domingo, 23 de octubre de 2011

Cositas sueltas 33




-Mis sueños de fama se limitan a que alguna vez algún admirador que tenga restaurante me invite a comer gratis. O al menos me haga un buen descuento.

-Esto de ser la especie dominante no parece buen negocio. Las demás especies nunca reconocen el esfuerzo que hacemos en complicar las cosas, y encima cuando nos encontramos nos comen, nos pican o nos defecan.

-Estuve bajo tratamiento médico algunas semanas, y descubrí que soy demasiado perezoso como para hacerme adicto a cualquier cosa que requiera más de una dosis.

-Que todavía no tengamos teletransportación, veredas móviles ni autos voladores es un claro indicio de que los científicos han sido sobornados por la industria de los neumáticos.

-Tendría que estudiar anatomía por unos años para saber si hay alguna parte del cuerpo que todavía no me  haya dolido nunca.

-La vida es cualquier cosa menos lo que dicen las frases que empiezan con las palabras "la vida es".

-El momento exacto en el que se debe abandonar cualquier reunión es cuando la estupidez se convierte en otro punto de vista.

Buenas noches.


miércoles, 19 de octubre de 2011

¡Noticias de último momento!

¡UNA BUENA!





¡UNA NO TAN BUENA!



Muchas gracias a todos por sus votos, esto sigue hasta el 1 de noviembre, así que a no confiarse ya a seguir votando. Que si no empiezo con la campaña en serio y me van a tener que aguantar. Oh, sí, me van a tener que aguantar.
¡Y a ver si no dejamos a MIB fuera de la final, caramba!
No son más de tres minutos, van, votan y si quieren salen sin saludar. Pueden usar sus cuentas de Twitter o Facebook para autenticarse.
Y no se olviden de Relato del Presente.


Buenas noches.



miércoles, 12 de octubre de 2011

Día de la Raza


Se conmemora el 12 de octubre el día en que la tradición aceptada indica que Rodrigo de Triana, marinero de la tripulación de Cristóbal Colón, avistó las costas de Bahamas y con comprensible alegría gritó "¡tierra!".

No se hallaba entre las expectativas de Rodrigo pasar a la posteridad ni ser parte de la primera expedición (aunque es probable que los noruegos, que en esa época eran vikingos, hubieran llegado primero, y no me extrañaría, los noruegos siempre están un paso adelante) a un nuevo continente. Apenas querría el humilde tripulante estirar las piernas, comer algo que no le causara escorbuto y dormir sin tener que inhalar las ventosidades de sus compañeros.

El problema fue que cuando Don Cristóbal puso un pie en América (que para él eran la Indias, que así llamaban en esa epoca al lejano oriente,  porque no llevaban GPS) aquí ya había gente.
Y en vez de decir "Oh, disculpen, no sabíamos que este continente estaba ocupado" y marcharse a su casa, previo intercambio de tarjetas de negocios, direcciones de correo electrónico y la promesa de coordinar una reunión de trabajo con los nativos, se quedaron.

Quién podría culparlos: buen clima, mujeres desnudas, frutas exóticas, y por lo menos al principio, indígenas que no tenían intenciones de comérselos en el desayuno. Vamos, ahora mismo hay personas que pagan pequeñas fortunas para visitar el Caribe por unos poco días.

El acontecimiento fue verdaderamente único, dos culturas que habían evolucionado en forma completamente separada de pronto se encontraron, y no tardaron en chocar. 
El resultado fue claramente desfavorable para los locales.

Es que luego de Colón vendrían otros aventureros a conquistar el territorio, gentes rudas y con pocas pulgas que en su Europa natal no tenían un futuro muy halagueño, y llegaban a estas latitudes con la idea de hacerse ricos gracias a los fabulosos tesoros que contenían. Muchos lo lograron, otros muchos murieron en el intento.

Los europeos guerrearon con los americanos y les ganaron. Impusieron con violencia su forma de vida, su religión, sus valores y costumbres. La cultura más poderosa y más avanzada tecnológicamente prevaleció.
Estos son los hechos.

Ahora bien, la corriente de pensamiento buenista y polítícamente correcta de estos tiempos, merced a la tara mental congénita (o tal vez perversidad manifiesta) de revisar los acontecimientos del pasado a la luz de las categorías morales modernas, ha dado en calificar esta etapa de la historia como un espeluznante crimen.
Exigen reparaciones históricas por las crueldades que indudablemente cometieron los conquistadores, reivindicaciones de las virtudes de los llamados "pueblos originarios" (por alguna razón la palabra "aborígenes" o "nativos" no les alcanza para referirse a quienes estaban aquí antes que los europeos), y si los apuran un poco, la devolución del oro y la plata que se llevaron de aquí.
Se horrorizan de la brutalidad de los españoles (no tanto de la de los portugueses que eran más inclinados al comercio) y sostienen que las culturas europea y americana precolombina eran equivalentes, por lo cual poner una sobre la otra fue una injusticia colosal.

