lunes, 2 de enero de 2006

Muñeca Brava (final?)

Luego de dos meses de visitas a tres trumatólogos atribulados, habiendo sido examinado por varios especialistas en diagnóstico por imágenes que a su vez consultaron a otros especialistas, en resumen, luego de recurrir al más moderno arsenal médico que la tecnología actual permite, al final me dieron un diagnóstico sobre mi desventurada muñeca.

Al parecer tengo un edema óseo. Por lo menos me sonó interesante cuando el doctor me lo dijo. Sin embargo, el diálogo posterior fue algo como lo que sigue:

YO: Es grave?
DOCTOR: Depende un poco de cada persona.
YO: Aja...bueno, en mi caso...es grave?
DOCTOR: No, no tanto.
YO: Bueno, cuál es el tratamiento?
DOCTOR: No hace falta tratamiento, póngase un poco de hielo, no haga esfuerzos, no practique deportes que le obliguen a usar la muñeca...y tarde o temprano se le va a curar.
YO: Y cuándo va a pasar eso?
DOCTOR: Depende de cada persona...
YO: Aja...y, digamos...si en tres meses me sigue doliendo, qué hago?
DOCTOR: Véngame a ver.

Que maravilla, lo que es haber estudiado medicina. Porque señores, hay que haber dedicado una vida al conocimiento para decirle a un paciente que se va a curar solito, no sabemos muy bien cuándo, pero algún día.

Sospecho que la medicina moderna funciona de esa precisa manera: le encargan al paciente una serie de estudios análisis, consultas e interconsultas, hasta que tarde o temprano la dolencia desaparece. Y si se agrava, la culpa es del paciente por tardar tanto en hacerse los análisis. Lo mejor de todo es que en caso de que el facultativo indique un tratamiento cualquiera, el hecho de que el enfermo se cure es más o menos cuestión estadística. Digamos, si el medicamento A da resultado en la mayoría de los casos, le receto A. Si no se cura, entonces le receto B. En algún momento el paciente se cura o se muere, pero eso sí, supervisado por eminencias.

Claro que ya no nos morimos a montones como nuestros antepásados de la Edad Media, pero eso es más que nada porque la higiene ha mejorado bastante desde los tiempos en que un ama de casa arrojaba las aguas menores de la familia por la ventana al grito de "agua va!". Tampoco hay chanchos corriendo por las calles y si bien hay millones de ratas viviendo en las ciudades, se mantienen en todo caso discretamente ocultas.

Así las cosas, los únicos estados en que obtenemos lo que queremos de la medicina moderna son estar perfectamente sano (en cuyo caso se nos ignora) o gravísimamente enfermos (donde sí nos atienden rápido porque a pesar de todo a los médicos no les gusta que los pacientes anden por ahí muriéndose, con lo malo que es eso para el negocio).
Para la mayoría de nosotros, que tenemos alguna molestia menor, nos queda el sufrimiento y la espera, hasta que el doctor nos recete algo que por casualidad nos cure o entremos a Emergencias volando sobre una camilla. O hasta que, como en mi caso, la Naturaleza nos alivie.

Buenas noches.

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