domingo, 27 de mayo de 2012

Recuerdos del fin del mundo (segunda parte)



(Viene de la primera parte)

Similares escenas se produjeron en las oficinas de los dueños, administradores, responsables y chivos expiatorios de las otras grandes empresas y bancos.
Además, en esa época existían muy pocos programadores de computadoras y todos compraban sus anteojos de marco grueso en la misma óptica, de manera que la noticia se esparció rápidamente entre la pintoresca comunidad. El resultado fue que el asunto de las fechas fue resuelto en todas partes siguiendo el criterio general: dos dígitos. Treinta años era muchísimo tiempo, era ridículo pensar que los programas que estaban escribiendo durarían tanto, y lo mejor de todo era que si algo malo sucedía sería problema otras personas.

La gente suele equivocarse al hacer pronósticos, sobre todo a tan largo plazo. Se suponía que a fines del siglo XX deberíamos contar con autos voladores, veredas móviles y robots domésticos. En cambio teníamos teléfonos celulares para avisar que llegaríamos tarde porque estábamos en medio de un tremendo tapón de tránsito. Eso, y software de los setentas.
Porque de alguna manera, como una bacteria especialmente resistente, aquellos programas que habían dejado sin trabajo a cientos de miles de monos en los setentas, habían sobrevivido a mutaciones, mejoras, correcciones y actualizaciones (1), y todo con dos dígitos.

Fue así que durante los primeros meses de 1999, una vez que hube entendido aproximadamente el origen del problema, me dispuse a investigar sobre sus potenciales consecuencias.
Y encontré toda clase de personas que afirmaban toda clase de cosas. Estaban aquellos que decían que volveríamos a la edad de piedra y los que aseguraban en tono conspirativo que todo era una maniobra de la CIA, el FBI, el Ejército de Salvación y los Escribanos Públicos para controlar el mercado mundial de dentaduras postizas. En el medio, estaban las opiniones de los que con un poco más de credibilidad, explicaban que, de no hacerse algo, era muy posible que hubiera dificultades graves en el mundo financiero, en los transportes, las comunicaciones y la producción industrial automatizada.

Cuando uno se encuentra ante un asunto complejo sobre el cual hay mucha información y a la vez mucha ignorancia, lo mejor suele ser juntar la información con la ignorancia y hacer una pasta más o menos digerible para el intelecto. Este es un proceso arduo y trabajoso que implica revisar los datos de los que se dispone, clasificarlos, compararlos, valorarlos y extraer conclusiones, que a su vez deben ser objeto de revisión para asegurarnos de que son el resultado directo de los datos y no de algún prejuicio subyacente o una muestra sesgada.

Por supuesto que no hice nada de eso, el sólo escribirlo ya me causó dolor de cabeza. En su lugar, me puse a imaginar qué podía suceder, como si yo fuera el guionista de una película clase B.
Bien, allí estaba, primer plano del rostro de una ancianita frente a un cajero de banco que le acaba de decir que en su cuenta de ahorros no hay un solo centavo. Otra escena, un operario en una fábrica de muñecas ve pasar por la cinta transportadora un torso plástico con tres piernas (2). Los carteles electrónicos de un aeropuerto empiezan a mostrar la leyenda "DEMORADO" en todos los vuelos. Vista aérea de un embotellamiento enorme, con miles de automovilistas tocando inútilmente sus bocinas. Un operador de bolsa mirando una pantalla y agarrándose la cabeza, mientras detrás de él pasa gente corriendo y tirando papeles. Gente rompiendo vidrieras y llevándose televisores. Un niño de corta edad llorando desconsoladamente sentado en la calle, entonces pasa un elefante y lo aplasta. No, caramba, esa última escena  no. Conseguir un elefante entrenado es carísimo.

Más allá de las escenas eliminadas, el ejercicio me sirvió para darme cuenta de que existía un problema, un problema feo, cuyo alcance no se conocía con exactitud, en el que estaban trabajando muchísimas personas en todo el mundo tanto de los gobiernos como de las empresas, y cuya solución estaba demandando miles y miles de horas hombre y montañas inconmensurables de dinero.

