lunes, 26 de julio de 2010

Vuelvo enseguida


Estoy un poco ocupado, volveré apenas pueda solucionar unos problemitas laborales, legales, familiares, capilares, administrativos, sentimentales, impositivos, contractuales, habitacionales, automovilísticos, musculares, constructivos, testimoniales, dermatológicos, óseos, municipales, bancarios, crediticios, informáticos, nutricionales, económicos, dentales, financieros, sexuales, comunicacionales, regionales, culinarios, políticos, literarios y gástricos.
Calculo que la semana que viene.

Buenas noches.


viernes, 16 de julio de 2010

Suerte


Como veníamos diciendo, el azar es parte insoslayable de las actividades humanas, y si bien tenemos formas de protegernos de él o al menos incluirlo en nuestros cálculos, no nos queda otra alternativa que aceptar que no podemos controlarlo. Pero esto no nos gusta. Tan así es, que para conjurarlo inventamos la suerte.

La suerte es un vergonzoso intento de domesticar al azar. Como en el fondo sabemos que a este último no hay manera de evitarlo, entonces creamos una especie de intermediario, que, dentro de la concepción mágica, es pasible de ser sobornado.

Es que la suerte se puede mejorar, y también se puede empeorar. No hay mal azar o buen azar, pero si hay buena o mala suerte. Prácticamente todas las supersticiones se refieren a eso. Y los amuletos no nos protegen de una inspección de Hacienda o de los gérmenes, sino de misteriosas fuerzas malignas. (De acuerdo, los inspectores de Hacienda pueden ser calificados como malignos, pero son personas de carne y hueso, o al menos ejercen una simulación bastante solvente).
Cuando alegremente un brujo o bruja anuncia que es posible hacerle un daño a un prójimo que nos cae gordo, normalmente se trata de producirle un inesperado acceso de mala suerte. Pero claro, el prójimo afectado también tiene a su disposición cierta cantidad de recursos para contrarrestar la excomúnica. O sea que va a haber dos tipos pagándole a dos vivillos que se las dan de hechiceros para que al final las cosas queden como estaban. Cuando no es el mismo brujo es que hace los dos trabajitos. Una estafa, señor, una estafa y todo porque usted cree en esa paparruchada de la suerte.

Una de las reacciones más frecuentes con las que me encuentro cuando me subo a las mesas de los restaurantes y los techos de los automóviles para proferir a voz en cuello que la suerte no existe, es que mis ocasionales acompañantes me digan que baje de ahí, que deje de hacer papelones y que si sigo así me van a meter preso. La que le sigue en frecuencia es una objeción basada en el anecdotario personal del objetor, que refiere a un conocido al que siempre le van bien las cosas, es decir, tiene buena suerte. (Curiosamente, nunca hablan de un individuo al que todo le sale mal, probablemente porque la gente suele alejarse de tales personas, entendiendo que la mala suerte es contagiosa). Mi respuesta a ello es que en efecto, hay quienes disfrutan de un don especial, pero no es el de atraer la fortuna porque sí (o porque se compraron el Adoquín Electromagnético del Dr. Zamudio) sino el de reconocer las oportunidades y tomarlas. Además, uno se entera de los éxitos, pero no de los fracasos a menos que sean señores fracasos, de esos que nos dejan caminando desnudos por la calle y arrojándole nuestras propias heces a los transeúntes. Y por último estos señalados sujetos suelen tener la virtud de la persistencia.
En mi adolescencia, yo tenía un amigo que parecía tener suerte con las mujeres. No había prácticamente oportunidad en la que el muchacho no hiciera algún contacto exitoso. Y me apresuro en aclarar que no estaba   particularmente bendecido por la genética. El caso merecía cierto estudio, aunque más no fuera para ir juntando lo que él desechaba, y rápidamente advertí que el petiso tenía una virtud invaluable, que nada tenia que ver con influjos misteriosos: era inmune al rechazo. Nunca se desanimaba, interpretaba una negativa como una cuestión de opiniones, y sin disminuir un ápice su autoestima, se dirigía a la próxima candidata. Desde el punto de vista de la probabilidad, el tipo lo que hacía era aumentar la frecuencia de casos favorables repitiendo el suceso una y otra vez. Ninguna suerte.

