sábado, 29 de diciembre de 2007

Metas mediocres

En estos días aciagos en que a todo el mundo se le da por hacer balances, también existe otra superstición: los "propósitos de Año Nuevo".

Yo no se de donde salió esta costumbre de proponerse metas a cumplir en el año que todavía no empieza, sospecho que del mismo lugar de donde salen todas las cosas entre cursis y molestas : las películas o series norteamericanas.

No tengo opinión formada acerca de si es bueno o malo señalarse metas (me refiero aquí a la vida en general, no al trabajo donde no sólo nos ponen metas sino que además si no las cumplimos nos pasan cosas poco agradables).
Esos tipos que planifican su vida como si de un proyecto de organización industrial se tratase, estableciendo hitos con definición completa de acción, atributo y horizonte de tiempo me ponen un poco nervioso. La gente cambia. O debería.

Un pariente menor de esas metas de vida son los propósitos de fin de año. Se supone que uno promete hacer tal o cuales cosas durante el año que sigue. Por lo general las cosas que uno tiene la intención de hacer son buenas, en el sentido en que no dañan a nadie. Y por lo general son difíciles de cumplir, que si no no sería necesaria toda la liturgia del propósito.

Basado en el hecho de que no se cuál es el porcentaje exacto, me animo a adivinar que el 75 % de los propósitos de fin de año no se cumplen. Esto trae frustración, baja de la autoestima, aumento de la presión sanguínea, consumo de psicofármacos, consultas a los psicoanalistas y tendencias a elegir la profesión de escribano público.

¿Cuál es el problema? ¿Por qué no se cumplen los propósitos? Muy sencillo: metas inalcanzables.
Casi todo el mundo quiere pasar por un ser noble, sacrificado, con una templanza a toda prueba y un fuerza de voluntad indoblegable, cuando la verdad es que somos perezosos, egoístas y débiles.

Es por eso que para evitar frustraciones y culpas, yo propongo que si han de hacerse los dichosos propósitos, se apunte bajo. Establézcance metas mediocres al alcance de cualquier pelafustán, que puedan ser logradas con mínimo esfuerzo, casi en forma automática, rozando lo inevitable.

Esto dará por resultado una multitud de gentes haciendo balances maravillosos, observando lo mucho que han logrado, que han mejorado, que han avanzado. Serán tal vez los mismos pelandrunes del año pasado, pero en casi ningún caso serán peores.

Pongamos algunos ejemplos de metas alcanzables, de propósitos fáciles de cumplir:

-Usted tiene algún hábito inconveniente. (Fumar, beber en exceso, drogarse, espiar a los vecinos, no bañarse, masticar ajo, etc). En vez de proponerse abandonarlo y fracasar miserablemente, elija otro hábito para no tener. El propósito será algo así:
"El año que viene no comenzaré a revisar la basura de gente famosa"

-
En lugar de proponerse ir al gimnasio tres veces por semana y cumplirlo a medias durante tres días, propóngase encariñarse con su barriga.

-No se ponga como meta terminar ninguna cosa. Propóngase disfrutar del hecho de hacerla. Si quiere ser más extremista, propóngase abandonar todo lo que no haya terminado el año anterior.

¿Se entiende por donde va la cosa?
De esta manera, estimado lector, usted llegará al fin del próximo año satisfecho por haber realizado todo lo que se ha propuesto.

¿Que las metas mediocres no nos hacen mejores personas, que donde está la búsqueda de la excelencia, el deseo de superarnos, la voluntad de trascender?

Desde mi punto de vista, la gente no hace más que empeorar año tras año. Y eso que se plantean objetivos de lo más elevados. Si con propósitos blandos la gente no mejora, pero tampoco empeora, hay una ganancia evidente. Y no, querer que la gente solamente no sea peor no es una meta mediocre en sí misma. Con lo tentador que es abandonarse a la entropía.

Buenas noches.


viernes, 21 de diciembre de 2007

No saludo


Estimados lectores, ustedes saben cómo me pongo para estas fechas, de manera que este año no voy a hacer saludo alguno.

Ni piensen que les voy a desear que la pasen bien en compañía de sus seres queridos, que festejen en paz y que renueven sus grandes o modestas esperanzas.

De ninguna manera voy a caer en la cursilería de decir que aprecio que hayan estado aquí en forma tan consecuente y que espero que sigamos encontrándonos en este lugar por mucho tiempo más.

Ni siquiera se me pasa por la mente recomendarles que festejen con alegría pero con prudencia, que no se saquen un ojo con el corcho de la sidra y que no pierdan uno o varios dedos jugando con pirotecnia.

En consecuencia, no podría estar más lejos de mis intenciones el mandarles un fuerte abrazo a ustedes y sus familias.

Buenas noches.