Y entonces entré en pánico, porque por primera vez capté las implicaciones del asunto:
¡Había muchísima gente asustada dispuesta a darle dinero a consultores en informática!
¡Y yo no lo estaba aprovechando!


(Continuará)




(1) La mayoría de los monos también sobrevivieron. Algunos volvieron a la selva, otros se convirtieron en conductores de shows televisivos y una pequeña minoría se unió al enemigo y se dedicó al software de computadoras. Su producto más conocido fue el Windows Millenium.
(2) La muñeca debe ser ligeramente parecida a Barbie, pero no tanto como para que nos quieran cobrar regalías, recuerden que es una película clase B.







sábado, 19 de mayo de 2012

Recuerdos del fin del mundo (primera parte)





Si usted nació después del 1 de enero de 2000, probablemente no sepa lo cerca que estuvo de no existir. Y además es un niño, y no sé qué está haciendo aquí leyendo esto.








Corría el año 1999, más precisamente los primeros meses de ese año, y quien suscribe trabajaba de consultor independiente en el área de informática. 
Uno de mis clientes, como al pasar, me preguntó qué había de cierto en el efecto 2K, y yo le contesté que no se preocupara. El que se preocupó fui yo, porque no tenia la menor idea de qué me estaba hablando.

Más tarde, luego de una ardua investigación en Internet (1) me enteré de qué iba la cosa.

Advertencia: lo que sigue es una versión novelada de lo que realmente sucedió. Si usted es una persona que sabe mucho de la historia de la tecnología, por favor no incordie con los múltiples detalles omitidos o exagerados o inventados. Especialmente con los inventados, que son los mejores.

Resulta que por allá por la década del 70, muchas grandes empresas y bancos comenzaron a pensar que sería buena idea dejar de tener ejércitos de chimpancés y orangutanes provistos de ábacos (2) para llevar sus cuentas. Y los dueños de esas grandes empresas y bancos preguntaron qué estaba de moda, y les respondieron que las computadoras. Y computadoras compraron, que en ese entonces eran unas tremendas máquinas que ocupaban más lugar que un automóvil (pero no las ponían en el garage, porque costaban una fortuna). 

Y después miraron las computadoras y miraron alrededor y vieron que nada cambiaba, y llamaron al proveedor y lo insultaron y le pidieron que les devolvieran la plata, hasta que les explicaron que adentro de las computadoras tenían que poner algo, un software, es decir los programas para hacer las cuentas en lugar de los chimpancés y orangutanes (que para esa altura ya estaban robando material de oficina, en previsión de su inminente despido). 

Y allí fueron los dueños de las grandes empresas y bancos, pensando que más les hubiera valido quedarse con los monos, pero ya estaban metidos en el baile y tenían que bailar. Entonces fue que contrataron a unos señores sumamente curiosos, un poco parecidos a los primates peludos, pero menos higiénicos: los programadores (3).
Los programadores suelen ser personas muy meticulosas, antes de empezar a escribir una sola línea de código pretenden saber qué demonios se espera que hagan. Así que luego de interminables idas, vueltas, y  larguísimas sesiones de diagramación, coordinación, enumeración, información, recapitulación, capacitación y desesperación (4), se dieron una buena idea de lo que un sistema bancario o de gestión empresarial debería hacer.

Ahora bien, es frecuente que durante la etapa de desarrollo de un software cualquiera aparezcan detalles que escaparon al  análisis inicial. Por ejemplo, que los monos atacaran a los programadores. No, estoy bromeando. Eso estaba previsto, todos los programadores cargaban pistolas de dardos tranquilizantes (5).  Pero sí hay ocasiones en las cuales el programador tiene que tomar una decisión, y le parece que es demasiado relevante como para tomarla él mismo y cargar con la responsabilidad. Entonces pregunta . 