Bueno, almas nobles, les tengo una noticia : el mundo no es justo. La Historia está llena de conquistas, incluso los "pueblos originarios" sometieron a sus vecinos sin respetar sus "derechos ancestrales". Y los combatieron y les ganaron y para celebrar las victorias agarraron alguno que otro prisionero y le sacaron el corazón con sus tumis de obsidiana y lo arrojaron por las escalinatas de algún templo.

Tampoco me conmueve su candorosa indignación cuando dicen que los españoles intercambiaron "oro por espejitos de colores". Verán, queridos progres, el oro y la plata eran para los aborígenes metales bonitos y utilitarios. Su maleabilidad y su brillo los hacían aptos para el ornato y la artesanía (y vaya si hicieron piezas bellas aquellos muchachos), aunque no para hacer corazas o espadas. Tenían pues, esos metales un valor relativo, nunca comparable al que tenía para los conquistadores. El valor asignado a algo parte de una convención, y estos dos colectivos no compartían ninguna. 
En cambio, un espejo era algo jamás visto en América. Probablemente se le concedieran poderes mágicos, algo relacionado con poseer el reflejo, vaya usted a saber, pero indudablemente se convirtió en algo muy valioso. En términos comerciales, entonces, los americanos entregaron algo relativamente valioso (oro y plata) y obtuvieron algo raro y precioso (espejos). Desde un punto de vista americanista precolombino, salieron ganando. Para decir que fueron estafados hay que adoptar un punto de vista europeísta. Lo cual constituye una obvia contradicción en el razonamiento de quienes cuestionan todo el concepto de descubrimiento por considerarlo eurocéntrico.
Pero ya estamos acostumbrados  a las contradicciones del pensamiento blando.

Por supuesto que la conquista fue cruel y violenta, llevada a cabo en gran parte por una soldadesca de la peor calaña dirigida por comandantes no mucho mejores. Claro que la evangelización de los nativos se hizo a punta de espada. Es verdad que muchos murieron por el maltrato y las enfermedades (*). Y sí, hubiera sido muy bonito que los pueblos se hubieran hermanado en un canto de paz y amor y sus culturas se hubieran fusionado respetando las diferencias, y todo eso.

Pero no sucedió así, lo sentimos mucho, así no funcionan el mundo, la humanidad, las personas, los países, los intereses y las ambiciones.

Debido a todo esto, mal que les pese a las almas sensibles, yo me niego a recordar este día como se ha rebautizado ahora, de acuerdo con la costumbre que tienen de cambiarle el nombre con la esperanza de cambiarle también el sentido a las cosas que les incomodan.

No señores, yo no festejo el Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

Para todos los demás, feliz Dia de la Raza.

Buenas noches.




(*) Y también es cierto que los americanos le regalaron la sífilis a los españoles cachondos.


miércoles, 5 de octubre de 2011

Sonría, lo estamos filmando



A mucha gente le gustaría salir en televisión. Si no nos limitamos a la televisión abierta o a las señales pagas, casi todos lo hacemos sin advertirlo.

Comprando en un centro comercial, haciendo un trámite en una dependencia pública o un banco, circulando con su automóvil por una autopista, preparándose para subir a un avión o caminando tranquilamente por la acera siblando una tonadilla irlandesa, usted está siendo controlado, monitoreado y analizado por las omnipresentes cámaras de seguridad.

Casi no quedan espacios donde estos simpáticos dispositivos no entreguen su imagen a un grupo de personas que las observan, ya sea en tiempo real o luego de ser almacenada. 

No es esta, por cierto, una buena época para ser paranoicos. O tal vez sea al revés, y los paranoicos estén de parabienes ya que ven todos sus delirios justificados en el hecho incontrastablede que, efectivamente, están siendo vigilados. 

Hay quienes piensan que esta supervisión generalizada es un atentado contra la privacidad. A mí me tiene sin cuidado. Verán, como ya he manifestado en varias oportunidades, estoy completamente a salvo de cualquier intromisión a mi intimidad: llevo una vida particular insobornablemene aburrida.
El informe diario sobre mis actividades presentado por el equipo de espías asignados a mi seguimiento sería invariablemenete el mismo: "sin novedad". Sería, mi caso,  un obstáculo para cualquier carrera en el espionaje. 

