miércoles, 28 de noviembre de 2007

No, si me lo piden así...

Los enlaces hacia otros blogs que aparecen en la barra de la izquierda están ahí porque son los que visito con cierta periodicidad.
La mayoría de esos blogs tiene a su vez un enlace recíproco, pero no es obligatorio. De la misma manera debe haber por allí blogs que me enlazan y yo ni enterado.

No suelo hacer mucho caso a quienes me solicitan que los ponga en la lista con motivos promocionales porque este no es un blog terriblemente popular. No es lo mismo aparecer aquí que en el blog de Casciari, o el de Podeti .

Sin embargo, hace pocos días me llegó un e-mail de un lector marplatense que me halagaba profusamente, y hoy me pidió el link. Recurrió este muchacho a la táctica de mencionarme en su propio espacio, utilizando frases como "Los Sin-Logismos de Bugman"... es una pequeña gran obra maestra y Ojalá pudiera estar a su altura o "apenas".

Qué barbaridad, miren si voy a ablandarme con adulaciones, pensé. Por supuesto, me ablandé. Vamos, que no soy de polipropileno.

Octavio tiene un blog en el que habla de...cualquier cosa, como solemos hacer aquí. Es dueño de un ciberlocutorio (y me permito recomendarle que explote ese tópico en su espacio, porque me imagino que ese ambiente tiene que ser una buena fuente de anécdotas).

Noticias de Octavio es el sitio, ávido de visitantes y comentarios como el que más.

Octavio, mi joven Padawan, sigue adelante por una senda digna hacia un futuro promisorio.


Buenas noches.



PD: Debido a un corto viaje de negocios que tengo que emprender mañana, probablemente no esté escribiendo ni contestando comentarios por unos días. Saludos.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Cositas Sueltas 12


-Los estúpidos inevitablemente producen sinergias, aunque no tengan la menor idea de lo que signifique.

-El fin del mundo ha sido anunciado falsamente en tantas oportunidades, que cuando finalmente suceda temo que me encuentre con los calzoncillos agujereados.

-Es hora de que alguien reivindique la función social que cumplimos los Pelados al servir de punto de referencia (Su butaca es la tercera de esta fila contando a partir del pelado, señora).

-Definición de melancolía: un hombre observando que el profiláctico que guardaba en la billetera ha superado su fecha de expiración.

-Una idea revolucionaria: que todos los que no tengan nada que decir se queden callados.

-A los bajitos les cuesta mucho estar a la altura de los acontecimientos.

-Si todos los hombre del mundo nos diéramos las manos seguro que a mí justo en ese momento me dan ganas de orinar.



Invitados especiales

-Trabajar no es que te paguen por hacer algo que te gusta, es que te paguen por hacer algo que alguien más no quiere hacer. (Gustav, pensares de vuelo gallináceo)

-El auge de los blogs hizo que tipear la palabra Globo sin equivocarse sea complicadísimo. (Korochi)


Buenas noches


PD: A ver quién es el guapo que me critica ahora por poner fotos de bichitos adorables.


ACTUALIZACIÓN: Debido al notable interés que ha despertado entre los amables lectores la foto del bicho espantoso, les informo que se trata de un isópodo gigante ( Bathynomus giganteus), crustáceo que habita en los mares de todo el mundo a una profundidad de entre 200 y 1200 metros. Es de la misma familia de los bichos de humedad (también llamados bichos bolita por su costumbre de enroscarse en su dura caparazón para defenderse). El ejemplar de la foto, según tengo entendido mide unos 60 centímetros, pesa unos 5 kilogramos y fue obtenido en los mares de Brasil, lo cual lo convierte en o bicho bolita mais grande do mundo.
(Ay, qué feo el bicho, que malo, fuchi, fuchi, fuera bicho).

jueves, 22 de noviembre de 2007

Dos más dos es igual a naranja



Si de alguna manera necesariamente misteriosa me despertara un día con el don de comprender cabalmente el funcionamiento de la mente femenina, estoy seguro de que simultáneamente podría dominar los arcanos del Algebra de espacios vectoriales que tan arduos me resultaron en mis épocas universitarias.





Una tarde de diciembre me encontraba disfrutando de la playa de Ipanema, en Río de Janeiro (es una forma de decir, no me gustan mucho esos lugares) acompañado de la dama que ocupaba mis afanes en esos tiempo.

Generalmente llevo algo de lectura liviana para engañar al aburrimiento que fatalmente me asalta a los diez minutos de estar sentado sobre una toalla sin hacer nada. En esa ocasión tenía un libro que contenía problemas de ingenio de diferentes niveles. Me sentí con suerte y ataqué uno que me pareció especialmente desafiante. No recuerdo el planteo, pero me llevó unos buenos treinta minutos de concentración, esfuerzo, diagramas trazados con el dedo sobre la arena húmeda, razonamientos errados, idas, venidas, frustraciones e iluminaciones hasta que ¡voilá! la solución apareció ante mis ojos revelada en toda su majestuosa belleza.

¡AJA! grité cuando comprobé que la respuesta (digamos, catorce) era correcta.

Mi acompañante, medio adormilada en su reposera, abrió un ojo y preguntó a qué se debía tanto alboroto.
Le dije que había resuelto un problema dificilísimo gracias al impecable razonamiento que mi disciplinada mente era capaz de elaborar.

No pareció impresionada en absoluto. Para más datos, hizo ese irritante sonido que se suele describir como chasquear con la lengua.

