sábado, 29 de mayo de 2004

Cuál es su gracia?

Lo escuché por primera vez hace mucho tiempo. Una mujer le preguntaba a un tipo: "¿Cuál es su gracia?"
Desgraciadamente no pude escuchar la respuesta, y ese fue el origen de un equívoco que duró años.
Por aquella época yo tenía la tendencia a analizar las cosas que no entendía de una forma más o menos lineal (igual que ahora). De tal modo que "cuál es su gracia" perfectamente podía significar "de qué forma es usted gracioso", y entonces la respuesta a esa pregunta debía ser algo así como "Imito sonidos de animales", "bailo flamenco arriba de las mesas", "cuento chistes de viejas" o cualquier descripción de habilidades destinadas a hacer sonreír al público ocasional.

Así las cosas, me vi obligado a revisar mis propias habilidades de entretenedor para poder estar preparado en caso de que alguien me hiciera esa pregunta a quemarropa. Imaginaba que esa era un cuestion que debía contestarse rápida e ingeniosamente so pena de convertirse en un muerto civil, una persona indeseable e impropia de concurrir a una cena en el Jockey Club o en la Embajada de Bélgica. No es que en esos tiempos yo fuera un comensal habitual de tales lugares (ni en esa ni en ninguna otra época), pero nunca se sabe.

Soñaba que me estaban presentando al Embajador Plenipotenciario del Reino de Monrovia, un señor canoso con enormes bigotes tipo manubrio que vestía de frac y tenía medallas hasta en las orejas, y este me hacía la temida pregunta, y yo me quedaba mudo...todos los concurrentes a la fiesta/cena/recepción me miraban al unísono, y entonces me daba cuenta de que tenía la bragueta abierta. Una pesadilla, vea.
(Se preguntarán por qué mi pesadilla era tan elegante, bueno, es que cuando duermo yo no voy al País de los sueños, soy republicano solamente mientras estoy despierto y tengo un Principado de los sueños donde soy monárquico hasta la médula).

Ahora bien, yo no soy el clásico simpaticón que anima cumpleaños y reuniones familiares. Cuando llego a una fiesta aburrida la gente no empieza a sonreir de solo verme, los que se estaban por ir no cambian de idea y nadie se disfraza y se pone a bailar como en las propagandas de vino. No se contar chistes, no hago malabares, no hago imitaciones ni canto en falsete. Debía entonces encontrar una respuesta a la dichosa pregunta que no me pusiera en posición de tener que hacer una inmediata demostración de las destrezas a las que me postulaba.

Un día entre los días, igual que Arquímedes, encontré lo que estaba buscando mientras me bañaba. Claro que no salí desnudo a la calle gritando "eureka", más que nada porque bajar tres pisos por el ascensor le da a uno oportunidad de reflexionar y el entusiasmo se enfría al igual que las partes nobles expuestas a la brisa nocturna (es que yo me baño a la noche). Ahora que lo pienso "Corro desnudo por las calles gritando Eureka" no es una mala respuesta, pero no fue eso lo que se me ocurrió.

Solo me restaba esperar la ocasión de hacer uso de mi ingenio, y probablemente pasar a la Historia.

Como suele suceder, la ocasión no solamente no se presentó, sino que además el tiempo me reveló que mi genial respuesta parecía totalmente inoperante. En efecto, me enteré de que cuando una persona pregunta "¿Cuál es su gracia?" espera que se le diga el nombre.
Sin embargo, esta forma de averiguar como se llama uno me parece tan afectada, tan propia de personas que quieren demostrar una finesse que no tienen ni por asomo, tan característica de gentes capaces de comer un chorizo con los dedos mientras levantan el meñique, tan cargada de tilinguería y de mal gusto, tan de advendizos, que en realidad merece una respuesta incendiaria.

De manera que sigo esperando mi oportunidad.

Trabajo duro con la esperanza de hacer fortuna y convertirme en un miembro respetado de la comunidad, codearme con los poderosos y ser un invitado obligado en ágapes y banquetes. Eventualmente sabré despertar el interés de alguna mujer de la nobleza (probablemente tenga que apuntar la artillería hacia alguna heredera no muy agraciada, pero no me importa, tengo una misión que cumplir). Deberá ser una familia de la aristocracia española la que habrá de acogerme en su seno (cualquiera de ellos) porque sospecho que la famosa pregunta es patrimonio exclusivo de hispanoparlantes. Odiaría que mi momento de gloria se vea arruinado por una traducción defectuosa.
Claro que esto no será fácil. Sobre todo porque además esta familia debe poseer un miembro plebeyo y afectado que sea capaz de hacerme LA pregunta. Mi expectativas se verán colmadas si este advenedizo es justamente mi futuro suegro, un playboy medio gastado que tuvo la fortuna de engancharse con la Condesa luego de esta que quedara viuda. Qué bueno si además es argentino.

