lunes, 28 de julio de 2008

Cositas Sueltas 15


-Los sujetos que dicen estar dispuestos a morir por sus ideales suelen estar mucho más dispuestos a facilitar que mueras por los tuyos.

-Si empezáramos a correr un rumor que indicara que el suicidio es cool, apuesto a que en un par de años nos libraríamos de todos los estúpidos.

-Cuando los publicitarios dicen que tal cosa ya llegó o está llegando yo siempre me pregunto adonde estaba antes. Porque seguro que ahí era más barata.

-Lo malo de ser un pionero es andar explicándole a todo el mundo qué es lo que estás haciendo. 

-Es imposible diseñar algo a prueba de tontos, porque los tontos son sumamente ingeniosos (*).

-Así como a xstx txclado lx falla una sola txcla y xso arruina todo xl rxsultado, algunas vxcxs un solo individuo puxdx xstropxar xl xsfuxrzo dx todo un xquipo. Xn rxsumxn, la culpa xs dx Xstévxz, sxñor.

-Decir "Te quiero" suele ser más fácil que decir "Tengamos sexo". Sin embargo, es mucho más fácil tener sexo con alguien que querer a alguien. A menos que usted sea muy feo.

-La solución al problema de la pobreza es que cada rico se case con un pobre. Lo malo es que al cabo de unas cuantas generaciones nadie va a querer lavar un plato por menos de doce millones de dólares.

-Si todos lo hombres del mundo nos tomamos de las las manos,  las mujeres aprovechan y nos roban el control remoto de la tele.

Buenas noches

PD: ¿Quiere figurar en la sección Cositas Sueltas?¿Ah, sí? ¿Y por qué no me lo dijo antes? Envíeme un mail con sus colaboraciones a la dirección de mail que figura ahí donde figura mi dirección de mail. 

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Nota: S.G., desde su blog Te cuento una historia... nos otorga ¿a que no saben qué?. No, no es un crédito hipotecario, es un premio que se llama "Brillante Weblog", y me gusta porque dice weblog, como les decíamos antes, cuando yo empecé, ¿sabe? y no blog, como les dicen ahora estos jovencitos que no saben lo que era conectarse a Internet con un modem de 14400 bps. Siguiendo la tradición, agradecemos, inclinamos la cabeza, murmuramos nuestro mantra : No somos dignos, no somos dignos, y luego nos negamos a seguir la cadena por las razones que ya hemos expuesto muchas veces.

(*)Esta frase no la inventé. Estoy casi seguro de que la leí en alguna parte. Si alguien conoce el autor, por favor ilústreme.

miércoles, 23 de julio de 2008

Los ángulos rectos hierven a noventa grados


No se sabe a ciencia cierta (*) si fueron los sumerios, los egipcios, los babilonios o los socios del Rotary Club, pero está probado que a alguien alguna vez se le ocurrió dividir un círculo en trescientos sesenta grados, todos iguales.

Por esa ocurrencia que sigue vigente es que hoy podemos medir ángulos y decir que tal o cual cosa está "a X grados" de alguna referencia. Esto, junto a la trigonometría, permitió a los navegantes de antaño ubicarse con gran exactitud relacionando las posiciones de estrellas conocidas respecto de la línea del horizonte mediante un instrumento llamado sextante y cruzando datos en tablas que tenían en cuenta otras variables como la época del año. Estas técnicas tradicionales de navegación han caído en desuso, claro, porque hoy cualquier pelandrún con GPS (Global Positioning System) sabe donde está y a cuántas millas naúticas hay un Blockbuster con sólo mirar una pantallita. (Puede que este último dato les parezca irrelevante a quienes no son navegantes, pero para ellos es vital. Arriba del barco uno se aburre mucho).

Pero incluso fuera del ámbito naval todos utilizamos ángulos. En general tenemos la noción de que las paredes de una casa suelen erigirse perpendiculares al piso, es decir a un ángulo de noventa grados. Si vamos conduciendo por una calle y debemos girar, normalmente también lo hacemos a noventa grados. Salvo que se trate de una diagonal, y ahí el giro es a cuarenta y cinco grados. Institivamente reconocemos ciertos ángulos sin necesidad de andar con un transportador en el bolsillo.

Ahora bien, si vamos en un sentido de la calle y de pronto nos damos cuenta de que ya hemos dejado atrás el lugar hacia donde queríamos dirgirnos, tendremos que desandar el camino. Para eso, a no ser que estemos en un lugar que permita el giro en "U", tendremos que hacer dos giros consecutivos de noventa grados, es decir en total un giro de ciento ochenta grados. Si se puede girar en "U" el resultado es el mismo, pero en un solo paso.

Entonces, para que quede claro, si vamos primero hacia el norte, y después hacia el sur, habremos hecho un giro de ciento ochenta grados. 

En lenguaje figurado suele aplicarse esa expresión a un cambio de situación, de intención o de opinión de manera que su resultado o su tendencia se transformen hasta convertirse en lo opuesto de lo que eran inicialmente. Ej: "Siempre me fue mal, pero de pronto un golpe de suerte hizo que mi vida diera un giro de ciento ochenta grados". Es una expresión bastante efectiva y clara. 