Yo no estaba dispuesto a dejarme caer del pedestal intelectual que tan trabajosamente acababa de construirme, así que con toda premeditación y alevosía la desafié a que resolviera el ejercicio, a ver si aprendía a respetar las mentes brillantes. Como la mía.
Era una crueldad. El problema estaba planteado en forma deliberadamente confusa, y para llegar a buen término había que utilizar algunas herramientas matemáticas complejas. Pero se lo tenía merecido. Qué le costaba decir "¡Ay, que inteligente, mi amor!". Ni siquiera tenía que decirlo en serio.

Ella se incorporó a medias en la reposera, y desganadamente tomó el libro. Entre bostezos, leyó el enunciado, miró hacia el mar, se rascó un brazo, se distrajo observando un parapente, volvió a leer y tomó un poco de agua.

Era evidente que no tenía la menor idea del asunto, que estaba ganando tiempo para inventar alguna excusa. No existía ninguna posibilidad de que estuviera concentrada en el problema. Y no era un problema que pudiera resolverse sin una intensa concentración.

Unos diez minutos continuó esa farsa. Finalmente dejó el libro sobre la arena y se dió vuelta para seguir dormitando. Pero antes dijo:

-Catorce.

Si en ese momento Elvis se hubiera materializado delante de mis ojos, mi sorpresa hubiera sido menor. Le pregunté, a lo mejor había escuchado mal. Pero lo repitió. Catorce.

Una mezcla de temor y reverencia se apoderó de mi hasta entonces confiada persona. Estaba ante una especie de gigante mental, un genio en topless. Balbuceando, le pedí con toda humildad que me explicara cómo había llegado al resultado tan rápido y con tan poco esfuerzo.

Casi bufando, me lo dijo. No lo pude creer. Le pedí que me lo repitiera. Lo hizo. Otra vez no lo pude creer.

No era posible. No existía ni un ápice de lógica en su razonamiento. De hecho, no existía razonamiento alguno. Eso invalidaba cualquier respuesta. Era como concluir que los árboles crecen debido a que el apellido más común en Corea es Park. Me indigné.

Fue quizás la discusión más extraña que tuve con una mujer, yo defendiendo la lógica utilizándola a la vez para argumentar, ella defendiendo la intuición (o no supe muy bien qué cosa) mientras me decía estructurado cada tres palabras.

Obviamente perdí. Aunque no lo supe hasta la noche, cuando mis requerimientos venéreos fueron rechazados de plano.

Desde entonces la mente femenina ha sido un campo de investigación que he evitado prudentemente. Si una mujer me dice que debido a que las gallinas ponen huevos existen los taxis, me limito a contestar cortésmente "Que interesante". La única manera de ganar ciertas batallas es rindiéndose de antemano.


Buenas noches.


domingo, 18 de noviembre de 2007

Héroe


Las referencias a algunos hechos reales de mi pasado que se han utilizado como excusa para el último concurso han despertado la curiosidad de algunos de los estimados lectores.



Haciendo un esfuerzo sobrehumano para desprenderme de mi natural modestia, pasaré entonces a relatar aquella oportunidad en la cual intervine para ayudar a una dama que acababa de ser víctima de un robo:




Hace unos años, me encontraba a punto de subir a un colectivo (1) que me llevaría de regreso a casa luego de mi clase de Sipalki-do (2).
Se que esta revelación (el hecho de que haya existido un período de mi vida en que yo viajaba en colectivo, no que practicara artes marciales) puede ser algo difícil de digerir para aquellos lectores que imaginan que siempre tuve chofer y limousine, pero ya era hora de que supieran que yo, alguna vez, fui un joven de escasos recursos antes de convertirme en un adulto de recursos escasos. Y mejor ni les cuento que en esa época tenía pelo.

Como fuere, estaba subiendo la escalerilla del colectivo, cuando alguien me tomó del brazo y la voz suplicante de una jovencita sollozante pronunció las palabras: "Por favor, ayudame, acaban de robarme".
Me volví para ver de dónde provenía tamaña solicitud, y supuse por un momento que la damita en cuestión (unos 15 años, medianamente atractiva, demasiado joven para mí incluso en aquellos años) me estaba pidiendo que le pagara el boleto, cosa que estaba a mi alcance, pero para mi sorpresa me dijo que el ladrón apenas terminaba de arrebatarle la billetera, y todavía se encontraba en las inmediaciones. Quería que yo lo atrapara.

Ni siquiera lo pensé. Fue por supuesto una imprudencia, pero vaya en mi favor que en aquellos años Buenos Aires era una ciudad orgullosamente segura, existían rateros de poca monta que ni siquiera portaban armas y era extremadamente improbable que uno fuera acuchillado en un asalto cuyo botín fuera un teléfono celular, que a la sazón no existían.

En un estado mental un tanto confuso, le requerí a la fémina que ya trotaba a mi lado escrutando los muchos paseantes que se arremolinaban por los alrededores que me facilitara alguna seña particular del malhechor.

"Es pelirrojo", me contestó, y enseguida pensé que el maleante no había acertado al elegir ocupación. Un ladrón debe ser invisible, debe ser capaz de confundirse tranquilamente entre la multitud, tener un rostro común y corriente. Una persona con el aspecto de tener la cabeza en llamas no es la más adecuada para un oficio que suplica sigilo. Para el caso, tampoco sería un buen agente secreto. Tal vez en Irlanda, pero no en esta parte del globo.

