lunes, 7 de noviembre de 2011

Erre con erre (uno)







Erre con erre guitarra,
erre con erre carril.
Rápido ruedan las ruedas 
por rieles de hierro
del ferrocarril.














Un poco harto de conducir todos los días hasta mi trabajo, soportando el intenso tránsito automotor, y por qué no decirlo, la conducta incivil de los demás motoristas y la desaprensión de los peatones que se lanzan a cruzar las calles por cualquier parte sin mirar y sin sentirse de ninguna manera compelidos a respetar la luces de los semáforos, además de las largas vueltas buscando un espacio para estacionar, y algunas veces las largas caminatas producto del olvido de dónde había estacionado efectivamente, decidí probar un transporte alternativo. (Hacemos una pausa para tomar aire luego de este párrafo innecesariamente largo).

Fue así que un día entre los días conduje mi automóvil hasta la estación de tren más cercana a mi domicilio (desafortunadamente está demasiado lejos para prescindir por completo de mi vehículo), y procedí a estacionarlo en el lugar destinado a tal efecto, hecho lo cual, me dispuse a disfrutar de la seguramente estimulante travesía. Cabe aclarar que hacía unos quince años que no utilizaba el ferrocarril. Al menos, este ferrocarril.

Me dirigí hacia el expendio de pasajes, pero antes de llegar a la ventanilla detrás de la cual habría un empleado planeando matar a todos los pasajeros (todos los empleados que venden pasajes de tren planean matar a todos los pasajeros, lo único que les impide llevar sus planes a la acción es que necesitan unos cuantos pasajeros con vida para conservar su trabajo), encontré la primera novedad: ¡Una máquina expendedora de pasajes! La tecnología es algo maravilloso. Y podemos estar razonablemente seguros de que la máquina no planea matarnos. Esa máquina, al menos. De todas maneras se quedó con algunas monedas.

Provisto ya de mi boleto, dediqué mi atención a los carteles electrónicos que anunciaban con gozoso despliegue luminoso los arribos y partidas de formaciones; si bien yo había estudiado concienzudamente los horarios, nunca sobra la confirmación. Enorme fue mi consternación al descubrir que el tren que yo había elegido para llegar a mi oficina en horario razonable, ya debería encontrarse en camino. 
Caminé, entonces, cabizbajo, hacia los andenes dispuesto a esperar la próxima partida, y con alegría y sorpresa observé que donde sólo debería haber pasajeros aguardando, un reluciente convoy se aprestaba a ponerse en marcha. Obviamente habían tenido la amabilidad de esperarme, ya que cualquier explicación alternativa que involucre incumplimiento de horarios o dificultades técnicas sería decididamente irrisoria.

Agradecido y avergonzado a la vez, me apresuré en llegar hasta la ventanilla del maquinista, al que saludé y reconocí su civilizado gesto. Pero, seguramente por modestia y decoro, el individuo se limitó a proferir un gruñido y continuar con su complicado trabajo, que en ese momento consistía en aporrear frenéticamente las teclas de un teléfono celular.

Acto seguido examiné mi pasaje buscando las indicaciones de coche y asiento, y no las encontré por ninguna parte. Me sentí bastante tonto, porque la mayoría de las personas que abordaban el tren no parecían tener dificultad alguna para ubicar sus lugares, hasta se diría que estaban dotados de una destreza especial para hacerlo, porque en todos los casos les correspondía el primer asiento libre.

No quise que mi impericia demorara aún más la partida del tren, y pregunté a un pasajero que parecía tener mucha prisa en acomodarse, no sin antes asegurarme de que retirara su codo de mi mandíbula (tal era la vehemencia del caballero) sobre el mecanismo que tan eficazmente utilizara para encontrar su puesto. La respuesta fue un gruñido parecido al que el conductor me había obsequiado hacía unos minutos, pero con una modulación que casi dejaba adivinar algunas palabras, entra las que me pareció reconocer "donde se le cante". Inmediatamente traduje la figura a "donde usted lo desee", y me resultó muy extraño que la asignación de asientos se efectuara de una manera tan inconveniente y anárquica, pero mi interlocutor procedió a manifestar con su lenguaje corporal la intención de dar por terminada la conversación, así que con algo de recelo me desplacé hasta un asiento desocupado, y todavía un poco desconcertado, me senté.

(Continuará)

Buenas noches




17 comentarios:

La Dueña dijo...

No es por ser pesimista, pero creo que te va ir mejor como conductor de tu auto.

Dany dijo...

¡¡¡Vamos Bugman que ud. puede!!!

Digo...ud puede comprarse un helicóptero...

Esperamos lo que sigue....aquí cómodamente en el subte.