Sin embargo, hay gente que insiste en decir "un giro de trescientos sesenta grados", lo cual los sagaces lectores han notado inmediatemente, es erróneo para indicar un cambio de sentido. Porque por supuesto, el resultado de hacer un giro de trescientos sesenta grados nos deja en la misma posición que teníamos al principio. Girar trescientos sesenta grados es describir un círculo completo. Si íbamos para allá, después de dar una vuelta completa todavía estamos yendo para allá, a lo mejor un poquito mareados, pero nada se habrá modificado en lo sustancial.

Todo esto viene a cuento porque en una discusión con un abogado por un quítame de allá esas deudas que no me corresponde pagar a mí, el letrado me acusó de haber dado un giro de trescientos sesenta grados con respecto a mi posición inicial, y cuando quise corregirlo diciéndole que en ese caso mi posición no habría cambiado un ápice, se ofendió muchísimo y me atribuyó la intención de pretender enseñarle Derecho, cuando todo lo que yo pretendía era enseñarle Geometría.

Afortunadamente si esto llega a los Tribunales hay copiosa bibliografía que avala mis dichos. (A ver..dónde puse mi Manual de Geometría de quinto grado, será posible, en esta casa no se encuentra nada, caranchos).

Buenas noches.

(*) Tal ve sí se sabe a ciencia cierta,  en todo caso el que no lo sabe es el autor.

jueves, 17 de julio de 2008

Payasos



No me gustan los payasos. Me refiero a los payasos profesionales, no al tío que se pone la pantalla de la lámpara como sombrero e imita a Frank Sinatra. Está bien, tampoco me gusta ese tío. Pero al menos a su favor se puede decir que estaba borracho.







Tal vez mi leve coulrofobia haya comenzado aquel día en que me llevaron cual tierno parvulillo que era a ver un espectáculo infantil. Era, tal vez, el día del niño. Yo tenía, quizás, siete años.

En el escenario un payaso de corte clásico hacía piruetas, o malabares, o contaba chistes, o manipulaba globos de forma alargada para convertirlos en algo que según el consenso general debería parecer alguna clase de animalito.

Yo estaba lejos, y tengo la brumosa idea de que el espectáculo me agradaba.

En algún momento, el clown comenzó a repartir algo entre los niños que se acercaban al escenario. No recuerdo qué era, caramelos, sombreritos, algún cotillón. El asunto era que yo quería eso, lo quería con ese entusiasmo sin cálculo que solamente tienen los infantes y que perdemos más tarde cuando nos presentan la palabra "conveniencia".

De manera que me fui corriendo por el pasillo del teatro, hacia el escenario, alegremente y chillando de anticipación.

Pero a medida que me iba acercando al artista, mis jóvenes ojos empezaban a descubrir detalles. Horrendos detalles. El trote saltarín con el que me trasladaba fue reemplazado por un andar menos eufórico, y este por un avance cauteloso, y por último a unos dos metros del lugar donde se estaba produciendo la distribución de chucherías, me detuve completamente.

El rostro blanco ahora estaba surcado de grietas oscuras, de arrugas que dejaban entrever la piel vieja y curtida. Bordeando los ojos enrojecidos unas líneas oscuras se borroneaban y escurrían hacia abajo, agregando a la sucia palidez de las mejillas unos jirones grises que llegaban hasta las comisuras de lo labios, los verdaderos labios que se podían ver a pesar de la gigantesca sonrisa pintada. Y los dientes marrones. Y los pelos de la peluca pegoteados de transpiración.

No se cuánto tiempo estuve así, paralizado. Ya no quería el regalo, ya no pensaba acercarme más, debía alejarme rápidamente, pero no podía, estaba fascinado con el descubrimiento: los payasos, de cerca, eran espantosos.

Ya no me asustan, pero continúan desagradándome. Tienen algo oculto, y no es esa tristeza a la que se alude con cursilería en cuadros de pésimo gusto. Es algo más, es algo malvado, es algo que tal vez no sea conveniente conocer.

Buenas noches.

jueves, 10 de julio de 2008

Aconsejado profesional

Hay personas  que viven de decirles a otras personas lo que deberían hacer. Se llaman consejeros o asesores.

Se supone que estas gentes saben muchísimo sobre algún área del conocimiento humano, por eso están en posición de dar consejos. Y cobrar por ello.

Según su especialidad y su reputación, pueden llegar a ser muy requeridos y cotizar muy alto sus servicios. Por ejemplo los consejeros legales o financieros no suelen ser baratos.

Ahora bien, hay otra clase de gente que da consejos sin cobrar, sin que medie solicitud alguna y en muchos casos en contra de la voluntad del aconsejado.

No pueden ver a alguien haciendo algo sin que les asalte el impulso de sugerir una mejor manera. Como no son especialistas, no están constreñidos a un ámbito específico de aplicación, su generalismo abarca toda actividad concebible.