Todo eso iba pensando, y una cosa más. ¿Y que tal si el caco fuera una especie de oso colorado, un hombretón grande como un ropero vestido con camisa de leñador y con unas manazas capaces de arrancar cabezas de jóvenes compelidos a demostrar una hidalguía poco reflexiva?. Mis impulsos caballerescos mermaron un poco, y empecé a desear que el criminal se hubiera esfumado, cuando la voz de la víctima me trajo a la realidad: "¡Ahí está!".

Efectivamente tenía el cabello de un color rojo-anaranjado, y se destacaba como una vaca en un quirófano. Pero no era nada parecido a la imagen que en una pesadilla fugaz me acababa de imaginar. Tuve que confirmar la identificación, no podía creer que fuera él.

Porque lo que me señalaba la jovencita era casi un niño, no debía tener más de trece años, y repito, en esa época los niños de trece años no portaban revólveres y en las escuelas cuando un alumno levantaba la mano era porque quería decir algo, no porque el alumno del banco de atrás lo estuviera asaltando.

El pequeño ladronzuelo estaba distraído, nos acercamos rápidamente y antes de que se diera cuenta ya lo tenía tomado del brazo y mi protegida le pedía que le devolviera sus pertenencias a voz en cuello.
Protestó inocencia, se trató de soltar y me insultó de una manera que avergonzaría a un bucanero, de manera que le propiné el tratamiento estándar para niños malcriados: lo agarré de una oreja y lo sacudí con entusiasmo.
Esto tuvo un efecto inmediato, arrojó al piso la billetera birlada, y mientras la damita en apuros revisaba que el contenido estuviera completo, yo mantuve mi presa.

Mientras tanto otro pequeñajo, presumiblemente un cómplice al que no habíamos visto, se me acercó por detrás y me patéo un tobillo. Me enojé. Rápidamente estiré el brazo y agarré al segundo por los pelos mientras mantenía al primero por la oreja y los dos proferían toda clase de epítetos irreproducibles. Le pedí por favor a la víctima que terminara su recuento, porque la situación se me estaba poniendo incómoda, habida cuenta de que algunos transeúntes empezaban a mirarme y el hecho de ver a un joven agarrando a dos casi niños evidentemente contra su voluntad podía dar lugar a interpretaciones equívocas.

Finalmente la niña asintió: todo estaba en su lugar. Solté a los delincuentes precoces que se separaron un par de metros y luego me lanzaron sendos escupitajos que afortunadamente no dieron en el blanco. Después se fueron corriendo y a intervalos se volvían para ver si los perseguía y de paso aprovechaban para extender los insultos a mi familia, unas catorce generaciones hacia arriba.

La jovencita me miró. Se compuso un poco, y me dijo simplemente "Gracias". Y después, tímidamente se me acercó y me dio un casto beso en la mejilla. Me puse rojo como un tomate maduro.

Y se fue, y seguramente esa noche le contó a su familia y después a sus amigas cómo había sido víctima de un robo y un joven la había ayudado y había atrapado no a uno sino a dos ladrones y los había obligado a devolverle sus pertenencias.

Y tal vez alguien no le creyó, pero fue cierto.

Yo estuve allí.

Buenas noches.


PD: Ya parece broma, pero me acaban de dar otro premio más. Esta vez es Fzerox, de The place I´ll return to...someday, que eleva mi cuenta a ...bueno, ya perdí la cuenta de los Blogger del Día que me dieron. Como digo siempre, gracias, no somos dignos, no somos dignos. Un día los vendo por Ebay y hago un asado para todos.


(1) En Argentina, ómnibus, transporte público de pasajeros.
(2) Arte marcial de origen coreano, caracterizada por ser bastante violenta y poco elegante.

Ilustración tomada de la página http://www.bugsorus.co.nz . La encontré por casualidad. (Pero diganme si no parece hecha especialmente, hasta es pelado, el dibujito).

miércoles, 14 de noviembre de 2007

El cortejo

Una de los espectáculos más curiosos de la naturaleza es el ritual de cortejo de las diversas especies animales. Los documentales de Animal Planet nos muestran invariablemente a los machos responsables de tan exhuberantes ceremonias ejecutando complicados bailes, profiriendo estentóreos chillidos, inflándose como globos o saltando como electrocutados, todo en pos de llamar la atención de las hembras y cumplir con el imperativo de perpetuar la especie.

El homo sapiens no escapa a esta ancestral necesidad, aunque la ha convertido en algo menos simple.




Desgraciadamente lo nuestro no se limita a pegar dos o tres alaridos, golpearnos el pecho, mostrar los dientes o cazar una gacela a mordiscones y depositar el cadáver palpitante frente a la candidata. Nuestro fortuito papel de animales superiores hace que tengamos que recurrir a argucias mucho más sofisticadas, y por lo general más costosas. Por ejemplo, descubrir en qué maldito restaurante sirven gacela, invitar a la dama y pagar por la cena.

Como en casi todas las especies los machos cargamos con la parte más activa del asunto, y es así que debemos esforzarnos en parecer mucho mejores de lo que realmente somos, con la esperanza de que cuando se den cuenta de cómo somos realmente ya sea demasiado tarde.

En realidad todo es una gran simulación : la hembra decide si nos va a elegir como candidatos a producir descendencia (o a realizar los procedimientos relacionados, que de eso se trata) aproximadamente once segundos luego de habernos conocido, pero como no lo sabemos o preferimos ignorarlo pasamos por todo el proceso con nuestra mejor sonrisa, nuestras más elegantes ropas y toda nuestra capacidad de ser espléndidamente encantadores.