Abrazo !

moniscout dijo...

mi amigo,que bueno su posteo de la fecha sobre los trenes,realmente ud si que es un elegido!!!!siga por favor con el relato porque me carcome la ansiedad sobre su traslado tan comodo y eficiente

depre forever dijo...

Bugman, estoy con los nervios de punta, esperando la segunda entrega por el mismo baticanal.

Será una historia a lo Agatha Christie en el Orient Express?

Bugman es Hércules Poirot?

Nefertiti dijo...

Lo importante cuando uno no utiliza regularmente el transporte público es saber cuanto cuesta.
Subir al colectivo sin saber cuantas monedas se necesitan puede generar situaciones incómodas y hasta vergonzosas.
Definitivamente nos va a tener en vilo! El pueblo reclama la segunda parte!!

Neidorf! dijo...

Espero que la continuación no se demore ! Conocer sus desventuras en esta peripecia suburbana-urbana me tiene enganchado hasta el tuétano...

Jimmy Venegoni dijo...

¿Es ustedes entonces el pelado de conducta incivil que hasta hace poco siempre me tiraba el auto encima?
He de decirle que extraño su deaprensión diaria hacia mí.
Continúe con su trencito Bugman. Mi monovolúmen estará agradecido.

Pablo dijo...

¿Va sentado? ¿desde qué país escribe esta crónica?

carancho dijo...

Bugman, dìgame que no se subiò al Sarmiento.
Me apenarìa que lo afanaran, lo apretujaran, se vea obligado a aspirar humo de porro proveniente de los vagones, se banque a los wachiturros rompiendo la paciencia en los vagones y finalmente algùn chorro con ìnfulas de asesino lo arroje a las vìas.
Piense en sus lectores antes de correr riesgos innecesarios, hombre.

Mecha dijo...

SE SENTÓ EN EL TREN!?!?!?!?!?!




Una pena. Finalmente nos abanadonó y se fue a Noruega.
No eran gruñidos, Bugman! Era noruego básico... va a tener que practicar más.

Damaduende dijo...

Ya lo han comentado un par antes que yo, pero la sorpresa me impele a comentarlo una tercera vez... En serio logró sentarse? Así, de buenas a primeras? Está seguro que se tomó el tren correcto...?

Bugman dijo...

Dueña, con esas actitudes nuca...vamos a conseguir estacionamiento.

Dany, ¿helicóptero? Si me cuesta conseguir donde dejar el auto, ¿se imagina encontrar helipuerto?
No, en paracaídas no me pienso lanzar.

moniscout, ya va, ya va, espere que no encuentro el boleto...

depre forever, no, nada de eso, lo mío es más bien una simpática semblanza costumbrista.

Nefertiti, afortunadamente frente a la máquina expendedora estaba yo solito. Se ve que la gente le tiene recelo a esos bichos.

Neidorf, su entusiasmo es contagioso. Un día de estos viajo en colectivo y salgo en los diarios.

Jimmy, qué calumnias. Sepa que conduciendo soy un señorito inglés. (Ya tengo 17 millones de pesos de deuda en multas por circular por la izquierda).

Señor Pablo, es que la estación más cercana a mi casa es la estación terminal.

carancho, no, no fue el Mitre, o ex-Mitre, como le dicen ahora. No estoy preparado aún para aventuras como las que usted describe.

Mecha, que no, que no, simplemente tomé el tren en una de sus cabeceras, y en un horario estratégico. Debería haber tomado fotos, caranchos.

Guada GN, ¡que sí! ¡que había asientos libres a esa hora! Es curioso que muchos hayan reparado en ese detalle.

JuanRa Diablo dijo...

Aguardando en el andén quedo; Señor Bugman.
Yo también hace siglos que no monto en tren, y creáme que me ha desmotivado un tanto. No conozco el idioma gruñidense.

Pero dé paso ya a la segunda parte. ¿La titulará Ese con ese?

Victor dijo...

Hay que tratar de no desplazarse en zonas urbanas, hacerlo solamente como último recurso. No entiendo como fueron a fundar esa ciudad en un lugar con tanta gente. Cuídese.

Rebeca dijo...

Si fuese una pelicula la titularia: 'Mr. Bugman y la Odisea del Ferrocarril'. Con la actuacion estelar de Mr. Bugman cooomooo el mismo (de siempre) y la participacion especial del coro 'Hombres que gruñen'...

Espero la secuela.

Princesa Adora dijo...

Probá con la bicicleta!!!!
Cariños!

N. Black Rose dijo...

Se ha planteado escribir un libro? O es que ya lo ha hecho y no me he enterado? Tiene usted talento para esto.

Hasta tratándose de una autobiografía podría sacarle partido. Le animo a ello si le convence la idea.

Y sí, la gente es muy desconsiderada y no tienen cuidado xD

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