martes, 30 de marzo de 2010

Cositas sueltas 24


-Desde que aprendí a leer entre líneas, todos los libros me parecen iguales.
-Lo bueno de ser pesimista es que uno nunca recibe malas noticias.
-Hace unos días, por alguna razón no podía acordarme del nombre del actor Dennis Hopper. Cuando por fin pude rescatarlo de algún rincón de mi memoria, dije, bromeando, que ese recuerdo iba a desplazar algún otro en mi cerebro, por ejemplo  la fecha de mi cumpleaños. Desde entonces cuando alguien nombra a Dennis Hopper automáticamente se me da por cantar el Feliz Cumpleaños. (*)
-Vivo con la sensación de haber llegado al mundo muchísimo antes de que hubiera empezado la fiesta. Y ahora que la cosa se pone buena, me da sueño.

Buenas noches.




(*) Me enteré de que Dennis Hopper está muy enfermo. Todos mis futuros cumpleaños están arruinados.

sábado, 20 de marzo de 2010

Subestimando al soberano

Por alguna razón, los directores de cine están perdiendo la confianza en la inteligencia de sus espectadores. Es por eso que las películas vienen cada vez más explicadas, con escenas redundantes y diálogos artificiales cuyo único objetivo es recordarle a la audiencia que hace cinco minutos pasó algo que es importante para el argumento.
La mirada sutil y cargada de significado de un actor, el gesto revelador, la insinuación oportuna, la actitud de uno de los protagonistas que resulta extraña en el momento pero que después se revelará como perfectamente ajustada a las circunstancias, todo eso ha sido reemplazado por una descripción brutal y directa que no deja tiempo ni lugar a las especulaciones. Todo tiene que ser explicado, y rápido, no sea que alguien se pierda en la complicada trama. 
Bueno, señores directores de cine, les tengo una noticia: no somos tan tarados. No nos hace falta volver a ver catorce veces en retrospectiva la escena en la que a uno de los personajes le dicen un nombre que aparecerá más tarde. Nos acordamos, y si no, mala suerte. En algún momento nos caerá la ficha y podremos encajar todas las piezas. Es que señores directores, disfrutamos con eso, con hacer deducciones y comprobar su validez unos minutos después cuando el tipo del maletín resulta ser el socio de la abogada, o algo así. Tampoco es que lo haya entendido muy bien. Pero no me lo expliquen, por favor. Denme alguna pista, un indicio, una señal, y déjenme jugar. 
Tal vez los directores sean presionados por los productores para facilitar el proceso de entender la película y hacerla así más accesible a más personas. Es claro que el productor quiere recuperar su inversión, y eso será más posible si más gente va al cine y paga su entrada. Lo malo con este razonamiento es que implica aceptar que la gente en general se está volviendo más estúpida. Lo peor con este razonamiento es que tal vez sea válido(*).
Si esta tendencia continúa, llegará el día en que en un recuadro de la pantalla cinematográfica, imagino que el inferior derecho, aparecerá el director haciendo gestos significativos a la platea; por ejemplo, cuando un personaje mienta, el director hará una mirada de perdonavidas  mientras junta las yemas de los dedos de una mano y la levanta y baja unas cuantas veces. Un marido engañado será saludado por el director en el recuadro haciendo cuernitos, y el asesino será simplemente señalado con el índice cada vez que haga acto de presencia. 

Por más que deteste esta actitud de subestimar la inteligencia del público, debo hacer una confesión. Algunas veces, yo hago lo mismo que esos malos directores. Me pregunto si algo que estoy escribiendo se entenderá, y me veo casi abrumado por la tentación de explicarlo. Algunas veces desisto del todo, y no lo escribo, otras veces lo explico innecesariamente y el chiste tiene menos efecto que un látigo hecho de espaguetis hervidos. Porque vieron que los espaguetis hervidos no tienen la resistencia necesaria para...
Oh, maldición.


Buenas noches


(*) Hace poco me enteré de que existe una edición especial de la película "Memento" donde la historia es contada al revés que en la original. Es decir, al derecho. Aparentemente esta edición está destinada aquellos espectadores para los cuales la cronología inversa es demasiado.


jueves, 11 de marzo de 2010

Sociales


Como todos los años, parte en viaje de negocios hacia Las Vegas, Nevada, el mundialmente ignorado blogger Bugman.
Desde la escalerilla del avión, declaró: Sí, es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo.