Eventualmente el objetivo es alcanzado y entonces lentamente volvemos a ser quienes siempre fuimos. Las hembras notan inmediatemente la declinación y, o bien lo toman con naturalidad (en el fondo todos sabemos que se trata de un juego) y la pareja queda formada, o se aferran a la imagen que les vendimos y reclaman su regreso en forma perentoria y a base de reproches. Sobreviene entonces el desengaño y la separación.

Desde ese punto de vista resulta casi increíble que la raza humana no se haya extinguido, habida cuenta del abismo que separa al macho en cortejo exhibiendo las mejores cualidades de la especie del mucho menos magnífico ejemplar que se rasca las partes nobles viendo la televisión.

Las cosas podrían ser diferentes.

El cortejo humano debería ser exactamente lo contrario de lo que es. Deberíamos ofrecer lo peor que tenemos, deberíamos ser desconsiderados, sucios, aburridos, chauvinistas, tacaños y un algo brutales. Las hembras deberían aparecer a nuestros ojos sin maquillaje ni vestidos diseñados para insinuar y esconder al mismo tiempo. Dotados de letal sinceridad deberíamos bostezar ante una anécdota aburrida, hacer regalos baratos o no hacerlos en absoluto, y jamás abrir una puerta o acomodar una silla. No bastaría con mostrarnos como somos naturalmente, tendríamos que hacer un esfuerzo por ser epantosamente inadecuados.

Entonces, y solo entonces, si resultara que a pesar de todo nos elegiéramos mutuamente, ya no habría lugar para el desengaño, para el incordiante recordatorio de que antes éramos diferentes, para el doloroso reconocimiento de la normalidad. Por el contrario, si nos esforzamos en ser peores, el cese del todo esfuerzo nos haría inevitablemente mejores. Todo sería ganancia. El más pequeño detalle de amabilidad, de respeto, de consideración, sería un acontecimiento extraordinario y feliz.

Hay sin embargo una posibilidad que por remota no puede descartarse de plano: existen quienes se enamoran de lo peor de nosotros. Será entonces necesario mantener una constante vigilancia para evitar comenter acto alguno que nos saque de ese papel de individuo despreciable que trabajosamente hemos construído. Todo sea para evitar las lágrimas de una mujer que sollozando nos reproche: "Antes no te bañabas todos los días".

Buenas noches.






PD: ¡Ultimo momento! Mejo Dieron acaba de darme otro premio de "Blogger del Día". No voy a seguir el meme, como dije antes, están todos premiados, pero le agradezco a Mejo porque no importa cuantas veces me den estas cosas cada una significa que alguien disfruta de mis insolventes escritos, y
eso me infla el ego de una manera que después no me entra la camiseta.( Sí, estoy usando camiseta, ¿y qué?. Hace frío. Hace 5 grados, qué pretenden, que me abrace al almanaque y salga a la calle en camisa de mangas cortas diciendo "es noviembre, hace calor, es noviembre hace calor"? ).

lunes, 12 de noviembre de 2007

Mentiras verdaderas

Luego de la publicación del artículo histórico-político del Licenciado Palotes, llega ahora el turno de Alice, también ganadora del concurso.

Mis abogados me insisten con que aclare eso de que no soy responsable de las opiniones de terceros y esas cosas.

Como en la ocasión anterior, le solicito a la estimada Alice que se haga cargo de atender a los invitados.

(Esto de sentarme a ver cada vez me gusta más.)


Como resultado de un mágico momento que viví entre el fin de un año y el nacimiento del siguiente tomé la decisión de dejar de decir mentiras. Todo tipo de mentiras, grandes y pequeñas, incluso aquellas que a simple vista parecieran insignificantes. Y lo hice, durante varios años.

Como resultado de no decir mentiras me metí en un montón de problemas. La mayoría causados por interacciones con personas quienes preferían una mentira breve, una mentira grande, una verdad disfrazada. Cualquier cosa menos la verdad dura y a la cabeza.

Entonces me di cuenta que como animales sociales es indispensable generar, archivar, y utilizar en el momento adecuado una red de mentiras que deben de utilizarse constantemente, para asegurar la feliz convivencia de los seres humanos con los que lidiamos día con día.

Y en ese momento valió madre mi propósito de decir la verdad y nada más que la verdad. En realidad me cansé de enfrentarme con conflictos y dramas derivados de decir en voz alta lo que realmente pienso. Aunque lo que realmente pienso, lo sigo pensando, en ese pequeño voice over interno, pero me cuido mucho más de lo que digo, mucho de ello con base en lo que he aprendido por experiencia que la gente quiere escuchar.

¿Porqué decimos mentiras? En buena medida para conservar la paz. "¿Se me ve bien este vestido?" "Absoluta y rotundamente que si", "¿A qué hora llegaste anoche?" "A la hora que me dijiste que llegara, no te avisé llegando porque no te quise despertar".

Muchas de estas mentiras sociales se entregan como respuesta. Es decir, te enfrentas a una pregunta y no tienes remedio más que buscar en tu archivo la respuesta correcta, no la verdadera, sino la correcta. La velocidad de respuesta es importante porque encima de decir la mentira no quieres que te cachen que lo estás haciendo, y aunque se den cuenta, si lo dices con naturalidad todos podemos seguir la conversación y ser felices pretendiendo.

