jueves, 28 de julio de 2005

Letra pequeña


Si entre los amables lectores hay alguien que tuvo que firmar alguna vez un
contrato con alguna empresa que presta algún servicio, habrá notado
que está redactado en forma cuidadosamente confusa, que tiene 2345
cláusulas escritas en letra apenas macroscópica y que su lectura
completa provoca estrabismo, alopecía y halitosis. Por lo tanto las
más de las veces el firmante se encomienda a San Defensa del
Consumidor y firma a sabiendas de que si algo pasa que se desvíe
apenas de la normalidad durante la duración del contrato, sufrirá
indecibles penurias. Está en la naturaleza humana creerse a salvo de
las peores catástrofes. De otra manera nadie contraería matrimonio.

La letra pequeña de los contratos es ya parte del folklore, y uno la
asimila con una mezcla de fe y estoicismo. Palabras más, palabras
menos, dice siempre lo mismo: "¡Ahora eres nuestro! ¡Muejejejejeeee!
(Algunas veces "¡muejejejeje!" puede ser reemplazado por un
restallante "¡gil!").
Esta práctica aparentemente engañosa y taimada sin embargo tiene el
propósito de... bueno, de ser engañosa y taimada.
La tendencia a gritar las buenas noticias y murmurar las malas en
cualquier comunicación destinada a engatusar incautos (nosotros) no
solo no ha menguado con los años sino que se ha extendido. De entre
las profundidades de los más oscuros estudios de las más abjectas
criaturas (naturalmente me refiero a los abogados), una especie de
nueva generación de letras pequeñas ha surgido.

¿Han escuchado con atención cualquier aviso de radio que nos informe
alegremente de cualquier clase de oferta?. Al final el locutor acelera
hasta la exasperación su cadencia anunciándonos las limitaciones de
tal oportunidad. Ejemplo:
"¡Traiga tres tapitas de Cocucha Esfervescente y llévese gratis una
cáscara de mandarina!"
y a continuación el locutor dice susurrante y monocorde: "promociónsoloválidaparaelsectorantárticoargentinodurantelos
mesesdeinviernosiesquesepodruceuneclipselunaryelparticipantesepresenta
disfrazadodeodaliscahastaacabarstockdedosmandarinas".

Otro:
"¡Asegure su auto en Seguros Raffles % Lupin y duerma tranquilo!"
Y después:
"elseguronocubreningunaclasedeaccidenteroboincendioninadaquelepaseasu
automoviloacualquieradesusocupantesanoserqueseadestruidoporelimpactode

unaerolitoduranteunaneviscaenlarepublicadelcongo"

La televisión no presenta mejor panorama. Cuando una crema facial
promete reducir las arrugas hasta en un 64 % lo primero que nos
preguntamos es cómo demonios hacen para calcular ese porcentaje.
¿Acaso buscan a una persona que tiene exactamente cien arrugas
y después de usar el menjunje cuentan cuántas le quedan?
Cuántas personas de cien arrugas deben encontrarse para hacer
una estimación estadística confiable?.¿Habrá mucha de demanda
de personas de cien arrugas para experimentar los efectos de
las cremas faciales?
Bien, si se fijan muy cuidadosamente verán que al pie de la pantalla
aparecen unas manchitas borrosas que se mueven a gran velocidad
de derecha a izquierda. No, no es que otra vez su vecino le
esté robando el cable otra vez, es la explicación que buscábamos.
Dice algo así:
"Resultados obtenidos en una encuesta a 2 personas una de las cuales
ni siquiera sabía de lo que le estábamos hablando y la otra estaba
en medio de un partido de fútbol y nos parece que no nos escuchó nada".

Claro que a pesar de todo la gente compra Cocucha Esfervescente y
guarda las tapitas, contrata los seguros de Raffles y Lupin y
se embadurna con cremas faciales, porque todos tenemos ganas
de creer que algo bueno nos va a pasar. Y si perdemos la fe en
las gaseosas, los seguros y las cremas...
qué nos queda, caramba.

Buenas Noches
(El autor no garantiza que sea de noche en el momento en que usted lea el artículo precedente).

2 comentarios:

Bugman dijo...

Yo escribo a la noche!

Anónimo dijo...

hablando de letra pequeña, muchos de tus comentarios en este blog, tienen letra pequeña.
no sé si leerlos esforzándome lo suficiente, o pasarlos por alto, y dejar en mi mente flotando la idea de que querías garcarme en algo...

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