lunes, 8 de marzo de 2010

Buenos vecinos

En mis épocas de soltero urbano yo tenía un vecino bastante pintoresco. Digamos que se llamaba Ernesto. Porque además me parece recordar que ese era su nombre, entonces sería la mar de apropiado que dijéramos que se llamaba así. De todas manera nada le agregaría ni le quitaría a la narración que le llamáramos con otro nombre. Por ejemplo, Alberto. No, no, me gusta más Ernesto. Dejémoslo así.
Alberto, digo Ernesto, era un muchacho que promediaba la treintena cuando lo conocí, y vivía con su esposa (cuyo nombre nunca supe) en el departamento que estaba pegado al mío, de cual estaba separado por una de esas paredes internas que hacen ahora, que son tan finitas que si a uno le pica el vecino se rasca.
Apenas llegué al edificio Ernesto se presentó y me dio la bienvenida, como un buen vecino. 
Solíamos salir a trabajar por las mañanas más o menos a la misma hora, Ernesto, su esposa y yo, así que nos deseábamos buenos días y hablábamos del tiempo en el ascensor. Lo que se dice, una relación cordial.
Promediando el segundo año de nuestra correcta y para nada íntima relación, tanto Ernesto como su mujer dejaron de trabajar. El Servicio de Inteligencia del edificio (es decir el encargado) se ocupó de informarme que eran empleados de una repartición oficial y se habían acogido a un plan de retiro voluntario, de esos que permiten que uno siga cobrando su sueldo durante un año entero después de la renuncia.
Luego de eso, Ernesto empezó a presentarse cada vez más desaliñado hasta que adoptó un atuendo prácticamente invariable, que consistía en una camisa que mostraba indicios de haber sido cuadriculada alguna vez con sus faldones adentro de un pantalón de gimnasia deformado y pringoso, todo esto rematado con unos mocasines marrones con las costuras reventadas que dejaban ver las medias blanco grisáceas. Completaba el conjunto una barba de anacoreta, unos cabellos abundantes que formaban una masa indefinida y casi rígida sobre su cabeza, y un aroma decididamente intoxicante, en el sentido en que inhalarlo durante más de treinta segundos podía ocasionar ceguera, convulsiones y pérdida del deseo de vivir. Parte de los efluvios que componían el poderoso almizcle eran identificables como provenientes de la combustión de las hojas de la cannabis sativa, y de la ingesta de grandes cantidades de cebada convenientemente fermentada. 
La mujer de Ernesto directamente dejó de aparecer en público. 
Ernesto, que anteriormente era bastante reservado, se puso muy locuaz y adoptó la desagradable costumbre de hablarme a escasos centímetros del rostro, lo cual me exponía a su pesadísimo aliento, que evocaba a un recital de Bob Marley celebrado en un matadero.
Me hablaba de cosas inentendibles, pero con mucho entusiasmo. Solía agarrarle por el lado místico, a veces decía que estaba en contacto con Los Galácticos y yo le preguntaba en broma cómo iba el Barcelona y él no entendía. Claro, después me enteré que Los Galácticos eran del Real Madrid. Es que de fútbol yo algunas cosas no las conozco, otras las ignoro y el resto ni siquiera las sospecho.
Esta locuacidad que desplegaba Ernesto por los pasillos continuaba paredes adentro de su departamento, sólo que unos decibeles más alto, y con la participación especial de su esposa que gritaba como un marrano. Se peleaban noche por medio, y alguna que otra vez se escuchaba un plato estrellándose. Y en ocasiones se prodigaban unas reconciliaciones igualmente ruidosas.
A fuerza de costumbre, prácticamente dejé de prestarles atención, era como vivir cerca de las vías del tren, con el tiempo uno ya no se sobresalta cuando pasa el expreso de las 20:15 sonando el silbato.
Pero un noche las escaramuzas de rigor se pusieron un poco más animadas. Los gritos fueron más fuertes, y los objetos voladores más abundantes y variados. Ernesto parecía sufrir de una especie de visión religiosa, porque exclamaba cosas como "¡ Ángel caído, yo te voy a salvar!" y su mujer tenía todos los síntomas de haber sido poseída por un demonio que la hacía hablar en lenguas, porque los insultos que profería no eran propios de una señora por más enojada que estuviera. Me preocupé un poco. 
Entonces se produjo una ráfaga de insultos y frases bíblicas y ruidos de golpes y cosas que se rompían y más gritos y unos chillidos muy agudos y unos cuasi rugidos y luego, el silencio. Me preocupé un poco más.
Pegué la oreja a la pared, y no escuché nada. Ni un sonido. Me preocupé más todavía.
Y entonces, escuché un sollozo. Muy suave al principio, fue creciendo en intensidad y volumen hasta que llegó a convertirse en un lamento hecho y derecho. Era Ernesto, que lloraba a los gritos y repetía "¿Por qué? ¿Por qué?".
Me preparé mentalmente para el testimonio que debería prestar en cuestión de minutos, tal vez incluso frente a cámaras de televisión. Me prometí no hacer lo que suele hacer la gente, que adopta espontáneamente la jerga policial cuando se la interroga sobre algún hecho delictivo. No, señor, yo no saldría por la tele diciendo cosas como "el hecho", "heridas cortantes", "arma blanca" o "la occisa". 
Porque a esas alturas estaba perfectamente claro que Ernesto había matado a su mujer y aunque quedaba determinar el método que había utilizado, yo hubiera apostado a que primero la había estrangulado y ahora la estaba cortando en pedacitos mientras lloraba. Me aposté en la puerta de mi departamento acechando al asesino. Quería atraparlo cuando sacara el cadáver trozado en grandes bolsas chorreantes. O quizás fuera más conveniente llamar a la policía, que a lo mejor en las bolsas quedaba espacio para un vecino curioso.
Estas y otras cavilaciones ocupaban mi mente mientras Ernesto alternaba el sollozo y algunas frases ininteligibles.
Y entonces otro sonido golpeó mis sentidos. Bueno, uno de ellos. Un sonido sorprendente, uno que no estaba preparado para escuchar. 
Clara, nítida, potente, se escuchó una voz femenina, que decía:
-¿¿Ernesto, te podés dejar de joder, que quiero dormir??