En este caso la decisión a tomar era: ¿Cómo registramos las fechas, específicamente el año? ¿Con dos o cuatro dígitos? Es decir, el 1 de enero de 1973 se verá como "01/01/73" o como "01/01/1973"?
Ya sé lo que están pensando. Es una tontería, un detalle cosmético, una fruslería, una insignificancia, una nadería, una minucia. Nadie se muere por tener que escribir cuatro números en vez de dos.
Bien, resultó ser que el detalle era importante. Imaginemos la situación. Un programador se encuentra con ese dilema, y le pregunta al jefe de proyecto. El jefe de proyecto evalúa las diferencias y sus implicaciones, y se da cuenta de que lo mejor es explicarle la cosa al cliente y dejar que él decida. De esa manera siempre podrá defenderse diciendo "usted lo pidió así".

Imaginemos que el siguiente diálogo se produce a principios de los 70 en la oficina del dueño de una gran empresa o banco, entre el jefe de proyecto y el mismísimo mandamás:

Jefe de Proyecto: -Bueeenas...si no está muy ocupado, quisiera hacerle una consulta sobre el Proyecto Alfa.

Dueño: -¿El qué? ¿Quién es usted? ¿Quién lo dejó pasar? (observando que dos orangutanes y un chimpancé aprovechan al puerta abierta para colarse en el despacho).

Jefe de Proyecto: -Soy Smith, de Tecnnical Technology Technicals Inc., somos los que estamos haciendo el software de gestión de la empresa...

Dueño: (quitándole una engrapadora a un orangután) Ah, eso, sí. ¿Qué quiere?

Jefe de Proyecto: -Eeh...vea, tenemos que decidir la cantidad de dígitos en las fechas...

Dueño: (tirándole la engrapadora a un chimpancé que estaba masticando una carpeta). -Los dígitos de....¿qué?

Jefe de Proyecto: -Le pregunto si quiere las fechas con dos o cuatro dígitos para el año.

Dueño: -¿Eh?

Jefe de Proyecto: (un poco incómodo ante la presencia de un orangután especialmente corpulento que empezaba a despiojarlo) -Es que hay dos maneras, usted puede hacer que las fechas sean como  "01/01/73" o como "01/01/1973".

Dueño: ¿Pero qué importa? ¡Cierre la puerta que entran más monos!

Jefe de Proyecto: (más incómodo porque acaba de advertir que en los ojos del orangután que lo está despiojando se advierte un brillo lujurioso) -Está la cuestión de la memoria....

Dueño: (buscando en un cajón su pistola de dardos tranquilizantes) -¡No sea insolente, jovencito! ¡No le pasa nada a mi memoria, es sólo que hay cosas que no vale la pena recordar!

Jefe de Proyecto: (intentando inútilmente que el orangután deje de acariciarle el pelo) -No, me refiero a la memoria de las computadoras, RAM, ROM...

Dueño: (tratando de decidir si el dardo tranquilizante tendría como blanco al orangután o al jefe de proyecto) -No empiece con esa jerga rara que tienen ustedes. Estoy seguro que la mitad del tiempo no dicen nada, y se ríen de nosotros.

El jefe de proyecto suspiró, el orangután interpretó eso como una respuesta a sus requiebros amorosos y lo abrazó desde atrás. El dueño de la gran empresa o banco cerró un ojo, apuntó y disparó. El simio cerró los ojos con expresión pacífica, y se desplomó a los pies del jefe de proyecto formando una especie de gran felpudo marrón-anaranjado. El jefe de proyecto hizo la mejor imitación de la estatua de un jefe de proyecto que ha estado a casi nada de convertirse en el novio de un orangután de 80 kilogramos.

Dueño: (cargando otro dardo en la pistola) -¿Me decía?

Jefe de Proyecto: -Gasrp. Florg. Figggg. Sflash.

Dueño: -Ahí está otra vez esa jerga, mire, jovencito, mejor me lo explica en un idioma que sepamos los dos o se retira.

Jefe de Proyecto: -Buennno...el asunto es que los datos ocupan memoria en...(continúa con una explicación técnica al nivel de un lector de "Mecánica Popular" durante 10 minutos ininterrumpidos. El dueño y los monos se lo quedan mirando con una expresión que puede ser de profundo interés o de coma incipiente).

Dueño: (tratando de escrutar el rostro de los simios para ver si ellos habían entendido algo) -¿Y todo esto tiene alguna importancia porque...?

