, verde, marrón, celeste, rosa, naranja, gris. Había, eso sí, algunos colores un poco más delicados, de vez en cuando aparecía por ahí un bordeaux o un beige.

Más tarde la gente se dio cuenta de que no alcanzaba, que había muchos verdes, muchos marrones, muchos azules. Entonces no alcanzaron los nombres simples, hubo que agregarles un complemento, una subclase que profundizara la definición. Verde claro, verde oscuro, marrón claro, marrón oscuro, gris claro, gris oscuro. La cosa no era grave, ayudaba.

Y tampoco alcanzó. ¿Qué tan oscuro era el verde, qué tan claro el azul? ¿Tan claro o tan oscuro como qué? 

La tercera ola dotó a los colores de matices más sutiles y amanerados. Nacieron el rosa viejo y bebé, el verde agua, manzana e inglés, el gris plata y topo, el azul cielo, Francia y petróleo (el petróleo no es azul, pero no importó) el amarillo patito, el rojo obispo.

Los fabricantes de automóviles, contagiados de poesía, ya no vendieron coches azules o blancos, y los catálogos se llenaron de descripciones como blanco aconcagua, azul dársena, rojo pasión, oro inca, verde winchester. 

Hasta aquí se soporta, se comprende, incluso se acepta con simpatía que una descripción más precisa del color de un objeto requiere algo de imaginación, y salvo en el ejemplo de las automotrices que se dejan intoxicar por los vapores del marketing, el resto de los neocolores, hay que reconocerlo, resulta bastante funcional. Después de todo, para aquellos casos en los que se requiera una descripción absolutamente unívoca existen cosas como Pantone.

Ah, pero las cosas no quedaron ahí. Claro que no. Las personas tienen una capacidad insobornable para tomar algo que ya está bien como está, llevarlo un paso más allá y convertirlo en una porquería.

Y los colores dejaron de ser colores. Y la camisa rosa pasó a ser color salmón. Y los zapatos marrones son chocolate. Y las medias color natural y la corbata marfil, y el pantalón canela y el saco lavanda y este tipo debe ser daltónico, no se puede salir así vestido a la calle.

No me gusta. Me parece una muestra más de lo impreciso, blando y tonto que se está voviendo el lenguaje : Holis, ¿querés que te muestre mis fotis? ¡Son redíver! Mirá, ahí tengo esas botas chocolate refashion.

(Breve pausa. El autor tuvo que descansar unos minutos luego del esfuerzo que le cuesta imitar el dialecto taradastellano).

Además, ¿por qué salmón?  ¿Por qué no pollo crudo? ¿Quién dijo que el beige es el color natural? ¿Entonces quiere decir que los morochos son antinaturales? ¿Por qué chocolate y no...? Bueno, está bien, es preferible chocolate

Protesto. Devuélvanme los colores. No quiero vestirme con peces, pintar con comida, tapizar con plantas. Quiero pigmentos, no condimentos. 

 
Buenas noches. (Sí, he vuelto).

lunes, 2 de marzo de 2009

Sorpresa

Como últimamente he notado que este blog se ha sumergido en la densas aguas de la rutina, que sus lectores saben aproximadamente cuándo escribo y que casi indefectiblemente los lunes hay un artículo nuevo escrito durante la noche del domingo, he decidido sorprenderlos, sacudir sus sentidos, llevarlos a un vertiginoso viaje lleno de adrenalina e incertidumbre y emoción y aventura hoy les traigo:  ¡Nada!

Ah, se sorprendieron, ¿verdad?. 

Así soy yo. Estoy un paso adelante de todos. Por eso ando con esta tortícolis.

Bueno, bueno, vamos a matizar un poco el asunto, tampoco es cuestión de que se descompensen o se estresen más de la cuenta.

Raticulina nos dió un premio que se llama "Blog de Oro", que agradecemos como indica el rito : inclinamos nuestra cabeza, juntamos las palmas de las manos y recitamos en voz baja "no somos dignos, no somos dignos", hecho lo cual rehusamos seguir la cadena por las razones conocidas por todos menos por Raticulina, pero para que se quede tranquila le aseguramos que son muy, pero muy buenas razones.




Y ahora otra sorpresa, no me despido con el tradicional "Buenas noches". Sí, estoy hecho un demonio.


ACTUALIZACIÓN (03/03/2009)

Me dieron otro premio. "Uhhh, otra vez, a ver si se pone a escribir de verdad, Bugman, que con esto de los premios ya viene robando hace dos días", dirá el lector.

Pero aún aceptando la parte de verdad que tiene la protesta, debo decir que este premio es algo diferente: en primer lugar, viene del creador (no, no del Creador, es verdad que tengo contactos de cierto nivel pero no de ese nivel), lo cual quiere decir que no me llega en una ola multitudinaria. Está dedicado a mí, y solamente a mí, y sólo hay un ejemplar, y no tengo la obligación de difundirlo ni de dárselo a nadie más, acción que en este caso sería ofensiva para quien me lo ha dedicado. El único parecido que tiene con las premiaciones virales es que viene con palabras elogiosas que por pudor no repetiré aquí.


El premio se llama "Quiero ser como usted", nombre que pone en evidencia que quien me lo ha entregado no me conoce lo suficiente, pero  si eso no es insuflarme el ego, no sé lo que es.

Cameron West, inefable personaje de la red, es el responsable del homenaje que agradecemos como marca la tradición: nos sacamos los zapatos, alineamos los pies, inclinamos la cabeza hacia adelante y con las palmas de las manos juntas repetimos: no somos dignos, no somos dignos.

Gracias por su atención. Circulen, señores, circulen.

PD: La foto que ilustra el premio pertenece a un personaje que hace algún tiempo estuvo de visita. ¿A ver quién se acuerda?


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