En la búsqueda de la paz rápido aprendemos el valor de decir "Yo no fui, así estaba cuando yo llegué", como le enseña Homero a Bart (pero, seamos honestos, de chamacos la descubrimos al primer regaño después de confesar que sí fuimos los causantes de la inundación del baño, del fuego en la cocina, del perro pintado de colores o del accidente con la pelota y la ventana), lo aprendes y lo llevas a la práctica. De todos modos hay cosas que no vale la pena defender tu autoría, como los golpecitos al coche: "Le pasó en el estacionamiento, yo me bajé al banco y cuando regresé así estaba".

Entonces, con fines meramente educacionales y con ganas de poner mi grano de arena en la promoción de la paz mundial (y si no la mundial por lo menos la de su círculo cercano), acá una lista de respuestas para que amplíen su acervo:

* "Ya está listo". Sirve tanto en la variación casera como en la laboral. Ya recogí mi cuarto, préstame el coche. Ya mandé el mail, no tengo idea porqué no lo has recibido. Ya terminè la presentaciòn la verás en tu escritorio a primera hora en la mañana. La alternativa es aceptar que eres un huevón.

* "Muchas gracias, me encantó". Sirve en la escena social, sobre todo en los cumpleaños, aniversarios y navidad. Todavía que compramos un regalo no queremos que nos digas que es lo más espantoso que has visto o nos cuestiones si lo sacamos del ropero en el último momento camino a la fiesta. Un simple me encantó es cordial y siempre puedes burlarte del obsequio después cuando no esté la persona que te lo regaló ahi.

* "Claro que si, Pancho estuvo ayer en la noche conmigo". Sirve porque para eso son los amigos, para hacerles el paro pase lo que pase. Ayuda cuando tu amigo te avisa que te va a usar de coartada antes, pero si la llamada es inesperada hay que responder con un inequìvoco si. Tiene mucho menos valor cuando te llaman para avisarte que Pancho está en el hospital y si puedes explicar donde estabas tu cuando dijiste que estaban juntos y tuvo aquel accidente.

* "Soy rubia, de ojos azules,m mido 1.80 y me tiene cansada mi trabajo de modelo". Sirve cuando conoces a alguien por internet.

* "Tengo 29 años" Sirve cuando llegas a los 30, y a los 31, y a los que vengan...

* "Claro que sé hablar alemán, también francés, italiano y por las tardes quiero tomar cursos de ruso". Sirve en una entrevista de trabajo. No sirve si no es cierto y en ese momento el entrevistador cambia de idioma para valorar tus conocimientos.

* "Estoy buscando el reto intelectual, la verdad es que el dinero no me motiva tanto". De nuevo, para una entrevista de trabajo. Sirve porque confesar que estás desesperado y que ni en el McDonald's te quieren contratar es una verdad que nadie quiere escuchar.

En fin.

-a-

viernes, 9 de noviembre de 2007

Los patines de Cachito

Antes del artículo, algunas noticias domésticas:

-Nuevamente estoy sin Internet en mi casa, gracias Fibertel, te queremos, te queremos.

-Agradezco a La Mascarada, que en su blog La Mascarada dice me nomina para un premio que se llama Thinking Blogger Award, algo así como Premio al Blogger Pensante. Muchas gracias, seguramente debe ser un error, pero demasiado tarde, ya lo agarré. Era el único que me faltaba de esos que andan dando vueltas por ahí, así que ya tengo la colección completa. Hasta que alguien invente otro, claro.

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El Lic. Juan de los Palotes Medrano nos ha enviado su artículo. Me dicen mis abogados que debo aclarar que no soy responsable de lo escrito y que por cualquier cosa se dirijan al Lic. Palotes.


Tal vez los lectores que no son argentinos no logren captar el contexto histórico particular de la narración, pero es igual de disfrutable sin eso.

(Licenciado, espero que se haga cargo de los comentarios ).



Una de las cosas que me gusta de internet, es la posibilidad de dejar un registro de lo que pensamos, vivimos y sentimos, para que nuestros nietos, y los nietos de nuestros nietos, puedan conocer fácilmente esas experiencias, cuando nada quede de nosotros en este mundo.

Los quejosos de siempre me dirán que esto era ya posible desde la invención de la escritura, y mucho más desde el desarrollo de la imprenta, pero aún así, me parece evidente que internet ha multiplicado (y facilitado) muchísimo ese proceso, y ya no es necesario ser un filósofo consagrado, ni un literato excelso, ni un millonario, ni un gobernante, para escribir cualquier cosa, sobre cualquier tema, y ponerla inmediatamente a disposición del mundo entero, para siempre.

Esto me hace envidiar un poco a quienes nacerán –pongámosle- en el 2207, pues tendrán la posibilidad de conocer nuestras ideas, nuestros sueños, nuestros miedos, y nuestras vidas, mucho mejor de lo que nosotros hemos conocido a quienes nacieron hace doscientos años.

Me pregunto, por ejemplo, que nos hubieran contado los bloggers de la época durante el régimen nazi, o durante los primeros años de la colonización americana. Sobre ambos períodos tenemos excelentes obras (me vienen a la memoria el Diario de Anna Frank, y las crónicas de Ulrico Schmidel), pero no dejan de ser visiones particulares, y por tanto incompletas, de lo que la gente vivió en aquellos momentos de la historia.