Ya que en este caso el aconsejado involuntario no está recibiendo un servicio de asesoría previamente solicitado, sino que por el contrario el consejero compulsivo es quien se ve beneficiado en el intercambio al satisfacer su patológica necesidad de aconsejar, ¿no sería justo que este último le pagara al primero?.

Si existieran aconsejados profesionales, que  a cambio de un estipendio libremente negociado entre las partes se prestaran a recibir sugerencias, ideas, lecciones de vida, técnicas para el asado o trucos de bricolaje, quienes intentamos hacer nuestras tareas sin molestar a nadie probablemente podríamos equivocarnos solitos y en paz.

De manera que queridos vecinos que durante el feriado de ayer reiteradamente interrumpieron mi trabajo en el jardín, dándome sus seguramente bienintencionadas opiniones sobre la mejor manera de preparar la tierra para la implantación de césped mientras yo intentaba disfrutar el placer del trabajo manual a la antigua, sepan que a partir de ahora ya no recibo consejos gratis. 

Mi paciencia está tarifada. Consulten con mi asistente.

Buenas noches.

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En otro orden de cosas, Dispersa, que me debe haber confundido con otro, me ha otorgado el premio AMOR PERFEKTO (sí, está bien escrito) por considerar que soy uno de los que Buscan o intenten Crear con sus post el “Amor Perfekto”, por su calidad artística, por su humanidad, por sus sentimientos…Ya ven por qué digo que me confundió con otro. Haciendo honor a la tradición, le contesto gracias, no somos dignos, no somos dignos, y me abstengo de continuar la cadena por las razones que he expuesto tantas veces.

PD: Resultados en Google para Proxicaptor al 10 de julio de 2008: 7060. Este contador se irá actualizando periódicamente.

domingo, 6 de julio de 2008

Coherencia

Si hay algo de lo que me precio es de ser coherente. Sí señor. Yo mantengo mis ideas desde los 4 años, aproximadamente. Y no he cambiado un ápice, para desesperación de mis enemigos que se esfuerzan en encontrar una contradicción, una fisura, un pequeña rajadura en el monolítico conjunto de ideas que me acompañan desde que tengo uso de razón. Incluso antes.

Siempre digo que no hay nada más importante que la coherencia, nada. Usted consígase un idea y quédese ahí hasta que lo metan en el cajón o en el manicomio, lo mismo da. No se deje convencer por paparruchadas como que los tiempos cambian, que hay nueva información acerca de lo que usted piensa o que ahora sus tendencias son ilegales.

Si se mantiene coherente durante toda su vida, será respetado. Aunque sea un idiota. Aunque sus convicciones sean absolutamente ridículas. No importa, usted habrá sido coherente, y eso es algo que le van a reconocer. Si no tiene nada mejor que ofrecer, sea coherente. Carreras exitosas se han basado en algo tan simple.

Tener coherencia, eso es lo importante.

Y la coherencia se ve hermosamente perfilada y mejorada si viene acompañada de un poco de flexibilidad. Porque tampoco es bueno dejar que se nos fosilicen las neuronas.

Coherencia, y un poquito de flexibilidad. Ahí está la clave.

Un poco de flexibilidad, eso es bueno, y mientras más flexible, mejor. No como esa gente que se aferra a sus convicciones anticuadas y no escucha a nadie más. Las circunstancias cambian, el mundo es dinámico, no se puede mantener un posición monolítica en casi ningún tema, porque las condiciones mutan incluso antes de que uno termine de formarse una opinión.

Esos que tienen el cerebro anquilosado y repiten lo mismo desde hace 40 años se jactan de tener coherencia. Ja. Parálisis mental, sesera de piedra, eso es lo que tienen. Si no cambió de idea en 40 años, más vale que se tome el pulso, mi amigo, es probable que usted esté muerto.

Mucha flexibilidad para cambiar de opinión rápidamente, eso es lo que hace falta hoy en día.

Buenas noches.






PD: Resultados en Google para Proxicaptor al 06 de julio de 2008: 6370 . Este contador se irá actualizando periódicamente.

martes, 1 de julio de 2008

Libro de quejas


En los comentarios de este artículo podrán dejar quejas y sugerencias acerca de mi trabajo (de alguna manera hay que llamarlo).

No prometo contestar a todas, ni satisfacer a nadie.

Por ejemplo, no puedo responder a quejas del tipo: "¿Cómo es posible que siendo calvo sea usted tan increíblemente atractivo?", o "Usted escribe cualquier imbecilidad y sus lectores lo aplauden, yo me mandé catorce páginas de análisis de Crítica de la Razón Pura y nada, ni un comentario", porque no son cosas que yo pueda evitar ni corregir. (Es verdad, he intentado ser menos atractivo y no lo he logrado).

De todas maneras este será un artículo que quedará permanentemente accesible, así que no se preocupen, tendrán todo el tiempo del mundo para quejarse. Que es lo que más les gusta. Vamos. Si los conoceré.

Buenas noches.
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