PD: Otra vez se viene una semana complicada, incluyendo un viaje relámpago cruzando los Andes. Nos encontramos en unos días.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

La babas de Babilonia

Tengo un cliente que cuando ve pasar una señorita de impactante fuselaje comienza a proferir unos susurros insinuantes en voz muy baja, que suenan algo parecido a bsbsbsbbssfggmuerdo...cosita....bsfgggbsbsbsssagarro. En las ocasiones en que mi presencia física coincide con uno de estos episodios, me siento como cubierto por una sábana confeccionada con hilos de saliva fría.

Digámoslo de una vez: un hombre baboso es repugnante.
Más cuando el baboseo ni siquiera tiene la intención de alcanzar a la dama avistada (que las más de las veces ni se entera de nada) sino establecer una especie de complicidad con nosotros, involuntarios testigos de la aparición de lo peor de nuestra condición sexual.

Hay otros salivadores que sí procuran que el objeto de sus guarradas se entere de su hazaña. Dicen la barbaridad en voz alta, y allí la fémina es la que debe sentirse salpicada por una sustancia pegajosa y malsana.

Aclaremos prontamente que yo siento el mayor de los respetos por los caballeros que saben cómo dirigirse a una dama desconocida y alaban su belleza en forma elegante y eficaz, sin intenciones ulteriores y con el único propósito de dejar explícitamente declarada su admiración, y de paso alegrarle el día a una mujer que merece ser homenajeada por su contribución a la armonía del Universo. Si acaso estos poetas reciben por toda paga una sonrisa, a veces ni eso.

Pero regresemos con los indignos ejemplares que pervierten el piropo hasta convertirlo en un insulto.
Es evidente que no esperan que una señorita abordada de tan mala manera responda con interés al torcido estímulo. Me pregunto cuál sería su reacción si la afectada se plantase declarando : Muy bien. Aquí estoy. Cumpla su promesa, hágame todo eso que me dijo. (Mi abogado me sugiere que les aclare a las lectoras del blog que de ningún modo estoy recomendando ese curso de acción. Que es una pregunta retórica. Que no me hago responsable de las consecuencias en caso de estar erradas mis suposiciones).

Una técnica ligeramente menos agresiva es la que aplican los babosos que se desplazan en vehículos motorizados. Estos repulsivos móviles reaccionan ante la vista de la belleza femenina haciendo una corta pulsación de la bocina. Algunos entusiastas acompañan el efecto sonoro con el murmurar viscoso, lo cual ya parece demasiado. Incluso si se quedan en silencio se los puede ver a través del parabrisas mordiéndose el labio inferior con cara de famélicos sexuales.
Digo yo, ¿existe en algún lugar un registro, un testigo, una prueba documental de que en alguna ocasión esto de tocar la bocina haya resultado en alguna reacción de algún tipo por parte de la dama en cuestión? No, ¿verdad? ¿Entonces por qué lo siguen haciendo? ¿No ven que se rebajan, que nos rebajan?

Mujeres bellas han provocado asesinatos, peleas y suicidios. Ejércitos han marchado a la batalla bajo el influjo de unos ojos hechiceros, unas piernas con tobillos finos como los de los caballos de pura sangre, unas caderas poderosas o unos senos perfectos. El hombre que tiene algún grado de sensibilidad siente un pequeño estrujamiento del alma ante la sublime majestad de un esplendoroso ejemplar femenino. Algunos incluso experimentan una súbita tristeza al descubrir que esa mujer no será para ellos. Otros, como decíamos, tienen la habilidad de expresar su deleite con palabras de homenaje.

Pero lo que no toleramos es la verborrea masturbatoria, la rastrera e indigna ostentación de mal gusto, el acto cuasi violatorio, agresivo y estúpido.
Un baboso es un tipo que degrada la belleza, la ensucia, la pone al mismo nivel de disfrute de un eructo.

Y encima molestan tocando la dichosa bocina.

Buenas noches.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Bleu, blanc, rouge



Gracias a Claude.

Me encanta como quedó. Me parece que la voy a poner como mi foto de perfil.

viernes, 14 de diciembre de 2007

La casa del terror: el hidromasaje de la muerte

Si el mundo fuera como a mí me parece que tiene que ser, a los potenciales compradores de una casa se les debería permitir vivir a prueba en el inmueble por unos días. Podría pactarse un precio por el alquiler temporario con opción a compra, que sería descontado del valor total si es que el candidato decidiera hacer la transacción.
De esta manera el aspirante a propietario podría descubrir las ocultas fuerzas que habitan en la morada, fuerzas como las que se han desatado en la última semana en mi propia y flamante casa, fuerzas que me tienen completamente a su merced y que combato malamente con la escasa dotación con que la madre naturaleza me ha provisto.