En el caso particular de la Argentina (este extraño país que alguna vez se creyó Golliat, y así le fue), pienso que sería especialmente bueno conocer mejor las experiencias de los hombres y las mujeres que aquí vivieron y murieron, para entender mejor nuestro pasado, y no caer en las simplificaciones pueriles tan de moda hoy en día, según las cuales toda sociedad se divide entre buenos buenísimos y malos malísimos (el estilo Pigna, que le dicen).

Por desgracia no podemos llevar internet al pasado, ni dotar de materia gris a Pigna. Lo que podemos hacer, es rescatar nosotros las anécdotas que nuestros mayores nos han contado a lo largo de nuestras vidas, y dejarlas plantadas en este rincón del espacio, para que alguien, algún día, en doscientos, quinientos, o mil años, pueda aún conocerlas, y nutrirse de ellas.

Con ese espíritu, contaré ahora una pequeñísima historia ocurrida en el seno de mi familia paterna, que si bien no interesará seguramente a ningún historiador, puede servir para pintar el grado de polarización –y también de intolerancia– que se vivía en la Argentina hacia finales de los ’40, principios de los ‘50:


Transcurría el primer gobierno de Perón. Un grupo de chicos de 9, 10, o 12 años, se juntaba todas las tardes en las calles de su barrio, Palermo, para jugar a la pelota, a la escondida, o simplemente para pasar el rato. No había grandes apuros, y las horas de esas tardes pasaban lentamente, junto a los tranvías que aún fatigaban las calles de Buenos Aires.

Un día, uno de esos chicos escuchó en la radio una increíble revelación: Quien escribiera una carta a Evita Perón pidiéndole algo, cualquier cosa, lo recibiría en su casa sin costo alguno, más rápido incluso que si se lo pedía a los Reyes Magos (que por aquel entonces, eran bastante más populares que Papá Noel).

El notición no tardó en difundirse entre los chicos de aquella barra, y fue así como “Cachito” (mi papá) redactó con esmero una prolija carta dirigida a la “abanderada de los humildes”, que pronto -y sin que se enterase mi abuela- despachó en el correo.

Pasaron unos pocos días hasta que un inmenso camión se detuvo frente a la puerta de su casa, y entregó un paquete dirigido a él. Al abrirlo, Cachito encontró una reluciente Nro. 5, que inmediatamente corrió a exhibir a sus amigos.

En este punto la historia se vuelve algo difusa, pero lo cierto es que, pese a tan extraordinaria demostración de generosidad por parte de la ‘jefa espiritual de la nación’, Cachito no tardó en tomarle fastidio, y de hecho unos años después, festejaría como uno más la caída de aquella banda.

Desde siempre conocimos con mis hermanos la historia de aquella pelota que le había regalado Evita, aunque al preguntarle porqué había sido tan ingrato con ella, una vez se sinceró: Si, es cierto, la pelota me la mandó, pero después le escribí para pedirle unos patines, y nunca jamás me llegaron!

La cosa no pasó de ahí, y cada vez que se recordaba esta anécdota en mi familia, sólo servía para ratificar lo que todos creíamos (y creemos) sobre Perón, y su patético legado.Hace unos años, sin embargo, y siendo mi abuela ya muy mayor, tuvimos que vaciar algunos placards de su casa a raíz de una mudanza, y en lo más alto (y profundo) de uno de ellos, encontramos un extraño bulto, envuelto con papel de diario y atado con vetustos piolines.

Antes de abrirlo, interrogamos a mi abuela sobre su contenido, pero con un gesto de indignación que no llegamos a entender, sólo atinó a decir: “Tiren esa porquería”.Lejos de extinguir nuestra intriga, esa orden terminó por interesarnos en el paquete, por lo que esperamos que se distrajera, y nos escondimos en el baño para abrirlo sigilosamente.

La verdad es que al ver el contenido de aquel enigmático paquete, nos desilusionamos bastante, y si mal no recuerdo, pronto lo dejamos por ahí arrumbado, para seguir vaciando los placares y roperos que quedaban. Sin embargo, en seguida notamos algo extraño en la expresión de “Cachito”, quien había clavado sus ojos sobre aquellos objetos metálicos, y luego de unos segundos sin articular palabra, atinó a preguntar a mi abuela: Pero, mamá! ¿Entonces…..? No me digas que…

Y fue en ese momento que mi abuela se quebró, y entre risas confesó que, medio siglo atrás, un camión había llamado a la puerta de la casa, y le había dejado un par de flamantes patines, que la ‘Fundación Eva Perón’ había decidido regalar a su Cachito. Aprovechando que éste estaba en ese momento en la escuela, ella los había envuelto con lo primero que encontró, y los había guardado en el lugar más recóndito que se le ocurrió, donde durmieron hasta que el destino quiso que los encontráramos.

Alguna vez he pensado que quizás, y sólo quizás, si ese camión hubiera llegado un rato más tarde, yo podría haber sido un peronista más, de esos que todavía se emocionan al escuchar la marcha, y creen de verdad que el Justicialismo fue una gran cosa que le sucedió al país.

Bueno, eso era todo. Como habrán advertido, no era una historia especialmente apasionante. Pero era una historia, y junto a las suyas, seguramente sirva para explicar una época.
Lo que me gustaría, por ende, abusando ya descaradamente de la confianza de don Bugman, es invitar a los innumerables visitantes de su blog, a que se animen a relatar en los comentarios de este post, algunas otras historias similares, parecidas (o incluso antagónicas!) a la que acabo de contar, que hayan escuchado en sus familias, o hayan oído en algún momento de sus vidas.