Uno supondría que la presencia de cámaras en todas partes serviría de disuasivo para aquellos individuos que cometen tropelías, pero a juzgar por los programas de televisión que justamente se basan en la difusión de las imágenes obtenidas por los aparatos, no parece ser el caso. En efecto, vemos allí a toda clase de cacos, pendencieros, asaltantes, infractores, inciviles y gente de avería cometiendo tranquilamente sus delitos a la vista del ojo electrónico. Y no me digan que no saben que los están registrando en video. Si los ciudadanos temerosos de la ley detectamos fácilmente los domos en las calles y las lucecitas rojas en los comercios, con mayor razón debería hacerlo quienes tienen como condición de oficio el sigilo. 

Sospecho que no solamente lo saben. Lo disfrutan. Luego de una intensa jornada de latrocinios, estos amigos de lo ajeno deben reunirse en sus guaridas a ver (en un televisor robado, naturalmente) el programa Las Cámaras de Seguridad Más Pulentas y a burlarse del pata de catre porque lo cazaron sustrayéndole la cartera a una anciana que, lejos de amilanarse, le propinó bastonazos como para repartir. "Jo,jo,jo, estás hecho un chancho", dirán, y pata de catre protestará diciendo que "las cámaras de seguridad te hacen ver cuatro kilos más gordo".

La tecnología de vigilancia exhibe sus mejores logros en los aeropuertos. Allí, a raíz de la existencia de personas muy piadosas que ansían llegar a un paraíso donde serán recompensados con una cantidad variable de vírgenes (no estamos muy seguros de que esta sea una verdadera recompensa, pero vaya uno a saber) mediante el sencillo trámite de hacer que un aeroplano en vuelo se convierta en una redundancia y vuele a su vez, pero en pedazos, la observación de la conducta y las pertenencias de los pasajeros se convierte en una obsesión.
No hay solamente cámaras de video en los aeropuertos, hay escáneres de rayos x, unas máquinas que son como narices electrónicas que detectan explosivos (afortunadamente nadie inventó nada que explote sin olor) y últimamente han comenzado a instalar unos aparatejos que muestran la imagen del potencial bombardero, desnudo.
Sí, señores. Uno se para en un lugar y lo ven desnudo en una pantalla , aunque no se saque la ropa. Por supuesto, mucha gente se escandaliza por eso, lo consideran una vejación inaceptable.
A mí, otra vez, me tiene sin cuidado. El problema de ver mi cuerpo cerril en toda su decadencia es del vigilante, no mío. Que se aguante. Además, no es que la imagen sea nada que pueda publicarse en Playboy, es algo más cercano a la tecnología médica que al erotismo.

Entre los detractores de esta maravillosa herramienta hay quienes dicen que entre los que están mirando las pantallitas puede haber depravados que se regodean viendo gente desnuda. Yo digo: ¡Ojalá que los haya, ojalá que sean todos mirones!. Cualquier persona normal, con el tiempo, se aburriría de ver las imágenes, empezaría a distraerse, tal vez desviaría la mirada de su monitor para ver a alguien vestido, y entonces ¡zas!, el loco de las vírgenes pasaría con un kilo de explomuchísimo pegado debajo de la axila. Y a lo mejor ese día nosotros, que lo tenemos de compañero de viaje, no teníamos ganas de esparcirnos sobre,  digamos, el desierto de Nevada. 
Los degenerados, en cambio, no perderán detalle, con los ojos enrojecidos escrutarán cada centímetro cuadrado de humanidad, cada codo, cada pantorrilla, cada hueco poplíteo. Llegarán muy temprano a su trabajo, se irán tarde. Probablemente cobrarán poco, inluso algunos serán voluntarios, y el aeropuerto podrá ahorrarse algún dinero y poner, por ejemplo, un papel higiénico más suave en los baños.

Por otra parte, dado que es muy poco probable que la seguridad aeroportuaria se relaje en los próximos años, prefiero que el refuerzo venga por el lado de la tecnología. De otra manera, las revisiones más exhaustivas serán artesanales, con la consiguiente pérdida de tiempo y aumento de la incomodidad. 

No sé ustedes, pero yo escojo a mil  libertinos imaginándose cualquier guarrada mientras me ven en traje de Adán en sus pantallas, antes que al más amable y cuidadoso de los agentes del orden poniéndose guantes de látex y disponiéndose a llegar a mi última frontera mientras me pide que me relaje, por mi bien.

Buenas noches.


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