Una manifestación de ese deseo de influir sobre el desarrollo de los acontecimientos por medio de acciones descabelladas (adelante, hagan el chiste fácil, no me ofendo) es la que se pudo observar recientemente con motivo de ese asunto del mundial. Las cábalas. Gentes que uno podría calificar de perfectamente razonables, se volvieron majaretas y juraron que usar el mismo par de calcetines que usaron en el partido de la tercera ronda del campeonato de 1986 habría de mejorar la oportunidad de triunfo para unos millonarios que corrían en calzoncillos a 8000 kilómetros de distancia. Hay que decirlo de una vez, esto es completamente irracional : ninguna persona decente guarda un par de calcetines durante veinticuatro años.

La suerte, si existiera, sería injusta. Porque quienes tuvieran más talismanes indudablemente tendrían más suerte, y probablemente en desmedro de los que no tuvieran ninguno. Me pregunto por qué entonces no hay revueltas reaccionando ante  esa injusticia y por qué los suertudos no son tan atacados como los ricos. ¿Será porque se piensa que la suerte es caprichosa y le puede tocar a cualquiera? En ese caso sería bastante parecida al democrático azar, y los talismanes no servirían más que para acrecentar la fortuna (desde el punto de vista crematístico) de quienes los comercializan. Una curiosa contradicción, diría yo si no estuviera acostumbrado a las contradicciones que aparecen casi fatalmente cuando uno rasca un poquito sobre la superficie de las patrañas.

Otro aspecto muy antipático de la suerte se produce cuando alguien, en forma completamente arbitraria y fruto de una malintencionada interpretación de las casualidades, es tildado de yeta, mufa o piedra, apelativos que se utilizan para denominar a una persona que presuntamente atrae la mala fortuna. Quien sea estigmatizado de esta manera verá dificultada su vida sin ser efectivamente responsable de nada. (Estamos hablando, claro, del aspecto supersticioso de su responsabilidad, de su pretendida influencia en el clima o la performance de un caballo en el hipódromo, no de sus decisiones, pongamos por caso, como Presidente de la Nación).
Lo curioso de estos personajes es que se dice que atraen la mala suerte para los demás y no para sí mismos, lo que los convierte en algo digno de repudio. Pero, como las paparruchadas siempre se equilibran con otras paparruchadas, hay métodos para defenderse de las influencias de los mufas, que son sencillísimos y gratuitos. (Sin embargo no son adecuados para ejercerlos con mucha ostentación y en ceremonias formales, como podría ser la jura de legisladores en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación).

Finalizando, la suerte no es más que la representación mágica que las personas supersticiosas tienen de los fenómenos aleatorios, y si bien la palabra se usa a veces para denominar al azar, no son la misma cosa.

Y si no están de acuerdo conmigo, pues mala suerte.

Buenas noches.


martes, 13 de julio de 2010

Azar




El universo es un lugar que dentro de todo, está bastante bien organizado. Uno podría objetarle ciertos detalles molestos como eso de envejecer y morirse, pero en general las cosas parecen funcionar con arreglo a ciertas leyes más o menos complejas. Y entonces viene el azar y pone todo patas para arriba.


Por más que cierta clase de personas pongan cara de gurúes mientras se comen un aceituna y dicen "no existen las casualidades, existen las causalidades", lo cierto es que una gran cantidad de sucesos se producen de una manera tal, que resulta prácticamente imposible predecirlos.  Y cuando digo "prácticamente imposible" me refiero a que no es practicable. Si no hubiera dicho "imposible", directamente.

Partamos del ejemplo más básico de un suceso al azar : revolear una moneda y ver si sale cara o ceca. El resultado no es predecible debido a que intervienen una abrumadora cantidad de variables en el proceso, que incluyen desde la exacta distribución del peso de la moneda hasta las propiedades antideslizantes de la piel del ejecutor de cada revoleo, y todo esto sin considerar que ningún revoleo es exactamente igual a otro. Entonces, en términos prácticos, cada vez que arrojemos la moneda estaremos ante la presencia de un suceso aleatorio, es decir, cuyo resultado no se puede conocer de antemano.