Quizás no todos tengan –como yo– una madre a la que obligaron a escribir “Perón me ama” en su cuaderno de primer grado inferior, pero todos tenemos alguna tía-abuela a la que hicieron bajar del tranvía por hablar mal de Evita, o algún abuelo al que obligaron a asistir a su fastuoso velatorio. Me gustaría leer esas pequeñas historias. Pero mucho más me gustaría que los nietos de mis nietos puedan disfrutarlas algún día.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Entremés

Mientras esperamos que a Alice y a Juan los visiten las musas (oigan, no es para tanto, en serio, relájense y gocen), les presento un nuevo capítulo de "El Grito Desesperado de Bugman"



Ya hace un mes que te fuiste, Marita. Y no me atreví a tocar nada en mi departamento, todo está exactamente igual que como lo dejaste, porque se que un día de estos vas a entrar por esa puerta y todo va a volver a ser como antes.

En la mesita de luz todavía está el vaso donde dejabas la dentadura postiza por las noches, ni siquiera me atreví a cambiar el agua. Me entretengo viendo a los pequeños animalejos que han aparecido allí, como por arte de magia. ¡Hemos creado vida, Marita! Hasta les puse nombre, aunque me cuesta distingirlos unos de otros. No, no te voy a decir cómo se llaman, será una sorpresa.

Aunque ahora tengo toda la cama para mí solo, sigo durmiendo acurrucado en un rincón, como cuando estabas y ocupabas casi todo el espacio disponible. A veces me despierto sobresaltado por las noches, igual que cuando me gritabas con esa voz aguardentosa tan tuya "¡Imbécil, estás roncando!".

Ah, Marita. Las cosas que hacíamos en esa cama. Desde ahí, acostada, te encantaba ver la lucha libre en la televisión, comiendo pollo con la mano. Mientras escribo esto acaricio una a una las muchas manchas de grasa que quedaron en el colchón. Si hasta me parece estar escuchando las risotadas con que festejabas cada evolución de los luchadores, y las protestas de los vecinos. Ahora paso la mano sobre la cicatriz que me dejaste el día que quise cambiar el canal y me tiraste con el velador. ¡Cómo te reías cuando el médico de urgencias me suturaba la herida!. Extraño tanto esa risa tan inconfundible, mezcla de graznido y cristales rotos.

Todavía sigo recibiendo esos llamados telefónicos misteriosos sobre los que prometí no preguntarte después de que me rompiste dos dedos. La culpa fue toda mía Marita, no debí ser tan curioso. La verdad es que estabas en todo tu derecho a no contarme quiénes son El Pata de Catre, El Runfla, El Carnicero y El Cicatriz.

Marita, qué solitario y enorme se ve este departamento desde que no estás. Y silencioso, sobre todo silencioso. Tu presencia era polifónica. A veces trato de simular esos ruidos vitales, esa algarabía incesante caminando por toda la estancia y eructando, pero mis tristes intentos ni siquiera se comparan con esos estruendos magníficos que provenían de tus entrañas y hacían temblar los vidrios de las ventanas, esparciendo al mismo tiempo unos aromas que persistían, que aún persisten.

Todo me recuerda a tí, Marita. Un hipopótamo bostezando en el zoológico, un documental sobre ballenas, un guiso de mondongo, un pájaro muerto en la calle y aplastado por un automóvil. Es curioso cómo se disparan los recuerdos.

¡Ay, Marita, cómo te extraño! Pero se que volverás, y te espero. Ahora que ya no te gastas mi sueldo apostando a los caballos estoy ahorrando algo de dinero y en poco tiempo más lograré reunir lo suficiente para comprarte esos guantes de box que tanto querías.

La esperanza de ver tu sonrisa cuando te los calces hace más llevadera mi espera.


Buenas noches.

lunes, 5 de noviembre de 2007

¡Tenemos un ganador! (o muchos)

Las respuestas de los estimados comentaristas iban a ser examinadas por un jurado de notables compuesto por ínclitos representantes de diversas disciplinas. Desgraciadamente a último momento todos me avisaron que no tenían el menor interés en perder el tiempo con estas tonterías, así que me quedé solo.

Revelemos para empezar que viajé en un crucero de lujo y compartí el jacuzzi con tres agraciadas señoritas, me palmeó el hombro un Presidente intentando hacerse el simpático conmigo y yo no le hice el menor caso, fui atropellado torpemente por un mediocre y enorme actor argentino en un campeonato de golf y atrapé un ladrón pelirrojo y lo llevé de la oreja ante su víctima obligándolo a devolver el botín. No me extenderé más en cada una de estas anécdotas, tal vez merezcan en el futuro uno o varios artículos.

Por lo tanto, la anécdota falsa es la número 4, en la que yo cometía una gaffe imperdonable con un conocido al encontrármelo luego de algunos años sin verlo.

Acertaron, pues, Alice, Juan de los Palotes Medrano, Estrella, Capitanfla, Andre, No tan iguales, Gabriela, Garfio, Caro, Mejo Dieron, Bruno, Adriana ,El Profe y Opiniones independientes. (He tenido que descalificar a Candorosa porque aunque sí eligió la opción 4, también por las dudas, mencionó la 3 y así no vale). Roxy al final dudó y casi cambia su voto por la 5 y se va por la 4 gracias al proselitismo de Juan de los Palotes Medrano, pero no estuvo segura.

