jueves, 24 de marzo de 2005

Crónicas de viaje: Viva Las Vegas! (Primera Entrega)

Si les digo que tuve que viajar a Las Vegas por cuestiones laborales probablemente ustedes piensen que tengo algo que ver con la industria del juego o del espectáculo. Pues bien, eso es cierto, pero no de la forma divertida. Como mi compañía provee software para control de cines, y se hacía en esa ciudad una convención donde se reúnen todos los exhibidores cinematográficos de Estados Unidos y gran parte del resto del mundo, allí fuimos a ver si conseguíamos clientes.

En estas convenciones hay dos castas netamente diferenciadas: potenciales compradores y potenciales vendedores. Los compradores son tratados a cuerpo de rey, invitados a toda clase de actividades divertidas y agasajados con regalos aportados por la otra casta, los vendedores. Claro que hay vendedores y vendedores. Están los gigantes coprporativos como Sony, Coca Cola o Paramount, que se dan el lujo de organizar cocteles con la presencia de artistas famosos, y estamos nosotros que sudamos la gota gorda para pagarnos los pasajes y la impresión de unos
miserables folletos. De manera que llegamos a la que los americanos llaman "Sin City" (la Ciudad del Pecado) un poco escasos del combustible que impulsa cualquier clase de hedonismo en estos tiempos: dinero.

Desde el aire, Las Vegas se ve como una mediana extensión llena de edificaciones bajas excepto por una zona alargada con edificios muy notables por su tamaños y formas. Se trata de Las Vegas Boulevard, llamado también el Strip. A lo largo de esa avenida se alinean los principales hoteles-casinos (una cosa es inseparable de la otra en esta parte del globo). Una vez en tierra, son reconocibles los más famosos por haberlos visto en viejas películas: el Flamingo, el Stardust, el Frontier (con el vaquero de neón moviendo su antebrazo) y los más modernos, que son realmente impresionantes. Estos últimos tienen una tema que los identifica: así, el Luxor
está inspirado en el antiguo Egipto, pirámide de cristal de cincuenta metros de altura y esfingie haciendo juego incluídas, el Excalibur es un castillo medieval, el Aladdin es un palacio de las "Mil y una Noches", el Paris tiene su enorme reproducción de la torre Eiffel y el Arco del Triunfo, New York New York semeja el perfil de Manhattan, el Venetian tiene sus góndolas y su imitación del Palacio Ducal y el Ceasar´s Palace no tiene nada que ver con las ensaladas sino con la antigua Roma, al punto que los espectáculos que se ofrecen allí se realizan en una especie de Circo Máximo.

En la semana en que debíamos estar allí se realizaban varias convenciones simultáneamente (evidentemente a todo el mundo le gusta ir a Las Vegas por cuenta de sus compañias) de modo que fue casi un milagro conseguir una habitación compartida con mi socio en un hotel que en comparación con el resto resultaba modesto : el Treasure Island, cuyo tema era algo así como los piratas, a juzgar por la laguna con barcos y el espectáculo un tanto berreta que protagonizaban allí unas señoritas ligeras de ropa y unos individuos poco entusiastas unas dos veces al día. Porque cada hotel tiene su propio show característico que se realiza en la parte que da a la
calle, al menos los principales. El Bellagio tiene unas aguas danzantes sencillamente impresionantes, el Mirage tiene un volcán que entra en una simulada erupción cada media hora a partir de la caída del sol (ingeniosamente ejecutada con agua y luces que acompañadas de unos fueguitos aquí y allá crean una ilusión bastante convincente), el Ceasar´s tiene unas estatuas que cobran vida, y el Treasure las mencionadas piratas.

Hay que decir que las dimensiones de estos hoteles son fabulosas. Adentro además de unas 3000 habitaciones promedio en las torres principales de una treintena de pisos tienen el infaltable casino ubicado estratégicamente de manera que no pueda evitarse pasar por él al irse a la habitación, un teatro donde se ofrecen espectáculos de nivel internacional (a precios internacionales, no piense en menos de cien dólares para ver cualquier cosa). piletas, restaurantes, bares, paseos de compra, clubes nocturnos, centros de convenciones,
gimnasios y en general todo lo necesario para que el turista con tiempo y dinero ocupe su tiempo en gastar dinero.

Para hacerse una idea de las dimensiones colosales de estos complejos, diré que para llegar desde nuestro hotel hasta el Bally´s, donde se hacía la convención a loa que debíamos asistir debíamos cruzar tres hoteles más y eso nos llevaba unos buenos 25 minutos caminado a buen ritmo y aprovechando que entre el Treasure island y el Mirage había un trencito que aceleraba el trayecto.

Las gentes que pululaban por estos lugares (muchas,pero muchas personas) tenían un tamaño acorde al escenario. Yo no se si es la alimentación, la genética o una combinación de ambas, pero los norteamericanos son en general grandotes, tirando a osos. A esto se suman unas panzas de dimensiones pantagruélicas, no he visto tantos gordos y gordas juntas en toda mi vida. Si bien yo tengo una estatura respetable (1.78 m), allí me veía como un enano desnutrido. Afortunadamente son llamativamente amables, si por casualidad te bloquean el paso o entran
accidentalmente en contacto físico, se apresuran a murmurar "excuse me", y esto vale para todos, hasta los de aspecto que harían aflojar los esfínteres si nos los cruzáramos en un callejón oscuro.

Sobre las características de los jugadores, la forma en que hacen que uno se quede la mayor cantidad de tiempo en los casinos, los precios vejatorios, el cocktel en que nos colamos, mi atracción sobre el sexo opuesto y mi estadía en una ciudad situada a unos 150 km de Las Vegas les contaré en las siguientes entregas.
Que una vez que tengo un tema para escribir pienso sacarle todo el jugo posible.
Buenas noches.
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