Sabemos, sin embargo, que existe algo llamado probabilidad, que se define matemáticamente como el cociente entre los resultados favorables del suceso aleatorio y el total de resultados posibles. En el caso de la moneda, los resultados posibles son dos: cara o ceca, y el favorable uno de ellos (quiero que salga cara o quiero que salga ceca), y entonces la probabilidad de que la moneda caiga como a mí me conviene es de 0.5
La mitad, digamos. Esto no significa que de cuatro revoleos, dos deban salir cara y dos ceca, porque aquí interviene la llamada  Ley de los grandes números, que groseramente descrita dice que si uno tira la moneda infinitas veces, tenderá a salir la mitad de las veces cara y la otra mitad ceca. Y eso es todo lo que podemos suponer : en resumen, no podemos decir cómo va a salir cada revoleo.

Si esto es cierto para un experimento tan sencillo y acotado, apenas aumentamos la cantidad de resultados posibles, la complejidad aumenta. Que salga el seis en un dado tiene una probabilidad de 1/6 , que salga en dos dados arrojados en forma simultánea, de 1/36, y la generala servida (cinco dados con la misma cara hacia arriba) tenderá a salir una vez de cada 7776 veces en promedio, si es que hacemos infinitas tiradas.
Las palabras tenderá a salir, en promedio e infinitas tiradas son aquí fundamentales, ya que si tiráramos los dados 7775 veces sin sacar generala, esto no implicaría de ninguna manera que la próxima tirada debería ser exitosa. 

Ahora bien, el hombre en general se relaciona con el azar de una manera curiosa. Como las matemáticas en general y el cálculo probabilístico en particular son disciplinas arduas, se prefiere la intuición, el pálpito, o la magia lisa y llana. En otras palabras, el hombre inventa la suerte.

Algunas veces estas supersticiones se disfrazan de sentido común, y vemos a un apostador comprar el billete de lotería con el número 3451 "porque hace mucho que no sale", cuando lo real es que cualquier número tiene siempre la misma probabilidad de salir en cada sorteo. Para el caso, es lo mismo que se compre siempre el mismo número o se cambie cada vez, no importa. Se puede demostrar que las lotería en general no son juegos "justos" desde el punto de vista del jugador, están diseñados para que perder sea más probable que ganar, incluso comprándose todos los números, ya que las loterías no devuelven todo lo apostado en premios. 

Llegado a este punto, la probabilidad de que esas miradas vidriosas que se observan entre los amables lectores que aún no hayan abandonado la lectura al comprobar que está lleno de conceptos matemáticos y ningún chiste sean de interés y no de un estado de aburrimiento precursor del coma tiende a cero, de manera que me detendré aquí, anunciando que en el próximo artículo me referiré a un asunto que tal vez sea más hospitalario con el humor: la dichosa suerte.

Buenas noches.


miércoles, 7 de julio de 2010

Cositas sueltas 26





-Con el fin de demostrar la falsedad de los horóscopos, cuando dicen que voy a tener un buen día me empeño en tener uno malo, y viceversa. La mitad de las veces lo logro.

-Cuando alguien dice "usted me entiende" es porque no lo sabe explicar.

-Desconfíe de los políticos, los abogados, los escribanos, los mecánicos, y los desconfiados.

-Para comprar tecnología en cuotas uno debe ser profundamente pesimista en cuanto a la capacidad innovadora de los ingenieros, y completamente ingenuo en cuanto a la perversidad de los profesionales del marketing.

-El verdadero problema con el matrimonio entre personas del mismo sexo es que quien se casara con el hijo o la hija de una pareja de lesbianas, tendría dos suegras.

-No pagar los impuestos es evasión impositiva, hacer complicados movimientos contables para pagar menos es elusión impositiva, creer que los impuestos vuelven al contribuyente en forma de obras y servicios, es ilusión impositiva.


Buenas noches


(Fotografía gentileza de Choripanboy)

sábado, 3 de julio de 2010

Bueno, está bien...


Bueno, me convencieron, está bien, no puede ser que esté tan a contramano de todos.
Al final pareciera que es nada más que una postura  para hacerme el interesante.
Después de todo, qué daño me puede hacer, son dos horas, si habré perdido tiempo haciendo cosas aburridas con toda clase de propósitos y sin muchos éxitos.
Así que, a pesar de lo que había dicho, a partir de ahora voy a ver los partidos que juegue Argentina en este Mundial, porque en el fondo no es...¿Eh? ¿Cómo dice? ¿En serio?  Entiendo, gracias por la información.

Caramba.

Buenas noches



Blog Widget by LinkWithin