De entre todas las razones que expusieron los que eligieron la opción 4, la más cercana a la realidad es la de Garfio : "Sospecho que usted no comentaría sus encuentros con la dama a otro señor". Es cierto, no suelo ventilar asuntos de alcoba, ni siquiera entre amigos.

Sin duda el motivo más halagador fue el que adujo Andre: "Voto la cuatro una mujer que ha estado con Ud. no se casa con otro hombre". Es también el más errado, las mujeres que estuvieron conmigo no sólo se casaron con otros hombres sino que además la mayoría lo hizo inmediatamente después de estar conmigo. No se me ocurre cómo interpretar eso.

Debo mencionar a Juan de los Palotes Medrano, que argumentó su elección con solvencia y convicción y animó a todos a seguir su ejemplo.

Alice sin embargo fue la primera en acertar, y lo hizo de un solo disparo, con el pulso firme y sin dudar.

Me asalta en este momento la tentación de declarar ganadores a todos los que acertaron y así les dejo el blog por una temporada y yo me dedico a criticarlos, pero tengo miedo de que los estimados lectores se den cuenta de que al final lo mío no era taaaan bueno y que los invitados lo hacen estupendamente, me cambien la cerradura y ya no pueda volver a mi blog nunca más.

Así que voy a adoptar un solución que no va a dejar conforme a nadie más que a tres personas, declarando dos ganadores:

¡Suenen pífanos, sacabuches, cornos, fagots y oficleidos para saludar a:
Alice y Juan de los Palotes Medrano!

Máximas felicitaciones para ambos, ya pueden enviarme sus artículos por e-mail (buscar en mi perfil)

No hay restricciones sobre el tema, formato o extensión de lo que quieran publicar, pueden referirse a sus blogs (que son Alice dice y El Lineman, respectivamente), hablar mal de mí o lo que quieran.

Muchas gracias a todos por participar, los que no han resultado ganadores ahora ya tendrán oportunidad, o no, qué se yo. Vieron cómo es esto.

Buenas noches

viernes, 2 de noviembre de 2007

Gran concurso gran




Festejando el...no, eso no. Bueno, festejando la...no, tampoco. Al demonio. ¡Sin ningún motivo aparente, Los Sin-logismos de Bugman lanza otro fabulantástico concurso para casi todos los lectores!








Pondré a consideración de los distinguidos lectores cinco recuerdos de circunstancias en las que me he visto envuelto.

Todas son reales, menos una.

Resultará ganador del concurso el primer lector que adivine de cuál se trata. Por razones obvias, no están calificados para participar aquellos lectores que tengan el inconmensurable placer de conocerme en persona, a los que ruego discreción so pena de verme obligado a declarar nulo el jueguito.

¿El premio? ¡El ganador o ganadora tendrá la posibilidad de publicar un artículo de su autoría en este prestigioso blog! (*)

¿Ah, les parece poco? ¿Quieren dinero, un trofeo, un lavarropas? A la tele, señores, aquí somos serios. Y además me gasté toda la plata en muebles para la casa.

Sin más preámbulos, aquí están los cinco recuerdos:

1) Atardecer, un crucero de lujo se aleja lentamente de las costas de Saint Thomas. Bugman observa el ocaso desde un jacuzzi en cubierta, que comparte con tres atractivas jovencitas de distintas nacionalidades.

2) Quinta Presidencial de Olivos. El Presidente en ejercicio se acerca a Bugman, le palmea el hombro y le dice algo así como Ehhh. Bugman se lo queda mirando y le pregunta : ¿Ehhh qué?.

3) Campeonato Abierto de Golf de la República Argentina. Bugman está desplazándose siguiendo la actuación de Angel Cabrera. Un espectador muy alto y corpulento viene en dirección contraria y se lleva a Bugman por delante, que termina en el suelo. Bugman se incorpora dispuesto a decir un par de cosas y se percata de que el espectador torpe le lleva unos cuantos centímetros de estatura. El espectador se disculpa de mala gana. Es Víctor Bo.

4) Bugman se encuentra con un viejo conocido al que no ve desde hace años, y se ponen a hablar de viejos tiempos. En un momento de la conversación se trae al ruedo la figura de una dama que solía resultar atractiva para ambos. Bugman refiere que ha tenido un par de encuentros íntimos con la mujer en cuestión, pero que no ha seguido frecuentándola porque le resulta un poco estúpida. El conocido no hace ningún comentario, y se despiden. Días después, hablando con un tercero en común, Bugman se entera de que el conocido se ha casado con la mencionada fémina hace un par de años.

5) Subiendo a un colectivo, una jovencita que está detrás de Bugman le pide ayuda porque acaba de ser víctima de un robo. Bugman no lo duda, se baja del transporte y se pone a disposición de la dama en apuros, que le relata que fue robada por un ladrón pelirrojo. Rápidamente los dos recorren las inmediaciones y localizan al malhechor. Bugman lo persigue, lo alcanza y agarrándolo de una oreja lo obliga a devolver el botín.


¡A concursar, estimados lectores! Se aceptan respuestas hasta el martes.


Buenas noches

(*) El ganador o ganadora deberá enviarme el artículo por e-mail, y yo lo publicaré (sin editarlo, naturalmente) con los anuncios correspondientes.


Actualización 04/11/2007: He decidido acortar en un día la recepción de respuestas. Mañana por la noche, habrá ganador, o ganadora.

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