Jefe de Proyecto: (recordando súbitamente cuál era el resorte que movía el interés de sus clientes) -Es que si ponemos cuatro dígitos en las fechas, tendremos que ampliar la memoria del mainfra... eh...de esa máquina grande que compraron. Y eso significa que el proyecto será más caro.

Dueño: -¡Hubiera empezado por ahí, jovencito! (los monos asienten) -¿Cuánto más caro?

Jefe de proyecto: -Y...calculamos...y es un cálculo preliminar...podría ser un poco más...y depende del tiempo de entrega...eh... más o menos...unos...cinco millones de dólares...(6)

Dueño: (levantando la voz porque los monos empiezan a aullar y agitar los brazos) ¿CINCO MILL...?¿QUÉEEEE? ¿ESTA LOCO? ¿POR DOS NUMERITOS?

Jefe de proyecto: (esquivando las heces de un chimpancé, que había decidido utilizarlas como proyectil) No son "numeritos", es la fecha...debemos pensar en el futuro...si utilizamos dos dígitos puede producirse un colapso cuando se terminen...

Dueño: -Ajá.¿Y cuándo, precisamente, va a suceder eso?

Jefe de proyecto:  A la hora cero del primero de enero del año 2000.

Se produjo un silencio, durante el cual los presentes reflexionaron sobre el asunto. La fecha de la que hablaban estaba en un futuro lejano, casi treinta años. El dueño no se hacía ilusiones de llegar vivo a tan avanzada edad, o al menos no en un estado en el cual le preocupara algo más que tener alguna clase de control sobre sus esfínteres. El jefe de proyecto se imaginó pescando truchas o tocando el banjo o conduciendo un taxi, pero nunca trabajando con computadoras, que todos sabían que eran una moda pasajera. Los monos comenzaron a mordisquear la planta que estaba en una maceta en un rincón del despacho.

Dueño: -Use dos numeritos.

Jefe de proyecto: - Me parece bien.

Monos : -¡¡¡EEEEEKKKKKKK!!!

El dueño, por primera vez en la entrevista, se relajó, y se repantigó en su enorme sillón de cuero negro. Había tomado una decisión que le ahorraría cinco millones de dólares, o al menos le evitaría el gasto. Y las consecuencias de esa decisión, si las hubiera, no le tocarían a él. Era un empresario brillante.
Sonrió. Abrió su boca y mostró dos amplias hileras de dientes brillantes. Un chimpancé lo vio e interpretó el gesto como amenaza, y chillando, se le arrojó encima. El dueño reaccionó rápidamente y le disparó un dardo con su pistola, que se le clavó en el cuello. Al jefe de proyecto.

Mientras el dueño, hombre corpulento y fuerte a pesar de su edad, rodaba por el piso combatiendo a mordiscones con el enfurecido primate, el jefe de proyecto dormía el sueño de los potentemente sedados, tiernamente acurrucado junto a su pretendiente orangután.

Acababan de condenar a la humanidad.


(Continuará)



(1) No subestimen lo arduo de la investigación. En 1999 no había Wikipedia ni blogs, y Google era apenas la competencia de Altavista, a no ser que uno fuera lo suficientemente sofisticado como para usar Webcrawler. Además utilizábamos líneas telefónicas para conectarnos con módems de 56k. Y la única pornografía que había eran fotografías.
(2) Sí, estoy exagerando. No usaban ábacos, sino calculadoras.
(3) Es una broma. Trabajo todos los días con programadores, y muchos de ellos se bañan.
(4) Por lo general yo estoy en esas.
(5) En ocasiones los programadores usaron esas pistolas para tranquilizar a sus clientes.
(6) Sí, en esos años ampliar la memoria de una computadora era carísimo. Entienda que hoy usted tiene más poder de procesamiento en su teléfono celular que el que tenía la computadora a bordo del Apollo11. Y en su computadora de escritorio hay probablemente más memoria que en la del Bank of América en los 70. Y le costó unos ciento de miles de veces más barata. (Todos estos son cálculos aproximados, basados en el hecho de que me da pereza buscar la información exacta).


martes, 8 de mayo de 2012

Ocho

Me puse minimalista.
A ver quién deduce.

Buenas noches.
Blog Widget by LinkWithin