Buenas noches.



jueves, 4 de marzo de 2010

Al vuelo VIII

Una vez más me encuentro frente al teclado con la esperanza de encontrar una idea para escribir un artículo, y a pesar de que se me ocurren varias no alcanzo a decidirme en cuanto a su desarrollo. Cuando me pasa eso, cuando tengo algo que un artista llamaría "bloqueo" y un médico estreñimiento, es el  momento en el que me propongo hacer uno de estos ejercicios que consisten en escribir lo primero que se me viene a la mente sin detenerme a corregir. 
Bueno, las faltas de ortografía sí que las corrijo. Es que me molestan. Cuando recibo un mensaje de correo electrónico con faltas de ortografía (y los recibo cada vez con más frecuencia) no puedo evitar imaginarme al que lo escribió presentándose a una entrevista laboral vestido con una camiseta agujereada y con manchas de salsa de tomates. Me muero de la vergüenza cuando encuentro errores de ortografía en cosas que yo mismo escribí. Sobre todo porque la última camiseta manchada con salsa de tomates que tuve, me la tiró a la basura mi mujer cuando nos fuimos a vivir juntos. No es una disculpa, pero casi todos mis errores de ortografía son en realidad errores de tipeo (¿existe la plabra tipeo?). La culpa debe ser de la caprichosa distribución de las letras en el teclado tipo qwerty. ¿Sabían que la distribución qwerty se creó a propósito para que la gente escribiera más lento? Estamos hablando de máquinas de escribir, claro, de dónde creen que provienen los teclados de las computadoras. Resulta que había una distribución de teclas para máquinas de escribir que les permitía a las dactilógrafas teclear tan rápido que las palancas que unían a cada tipo con la correspondiente letra no tenían tiempo de volver a su lugar al golpear el papel y se encontraban con la que ya venía subiendo, y entonces se trababan. Era una configuración demasiado eficiente, y entonces a alguien se le ocurrió separar las letras que se utilizaban con más frecuencia (en el idioma inglés) y diseñó el qwerty. Acabo de percatarme de que muchos de ustedes jamás deben haber usado una máquina de escribir mecánica, como la Olivetti Lettera que teníamos en casa cuando yo era chico. Qué ruido que hacían esas cosas. 
Hay ruidos que ya no se escuchan. El de las ruedas de acero de los patines de cuatro ruedas que se ataban a las zapatillas, el de las impresoras matriciales de ochenta columnas. El de los pasos del caballo que tiraba del carro del hombre que vendía artículos de mimbre sobre los adoquines de la calle. Menos mal, eran todos ruidos molestos. 

Buenas noches.

lunes, 1 de marzo de 2010

Servicios que faltan

            

Señor paranoico: 
¿Harto de que le digan que sufre de un trastorno psicológico, que todo es producto de su imaginación y que nadie en realidad lo está siguiendo? 
¿Cansado de que la policía ni se moleste en investigar quién dobla la punta de la página 34 de su periódico todos los días menos los jueves?
¿Aburrido de costosos tratamientos que no logran hacer que desparezcan sus perseguidores, pero sí su dinero?

¡Tenemos la solución que estaba esperando!

¡Nuestro exclusivo servicio de Seguimiento Personalizado Paranoide (SPP) convierte en realidad todas sus fantasías persecutorias! 

El SPP es un servicio de seguimiento integral del paranoico, que mediante una presencia discreta pero efectiva, ¡convencerá a todos sus amigos, empleadores, terapeutas y vecinos de que efectivamente, usted es la víctima de alguna clase de Oscura Conspiración!

-Seguimientos a pie por agentes que usan sombrero negro.
-Entrega de correo con los sobres abiertos.
-Robo de felpudos.
-Escuchas telefónicas evidentes (toses, estornudos, ruidos de conexión y desconexión).
-Seguimientos en vehículos sospechosos.
-Estacionamiento frente a su propiedad de camioneta con antenas en el techo.
-Interferencia radial.

¡Y todo lo que su afiebrada imaginación requiera!

No necesita contactarse con nosotros. 


NOSOTROS LO CONTACTAREMOS A USTED.


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