El sábado pasado bien temprano unos robustos señores se llevaron de mi departamento de Soltero Urbano los últimos bártulos de grandes proporciones y los trajeron aquí, a mi casa suburbana. Hicieron lo propio con las pertenencias de mi novia, de suerte que al mediodía teníamos casi todos nuestros bienes muebles amontonados en una suerte de campamento de refugiados en medio de la sala.

Gran parte del día me lo pasé levantando cosas y moviéndolas de aquí para allá, y luego nuevamente para aquí, decidiendo finalmente que mejor quedaban allá.

Por la noche con la espalda adolorida, y aprovechando que estaba solo (mi mujer se había ido a dormir a su departamento porque al otro día tenía que hacer no me acuerdo qué cosas, a lo mejor despedirse de su amante), se me ocurrió que era una excelente ocasión para probar mi bañera con hidromasaje.

Pequeña digresión: varios comentaristas han expresado una mezcla de admiración y envidia por el hecho de que quien escribe sea poseedor de tan exclusivo artefacto. Se me ocurre que están pensando en esos jaccuzzis que salen en las películas donde el protagonista se mete con tres rubias y toman champagne y se ríen todo el tiempo quién sabe de qué cosas. Bueno, no. Lo mío es una bañera de proporciones normales, con la única diferencia que tiene unos agujeritos (tres) por donde salen chorros de agua a presión. No es para tanto. Fin de la digresión.

Me dispuse a llenar entonces la tina, operación que llevó su tiempo (próximanente en este blog, "La bomba hidroneumática del espanto"), y mientras tanto procedí a lavarme concienzudamente, que un hidromasaje con mugre flotante es algo asqueroso, se asemeja más a un puchero en plena cocción que a un caballero disfrutando de la hidroterapia.

Finalmente apreté el botón y el ingenio hidráulico se puso en marcha.

Debo confesarlo, por unos minutos fui casi feliz. La agradable presión sobre el cuerpo me hizo olvidar por un momento de todo el asunto de la mudanza, del caos, de los detalles faltantes que me va a llevar toda una vida terminar, del cansancio, de las deudas que estoy acumulando alegremente.
Semisumergido, sentía que me estaba haciendo líquido yo también, arrullado por el suave ronroneo del motor que impulsaba el agua por los jets, que algunas veces se convertía en una suave tos.

Y de pronto, sentí como una sacudida. Más precisamente una sacudida eléctrica.
Y la oscuridad.

No, no me desmayé, se cortó la luz. Salí de la bañera y noté que el piso del baño estaba mojado. Mejor dicho, estaba cubierto con unos dos centímetros de agua que escurría por partes iguales hacia la rejilla y hacia la habitación (sí, es un baño en suite, a ver si aprenden a vivir, caramba).
Ataviado c0n toalla enrollada en la cintura como todo ropaje, bajé las escaleras hasta encontrar la caja de interruptores y comprobé que había saltado el disyuntor diferencial .(No se preocupen si no saben lo que es. Vayan y compren uno y hagan que un electricista se los instale en la casa. Les puede salvar la vida).

Volví al baño, esta vez munido de una linterna, y abrí la tapa donde está el motor de la bomba del hidromasaje, y ahí encontré el problema : estaba casi completamente bajo el agua, se ve que alguna junta, brida, cañito o lo que sea estaba mal puesto y tenía unas fugas que ríase de Alcatraz. Esto hizo que el agua llegara a ponerse en contacto con un conductor eléctrico , se electrificara redondamente y me produjera la sacudida. El maravilloso disyuntor detectó la anomalía y cortó la alimentación de toda la casa, evitando que yo saliera en los diarios al otro día. Estoy tan agradecido que si llego a tener un hijo le voy a poner Disyuntor de primer nombre y Diferencial de segundo. Eso, y le voy a enseñar artes marciales. O le voy a comprar un revólver.

Buenas noches.

martes, 11 de diciembre de 2007

Telegrama

Publicando desde la oficina. Stop.
En proceso de mudanza. Stop.
Sin Internet aún en casa nueva. Stop.
Apasionante disputa territorial con golondrinas. Stop.
Casi me electrocuto con la bañera de hidromasaje. Stop.
Habrá más novedades, y relato detallado. Stop.

Stop.
Stop.
Stoooooooop.

lunes, 3 de diciembre de 2007

O.T.P.

¿Se acaba de comprar el último modelo de teléfono celular, ese que saca fotos en infrarrojo, blanquea los dientes y pide una pizza por usted?
¿Está leyendo esto en su nuevo monitor LCD de 19 pulgadas con "super bright" y "maxi flupi"?
¡Disfrútelo!
Mientras pueda.




Todavía no leyó el manual de su chiche tecnológico, ni siquiera le sacó la lámina protectora a las pantallitas, tal vez esté cargándole las baterías por primera vez, y alguien ha decidido que ya es obsoleto.