He visto la escena miles de veces en mi mente. Me bajo del asiento trasero de un Mercedes enorme y le tiendo el brazo a mi prometida, que es un poco rechoncha, un poco dientuda, un poco bizca, y está un poco nerviosa porque finalmente conoceré a sus padres. En lo alto de las escalinatas que llevan a la puerta principal de una mansión del siglo dieciocho, nos esperan la Condesa, digna y elegantísima y el playboy que luce ropa de montar y una sonrisa medio estúpida. Subimos la escalinata, y mi novia saluda a la Condesa con un abrazo y un beso, y le dedica un "Hola" medio frío a su padrastro (será un desastre la chica, pero no le gustan los cazafortunas).

Yo por mi parte beso la mano a la Condesa, que acepta el gesto con la naturalidad propia de su alcurnia y saludo al advenedizo que me palmea la espalda en forma sumamente impropia.
Un mayordomo aparece para tomar nuestros abrigos y nos encaminamos hacia las espaciosas estancias internas de la mansión. Yo estoy expectante, y observo cuidadosamente la arquitectura, carraspeando de vez en cuando para probar la acústica.

"Deben estar cansados, por qué no van a refrescarse un poco y nos vemos a la hora de cenar?" está diciendo mi futura suegra, y yo siento que la oportunidad de mi vida está por escaparse. ¡El mayordomo ya está señalando hacia donde deben estar nuestras habitaciones! ¡Dale, ordinario, preguntame! ¡Preguntame!

Y entonces sucede.

El plebeyo se me acerca y un poco avergonzado sonríe y dice en voz baja "Disculpame, che, pero me olvidé. ¿Cuál es tu gracia?". Yo temo que no se haya escuchado bien y le pido que me repita la pregunta, (rogando que no cambie de opinión y me pida simplemente mi nombre) al mismo tiempo que me alejo unos pasos para obligarlo a levantar la voz. Parece dudar, lo piensa un poco, ¿me preguntará? ¿Sospechará algo y preferirá interrogar a su esposa cuando estén solos?

Me pregunta.

Y se escucha clarito, el playboy gastado dice: "¡Que cuál es tu gracia!"

Dejo que los ecos de esa voz algo rasposa se difundan entre los tapices y las armaduras, intencionalmente me demoro en la respuesta. Paladeo el momento, me lo merezco, he trabajado media vida para estar ahí, ahora.

Y en el instante justo en que percibo que la tensión es perfecta, que si espero un segundo más la expectativa habrá de dar paso a la impaciencia, que he creado cuidadosa y premeditadamente uno de esos climas en que cualquier cosa que uno diga será recordada, entonces le sonrío a la que ya no será mi esposa, inclino la cabeza a manera de despedida a la Condesa que me mira con curiosidad y algo de inquietud,tomo aire y proyectando la voz como aprendí en mis clases de teatro, un poco más allá de donde está parado quien ya no será mi suegro, contesto triunfalmente:

"¡ME TIRO PEDITOS EN LA BAÑERA!"


Buenas noches.

10 comentarios:

ronaldk dijo...

excelente pagina. tienes un buen estilo de redacion.
saludos y sigue escribiendo, que mientras seguire leyendo.

saludos!

Anónimo dijo...

Hum.
Caramba.
Me has hecho pensar en la mía. Odio que me hagan pensar.
Creo que la mía sería "¡Soy capaz de mover el cuero cabelludo adelante y atrás!"

Bugman dijo...

Ale, ¡lo suyo es espectacular! Yo puedo mover las cejas en forma independiente, ¿por qué no montamos un numerito?

Anónimo dijo...

Estoy pensando... estoy pensando.. iniciaríamos el numerito con sus cejas disparatadas... luego aparecería yo moviendo mi cuero cabelludo, y tal vez poniéndome unas gafas y moviéndolas sin tocalas... (aquí vendría un ta-daaa de la orquesta)... y como mágico fin de fiesta, traerían una bañera y... :oD

esteban lob dijo...

Yo estaba convencido que esa insólita pregunta era exclusivamente "patrimonio" de nosotros los chilenos. Ahora quedo algo más tranquilo por aquello de "mal de muchos, consuelo de tontos".

Saludos.

Bugman dijo...

Ale, si se fijó ya tenemos a Angie que mueve las orejas, el espectáculo puede ir in crescendo hata el grand finale. Esto marcha, señores, esto marcha.

Anónimo dijo...

fantástica gracia, aunque no se si le caerá muy simpática a quién con usted conviva. Excelente narración

saludos compañero-

Anónimo dijo...

¡Una verdadera antigualla!

Elvis dijo...

Sr. Bugman, parece que tenemos gracias parecidas, y digo parecidas porque yo no me tiro peditos en la bañera, a mi simplemente se me caen...

JuanRa Diablo dijo...

Nunca escuché gracia más graciosa, por la gloria de mis ancestros!!

Y hoy me descubre usted que a tal pregunta yo he de responder JuanRa. Buf, no, no y no. La gracia es otra cosa, pardiez!

También me desengañé cuando me explicaron que "Su graciosa majestad" no tenía nada que ver con que el/la monarca fueran muy chistosos. Y ahí perdió la cosa toda su gracia, la verdad.

Sr Bugman, prefiero sus pedetes a las más relamidas finuras.

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