martes, 14 de febrero de 2012

Sólo otra gran conspiración.





Si usted, estimado lector, es amante de la Literatura, probablemente haya incursionado en los clásicos, desde Cervantes hasta Dostoievsky, pasando por Tolstói, Flaubert, Shakespeare y Bugman. (Bueno, era un chiste, qué carácter, caramba).

Sospecho con cierto fundamento que usted es hispanoparlante al igual que yo, y que, al menos en ciertos casos, recurre a las traducciones porque se le complica un poco interpretar cosas como " Говорят что русский язык сложный . (Pero aún si usted ha podido leer eso que acabo de escribir, abandone la sonrisita perdonavidas que está ejerciendo en este momento, porque eso no lo salva de ser otra víctima de una espantosa conspiración. Sí, otra más. Me ocuparé de usted más adelante). 

Quienes dominamos un idioma y tal vez chapuceamos en uno o dos más, decía, leemos traducciones. En otras palabras, leemos la versión de una persona sobre lo que escribió otra. Por más que el traductor ponga en su tarea todo el oficio y el cariño de que disponga, siempre existe la sombra de una duda sobre la fidelidad del texto traducido. ¿Cómo se logra captar la sutileza de un juego de palabras, de un énfasis casi imperceptible, de la carga cultural que lleva un palabra que tal vez ni siquiera exista en otro idioma? Los traductores suelen disculparse por estas insolvencias en las "N del T" (nota del traductor) al pie de página. 

Pero olvidémonos de estas dificultades por un momento, después de todo las traducciones nos aproximan razonablemente a una obra original, y existen traducciones muy buenas, quién sabe si algunos clásicos no fueron mejorados en las versiones que conocemos.

Ése es el asunto. Quién sabe.

¿Estamos seguros de que Crimen y Castigo es una novela psicológica sobre el bien, el mal, el arrepentimiento? ¿Podemos afirmar que Guerra y Paz narra las vivencias de muchos personajes a lo largo de varias décadas de la historia rusa? ¿Será realmente buena la poesía de Tomas Tranströmer, último Premio Nobel de Literatura? ¿Es más, será realmente poesía?

No, no lo es. No lo son. Esa es la conspiración.

Los rusos, los suecos, los chinos, los japoneses, los islandeses, y en general todos los que utilizan idiomas difíciles nos han hecho creer que sus autores nacionales son grandes maestros de la Literatura Universal, que han producido obras inolvidables, importantes, conmovedoras, fundamentales. Pero la verdad es que se ríen de nosotros, que nos postramos ante colecciones de chistes fáciles, recetas de borsch y manuales de aspiradoras, sin sospecharlo. 

Ha sido un trabajo arduo, sin dudas. Hizo falta que todos se pusieran de acuerdo, y luego, en una segunda fase, sobornaran, amenazaran o convencieran de algún modo a todos los traductores del mundo para que escribieran las versiones que sí parecen buena literatura. (Probablemente un traductor genial lo hizo la primera vez, y luego todos copiaron, más o menos).

Ya lo sabe, estimado lector. Se estuvieron burlando de usted todo el tiempo. Los Hermanos Karamazov es en realidad el inventario de un ferretería en Minsk. La novela de Genji es un instructivo sobre el cultivo de cerezos, y El Don Apacible una composición escrita por un alumno de una escuela primaria de Ekaterinburgo cuyo tema era "qué hice en mis vacaciones".

No, no me olvidé de usted, lector políglota que aún sigue sonriendo socarronamente. Sí, claro, usted leyó las obras en idioma original y puede asegurar que nada de lo que digo es cierto. Le tengo malas noticias : usted leyó en idioma original, pero no las obras originales. O acaso piensa que una conspiración tan gigantesca iba a dejar librado al azar el pequeño detalle de que algún entusiasta como usted pudiera aprender idiomas. Es claro que lo que usted leyó es lo mismo que escribió el primer traductor (que en realidad no tradujo nada, escribió la obra completa), traducido al idioma original (que en realidad no es el idioma original, porque no es la misma obra que...bueno, ustedes entienden, o al menos son capaces de ejercer una simulación de entendimiento).

¿No me cree? Allá usted. Pero le recomiendo que la próxima vez que visite alguno de estos países que tantos autores consagrados han dado al mundo, se tome el trabajo de pasar por alguna casa donde supuestamente vivió y escribió alguno de esos autores. Vea la placa recordatoria, imagínese si desea al prosista o al poeta encorvado sobre su mesa, rasgando con su pluma el papel a la luz de una vela. 

Pero sobre todo, vea a los habitantes locales. Escrute sus miradas cuando usted se emocione al tocar la silla donde se sentaba el mismísimo Shólojov. 

Y perciba la chispa inconfundible de quien se sabe parte de una burla magistral.

Buenas noches.


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