Lo que reemplazará al flamante adminículo que usted tiene en sus manos ya está siendo producido en este preciso momento, y el que vendrá a dejar a ese al nivel de un hacha de sílex ya está en el tablero de los diseñadores.

Es que los fabricantes son perversos hasta el paroxismo. Saben que los consumidores somos débiles, que deseamos eso que están vendiendo, que queremos más megapíxeles, más megabytes, más megaflupios, más superdupper, más de todo aunque no tengamos la menor idea de para qué.
Y los que sabemos sufrimos incluso más, porque tenemos una cabal idea de los que nos estamos perdiendo.

Para un tecnófilo como el que escribe, la idea de que lo que todavía no terminamos de pagar ya ha sido superado por un nuevo modelo es francamente ultrajante. Como si fuera poco, normalmente al aparecer la versión mejorada la anterior baja de precio dramáticamente y nos quedamos con la sensación de que no sabemos comprar. Lo peor es que es cierto.

Hasta cierto punto yo intento minimizar estas calamidades apuntando al segundo modelo de la línea. ¿La mejor cámara digital es la H367? Bueno, deme la H366. Por lo menos la semana que viene, cuando salga la H368, la que compré no va a costar la mitad.
Claro que igual me quedo con la sensación de tener entre mis manos una pieza de colección. De pronto me doy cuenta de que con mi cámara no puedo hacer fotografías para imprimir en murales de dos por dos metros. Nunca se me hubiera ocurrido imprimir una fotografía de ese tamaño, pero resulta que ahora, con la H368, se puede. Me acaban de imponer una limitación, me acaban de negar una posibilidad que ni siquiera conocía, me están diciendo en la cara que hay algo nuevo y maravilloso que ay, qué lástima, no está a mi alcance.

Es endemoniadamente cruel y completamente premeditado.

La Obsolescencia Tecnológica Planificada (O.T.P.) es una estrategia comercial con cierta historia que se ha ido intensificando con los años.
Apunta a que tipos como yo, que sufren de una especie de lujuria por los juguetitos modernos, gasten todo su dinero cambiando su dotación electrónica a cada rato.

Dolorosamente he tenido que desarrollar cierta disciplina para no dejarme caer en una debacle de compras y deudas y angustias y desenfreno consumista.

Lo que yo hago es demorar mi compra hasta que salga el último modelo de lo que sea. Cuando aparece el adminículo, lo analizo, busco información, visito sitios de Internet que opinan sobre el aparatejo, busco precios, comparo marcas, todo con tranquilidad. Mientras este proceso se verifica, ¡Zas! ya aparece el modelo nuevo, y empiezo todo otra vez.
Tarde o temprano me canso y decido que después de todo, no necesito ese chiche, y me ahorro un montón de plata.

Una de las áreas en donde la O.T.P. se manifiesta con mayor virulencia es la informática. Afortunadamente para el consumidor promedio que usa la computadora para cosas tan inútiles como leer este blog mientras el cacharro encienda y funcione bien (que en todo caso es un concepto subjetivo) no hay necesidad de cambiarlo.
Pero ¡ay de los que trabajamos con estos aparatos!. Los fabricantes de software y los de computadoras son aliados en la conjura, entonces la versión nueva del programa que utilizamos todo el tiempo apenas si se arrastra en nuestra vieja máquina, que por supuesto ya no vale nada y es imposible de actualizar con poco dinero. Y ni hablar si resulta que además nos encantan los juegos. Para ver los increíbles gráficos cuasi cinematográficos del último matasoldaditos necesitamos un aparato que perfectamente se podría encontrar en el escritorio de un ingeniero de la NASA. Estamos atrapados.

Recuerdo con nostalgia la época en que mis padres compraban una heladera y no la cambiaban en 25 años. No había ninguna necesidad. Enfriaba, y con eso bastaba. Si se rompía, se reparaba. Había toda una industria paralela de repuestos y técnicos. Cambiar un electrodoméstico porque había salido al mercado un modelo mejor era absurdo. Y no estaba al alcance de una familia de clase media el tener tan extravagantes costumbres. Claro, no todo el mundo tenía toda clase de aparatos, la industria podía vivir perfectamente de quienes adquirían su primer televisor, su primer lavarropas, su primer tocadiscos.
Con el tiempo, cuando los potenciales consumidores tuvieron sus necesidades tecnológicas cubiertas, los fabricantes desarrollaron la O.T.P.

Y ahí está mi VCR, en un rincón oscuro donde pronto la acompañará la reproductora de DVD, esta computadora donde estoy escribiendo y una bolsa llena de teléfonos celulares que ya no sirvan porque la tecnología TDMA cambió por GSM y en poco tiempo se abandonará por G3 o Gplus o como se llame lo que están inventando ahora para arruinarme la efímera alegría de disfrutar de los últimos logros del ingenio humano.

Buenas noches.

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